martes, 30 de junio de 2015

Stop dramitas

En la vida, así hablando en modo general, una de las premisas fundamentales para triunfar es conocerse a sí mismo. Saber qué es cada uno, con qué virtudes se cuentan y de qué defectos se adolecen para sacar el máximo partido a las primeras y minimizar en lo posible los segundos. Esto parece una perogrullada, pero no lo es. En absoluto. De hecho, en el mundo empresarial, es uno de los grandes caballos de batalla a la hora de gestionar una compañía. Equivocarse en el planteamiento de estas variables puede ser mortal de necesidad. Y acertar, la clave del éxito en muchos casos. 

Que se lo digan al Sevilla FC.

El éxito del Sevilla FC en la última década se achaca a muchos factores; y, probablemente, uno de los más importantes (para mí el que más) es que la dirigencia ha dado en el clavo a la hora de plantearse qué somos y actuar en consecuencia. Y eso que hace unos años, tres, cuatro, cinco, se cometió el error de jugar a lo que no somos, gastando demasiado en fichajes de medio pelo y subiendo la masa salarial hasta límites insostenibles. Con esto acabo de dar una pista definitiva acerca de lo que me estoy refiriendo. Aquel error nos llevó al fracaso, a quedar novenos durante dos años consecutivos, a estar al borde de la quiebra financiera (hasta el punto de no poder pagar a los jugadores) y a tener que vender a nuestros mejores futbolistas, no para renovar y mejorar el plantel, sino para poder subsistir. Otra cosa es que el sensacional trabajo de la dirección deportiva y del entrenador nos volviera a colocar en unos niveles que creíamos cosa del pasado, pero, en principio, se hablaba de un proyecto de tres años. De regresar a nuestros orígenes (a los de allá por los primeros años del siglo). De volver a empezar. 

Volver a empezar.

Lo de volver a empezar es un reconocimiento implícito de que, aun sabiendo lo que somos, la dirigencia no actuó en consecuencia y fracasó. Ahora sí se actúa en función de lo que somos. Ahora sí. ¿Y qué somos? Pues, a grandes rasgos, es sencillo. Basta con responder a una pregunta: ¿por qué el Sevilla es un ejemplo para tantos y tantos clubes en España y en Europa? ¿Por qué se nos admira? ¿Cuál es el motivo por el que otros quieren seguir nuestros pasos, nuestro ejemplo? ¿Por los títulos? No exactamente. Más bien, por conseguir títulos con unos presupuestos muy inferiores a los de la mayoría de los rivales contra los que nos enfrentamos. Por comprar barato a jugadores que luego rinden de tal modo, que se acaban vendiendo caros, logrando equilibrar la diferencia negativa con los presupuestos de otros gracias a esas plusvalías. 

¿Qué somos? Pues somos un club vendedor. Y punto. Somos un club que gestiona a los jugadores como muy pocos en el mundo. Quizás ninguno. Eso es lo que somos. Vendemos bien, muy bien, por millonadas, pero vendemos. Los otros clubes lo saben. Saben que tienen que poner mucho dinero encima de la mesa, pero si lo hacen, vendemos. Ojo, y los jugadores también lo saben. Y Monchi juega con eso a la hora de convencerlos. ¿Por qué consigue que vengan futbolistas aun rechazando otra ofertas más suculentas en lo económico? Pues porque les come la oreja para que se decidan por un proyecto deportivo antes que por ganar un poco (o un mucho) más de dinero. Por ahora. Es como si un señor de campo compite con un refinado caballero por una bella dama y se dirige a ella diciéndole "él será más guapo, pero yo tengo vacas". Los futbolistas saben que si rinden en condiciones aquí, podrán dar, en el medio plazo, un salto mucho mayor que el que se les ofrece en la actualidad. Porque saben que el Sevilla vende. Y lo que parece algo negativo (lo de club vendedor suena peyorativo), no lo es. En absoluto. Todo lo contrario. Es algo positivo. Muy positivo. De hecho, es nuestra alma-mater. Es uno de los grandes motivos de nuestro éxito. 

Evidentemente, esto tiene que ir ligado a la excelencia en el funcionamiento de otras áreas en el club. La dirección deportiva tiene que fichar bien y barato para poder obtener plusvalías en el futuro y que el chiringuito no se caiga. Los técnicos han de ser capaces de sacar partido a los futbolistas que vienen, de hacerles evolucionar, de sacarles todo su jugo o, en su caso (Reyes o Banega p.ej) de motivarles para que den el nivel que son capaces. En el plano económico, hay que evitar dispendios (especialmente en la masa salarial, que es lo que te hunde la economía si no está bien gestionada). En el campo del marketing, hay que vender la marca "Sevilla FC" de tal manera que el club sea atractivo a pesar de no tener el poderío económico de otros en otros lugares. 

Y todas esas áreas están funcionando a un nivel altísimo en el Sevilla de los últimos años.

En definitiva, los dirigentes parecen tener claro lo que somos. Un club "pobre" que juega, compite y gana a clubs "ricos". Y que para que eso siga siendo así, debemos mantener la misma política. 

