viernes, 28 de diciembre de 2012

La mujer de la puerta del estanco

Tocar fondo es algo que tiene una connotación indudablemente positiva. Cuando uno toca fondo, no cabe otra posibilidad que no sea mejorar, porque a peor no se puede ir. Eso a no ser que uno se empeñe en seguir cavando para que así el fondo esté más profundo. Pero me ciño exclusivamente a personas sensatas, no a imbéciles redomados. 

No es fácil tocar fondo no obstante. No es nada fácil, siempre se puede estar peor, siempre hay alguien que te puede tener envidia por lo bien que estás cuando tú te sientes hundido, rozando el fondo con las yemas de los dedos. Yo mismo he creído haber tocado mi fondo para descubrir posteriormente que de eso nada. Que la vida es una caja de sorpresas, pero no de sorpresas buenas necesariamente. Que si sale mala, salió mala. Y que si sale muy mala, ahí lo llevas, profundizando en tu pozo cuando creías que habías llegado a lo más hondo posible. 

¡Qué infeliz!

Y si para colmo te pilla en estas fechas en las que estamos obligados a ser felices, pues apaga y vámonos. No me gustan nada estos días. Me parece absurdo el afán generalizado por comer hasta reventar, por comprar cosas inútiles, por cumplir con el resto a riesgo de que se enfaden contigo si no lo haces. Cuando tú no tienes ningún interés por que nadie cumpla contigo. Y es curioso que haya gente que hasta te critique por pensar de ese modo. Yo no quiero nada de nadie, sólo que me dejen en paz. No pido nada. Pero hay quien considera que esta actitud no es más que una pose que algunos tenemos para hacernos los interesantes, los diferentes. ¡Qué error más grande! Al menos en mi caso. En mi caso no es una pose porque no es una actitud. Es un sentimiento, no va más allá. Si uno se siente de una manera, es complicado evitarlo. No pretendo que nadie más se sienta como yo. Como digo, lo único que busco es que me dejen en paz. Que cada uno haga lo que le venga en gana, que ya yo me apaño con mis cosas. 

El problema es que uno no vive en una urna de cristal, sino en medio de todos los demás. Y vivir en medio de los demás significa que te absorba el ambiente general que reina. Un ambiente de forzada alegría que contrasta con mis sensaciones. El año que acaba ha sido decepcionante. Una mezcla de ilusiones truncadas, de esfuerzo no recompensado, de frustración por lo que uno siente que es capaz y lo poco a lo que llega por razones ajenas, por razones que no está al alcance de mi mano cambiar. 

Y eso que, en comparación con muchos, soy un privilegiado. 

Ayer mismo me volví a cruzar con la mujer de la puerta del estanco. En el estanco que hay en la calle Feria, justo a la entrada, en la acera, se sienta una pedigüeña extranjera. Es sudamericana, una mujer de edad indefinida, ni joven ni mayor, pequeña de estatura, menuda, vestida con poco más que harapos y que lleva en una especie de hatillo lo que se supone que son todas sus pertenencias. Cada vez que alguien sale del estanco, ella alarga la mano para mostrar el vaso de plástico en el que pide que le dejen unas monedas. Es el tipo de persona que molesta en estas fechas porque abofetean sin manos la cara de los que pretenden ser felices y se topan con la triste realidad. A mí, sin embargo, ayer, me arrancó una sonrisa. 

Hace ya un tiempo que la vi por primera vez, y que por primera vez introduje en su vaso la vuelta del precio de lo que había comprado en el estanco. Entonces se le iluminó la cara con una sonrisa y me dio las gracias con sentimiento. Desde entonces, cada vez que me ve, me saluda con el mismo gesto y me dice "hola, amigo". Pero no me pide más. A veces le he vuelto a dar, pero nunca me ha pedido más. 

Ayer volví a darle unas monedas cuando salí del estanco. Y ella, con esa misma sonrisa, me dijo "espero que tengas mucha suerte en el nuevo año". Y me emocionó. No sé quien es esa mujer. No sé de donde viene, si tiene familia en ese lugar, si la echan de menos o ella echa de menos a alguien. Sólo sé que es una extranjera, una persona que malvive en las calles de una ciudad de un país que no es el suyo. Que está sola, que no tiene nada, que seguramente pasa frío y hambre por las noches mientras nosotros nos ponemos hasta el culo de todo. Que mientras yo me encuentro mal por mis problemas cotidianos, ella se encuentra peor porque no tiene nada. 

Es una de esas personas que decía al principio que me tendrán envidia por lo bien que estoy cuando yo me siento hundido, como rozando el fondo de mi pozo con la yema de los dedos. 

Esa persona me deseó suerte para el nuevo año cuando soy yo quien tiene suerte y ella no. E igual soy un imbécil por aborrecer estas fechas porque tengo mucho que celebrar. Muchísimo. Sólo tengo que pensar en la mujer de la puerta del estanco para darme cuenta de lo que tengo, en comparación con lo que ella no tiene. 

Esto de lo que hablo no es una pose. No estoy intentando hacerme el interesante ni el diferente. Tengo 38 años, me he esforzado muchísimo en mi vida, como estudiante y trabajando luego, para no llegar en absoluto a donde me veo capaz. Me esfuerzo muchísimo diariamente para salir adelante y apenas lo consigo. Sé que esto no es exclusivo de mi, que le pasa a mucha gente, pero cada uno lo lleva del modo en que puede. A veces a mi me afecta, me frustra, me hace sentir mal. Y no soy capaz de olvidarme de ello por el simple hecho de que se trate de unas fechas o de otras. 

Sin embargo, la mujer de la puerta del estanco me ha hecho ver este año que nada de lo que digo tiene demasiado sentido. Que el fondo no es el lugar en el que yo me hallo. Que si miro más abajo, la encontraré a ella. Que siempre se puede estar peor aun cuando uno no se dedique a seguir cavando en el foso. Que tengo motivos para sentirme bien, que hay cosas en mi vida de las que enorgullecerme, que la frustración es un sentimiento pasajero que se puede revertir.

En definitiva, que puedo unirme a los que tratan de ser felices, al menos una vez al año. Porque todos ellos tienen sus problemas, sus frustraciones y sus cosas que les hacen sentir mal. Porque yo no soy diferente a ellos. Soy igual, por mucho que no me gusten estas fechas. 

Porque a quien soy diferente es a la mujer de la puerta del estanco. Porque tengo la suerte que no tiene ella. 

Si algún día pasáis por la calle Feria y la veis delante del estanco, dadle unas monedas. Veréis como os sonríe igual que me sonrió a mi. 

viernes, 21 de diciembre de 2012

El proyecto indestructible

Escribía el otro día que nada en el mundo es eterno y que quien crea serlo es un megalómano o un imbécil directamente. Tampoco lo son las opiniones. Y tampoco los proyectos. Nunca me gustó esa frase de Del Nido diciendo que su proyecto era indestructible. También lo era el Titanic y acabó en el fondo del mar sin ni siquiera terminar su primer viaje. Por cierto, se hundió con el capitán al frente. Claro que mejor habría sido que no se hubiera hundido. En verdad, nunca me gustaron esas frases grandilocuentes de nuestro presidente, algunas de las cuales dan nombre a magníficos blogs sevillistas. Yo soy de otra manera, me gusta ser de otra manera. 

Jose María del Nido ha dicho muchas veces que su proyecto en el Sevilla es indestructible, aunque la tozuda realidad se está empeñando, lamentablemente, en desmentirlo. Y supongo que para alguien tan arrogante, que tan a menudo emite sentencias en vez de hablar, echarse atrás de una de esas afirmaciones tan categóricas para reconocer que se ha equivocado y reconducir el camino debe ser harto complicado. Lamentablemente también, porque aquí estamos hablando del Sevilla, no del orgullo de una persona que preside la entidad en cierta fase de su historia. 

Esa realidad tan tozuda dice que el proyecto actual del Sevilla está haciendo aguas por todos lados. Los resultados no llegan, la afición anda dividida sin que eso tenga nada que ver con dichos resultados (como sí ha ocurrido otras veces), tenemos un gran problema económico y lo peor es que nada tiene visos de mejorar, porque esto ya viene de largo. No es simplemente una mala racha. 

