viernes, 4 de agosto de 2017

Desmontando el mito de las plusvalías


La reciente historia del Sevilla ha venido marcada por un modelo de gestión en la parcela deportiva que nos ha llevado a éxitos que ni siquiera soñábamos hace menos de 15 años y que se ha basado, en buena medida, en fichar barato y vender caro, para así poder vivir en el filo de la navaja presupuestaria, presentando déficits por ingresos corrientes año tras año y compensándolos con las plusvalías obtenidas con las ventas de jugadores. Eso nos ha permitido vivir "por encima de nuestras posibilidades", por decirlo de alguna manera, compitiendo (y ganando) en unos niveles que no se corresponden con nuestro presupuesto. Hay quien le llama "el modelo Monchi" y es admirado y estudiado en todo el mundo. Aunque yo prefiero decir que se trata del "modelo Sevilla", en el que Monchi tuvo una importancia capital, pero que el éxito del modelo es del club y que el de San Fernando no habría triunfado de no haber sido por ello. El propio director deportivo lo aseguraba así cuando, antes de marcharse a la Roma, insistía en aquello de "desmitificar la figura de Monchi" como argumento para defender que se iba él, pero que la forma de trabajar se quedaba. Este mismo año vamos a ver si las cosas son así o no, una vez fuera del Sevilla el bueno de Ramón. Por ahora todo pinta bastante bien, a pesar de los agoreros. Esperemos que se confirmen las expectativas. 

Y digo lo de "modelo Sevilla" porque no abarca sólo la faceta deportiva, sino muchas más, aunque, tratándose de un club de fútbol, lo deportivo lo impregna todo. Es cierto que Monchi era la punta de lanza del modelo y el desarrollador del mismo, pero la parcela económica es cosa de otras personas en el club y los fichajes y traspasos han de ser autorizados por estas, las cuales siguen aquí. Y es en esta parcela económica donde me quiero centrar porque se ha creado una corriente de opinión en el sevillismo según la cual parece que está mal hacer fichajes a los que no se les vaya a poder sacar una plusvalía futura, lo cual, en mi opinión, no es cierto. No es así. No tiene por qué estar mal necesariamente. De hecho, tan malo es perder la cabeza a la hora de gastar como ceñirse estrictamente a un modelo cerrado de gestión y no dejarlo evolucionar, sobre todo cuando los objetivos y las metas sí que han evolucionado. Sí que han cambiado.

De entrada, creo que hay una idea clave que no podemos perder de vista. La ecuación "comprar barato + vender caro = plusvalía" hay que incluirla en el marco de un club que, por sí mismo, por ingresos corrientes, no genera dinero suficiente para mantener el nivel que pretende. Esto no ocurre con otros equipos, con los súper grandes, los cuales generan ingresos de sobra para comprar lo que les venga en gana y malgastar el dinero si hace falta. Sin embargo, si el club, el Sevilla en concreto, tras años de trabajo, buena gestión y títulos, ha conseguido elevar sus ingresos corrientes, el concepto de plusvalía empieza a perder peso en las decisiones. Porque no se trata de obtener plusvalías por huevos, sino de que el club tenga el nivel económico necesario para perseguir sus objetivos. Y si ese nivel económico se empieza a obtener de otros sitios, pues la necesidad de plusvalías disminuirá. 

El objetivo del Sevilla actual es meterse en Liga de Campeones año tras año porque los ingresos que se obtienen por participar en la máxima competición continental son tan altos que permiten que el club no necesite vender y que se puedan fichar algunos (ALGUNOS) jugadores sin pensar en futuras plusvalías. Es decir, participar en la Champions hace que los ingresos corrientes del club aumenten en tal medida que ya no se necesiten tanto los ingresos extras de los traspasos para cuadrar presupuestos deficitarios. Que lo de tocar plata y levantar copas es una pasada y casi lo preferimos a caer en octavos de Liga de Campeones. Incluso en cuartos. Pero, como decía antes, el "modelo Sevilla" no se ciñe sólo al ámbito deportivo, sino también a otros como el económico. Y en este sentido, sólo participar en la liguilla de Champions es más rentable que ganar la Europa League. O por ahí anda la cosa, que no conozco el dato con exactitud. Pero en eso consiste la idea. 

Si el Sevilla quiere seguir creciendo, hay dos cosas importantes que tendrá que hacer (aparte de otras muchas, claro, pero que no vienen al caso ahora)

- Aceptar que se va a dejar de tocar plata, al menos en Europa, porque es necesario para el crecimiento económico (el cual llevará de la mano el crecimiento deportivo)

- Retocar el modelo. Adaptarlo a la nueva situación, a los nuevos objetivos. Permitir que evolucione. Seguir avanzando, en definitiva. 

No es la primera vez que se retoca el modelo. En los primeros tiempos con Monchi como director deportivo, no se gastaba dinero en fichajes (más que nada porque no había ni para balones), sino que venían jugadores libres o cedidos. Y a partir de ahí, todos conocemos la evolución. Lo que ha ocurrido desde entonces y lo diferentes que son las cosas ahora. Y esa evolución ha de continuar, es tan simple como eso.

