lunes, 24 de octubre de 2016

Los necios ignorantes

Dicen que no hay más ciego que el que no quiere ver, que no hay más sordo que el que no quiere oír y que no hay mayor ignorante que quien se cree que sabe. También dicen que los mayores sabios son quienes más conscientes son de su ignorancia y que ésta, la ignorancia, es tela (pero tela) de atrevida.

Dicen que el sabio pone en cuarentena todo lo que ve, pero mantiene abierta la mente, de manera que duda, pero escucha, y está dispuesto a cambiar su modo de entender respecto a algún asunto si alguien le demuestra fehacientemente que está equivocado. No se trata de no tener una opinión fundada. Se trata de ser capaces de cambiar esos fundamentos si alguien demuestra que son erróneos, de manera que dicho cambio también pueda afectar a la propia opinión. Se llama aprendizaje, y los sabios están siempre abiertos a aprender. Por eso son sabios. Porque aprenden mucho. 

Los ignorantes, no obstante, son de otra pasta. Y cuando hablo de ignorantes, no me refiero a quien no sabe de algún tema (que de eso somos todos, de una manera o de otra), sino a quienes tienen la mente cerrada y no toleran no tener razón en eso de lo que se creen sabios. Probablemente debería llamarles necios mejor, pero se me jodería el juego de palabras antónimas y, probablemente, me aburriría. Y yo aquí he venido a jugar. Además, qué coño. este es mi blog y aquí machaco las reglas del lenguaje cuando me da la gana. 

Pero bueno. Hagamos las cosas bien. Llamémosles los necios ignorantes y en paz.

Entre los necios ignorantes, es común que pontifiquen sobre lo que se creen expertos y luego busquen excusas, peregrinas a menudo, cuando se demuestra que dichas pontificaciones estaban basadas en un error. No, ellos no están nunca equivocados. Ellos tenían la razón, y la siguen teniendo. Su mente permanece cerrada, son factores externos los que han provocado la contradicción y ellos siguen, erre que erre, manteniendo su argumentario porque para eso son sabios en ese asunto. O eso creen ellos, por mucho que se demuestre su ignorancia. Su necedad no la vamos a poner en cuarentena, por supuesto. Está fuera de toda duda. 

A mí, este tipo de necios ignorantes me fascinan, aparte de darme vergüenza ajena, pero eso ya es cosa mía. Y debo reconocer que huyo como de la peste de comportarme de ese modo, aunque más de una vez lo haya hecho. Supongo que nadie está libre de pecado, y si alguien lo está, que tire la primera piedra. Eso sí, a ser posible, lejos de donde yo me encuentre. Por cierto, muy probablemente, serán los necios ignorantes quienes más piedras tiren, porque ellos siempre tienen la razón, no lo olvidemos. Faltaría más. 

Por acercarme a la temática habitual de este sitio, el fútbol y, en concreto, el Sevilla FC, hay un cierto número de necios ignorantes asomando la patita en los últimos tiempos alrededor de nuestro nuevo técnico, Jorge Sampaoli, y algunos miembros de su equipo. Ojo, que hay algo peor que ser un necio ignorante: no serlo, pero parecerlo, no por ignorancia o necedad, sino por tener intereses turbios. Eso es algo ya más chungo en lo que no me voy a meter. Francamente, no me interesan. Ni los personajes, ni sus intereses. 

Hay que reconocer que el discurso de Sampaoli y los suyos es difícil, aparte de novedoso, y, a menudo, cargado de expresiones y formas de decir las cosas que, más allá de confundir, pueden llegar a resultar hasta chocantes. Pero, con la mente abierta y un poco de interés, podemos llegar a entender perfectamente lo que dicen y dejar en el terreno de la anécdota el modo extravagante de decirlo. Por poner un ejemplo, este verano, decía Juan Manuel Lillo que el cuerpo técnico tenía soluciones coyunturales para problemas estructurales, de manera que pudieran sacar adelante el trabajo coyunturalmente mientras se ponía remedio a lo que fallaba estructuralmente. Oye, que nos podemos permitir un par de risas al escuchar esto y hacer alguna que otra chanza, que esto del fútbol no deja de ser un entretenimiento y para eso estamos. Pero, luego, si de verdad queremos saber, debemos abrir nuestra mente, entender lo que quiere decir y, como decía antes, dejar lo demás en anecdótico. 