No obstante, no creo que la situación actual sea para tirarse de un puente. Aún no ha concluido la primera vuelta, con lo que se está a tiempo de cualquier cosa. Pero lo primero que habría que hacer sería reconocer que el proyecto no es indestructible. Habría que bajarla al suelo, reconocer los errores, admitir que por esta camino vamos directos al abismo y cambiar. Cambiar muchas cosas, y si no se está dispuesto o se ve uno capaz, dejar paso a quien sí. Lógicamente, en estos momentos no es posible ese cambio para buena parte de los problemas porque estamos a mitad de temporada. Pero necesitaríamos salvar el año como fuera y, a partir del siguiente, acometer lo que sea necesario acometer. 

En este sentido, la realidad del Sevilla es que estamos en una situación económica complicadísima que va a obligar a vender a jugadores. Por tanto, pensar en que una clasificación europea nos puede salvar es engañarse a uno mismo. En mi opinión. Primero, porque a día de hoy es casi una quimera ponerse ese objetivo. Y segundo, porque, caso de lograrlo, por mucho que eso se produjese y debido a la necesidad de vender, difícilmente el Sevilla vaya a tener el año próximo un equipo lo bastante solvente como para confiar en que vaya a ir pasando rondas hasta el punto de recaudar lo suficiente. Que luego puede pasar cualquier cosa, pero creo que sería muy aventurado jugárselo todo a esa carta. Por tanto, pienso que la solución debería ser otra. 

En una empresa, los resultados que se exigen deben ir ligados a la inversión realizada. Nadie se gasta un pastizal para quedarse en la medianía. Si se invierte mucho es para ganar más, mucho más, no para quedarse igual o perder. Y en función de esos resultados, se hablará de éxito o fracaso. Aplicando este axioma al fútbol, y siendo muy directo, para estar donde estamos, no es necesario pagar fichas altas o gastarse dinero en fichajes. Para estar donde estamos, yo prefiero ver a jóvenes y a canteranos formándose para ser estrellas en el futuro. El Sevilla no se puede permitir el lujo de pagar esas fichas para esto que estamos viendo. Y todo hace indicar que muchas de esas fichas no van a estar el año próximo. ¿Por qué esperar entonces? ¿Por qué pasar por este calvario? ¿ Por qué no se da paso a gente nueva, a savia nueva, a ilusiones nuevas? ¿Vamos a estar peor? ¿Por qué jugadores como Hervás, Luna, Cala, Rabello, Alex Rubio o canteranos que estén destacando no pueden tener sitio? Insisto, para estar donde estamos. ¿Por qué tenemos que seguir viendo a Del Moral, a Coke, a Babá y a otros jugadores que no rinden por más veces que los pongas? ¿Cuánto vamos a esperar? ¿No sería más normal plantear un futuro con jugadores jóvenes de fichas bajas y hambre de crecer? Más que nada porque la realidad nos impone que no nos vamos a poder permitir otra cosa. 

Ya sé que esto es un poco injusto. Ya sé que cada jugador es una persona y que cada persona es un mundo con sus circunstancias. Pero creo que es el momento de dejarse de personalismos y pensar en el conjunto, en el bien mayor. En el Sevilla FC. Para ahora y para el futuro. Ahora mismo, tal y como estamos, hay que olvidarse de objetivos y sacar el equipo adelante. Para eso hay que hacer lo que sea. Lo que sea. Luego, ya veremos hasta donde podemos aspirar. Pero para eso la directiva no puede cerrarse puertas. Para eso hay que estar dispuestos a aparcar el orgullo, a tragarse las palabras, a ser humildes y a poner al Sevilla por encima de todas esas circunstancias personales. Por muy difícil que sea. Porque es muy fácil darse golpes en el pecho y decir cosas como que la entidad está por encima de todo, que nadie es imprescindible salvo el escudo, la bandera y la afición, y soflamas populistas como esas. Pero no lo es tanto aplicarse el cuento cuando llega la hora de la verdad. 

A mí me importa un bledo como quieran llamarle: mala suerte, errores arbitrales, conspiración judeo masónica o la leche en bote. Me importa un bledo. Yo lo único que sé es que mi Sevilla se desangra, se hunde, se despeña. Y mi Sevilla es lo más importante. O debería serlo. Si hay que envainársela para llegar a un acuerdo con los Biris (ya que su apoyo sabemos que es imprescindible), pues se la envaina uno. Los Biris son sevillistas y seguro que vuelven al campo a nada que la directiva les tienda la mano de verdad. Me da igual los rollos que se traigan entre ellos. Y si hay que decidir que el entrenador no puede seguir, pues se decide. Si hay que llegar a la conclusión de que hay jugadores que no pueden vestir la camiseta ni un minuto más, pues se les aparta. O se les cede ahora en el mercado de invierno para ahorrar fichas o lo que sea. No digo que haya que hacer justo todo eso. Digo que si hay que hacerlo, que se haga. Que no se cierren ninguna puerta para mantener el honor personal, el orgullo o simplemente por empecinarse en tener razón. 

Y si hay que reconocer que el proyecto no es indestructible y que hay que renovarlo, reiniciarlo o cambiarlo, pues se hace. Todo eso debe dar igual con tal de que el Sevilla salga adelante. Creo que a la mayoría de la afición no le importaría sacrificar los teóricos objetivos de la temporada con tal de ver avances en lugar de retrocesos. Con tal de que dejen de poner excusas baratas y pasen a la acción. Con tal de ver al equipo batirse el cobre de verdad o de observar a los jugadores del futuro, no a esa caterva de mediocres que nos asolan últimamente. 

Es evidente que, por una razón o por otra, las cosas no funcionan y que el proyecto ya no parece indestructible. No pido la cabeza de nadie. No abogo por dimisiones ni destituciones. No necesariamente, quiero decir. Lo que digo es que yo quiero que mi Titanic no se hunda. Ni tan siquiera con el honor intacto de ese capitán que no se movió del puesto de mando a pesar de conocer el trágico final que le esperaba.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Aborrecimiento navideño

Hace unos días, en un lugar cualquiera que no importa para lo que quiero decir, estuve hablando con cierto conocido sobre un tema baladí como puede ser los regalos navideños para los niños. Esta persona lo está pasando verdaderamente mal en estos tiempos tan convulsos que corren. Con verdaderamente mal me refiero a que no les desahucian porque su familia tiene posibilidad de apoyarles. A veces trabaja, a veces no, va tirando palante como puede, pero con verdaderas penurias. Nada nuevo ni sorprendente. Por desgracia, hay muchísima gente así. 

Sin embargo, a pesar de esto que digo, este señor estaba convencido en comprarle a su hijo cierto regalo considerablemente caro (costoso es una palabra más idónea que caro ya que el objeto es bien valioso) porque "los niños no se merecen no vivir el espíritu navideño sólo porque a los padres les está yendo mal circunstancialmente". No sé si fueron esas palabras u otras las que utilizó, pero el sentido es exactamente ese. Y ciertamente me desconcertó. 

He dicho varias veces que tengo la esperanza de que esta crisis nos haga aprender algo. Que cuando salgamos de ella, seamos personas diferentes, una sociedad diferente, más consciente de lo que cuesta conseguir las cosas, más solidaria, más civilizada quizás. Más madura. Y menos consumista. Pero comentarios como el de esta persona me hace pensar que nada de esto se va a producir. 

Vamos a ver, yo aborrezco la navidad por culpa de señores como este. Aborrezco la navidad porque es una época en la que nos imponen ser buenos, gastar mucho, acordarnos de personas que no nos importan y, sobre todo, aparentar. Aparentar ser felices, aparentar sentirnos afortunados, aparentar tener dinero para, al menos, mantener ese "espíritu". En navidad hay que ser solidarios, hay que acordarse de los que menos tienen, hay que visitar a los enfermos, hay que regalar cosas, hay que..., hay que ser buenas personas. Hay que ser las personas que debemos de ser a lo largo de todo el año, pero que no somos, aunque nos aliviamos la conciencia siéndolo en navidad. 

En verdad, la navidad es una fiesta religiosa que se ha paganizado para convertirla en una fiesta del consumismo más feroz. La gran preocupación de los analistas económicos es el porcentaje de caída que las ventas van a experimentar este año respecto a otros por motivo de la crisis. Aquella persona de la que hablaba al principio asimila el "espíritu navideño" que su hijo ha de percibir a pesar de las circunstancias con el hecho de gastarse mucho en su regalo. Es un espíritu consumista, más bien. Y esa idea se la está traspasando a su hijo. Es así como lo está educando, como nos ocurre a todos, por desgracia. La fuerza de esta vorágine nos arrastra a todos y al final todos hocicamos ante ello. 