Por eso titulo este artículo de esa forma: stop dramitas. El Sevilla FC es, actualmente, una maquinaria que funciona perfectamente y que es capaz de asumir la pérdida de, por ejemplo, un jugador como Carlos Bacca sin ningún tipo de problemas, como lo hizo en su día con Negredo, con Navas o con Rakitic. Y es capaz porque se dedica exactamente a eso. Porque es lo que somos hoy día. Porque es lo que nos ha dado el éxito.

Por mucho que la baja del colombiano sea sensible, no venderle en estas condiciones sería un acto de irresponsabilidad mayúsculo para lo que somos. En función de lo que somos. Sería fallarnos. Otra vez. Fallar a lo que nos ha dado el éxito. No vender por 30 millones a un tío de 29 años es inasumible para el Sevilla FC. Por supuesto, la directiva ha de mantenerse fuerte, 30 millones o nada, pero ese es otro tema. Que sí, que nosotros vendemos, pero vendemos bien, vendemos caro. Eso es lo que somos y a eso no le podemos fallar. 

Y esos 30 millones no se pueden reutilizar en fichar a un sustituto. No, no se pueden. El sustituto tiene que ser mucho más barato, porque a ese sustituto hay que venderle dentro de unos años por mucho más dinero para obtener una plusvalía, y que esa plusvalía compense nuestro déficit presupuestario respecto a los equipos contra los que competimos. Porque nosotros no competimos con los de nuestro nivel. Competimos con clubes de más nivel que nosotros, y este año en Champions, mucho más. Y eso hay que hacerlo así porque si no lo hacemos así, fracasaremos.

Por tanto, lo que digo, stop dramitas. No pasa nada. Absolutamente nada. De hecho, que se vaya Bacca es hasta bueno (siempre que encontremos un buen sustituto, pero el historial de Monchi hace que podamos confiar) Que se vaya Bacca por 30 millones es darnos fuerza, darnos alas, es reafirmarnos en lo que somos, es ser más nosotros. Es dar otro paso hacia el éxito. Igual alguno piensa que estoy diciendo una barbaridad, pero no. No es así. Nuestros pasos hacia los éxitos siempre vinieron a través de las millonarias ventas de nuestros mejores futbolistas. Las de Reyes, Baptista y Ramos precedieron a los éxitos de 2006 y 2007. Las de Navas, Negredo, Rakitic y compañía precedieron a los de 2014 y 2015. Y solo cuando nos empeñamos en no vender y dejar que los mejores futbolistas se hicieran veteranos hasta no poder traspasarlos por grandes cantidades dejamos de obtener éxitos. Piénsenlo. Es curioso y suena hasta contradictorio, pero es así.

Es lo que somos. Es la clave de nuestro éxito. 

miércoles, 3 de junio de 2015

La margarita de Unai y mi espinita de 2007

En el año 2007, yo me quedé con una espinita clavada. Es algo que no tiene solución, una duda que jamás tendrá respuesta. Algo que me da mucha rabia. Les cuento: a mí me hubiera encantado ver a aquel equipo mágico que lo ganó todo (salvo lo que no le dejaron) compitiendo en la Champions League. Estoy convencido de que hubiésemos hecho algo grande. Muy grande. Me acuerdo de lo que hicieron en su momento el mejor Valencia y el mejor Atlético de Madrid y me veo ahí. Aquel equipo de Juande hubiese estado ahí. Aquel equipo de Juande era prácticamente invencible, y basta con preguntarle a aquel Barça de Rijkaard que aspiraba, según ellos, a siete títulos y que a las primeras de cambio redujeron sus expectativas a seis porque el Sevilla les burreó en la Supercopa de Europa. 

Pero no lo pudimos ver. El Sevilla jugó la Liga de Campeones, eso por supuesto. Y lo hizo (objetivamente) bien. Muy bien, incluso, para tratarse de un debutante. Pero aquel no era el Sevilla que yo quería ver. Que todos queríamos ver. Aquel era otro. No ya por la muerte de nuestro querido Antonio, sino, sobre todo, por la marcha del entrenador. De hecho, a pesar de los brillantes números de la era Jiménez, la mayor parte del Sevillismo se quedó con la amarga idea de que habíamos desaprovechado una oportunidad histórica. Estuvo bien, sí, pero podría haber sido mejor. Mucho mejor. Históricamente mejor. Una oportunidad que se desvaneció por diferentes motivos y que todos sabíamos que difícilmente se volvería a repetir. 

Pero qué caprichoso es el destino, eh, que resulta que ocho años más tarde nos encontramos en una situación semejante. No igual, pero sí semejante. Nos encontramos ante una nueva oportunidad. Nos encontramos ante la posibilidad de resarcirnos de aquello que pasó en 2007. No de quitarnos esa espinita, pero sí de disfrutar de algo que en su momento se nos negó. Al menos aparentemente. 

Sin embargo, nada de esto es seguro. Otra vez, de una forma un tanto diferente, pero otra vez vemos peligrar esa oportunidad. Porque para que esa oportunidad se materialice, necesitamos que el entrenador y la mayor parte de la plantilla continúen. Y eso, a estas horas, está en el aire. Sobre todo en lo que se refiere al técnico. 