Lo que yo interpreté de lo que decía Lillo se ha visto en varios partidos del Sevilla en este inicio de temporada. El protagonismo desmedido y el ataque exacerbado se han limitando a menudo a una posesión en ocasiones abrumadora, pero poca profundidad. ¿Por qué? Pues porque la solución coyuntural al problema estructural que supone que los jugadores aún no hayan asumido el juego posicional que propone el cuerpo técnico es que se refuerza el mediocentro para que el equipo se equilibre, no se parta en dos y los partidos no sean una ruleta rusa, como pasó contra el Español. El encuentro de Turín fue clara muestra de ello. No se traiciona la idea. No se renuncia a la posesión ni a mirar más la portería contraria que la propia, pero se construye la casa por los cimientos y ya habrá tiempo de poner unas preciosas molduras en el futuro. 

El problema es que los necios ignorantes no tienen la mente abierta, se quedan en la superficie, convierten la anécdota en motivo para pontificar y sentencian sin conocer. Y mucho más cuando lo poco que conocen (a Lillo, por ejemplo) viene con su fama ganada desde hace años, y estos necios ignorantes son mucho de elevar a verdad definitiva un sambenito colgado no se sabe si justa o injustamente. Que está claro que Lillo, como primer entrenador, ha demostrado no ser precisamente top en lo que a resultados se refiere, pero a mí me da que pensar que un tal Pep Guardiola rechazase ofertas de la Premier, tras su paso por Italia, y prefiriera irse a jugar al Dorados de Sinaloa porque el técnico de los mexicanos era Lillo y quería ser entrenado por él. Quería aprender de él porque le considera uno de sus maestros en esto del fútbol. Al Dorados de Sinaloa, señores, que tiene cojones la cosa. Y a mí me van a perdonar, pero si Guardiola considera a Lillo uno de sus maestros, a mí Lillo me merece un respeto, por muy raro que hable. Y en consecuencia, yo al navarro le considero algo así como a un profesor que sabe mucho de su materia, pero que patina a la hora de enseñarla. Que una cosa es saber mucho de fútbol y otra muy distinta tener el carisma necesario para que un puñado de chavalotes forrados de pasta y venidos arriba crean en ti y en tu idea y se partan la cara por ambos en un campo de fútbol. Para colonizar sus mentes, vaya. Y recordemos que Lillo es el segundo entrenador del Sevilla, que para eso el carisma es secundario, pero sí que nos aprovechamos de sus conocimientos.

Oigan, que esta es mi forma de interpretar este asunto, aunque igual estoy equivocado. Pero lo interpreto positivamente. Procuro tener la mente abierta.

Pues bien, en el entorno sevillista hay cierto grupo de necios ignorantes que les echaron la cruz a Sampaoli y su cuerpo técnico por un par de frases grandilocuentes y ciertos sambenitos traídos como herencia de otras épocas. Por cosas que deberían ser anécdotas, no verdades absolutas. Sin darles la oportunidad de demostrar con hechos lo que esas palabras aseguraban. Sin ir más allá, sin abrir la mente, sin entender (o no querer entender) el trabajo que cuesta cambiarlo todo como quien le da la vuelta a un calcetín y que el equipo saque resultados a la vez. Sentenciándolo de entrada. Pero lo más grande no es eso. Lo más grande es que ahora, cuando, con su trabajo, Sampaoli & Cía. les están callando la boca, ellos no se callan. ¿De verdad no veis fascinante tanta necedad? No se callan. Es más, dan a entender que el Sevilla está sacando resultados porque el técnico ha variado su estilo, ha renunciado a sus máximas y está haciendo lo que ellos decían que había que hacer desde un principio. Como si ellos tuvieran la verdad absoluta y los demás no supieran lo que hacen. Incluso cuando esos demás son los técnicos y ellos no. El síntoma más claro y diáfano de la necia ignorancia. 

Y para colmo del surrealismo, se refieren a un tipo que tiene tatuado en el brazo "no escucho y sigo". "No escucho y sigo", señores. Tatuado en el brazo. "No escucho y sigo". Fascinantemente ridículo, o al menos así lo veo yo. 

A mí me parece natural que en una ciudad como Sevilla, tan dada a sacar un chiste de cualquier circunstancia, ese lenguaje tan extravagante que se utiliza tan a menudo desde el cuerpo técnico genere risas, pero, sinceramente, para risas de verdad, lo de estos necios ignorantes. Porque no es fácil encontrar algo tan ridículo y patético como la actitud de mucha de esta gente. 


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