Me da mucha pena comprobar que no estamos aprendiendo nada de todo esto que nos está pasando. Estas navidades serán más austeras, no porque hayamos comprendido que el gasto sin medida nos manda al hoyo, sino porque, circunstancialmente, nos está yendo mal. Porque circunstancialmente no tenemos dinero. Somos, por tanto, carne de cañón para una futura nueva crisis del estilo de esta que estamos sufriendo. Nosotros y nuestros hijos, porque así los estamos educando. Así nos están obligando a educarles. 

Y es curioso que la gente haya olvidado el verdadero sentido de esta fiesta cuando, a nada que ves un belén, este te lo grita en la cara. Es la conmemoración cristiana por excelencia. Jesucristo nace en un establo, rodeado de animales y medio desnudo porque su familia es pobre y no se puede permitir que ese niño venga al mundo en condiciones. Sin embargo, lo importante es la unión familiar, el hecho de que, a pesar de las penurias, ese padre y esa madre traen a una criatura al mundo y se mantienen unidos, se quieren, se apoyan, y están convencidos en salir adelante a pesar de todo. Si se les llama la "Sagrada Familia", aunque a mi me gusta decir "la familia es sagrada". ¿Qué tiene eso que ver con el consumismo, por Dios? Y ni siquiera en estos tiempos tan malos que corren nos damos cuenta. Ni siquiera cuando pasamos penurias comprendemos que lo que se celebra no son las fechas propicias para comprar de todo, sino la importancia que tiene mantener a la familia unida, sean cuales sean las circunstancias. Si hasta quien no sea cristiano comprende la importancia de esto que estoy diciendo. 

Odio estas fechas. Odio ver las calles atestadas de gente con la cara descompuesta por el agobio de no haber comprado aún todos los regalos que deben, o por estar gastándose lo que tienen, lo que no tienen e incluso más. Odio esa solidaridad falsa y con fecha de caducidad. Odio tener que recibir el típico mensajito de felicitación de personas que pasan de mi como de la mierda durante todo el año, pero que mandan dicho mensajito a toda su lista de correo o a toda su agenda, y yo estoy entre ellos. Respondo a quien creo que se lo merece, aunque yo no felicito la navidad. Yo estoy o no estoy con las personas. Todo el año, constantemente. A mí me hace ilusión recibir la felicitación de personas que están ahí normalmente, aunque sea detrás de un nick de blog o de Twitter, pero no la falsedad de quienes no se acuerdan de mi nunca. 

Y eso que comprendo que se utilicen ciertas fechas señaladas para acordarse de gente que vive lejos. O que por la razón que sea ves poco a lo largo del año. Fechas señaladas como los cumpleaños o las propias navidades. Pero sé distinguir entre quienes me importan y quienes no. Entre quienes están conmigo y quienes pasan de mi. Y aunque ya digo que lo comprendo, yo no espero a estos días para llamarles si se me ocurre hacerlo. Lo hago en cualquier momento. 

El espíritu navideño no existe. Es una forma de sacarte el poco dinero que te queda después de que te hayan expoliado a base de recortes y de impuestos. Cuando nos va bien, nos incitan a consumir más y más. Y cuando no, nos hacen chantaje emocional, apelan a los niños, a su inocencia, a lo que haga falta con tal de que te lo gastes todo. Y luego nos echan en cara el haber vivido por encima de nuestras posibilidades. Como si no nos incitasen a ello. 

Lo siento por los muy navideños, pero yo no veo la hora de que llegue el siete de enero. Que pase todo esto, que la gente vuelva a la normalidad y que este cúmulo de hipocresía, de falsedad y de gasto incontrolado pase a mejor vida... hasta el año que viene. 


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Como una lechera haciendo cuentas


El primer paso para solucionar un problema es reconocer que se tiene un problema


Creo que no soy sospechoso de ser uno de esos que se dedican a cargar sin piedad contra todo lo que huela a Sevilla FC. Ni tampoco ninguno de esos aficionados críticos a los que tanto trabajo cuesta ver algo positivo en lo que es el club actualmente. De hecho, suelo ser bastante benévolo con la gestión de la directiva, suelo buscar explicaciones a las cosas que pasan hasta que a veces me quedo con el culo al aire (con perdón) porque lo inexplicable es inexplicable, por mucho que le busques una explicación. 

Pero os aseguro que no soy gilipollas. Puede que un poco ingenuo, pero no gilipollas. Aún conservo un test de inteligencia que me hicieron de niño que lo certifica. 

Anoche me puse delante de la televisión para ver el programa de Roberto Arrocha en SFCTV. Sabía que entrevistaban a miembros de la secretaría técnica del Sevilla FC y tenía la esperanza de que, entre todas las perogrulladas y palabras políticamente correctas que dijeran, encontrase un atisbo de esperanza, algo que me pudiera servir para cerciorarme de que en el club tienen una ligera idea de lo que está pasando y están haciendo algo, lo que sea, para empezar a ponerle solución. 

Pero todas mis ilusiones se hundieron en un pozo cuando vi como Víctor Orta hacía las cuentas de la lechera y decidía que sumando los puntos que tenemos y los que podríamos haber conseguido contra Rayo, Barcelona, Levante etc., llegábamos a los 25 y estaríamos a tiro de piedra del objetivo. Es cierto que esas mismas cuentas las he hecho yo, y también publicado aquí. Pero yo las hago porque desconozco lo que se cuece en el interior del club, supongo que se está haciendo algo para solucionar los problemas y, mientras esa solución surte efecto, me lamento de perder puntos que luego nos harán falta. Y también intuyo que si el equipo está arriba, es más fácil que esas soluciones funcionen pronto que si el ambiente se crispa por culpa de los malos resultados. Sobre todo cuando algunos de estos (algunos) se deben a decisiones arbitrales y a la mala suerte. 

Por tanto, doy por hecho que hay un problema, que la directiva lo sabe, lo conoce y que está haciendo lo que sea para solucionarlo. Pero si una persona con responsabilidad en el club utiliza esa cuenta de la lechera propia de un simple aficionata como yo como justificación para la mala clasificación en la que nos encontramos, el resultado es una profunda decepción. 

O sea, que llevamos tres años viendo decrecer al equipo de un modo lamentable, perdiendo dinero a espuertas por culpa de fichajes costosos y fracasados, viendo pasar a un entrenador tras otro, incapaces todos de poner en marcha al equipo y adoleciendo de los mismos problemas con distintos técnicos y jugadores..., y el secretario técnico de la entidad se limita a contar con los dedos los puntos que hemos perdido por mala suerte o errores arbitrales. Ojo, que la mala suerte y los errores arbitrales existieron, pero joder, para llegar a esa conclusión, que pongan a mi ahí y me paguen su sueldo, que fijo que peor no lo voy a hacer. Yo también sé hacer esas cuentas. Yo también las he hecho. Pero yo no tengo responsabilidad en el club. 

Lo que digo, una profunda decepción. 

A partir de ahí, seguí viendo el programa durante un rato, hasta que me harté. Francamente, después de lo visto hasta entonces, me daba igual lo que dijeran. Si no reconocen que hay un problema, ¿cómo voy a tener la esperanza de escuchar algún atisbo de solución? Si para solucionar un problema, lo primero es reconocer que existe ese problema. Y si para el secretario técnico del Sevilla, el problema es que contra Barcelona, Rayo y Levante perdimos una serie de puntos por mala suerte y actuaciones arbitrales, el problema real no se va a solucionar. El problema real, el que todos sabemos que existe, el que está ahí desde hacer al menos tres años. Y si quien tiene que solucionar los problemas ni siquiera reconoce tenerlos, entonces se convierte en parte del mismo. 

El programa me pareció decepcionante. Bueno, no el programa en si, sino las palabras de los entrevistados. Me dio muchísima pena ver en esa tesitura a Ramón Vázquez, quien fuera para mi todo un ídolo en mi niñez. Sevillista hasta la médula, canterano, luchador..., creo que no se merece el ridículo de anoche. Es que de verdad que me parecieron ridículas algunas de las cosas que se escucharon. Excusas baratas, casi infantiles, para no reconocer la realidad. La que hasta alguien benévolo con ellos como yo ve con claridad. Excusas que sonaban a algo así como que el profesor me tiene manía y por eso me castiga y me suspende. Lamentable. 