Pase lo que pase, el Sevilla va a jugar la Liga de Campeones. Y no me cabe duda de que el club va a dedicar todos sus esfuerzos y conocimientos a armar una escuadra potente que permita aspirar a hacer un papel digno de nuestra grandeza. Eso es así y no me cabe duda, ya digo. Pero lo que yo quiero es ver competir en Champions a este equipo que ha ganado la Europa League y que ha batido el récord histórico de puntos y de victorias de la entidad en una temporada. A este equipo, con la gran mayoría de sus jugadores y, por supuesto, con su entrenador. Porque sin su entrenador, este equipo sería otro equipo. No sé si mejor o peor, pero otro equipo. Incluso, en el caso actual, esto que digo se produce hasta con mayor intensidad. Al menos en mi opinión. Quiero decir que este equipo es mucho más de Emery que el de 2007 de Juande. El de 2007 venía de una progresión al alza desde la época de Caparrós y Juande le dio continuidad. El actual fue cogido por Emery completamente hundido y fue él quien, poco a poco, lo fue moldeando; aparte de las dos profundas renovaciones de plantilla de las que hemos sido testigos en los dos últimos años. 

Y lo que quiero decir es que me encantaría ver compitiendo en la Liga de Campeones, no ya al Sevilla en sí, que por supuesto, sino, en concreto, al Sevilla de Emery, A este Sevilla que ha batido todos los récords. Porque me da a mí que está capacitado para hacer algo importante. 

Pero, claro, las cosas no son tan fáciles. Para un club como el Sevilla, no lo son. Y ahora empieza la época del año en la que los sevillistas somos conscientes de que somos grandes, pero en ciertos aspectos no tanto. En concreto, en el aspecto económico. Tenemos una dirección deportiva tan famosa en toda Europa, que cualquier día vamos a tener que reservar una parte de la grada exclusivamente para ojeadores de otros equipos. O casi mejor, no dejarles pasar y que tengan que ver los partidos por la tele. Es tremendo: tenemos a una infinidad de equipos con mucho mayor potencial económico que el nuestro atentos a las evoluciones de nuestros jugadores semana tras semana. Y cuando llega el verano, se tiran a muerte a por ellos. Es posible que este año podamos retener a buena parte de la plantilla, gracias a la lluvia de millones que supone el participar en la mayor competición continental. Pero lo más grave se está produciendo en el caso del entrenador. Porque quitarnos al entrenador significaría tener que empezar otra vez de nuevo. Aun con la misma plantilla, ya no sería el mismo equipo. 

Y aquí estamos, a día de hoy, esperando que Emery deshoje la margarita. Que, por cierto, es en él, en la figura del entrenador, donde estamos viendo la mayor diferencia entre aquel Sevilla de 2007 y el actual. Sé que hay sevillistas molestos con la actitud de Unai, pero a mí, francamente, me está pareciendo excelente. El año pasado prometió (de palabra) la continuidad, y continuó a pesar del ofertón del Milán. Y este año, por más que le han preguntado, no ha prometido nada. Y no porque no quiera seguir, sino porque quiere escuchar ofertas. Así se lo ha dicho al presidente y así lo está haciendo. Que escuchar ofertas no es fichar por otros. Es escuchar ofertas. Es conocer su caché. Es saber en qué nivel se está moviendo. Es mirar por él y su familia, lo más normal del mundo. 

Vamos a ver, yo es que lo veo bastante claro. Que Emery sea feliz en Sevilla, esté orgulloso de lo hecho y le haga ilusión jugar la Champìons con el equipo que él ha creado y modelado no quiere decir que sea gilipollas. Creo que me he expresado con claridad. Es más, que él esté dispuesto a continuar aquí, incluso a renovar su contrato por más años, no significa que finalmente lo vaya a hacer, precisamente por lo que acabo de decir: porque no es gilipollas. Eso sí, en mi opinión, se está comportando como un caballero no prometiendo, primero; comunicando al club que va a escuchar ofertas, después; y, por último, concertando una reunión con el Sevilla, una vez escuchadas, para darle al club la oportunidad de ejercer algo así como un "derecho de tanteo". Y todo durante la primera semana de Junio. Con tiempo para planificar la temporada próxima, sea cual sea la decisión final. Basta recordar que Juande se fue por la puerta de atrás, en la jornada 9 y con Antonio recién fallecido. Que cada uno es libre de hacer lo que quiera, dentro de la ley, pero la diferencia entre un caballero y una rata es evidente.

A mí que un entrenador, un jugador o media plantilla se vayan me afecta durante un día. Puede que dos. Incluso tres o cuatro, según. No va a pasar nada porque nunca ha pasado nada. Y muy pocos jugadores o entrenadores que se han ido de aquí tratando de prosperar lo han hecho efectivamente, mientras que el Sevilla ha seguido ganando títulos y aquí paz y después gloria. Pero este año, precisamente este año, a mí me encantaría que se pudiera dar continuidad al proyecto. Porque me da buen rollo. Por no tener una segunda espinita clavada. Porque me da la impresión de que a este Sevilla le queda por crecer. A este Sevilla. 

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