No terminé de ver el programa, pero dicen los que si lo hicieron que no se leyeron ninguno de los mensajes que los aficionados enviaron por Twitter, a pesar de que se dijo que sí que se haría. Evidentemente, los mensajes en cuestión no eran agradables precisamente. Eso me parece normal sin embargo. Los medios oficiales están al servicio del club, no para poner a los pies de los caballos a sus integrantes. No me sorprende, aunque es evidente que no refleja la realidad de que una parte de la afición no se creyó lo que dijeron. 

Dicho todo esto, sólo me queda la esperanza de que lo que esos señores afirmaron en el programa fuera lo que tenían que decir, y no la verdad. O no toda la verdad. Espero de corazón que el club no esté tan perdido como dio la sensación anoche, que sepan lo que pasa, que tengan identificado el problema y que le estén poniendo solución. Entiendo perfectamente que no se puede informar con altavoz de todo lo que se cuece entre bambalinas y a eso me agarro, no me queda otra. No me queda otra porque no sé lo que se está haciendo y quiero creer que se está haciendo algo. 

Porque si de verdad en el club piensan que todo el problema se reduce a unos cuantos puntos que hemos perdido por decisiones arbitrales o mala suerte (que también, que eso ocurrió así), pues mal camino llevamos. Muy malo. 

martes, 18 de diciembre de 2012

El vídeo

¿Alguna vez he comentado por aquí de dónde viene el nombre de este blog?

Supongo que algunos lo sabréis, no es invención mía. No es de mi propia cosecha. 

El nombre se lo debo a un gran sevillista que se llama Quique y que es autor de un buen número de vídeos sobre el Sevilla, a cual mejor, lo digo desde la sinceridad más absoluta. De hecho, "Un Sevillista Cualquiera" es el nombre de uno de esos vídeos, el cual me marcó desde el primer momento en que lo vi porque me sentí completamente identificado con él y con el título. Un sevillista cualquiera, ni más ni menos que nadie, uno de tantos. 

A Quique (quiquesfc en las redes sociales) le podéis encontrar en Twitter - @quiquesfc - y podéis ver todos sus vídeos en su canal de Youtube aquí

Ayer estuve tuiteando brevemente con él sobre el tema:



Y tiene razón. No estaría de más verlo de nuevo. En estos tiempos tan malos que corren para el sevillismo, no está de más recordar lo que somos, de dónde venimos y hasta donde hemos llegado. Nada mejor que eso para saber lo que hacer para repetir la historia. O tratar de hacerlo. 

Por tanto, aquí os dejo el vídeo. Os recomiendo encarecidamente que lo veáis. Son diez minutos que se pasan volando. Y, por cierto, lo advierto, es de vellos de punta y lagrimita cayendo. Una verdadera maravilla.





lunes, 17 de diciembre de 2012

El ingenuo

Nada en el mundo se puede considerar eterno. Todo tiene un principio y un fin, y creerse inmortal o insustituible es propio de megalómanos o de simplemente imbéciles.

Con las opiniones ocurre lo mismo. Uno puede opinar lo que sea sobre cierto aspecto o materia, pero esa opinión no es eterna, no tiene por qué serlo. Cuando uno juzga algo, lo hace en base a ciertas variables. Pero si ese algo sufre una modificación, también lo pueden hacer las opiniones sobre ello, siempre que las variables sean las mismas. Las personas que pueden presumir de coherencia son las que se mantienen fieles a las variables en base a las cuales juzgan u opinan, de modo que ese juicio o esa opinión variará en la medida en que la cosa juzgada lo haga.

Un simple ejemplo para aclarar este rollo. Si a mi me gustan las mujeres morenas (si soy tan simple como para juzgarlas sólo por la variable "color de pelo") y cierta mujer que me gusta se tiñe de rubia, pues me gustará menos. Otro ejemplo: si a mi me gusta el fútbol de toque y mi equipo juega a la italiana, pues no me gustará el fútbol de mi equipo. Otra cosa es que deje de apoyarlo o de quererlo, pero me gustará menos. En este sentido, hay gente que basa sus opiniones en la variable "tipo de juego". Otros en la variable "resultado". Lo que sea, todas son respetables mientras se mantenga la coherencia. Y hablamos de fútbol unos con otros, sin problemas, sin malos rollos, cada uno dando su opinión y enriqueciendo con ella al otro (si se deja enriquecer).

Yo procuro ser coherente en mis opiniones. No es fácil no obstante. Al contrario, es de lo más sencillo verse influenciado por el ruido externo, por los gritos de los demás, por las circunstancias que te rodean..., incluso por tu propio estado de ánimo, que varía según el momento. El pasado sábado, viendo el partido entre el Sevilla y el Málaga, me estuve planteando de qué modo mis opiniones estaban variando. O mejor dicho, me estuve preguntando en base a qué variables sostenía mi opinión acerca de ciertas cosas y, manteniendo esas variables, de qué manera mis opiniones estaban (o deberían estar) cambiando.

Por ejemplo, mi opinión sobre los Biris. Yo construyo mi opinión sobre los grupos ultra (ultra no es violento, sino ultra) en base a su fidelidad al equipo que apoya, a su nivel de violencia (de no violencia) y a la originalidad de sus actuaciones. Para mí, los Biris siempre han sido los mejores de España. En las tres variables, porque incluso en lo de la violencia no son de los más destacados. O mejor, los violentos son muy pocos en relación al número de miembros y/o simpatizantes que tienen. Sin embargo, su actitud durante el partido del sábado me pareció vergonzosa. 

Ojo, que no me refiero a sus reivindicaciones, que sus razones tienen y muchas, sino al modo de expresarlas. 

Su actitud del sábado perjudica al Sevilla. Cuando más falta le hacía al equipo el apoyo (tras encajar el primer gol e ir perdiendo sin merecerlo hasta entonces), ellos se dedicaron a meterse con el presidente. 

Ojo, que no estoy diciendo que el presidente no se merezca que ellos se metan con él, sino que no era el momento de hacerlo. 

No lo era. Los Biris tienen peticiones legítimas. Todo el que se siente ultrajado tiene derecho a quejarse . A protestar. Y los Biris no son menos que nadie en ese sentido. Sin embargo,  la medida estrella que utilizan para protestar es dejar de animar al equipo  Al Sevilla. Señores, el equipo no les ha hecho nada. Se lo ha hecho otro, pero el equipo no. Creo que es muy importante distinguir entre Jose María del Nido y el Sevilla FC, Creo que no está bien perjudicar al Sevilla para llamar la atención de la persona que en estos tiempos lo preside. 

Dicho esto, en el estadio el sábado no protestaron contra el presidente sólo los Biris. Lo hizo una parte importante del graderío, y quien lo oculte falta a la verdad. Eso es un hecho. El resto de la afición pitó a  los Biris en ciertos momentos (supongo que considerando, como yo, que no era de recibo protestar de esa manera cuando el equipo necesitaba de apoyo), pero la mayor parte de la grada les secundó en otros. Sobre todo tras el 0-2. Yo no lo hice. Yo no creo que, mientras el equipo está jugando y perdiendo, sea el momento de ponerse a esas cosas. Pero sí que me puse a recapacitar, y no puedo dejar de reconocer que es normal que la gente se crispe. 

Esto no es una mala racha. Son ya años viendo decrecer al equipo. Por aquí pasan jugadores y entrenadores y los problemas siguen siendo los mismos. La gente no es tonta. De hecho, la grada no se volvió contra el entrenador (lo normal cuando las cosas no van bien), sino contra el palco. Porque esa gente que no es tonta interpreta que, después de tantos técnicos y jugadores, si los problemas siguen siendo los mismos, su raíz debe estar en otro sitio. Y se vuelven contra el responsable máximo.

Porque no podemos olvidar que el presidente es el responsable máximo de lo que ocurre en el club. El responsable máximo. Igual que hay muchos que le consideran el mejor dirigente de la historia del club por los méritos cotraídos, ahora que las cosas van mal también cargan contra él. Es de lógica. Jose María del Nido fue capaz de coger al club en el que era, probablemente, el peor momento en todos sus años de vida y convertirlo en un equipo campeón, cosa que no habíamos visto en décadas. A la vez, lo estructuró y modernizó. Lógicamente, el personal se lo supo reconocer. Pero, de igual manera, ahora el club está pasando por muy malos momentos. No tanto como entonces (aún), pero muy malos. Y la verdad es que esta directiva no se está demostrando capaz de arreglar el asunto. De hecho, la cosa está cada vez peor.

Hay muchos frentes abiertos. Antes cite a los Biris. Y lo fácil sería simplificar las cosas y decirles a estos que si no expulsan a los violentos, pues que esto es lo que hay. Se les podría decir que están perjudicando al Sevilla con su actitud, que, como decía antes, el momento de protestar no es cuando el equipo necesita su apoyo. Pero hasta en este caso el responsable es el presidente. Porque yo pienso que este debería ser capaz de llegar a un acuerdo con ellos. El que sea. Del Nido dijo en su momento que pactaría hasta con el diablo si fuera necesario si es por el bien del Sevilla. Y los Biris no son el diablo, sino sevillistas que se sienten maltratados por la directiva. Insisto, todo esto es debatible y yo creo que los Biris se están equivocando en algunas cosas. Pero el responsable es el presidente. Es él quien tiene que hacer lo que sea para las aguas vuelvan a su cauce. Y si no es capaz, la afición se lo echará en cara.

Pero no es el único frente. Está la situación económica por la que atraviesa el club que, más allá de la crisis general, viene debida en buena medida a fichajes fracasados. Que luego se podrá debatir sobre por qué fracasaron, pero el hecho es el hecho. Y es responsabilidad de la directiva. En última instancia, del presidente. Ahora resulta que se debe dinero a los jugadores y que no hay para traer a nadie en el mercado de invierno, con la falta que hace apuntalar, por poner un ejemplo, la delantera. 

Por otro lado, está el continuo ultraje al que somos sometidos por parte de diferentes estamentos, empezando por el arbitral, y acabando por el que pone los horarios. Yo estoy convencido de que nos la están haciendo pagar por el hecho de que Del Nido abandere la lucha por un reparto justo de los derechos televisivos. Pinchad aquí si queréis una explicación soberbia del modo en que yo pienso al respecto. 

En general, parece que todo se vuelve en nuestra contra, pero problemas hay en todas partes, en todas las empresas, organizaciones, instituciones o estamentos. Y todos ellos tienen un grupo de personas que los dirigen y que están para solucionarlos. Si no son capaces, se ponen a otros y palante. 

Cuando yo considero a Jose María del Nido uno de los mejores presidentes de la histortia del Sevilla (no me gusta decir el mejor porque no conocí a Ramón Sánchez-Pizjuán), lo hago, como decía al principio, en base a unas variables que, por coherencia, deben ser inamovibles. Del Nido fue capaz de coger a un club en peores condiciones que las actuales y ponerlo en órbita. Esa es la variable. Y aplicándola a la situación actual, en estos tiempos no está consiguiendo solucionar los problemas del mismo modo que sí que pudo hace diez años. Por tanto, mi opinión sobre él no puede ser la misma. 

Hay quien dice, con razón, que todo lo que ha hecho le concede crédito para seguir confiando en él. Pero tengo que reconocer que mi crédito se está agotando. A mi me encantaría que surgiese una oposición fiable, una alternativa válida para compararla con lo que tenemos ahora y apoyarla en su caso. Me pareció lamentable que gente que ha criticado sin piedad a esta directiva votase a su favor en la última Junta. Un 97% de apoyo es mucho apoyo. Y no me canso de decir que si a los que mantienen ahí a Del Nido con sus acciones les diese por quitarlo de en medio, podrían hacerlo. El mismo pecado es la obra que la omisión. 

Pero la Junta le apoyó con una abrumadora mayoría y lo que tenemos es lo que tenemos. Y toca sumar, no restar. Esto hay que pedírselo a todos, empezando por el presidente. Y en estas circunstancias, yo le pediría a este que recapacitara. Que pensase seriamente si está en disposición ahora de solucionar los problemas como lo hizo hace diez años. Que piense que hace ya tres temporadas que las cosas se torcieron y que eso es tiempo suficiente como para que gente que le ha apoyado sin reservas comience a plantearse dicho apoyo. Que esto es el Sevilla FC, que la afición del Sevilla FC no se casa con nadie. Que no somos como otros, o lo que es lo mismo, que no somos unos borregos. Que igual que le encumbró a lo más alto, le puede obligar a irse por la puerta de atrás, lo cual sería de lo más triste después de lo que ha conseguido. 

Probablemente todo esto sea una ingenuidad. Probablemente Del Nido se considerará capaz de sacar esto adelante y luchará contra molinos de viento cual Quijote del siglo XXI, incapaz de comprender que su tiempo ha terminado. O no. O mañana empieza a entrar la pelotita, los postes de Negredo se convierten en goles, los penalties en contra se vuelven a favor, las explulsiones comienzan a sufrirlas nuestros rivales y no nosotros, todo cambia de un golpe y la cosa se soluciona. Que esto es fútbol y todo depende de eso. De que la pelotita entre. Aunque, por desgracia, lo dudo mucho. 

Decía al principio que nada en el mundo se puede considerar eterno. Que todo tiene un principio y un fin, y creerse inmortal o insustituible es propio de megalómanos o de simplemente imbéciles. Yo no considero a nuestro presidente un imbécil. En absoluto. Por tanto, le pediría que no fuera megalómano. Que si es capaz de solucionar esto, que lo haga de una vez. Y que si no, que le haga un enorme favor al Sevilla. El mayor que le habrá hecho nunca, quizás, y prepare el terreno para dejar paso a otros. 

Y ahora, ya podéis llamarme ingenuo. 


sábado, 15 de diciembre de 2012

Cuando las musas te abandonan

Todo el que tiene un blog desde hace tiempo sabe lo difícil que es mantenerlo activo, la de horas que te quita, la ilusión que es necesaria. Incluso, el apoyo de otros, el saber que la gente te lee y que no estás gritando en el desierto. Pero también, quizás hasta más importante que lo anterior, se necesita inspiración, que las musas estén de tu lado. Y no siempre lo están. 

A mí me abandonaron muchas veces. Sé por experiencia que siempre vuelven, aunque no cuánto pueden tardar en hacerlo. Unas veces más, otras menos. Sólo ellas lo saben. 

Hace ya unas semanas que siento abandonado por ellas otra vez. A mí no me resulta complicado llenar un par de carillas de folio de palabras encadenadas con sentido. Otra cosa distinta es conseguir que el resultado sea tan interesante como la escritura de compra-venta de una casa o el prospecto de un medicamento. Tan poco interesante, me refiero. Yo, para escribir chorradas, prefiero no escribir. Y en esas estamos. Últimamente escribo bien poco. Ando bastante corto de inspiración. 

Dicen los que saben que para lograr que un blog sea serio, para que tenga credibilidad, ha de ser coherente, ha de mantener una línea más o menos regular, no debe tener altibajos. No me refiero tanto a la frecuencia con la que se publica, sino más bien al sentido de las opiniones, al tono en el que se expresan, al estilo que se emplea al escribir. Y en los últimos tiempos, a mi me falla el sentido, el tono y el estilo. 

El sentido de mi opinión se ve trastornado por el desconcierto que me produce lo que veo a mi alrededor. Si hablamos de fútbol (la temática principal de este sitio), la errática trayectoria del Sevilla me deja fuera de juego. A veces no sé a lo que agarrarme, no estoy seguro, no sé si esa opinión está bien basada o es necesario retocarla. En ocasiones se ve fortalecida, pero otras se viene abajo. Como digo, estoy desconcertado. 

Si hablamos de la vida en general, pues apaga y vámonos. 

Lo del tono en que me expreso depende más de mi situación personal. De mi humor. No voy a entrar a soltar un rollo sobre cómo me encuentro últimamente. No me interesa ni a mi, con lo que ¿pa qué? Pero mi humor está sufriendo unos altibajos semejantes al juego del equipo. A veces hablo (o escribo) con mesura y moderación, y otras me explayo de manera hasta soez. He perdido un poco el equilibrio en ese sentido, y creo necesario recuperarlo. 

Y respecto al estilo, es aquí donde aparecen y desaparecen las musas. Si no hay musas, no hay estilo. Si no hay musas, lo que sale es plano, aburrido, vulgar..., nada diferente, nada especial. Yo creo que cada blog tiene que tener su idiosincrasia, su cosita que le hace diferente al resto. No se trata de calidad de escritura, sino de que tenga algo que lo diferencie de los demás y que lo haga único. Eso es el estilo. E igual que digo que el sentido de mi opinión está trastocado y que he perdido el equilibrio a la hora de expresarla con un tono uniforme, el estilo que trato de aplicar en esta que es mi casa se ha perdido, se lo han llevado las musas y me lo traerán de vuelta cuando vuelvan. 

En estas condiciones, es difícil mantener una cadencia uniforme a la hora de publicar. Y esa es la razón por la que dicha cadencia ha descendido del modo tan considerable en que lo ha hecho. No es algo que me preocupe. Ya he pasado por eso en otras ocasiones. De hecho, he pasado por momentos mucho peores, hasta el punto de verme obligado a abandonar el blog durante meses. No es el caso actual. No es para tanto. Pero, por pocos que seáis, sé que hay gente que entra aquí habitualmente y a quienes igual decepciono por no publicar tan a menudo como de costumbre. Considero que merecen una explicación y por eso escribo esto. Sé que no tengo por qué hacerlo, pero me siento mejor haciéndolo. 

Pronto las musas volverán y todo volverá a ser como siempre. Al fin y al cabo, cualquiera que tenga un blog habrá pasado por lo mismo infinidad de veces. Es lo más normal del mundo. 


viernes, 14 de diciembre de 2012

Tirar la camiseta.

El partido contra el Barcelona que jugamos esta temporada, aparte del robo arbitral, tuvo una consecuencia nefasta para los intereses del Sevilla, que fueron las numerosas bajas con las que tuvimos que afrontar el siguiente choque que tuvo lugar en Vigo. Si no recuerdo mal, entre otros, tres de los cinco centrocampistas titulares hasta entonces fueron baja, y el partido se perdió de forma lamentable. Por entonces, yo, entre otros muchos, opiné que era un accidente comprensible con tantas bajas. Luego se demostró que no fue tal accidente porque la experiencia se repitió varias veces aun con los titulares sobre el terreno de juego, pero sí que me quedó una duda relacionada con el argumento originario: la escasez de fondo de armario en la plantilla sevillista. 

En verdad, la palabra escasez no es la correcta porque entre los no titulares hasta ese momento había jugadores a los que se le supone calidad. Jugadores como Cala, Luna, Campaña, Kondogbia, Reyes.... Mi preocupación fue debida al modo en que algunos de esos jugadores (y otros no citados también) tiraban la camiseta a la primera oportunidad que tuvieron. Y lo han seguido haciendo a continuación

Yo he dicho varias veces que a mi no me parece mala la plantilla del Sevilla FC. Corta en la delantera, eso sí, pero no tan mala como para estar donde estamos. Pero, claro, si para aspirar a que el equipo juegue bien (cuando les da la gana) tienen que salir unos jugadores que son considerados titulares y si salen otros, pues no hay nada que hacer, mal vamos. Esa era mi preocupación entonces. En la actualidad, no es tanto así. En la actualidad, mi gran preocupación es la falta de intensidad del equipo en tantos partidos, o en tantas fases de tantos partidos. Lo del banquillo ya no lo es tanto. 

Parece que va habiendo jugadores que ya no tiran la camiseta como al principio y otros que siguen haciéndolo. Me ha dado mucha pena ver cómo Cala no ha sido capaz de aprovechar las oportunidades que ha tenido. Por una razón o por otra. Lo mismo me pasa con Campaña. Dicen que quien es asiduo a los entrenamientos sabe por qué el canterano no entra en el equipo. Eso me molesta por él, por la actitud que parece tener, y también por los técnicos, que no son capaces de motivar a un jugador tan aparentemente bueno (yo aún no lo he visto rendir al más alto nivel). Y me asusta lo de Babá, que ha tenido unas oportunidades de oro con la lesión de Negredo y lo que ha conseguido es que se fuerce al vallecano porque con el otro no íbamos a ninguna parte. Y me asusta porque, sin Babá, solo tenemos un delantero. Un único delantero. 

Pero, por otro lado, me es gratificante comprobar que Fazio se va entonando, con lo que tenemos tres centrales (el argentino  Botía y Spahic) para dos puestos. Ojalá Cala acabe por entrar él también. Y, por supuesto, que Reyes, a un nivel inferior al que se le supone, al menos sea útil para el equipo como lo está siendo en los últimos partidos (después de pasar de la titularidad a la grada y volver a continuación). Eso es mejor que el bulto que veíamos hasta hace muy poco. Es magnífico que Perotti se haya recuperado porque da garantías a la banda izquierda, un tanto huérfana tras la lesión de Trochowski. Incluso que Coke haya hecho un par de partidos buenos cuando le han puesto. 

Pero lo que de verdad me hace ilusión es el caso de Kondogbia. Cuando se le trajo, muchos entendidos aseguraban que se trata de un magnífico jugador, aunque muy joven, eso sí. Y por la posición que ocupa, puede ser de vital importancia en adelante, ya que se desenvuelve bien en cualquier demarcación del centro del campo. Basta decir que puede ser un relevo de garantías para Medel para comprender hasta qué punto puede llegar la importancia del francés. La primera vez que lo vi con la camiseta del Sevilla me escandalicé porque parecía un pollo sin cabeza, de lo revolucionado que iba. Pero lleva varios partidos muy buenos, y eso puede querer decir que ya se ha enterado de donde está, se ha adaptado y ahora empieza a mostrar su fútbol. 

Ya llevamos un buen número de jornadas disputadas y se puede hablar de estas cosas. De jugadores titulares, de otros que luchan en serio por entrar en el equipo, y de algunos, por desgracia, que parecen empeñados en entregar la camiseta. 

Sea como sea, parece que al Sevilla se le va viendo banquillo (salvo en la delantera). Y eso es magnífico, siempre y cuando los jugadores se tomen los partidos tan en serio como contra Real Madrid, Barcelona, Betis y Mallorca, y no les entre la caraja como en tantos y tantos otros. A día de hoy, en lo meramente deportivo, creo que ese es el mayor problema del equipo. 

martes, 11 de diciembre de 2012

Mal rollo

En fútbol, normalmente, un buen número de los problemas que pueda tener un club se solucionan cuando la pelotita entra. No todos, evidentemente, pero si muchos, muchísimos, la mayoría diría yo. No me refiero a que los equipos jueguen bien ni que lo hagan de cine. Me refiero a que la pelotita entre. En el caso del Sevilla de esta temporada, si uno de los penalties que se fallaron en Vallecas hubiera entrado, ahora mismo tendríamos dos puntos más. Y si algunas de las muchísimas ocasiones que se tuvieron contra el Levante hubiesen sido gol, pues otros dos que sumarían cuatro. Teniendo en cuenta que, en ese caso, el equipo valenciano tendría un punto menos, sólo con eso, estaríamos en puestos de Europa League y a dos de la Champions. Así de simple. Sin necesidad de jugar mejor, sin tener en cuenta errores arbitrales, asumiendo el robo contra el Barcelona y pifiándola como la hemos pifiado en Vigo, en Zaragoza, en Bilbao, en casa contra el Valladolid  etc. Evidentemente, en esas circunstancias, el ambiente en el sevillismo sería distinto. No radicalmente mejor, pero sí distinto. Y es que el mal ambiente que nos rodea últimamente nos está lastrando. Y mucho. A mí me da un mal rollo tremendo esta situación. No me gusta nada. Y es provocada por muchas cosas, creo que el asunto no es para nada sencillo.

Podemos empezar por la planificación, no de esta temporada, sino desde hace ya varios años. No voy a entrar en el asunto pormenorizadamente. Basta con decir que hace tres años, nuestra delantera la formaban Kanouté, Luis Fabiano y Negredo. Ahora, Babá, Del Moral y Negredo. Hemos cambiado a Kanouté y Luis Fabiano por Babá y Del Moral. No hace falta seguir hablando. Ya sé que sustituir al malí y al brasileño es muy difícil, pero creo que hay un término medio entre lo que teníamos y lo que tenemos. A fichajes aceptables o  más que aceptables (Negredo, Cáceres, Medel, Rakitic, Trochowski, Maduro, Cicinho...)  hay que acompañar errores de bulto (no los voy a repetir porque ya hay muchos que se dedican a recordárnoslo a diario). Y muy costosos. Y el resultado es que tenemos una plantilla descompensada. Sobre todo en la delantera.

Dentro de esto, me gustaría comentar algo que puede ser excusa, o puede empeorar la nota de los gestores del club, según como se mire. Hablo de las lesiones. Lo que está pasando en el Sevilla con las lesiones estos últimos años es digno de programa de Cuarto Milenio. No ya esos simples golpes que se convierten en bajas eternas. Hablo, en especial, de las lesiones de larga duración. Por unos motivos o por otros, hemos sido testigos de cómo demasiados jugadores han visto sus carreras lastradas y condicionadas por gravísimas lesiones: Javi Navarro (que no reapareció), Fazio, Acosta, Koné, Sergio Sánchez, Dragutinovic, Guarente y este año Trochowski. Desde que murió Antonio Puerta, todas las temporadas hemos dejado de contar con al menos un jugador (si no dos, o incluso tres) que había sido incluido a la hora de la planificación. Y eso sin contar otras lesiones, menos graves, pero que también impidieron contar con futbolistas durante muchas jornadas (así de golpe me acuerdo de Navas, de Perotti, de Negredo, de Rakitic...). Además de condicionarlas carreras de los jugadores (y hasta arruinar en algunos casos) , eso lastra las planificaciones, es cierto, pero da mucho que pensar. Son casos muy diversos, algunos motivados por verdadera mala suerte, pero es que uno no puede evitar preguntarse si es sólo eso, mala suerte, o pasa algo más. Porque si es mala suerte, es que somos unos verdaderos cenizos.

En definitiva, por malas planificaciones (a lo que hay que añadir esto de las lesiones), el equipo hace tiempo que no funciona, la gente se impacienta, se cabrea, se harta, algunos incluso explotan. Y es natural, ¿quién no comprende algo así? Y eso fomenta el mal ambiente del que hablo.

Para colmo, y consecuencia de los fracasos deportivos y de los costosos fichajes que salieron rana, la economía del club se ha hundido. Las cifras que se dieron en la última Junta de Accionistas fueron cuanto menos muy preocupantes. Y eso que estaban maquilladas con esa argucia contable llamada "crédito fiscal" (para saber más sobre ello, leed esto). Preocupante porque, no sólo se debe mucho a corto plazo; no sólo no hay dinero para fichar y corregir lo que se ha hecho mal; no sólo vamos a tener que vender futbolistas para salvar la cara. Es que se le debe dinero a los jugadores. Y, oiga, eso quieras que no condiciona el rendimiento. Si al menos la pelotita entrara, pues habría algo a lo que agarrarse. Pero es que ni eso. Y a pesar del mal rendimiento del equipo en muchos partidos, han habido varias ocasiones en las que hemos merecido la victoria, pero la pelotita se ha negado a entrar. 

Y si no fuera bastante con todo esto, nos encontramos con todo lo demás. No hace falta dejarse llevar por fantasías conspiratorias. Quien más quien menos es consciente de que el estamento futbolístico español nos la está haciendo pagar por el hecho de que nuestro presidente sea el adalid de la lucha por un reparto justo de los derechos televisivos. Es algo así como que quien manda haya dicho: "¿Que la liga española es una mierda? Ahora te vas a enterar de lo que es una mierda de verdad?" Y en ello están. 

Podemos empezar por lo de los arbitrajes. No ya solo lo ocurrido en el partido contra el Barcelona, que eso es normal, la tengan tomada contigo o no. Los dos grandes tienen el favor de los de negro de toda la vida y no debe sorprender. Pero es que raro es el partido en el que no hay una decisión "extraña" en contra nuestra. Yo no veía una cosa así desde aquella temporada con Marcos Alonso en la que nos fuimos a Segunda de cabeza. Aquel año llegué a escuchar a periodistas de Madrid reconociendo que lo ocurrido con el Sevilla y los árbitros fue determinante para que ese descenso se produjese. ¿Cómo no sería la cosa para que se pronunciaran de ese modo? Pues este año, no es que sea igual (que no lo es), pero me acuerdo de ello. Basta un ejemplo para entender lo que quiero decir: ¿cómo es posible que un equipo al que se le acusa de falta de intensidad, de falta de alma, le expulsen a cinco jugadores en tres partidos? ¿Cuántos partidos hemos jugado en inferioridad numérica durante gran parte de los mismos? Un equipo sin intensidad, sin alma, que en expulsiones recuerda a aquel de Caparrós. 

Pero es que esto se complementa con las demenciales decisiones de los comités. Lo de Medel fue de reírse en nuestra cara. Lo de Luna, tres cuartos de lo mismo. Y ahora con Reyes, estamos todos agarrándonos fuerte porque intuimos que vienen curvas. Nadie se fía ya de estos tipos porque, en el fondo, todos andamos convencidos de que la tienen tomada con nosotros. 

Y a todo esto hay que añadir lo de los horarios, lo cual unido a la mala imagen del equipo y a la crisis económica hacen que el Sánchez-Pizjuán presente una imagen lamentable en su grada día sí y día también. Y, para colmo, los únicos que de verdad animan el cotarro, los Biris, andan a la gresca con la directiva, la cual es incapaz de poner fin al conflicto de una puñetera vez. 

Además, hay otros temas, todos diferentes entre si, que no hacen más que enrarecer el ambiente un poco más. La sentencia condenatoria del Presidente, los despidos de gente que, por diversas razones, tenían (y tienen) carisma en el seno del sevillismo y que ahora andan cargando contra la forma de proceder del club, la singular forma de gestionar los medios oficiales, haciendo (de alguna manera) partícipes en ellos a personajes que hasta ayer faltaban al respeto al Sevilla continuamente. Extrañas operaciones como la de Luis Alberto con el Barcelona B, la falta de confianza en los canteranos (¿o es que son ellos los que no demuestran lo que valen? Yo me inclino más por la falta de confianza). 

Son demasiadas cosas raras, demasiados factores en contra, demasiados debates en los que la afición se divide. Demasiado mal ambiente. Tan malo, que me da la sensación de que ni entrando la pelotita se acabaría por solucionar. La pelotita tendría que entrar mucho y continuadamente para que el equipo se pusiera arriba, entrara en competición europea (preferiblemente Champions, por el dinero), hubiese grandes ingresos que paliasen los problemas económicos, que la gente se ilusionase y se olvidase de los malos rollos que ahora nos perturban. 

Pero, mientras tanto, ese mal ambiente, ese malo rollo, sigue ahí. Y es un hándicap más para el equipo, por si no tuviera pocos. Porque, en el fútbol y en cualquier orden de la vida, el mal ambiente lastra a cualquier equipo de trabajo. Cualquier persona, por muy válida que sea, rinde menos de lo que es capaz si hay malos rollos en su entorno. Cualquiera. Y si, para colmo, cobra tarde y mal, apaga y vámonos. 


martes, 4 de diciembre de 2012

Milongas

Más que harto, así es como me encuentro. 

Que el Sevilla está en franca decadencia desde hace años, es una realidad incuestionable. Que se escuchan milongas por todas partes, también. Milongas como las de Del Nido hablando de Champions. O las de Michel diciendo que está convencido de hacer un equipo semejante a aquel de los títulos. O las de los jugadores que aseguran que estas cosas las hablan en el vestuario y que saben lo que hay que hacer. Muchas milongas. Milongas pa hartarse y reventar. 

Y yo ya estoy harto de milongas. 

Ayer escuché (leí, más bien) una milonga descomunal que decía algo así como que el Sevilla es un club gobernado por prepotentes y que hasta que no se vuelvan humildes, esto irá de mal en peor. Y digo milonga descomunal porque el Sevilla está en decadencia desde que un gran sector de la afición se encargó de destrozar el proyecto de Manolo Jiménez por creernos más de lo que éramos. De lo que somos. ¿Y ahora pedimos humildad? ¿Ahora, cuando aquello nos lo cargamos por engreídos, por petulantes, por arrogantes, por vanidosos...?

¿Os cuento otra milonga? Esa por la que muchos se pegan golpes en el pecho cuando se mancha la memoria de Antonio Puerta, pero que en su momento no comprendieron que un equipo que acaba de perder por fallecimiento a un personaje como él y acaba quinto es un equipo con dos cojones bien puestos. Y les echaron en cara que no enamoraban y milongas varias, que esto de las milongas ya viene de largo. 

Jodidos hipócritas. 

Y ahora, muchos, son los mismos que se quejan de la falta de intensidad..., ¿eso es lo que enamora ahora, panda de enteraos? Nos llevamos un par de años pitando y abroncando al mejor equipo que han visto nuestros ojos, los de nuestros padres y los de muchos de nuestros abuelos, destrozamos aquello a base de hasta reírnos en la puta cara de quien estaba al frente de la plantilla, de pitorrearnos, de creerlo incapaz por ser de pueblo, ¿y ahora hablamos de intensidad?. Y eso que nos puso terceros, ¿a qué más podía aspirar aquel equipo, joder? ¿A qué más? Por supuesto, a aquel equipo había que exigirle en su justa medida porque, como digo, es el mejor que hemos visto en décadas. Pero ahí estuvo, tercero, en Champions..., con sus cosas malas también. claro que sí, como todo en la vida. Pero, ¿era para pitorrearse, para reírse del entrenador y de algunos jugadores, para reventar el estadio a broncas porque el juego era más intenso que de calidad? ¿Y ahora hablamos de intensidad? ¿Ya no pedimos tanta calidad? Éramos un equipo con alma y carácter que podría haberse trabajado hasta hacerlo también de calidad. Y ahora no tenemos nada, ni una cosa ni la otra. Y me vienen con la milonga de la intensidad. Del alma. De lo que tuvimos y destrozamos... 

Hasta los huevos de milongas, así estoy. Hasta los huevos de tener paciencia con el equipo para llevarme una decepción tras otra. ¿De qué vais, miserables? ¿Qué coño es esto, panda de nenazas? ¿Os creéis que eso de "la casta y el coraje" del himno es un recurso poético del compositor? ¿Y ahora lo vais a hablar en el vestuario? ¿De verdad pensáis que me importa un carajo lo que hagáis en el vestuario? Me dedico a tener paciencia, a mirar para otro lado cuando pasan según que cosas, a entender que hace falta tiempo para..., para lo que sea, porque todo requiere su tiempo. Me ilusiono al ver ciertas cosas positivas. Y cuando parece que el asunto se está encarrilando, vais y la jodéis. Una vez y otra y otra. Hasta hace dos días me agarraba a la idea de que en casa machacábamos y fuera teníamos un problema. Ahora ni en casa. Ahora regalamos el partido por culpa de una caraja y nos quedamos más cerca del descenso que de la cacareada Champions. 

Pero esto no es suficiente, no. 

Además, por si no tuviera bastante con la decepción, tengo que aguantar que me vengan los que estaban calladitos tras el cinco a uno al Betis a comerme la oreja con historias  Y no hablo de béticos,  no. Hablo de los sevillistas estos de madriguera que se esconden cuando todo va bien y saltan a la palestra cuando pasan cosas como las de ayer. Por si no tuviera bastante, por Dios, que cosa más pesada. Estos si que cuentan milongas, madre mía, como si uno fuera imbécil. Milongas de tácticas, de posicionamientos, de jugadores extranjeros que no vinieron y que eran mucho más baratos y mucho mejores que los que sí lo hicieron, de comisiones y de mil historias para no dormir.  Que sí, joder, que vosotros tenéis razón y yo no. Que el ingenuo soy yo por ilusionarme con el equipo cuando vosotros lleváis años quejándoos e insistiendo sobre sus carencias. Asegurando que no vale para nada. Para ser exactos, lleváis desde que llegó Jiménez, cuando la muerte de un jugador, la huida cual rata del entrenador y la plaga de bajas que se sufrió en aquella época no eran más que excusas. Que no digo yo que el juego del equipo fuera lamentable en comparación con lo inmediatamente anterior, pero, joder, que ya valía. Pero sí, que sí, que lo acepto, que tenéis razón. Y ahora, por favor dejadme sufrir en paz, no deis más la vara. Basta ya de milongas, que bastante tengo con lo mío. 

Pues eso, que la cosa va de milongas. Milongas de todas partes, de todos los estamentos. De los jugadores, de los técnicos, de los directivos, de la prensa, de esa parte de la afición.... Hasta de los Biris, que pasan de decirle al presidente que están con él tras su condena a pedir su encarcelamiento sin esperar al recurso. ¿Con qué nos quedamos? Otra milonga más, otro grito en el oído. Y el aficionado de a pie, el de la bufandita y la bandera del centenario, que no entiende de otra cosa que querer ver ganar a equipo, asiste boquiabierto a todo este esperpento, sin saber qué pensar, sin saber a quien hacer caso, sin saber qué coño pasa, si es cierto lo que dicen uno o si, por el contrario, lo es lo que dicen otros. Y con pena, mucha pena, por ver cómo su equipo no levanta cabeza y, en vez de unirnos para salir adelante, nos enfrentamos para defender cada uno su propia milonga. Incluso, los hay que se han pasado a la milonga contraria por intereses personales. Que ellos nunca lo reconocerán, pero cualquier persona con dos dedos de frente sabe que son intereses personales. 

¡Qué hartura, por Dios!

Y ahora se piden dimisiones. En verdad, desde hace tiempo. Dimisiones, claro que sí. Dimisiones por aquí, dimisiones por allá y también por acullá. Muchas dimisiones, dejemos el club como un solar. Que se vaya el presidente, que se vaya Vizcaíno, que se vaya Monchi, que se vaya el entrenador y también media plantilla. Todos a la mierda. Pero ¿y alternativas? No, de eso no. Alternativas no porque entonces la cosa pasa de la milonga al mundo real, y nos quedamos sin argumentos. 

Ya lo he dicho en muchas ocasiones y lo voy a repetir hoy. Basta ya de milongas. Basta ya de hablar por hablar y de decir gilipolleces. Si el Sevilla está tan mal, si es tan necesario un cambio, si los que están ya no valen y hay que sustituirles, por favor, que vengan los que tienen poder para cambiar las cosas (que los hay), que propongan una alternativa, que expliquen de qué se trata y qué piensan hacer. Y si se demuestra que son mejores que lo que hay, yo seré el primero en coger esa bandera y luchar por ella, porque, evidentemente, si eso es así, estaré luchando por el bien del Sevilla.

Pero mientras, por favor, lo digo como un ruego que sale cual grito desgarrado desde el fondo de mi corazón:

¡ DÉJENME DE MILONGAS!

Todos y de una puta vez. 

Mientras no haya alternativa, mientras esto sea lo que hay, yo estaré con el Sevilla porque no tengo poder para otra cosa. Y quien pueda, insisto, quien pueda, que haga lo que tenga que hacer. Y quien tanto se queja, que empiece a mirar hacia esos que tienen poder, que les exijan responsabilidad y sevillismo. Pero que dejen ya de contar milongas porque por aquí los hay muy hartos de todo eso. 


sábado, 1 de diciembre de 2012

Silencio

Un señor al que admiro, que responde al nombre de Juan, pero a quien en este mundillo se conoce como Marcu, me ha recordado hoy una frase de Platón  que define muy bien la situación en la que me encuentro en los últimos días:

"No rompas el silencio si no es para mejorarlo"

A menudo nos dejamos llevar por el ruido, cerramos los ojos y seguimos adelante, aborregados, manipulados, convencidos de que no tenemos otra opción y de que hay que continuar trabajando, luchando, ganándose la vida.

Pero a veces nos sentimos, de alguna manera, sobrepasados por la situación, por nuestras circunstancias. A veces nos cansamos, no sólo física, sino también mentalmente. A veces uno se harta de oír, de escuchar, y necesita silencio. Silencio para pensar.

Y yo en estos días estoy pensando. Y necesito silencio. Y ese mismo silencio es el que guardo yo porque no se me ocurre nada que lo mejore.

Será cosas de las musas. O del cansancio, físico y mental. No lo sé.

Por cierto, no dejen de leer aquí lo escrito por el señor Marcu. Y aquí la réplica del señor Ariza. No sé si  Marcu estará también cansado, física y/o mentalmente como yo, pero hoy las musas andan de su lado.

De eso no me cabe la más mínima duda.

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