A día de hoy, el Sevilla pretende competir en una élite que maneja presupuestos inalcanzables para nosotros, lo cual viene a ser lo mismo de siempre, de los últimos 15 años, pero a un nivel superior. Lo bueno es que ese nivel superior, la Champions, permite, como decía antes, elevar los ingresos corrientes y necesitar menos de plusvalías. Por otro lado, exige jugadores del más alto nivel, los cuales, teniendo en cuenta la situación demoníaca del mercado actual, son complicadísimos de conseguir. Y esas son las dos variables con las que el Sevilla debe jugar en los despachos. Por un lado, tenemos una capacidad económica muy superior a la de hace apenas tres o cuatro años. Y por otro, la necesidad de traer futbolistas de primer nivel, experimentados y de rendimiento inmediato que nos permitan competir en el nuevo escenario en el que nos movemos. Por tanto, a mí no me parece mal que vengan jugadores como Navas, Nolito o incluso Bacca, si se da la circunstancia. Jugadores sin retorno de inversión, pero que son necesarios para mantener el nivel exigido. Piensen, por ejemplo, en una empresa que necesita comprar un camión para trasladar sus productos a otros mercados y así vender más y ganar más dinero. El camión es un vehículo, es decir, un bien que se deprecia desde el mismo momento en el que sale del concesionario. Esa empresa jamás recuperará directamente el dinero de esa inversión, pero sí que logrará obtener mayores beneficios en la globalidad que lo compense hasta el punto de que esa compra merezca la pena. Pues, extrapolando, es lo mismo. Mientras el Sevilla tenga valores como Sergio Rico, Corchia, Escudero, NZonzi, Pizarro, Correa, Ben Yedder, incluso Sarabia, los cuales pueden suponer grandes plusvalías en un futuro, se puede permitir el lujo de tener también a aquellos otros futbolistas de primer nivel y rendimiento inmediato, aunque sin retorno de inversión. 

Es la evolución lógica del modelo, algo que se estaba viendo venir ya con Monchi: acordémonos de los fichajes de Llorente y Nasri, a pesar de que sus rendimientos, especialmente el del primero, no fueran los deseados. En la medida en que el Sevilla aumenta sus ingresos corrientes, va necesitando menos plusvalías, a la vez que se le requiere jugadores de mayor nivel. Luego a cada uno le gustará más o menos este o aquel futbolista o cubrir tal o cual demarcación, ese es otro debate, pero la idea que quiero expresar es que, a los niveles en los que nos empezamos a mover, no podemos juzgar todos los fichajes en función del retorno de la inversión o de la plusvalía que potencialmente pudiera dejar en el futuro. 

jueves, 13 de julio de 2017

La rata

Antes de empezar a arremeter contra Vitolo, que es, entre otras cosas, de lo que va a tratar este post, me gustaría lanzar una pequeña (pequeñísima) lanza a favor de él. Para ser escrupulosamente justo y luego poder seguir con lo que me interesa. 

Si a Vitolo se le hubiera facilitado la salida del club como se hizo durante años con tantos y tantos jugadores, él se podría haber ido con todos los honores, por todo lo alto, por la puerta grande, con la gente gritándole "capitán" y con emotivos mensajitos en Twitter e Instagram. Como ha pasado con muchos futbolistas en la última década. Con esto no quiero excusar a Vitolo, sino decir que puede que hayamos despedido como héroes a personajes que ya son históricos, cuando, posiblemente (sólo posiblemente) sean iguales que Vitolo y la única diferencia entre ellos sea que a uno se le facilitó la salida y al otro, no. Porque el caso de Vitolo es el primero de verdadera envergadura en el que el Sevilla se ha puesto firme con la cláusula de rescisión. Lo siento, Víctor Machín, te tocó, "deal with it, my friend", aunque hubiera estado interesante ver la reacción de alguno que otro ante la misma tesitura.

Dicho esto, a mí lo que verdaderamente me molesta de este asunto es que hayan jugado con el Sevilla. Que nos hayan tomado por imbéciles. E incluso más que todo eso, que nos hayamos comportado como señores, como caballeros, con honor, dignidad y lealtad hacia uno de los nuestros, para que luego nos traicione y que nos señalen como gilipollas. Como tontos, Como pardillos. Que nos señalen y que nos señalemos a nosotros mismos. Vivimos en un país de mierda en el que se alaba a quien defrauda y se toma por idiota al honrado que va de cara. Y a José Castro se le podrá criticar mucho, lo de la campaña de abonos está ahí para que no haga falta irse muy lejos, pero en este caso se ha comportado siguiendo los valores que yo quiero para el Sevilla. Porque no podemos presumir de ser un club señor y luego criticar al presidente por comportarse como eso, como un señor. Para mí, Castro ha sido un bocazas. Sin conocer exactamente los vericuetos de la intrahistoria de todo esto, que eso no lo sabe nadie salvo quien ha estado dentro de ella, lo único que le puedo reprochar al presidente es no haber esperado a que todo estuviera efectivamente firmado para dar la noticia. Que igual hay una explicación para ese modo de proceder y yo no la conozco, pero es lo único que le puedo reprochar. Y no, yo no le reprocho el hecho de haber confiado en la palabra de honor de uno de los capitanes. Yo le reprocho a este el hecho de faltar a ella. Porque aquí está la clave de todo este asunto. Que nos estamos dejando llevar por la estúpida forma de ser de este país de mierda en el que vivimos, menospreciando a un señor por el hecho de serlo y comportarse como tal. Y aunque estoy de acuerdo en que hay que ser pragmático y adecuarse al mundo en el que vivimos, de manera que ser un señor no está reñido con no ser un bobo, al final hay que ser justos y darle a cada cual lo que se merece. Tirón de orejas al presidente por bocazas y desprecio absoluto a las ratas miserables que se aprovechan de la buena fe de las personas que van con la cabeza alta por la vida.

Lo ocurrido en estos últimos días es la mayor infamia que yo he visto en mi vida en el fútbol, y ya van 42 años en este mundo. Todos conocemos casos históricos, muchos se han acordado de lo que hizo Figo, aunque yo recuerdo como algo aún peor lo de Rivaldo, cuando el Barça se lo arrebató al Depor con nocturnidad y alevosía, pagando la cláusula a última hora y dejando a un rival directo por entonces sin su mayor estrella. Y digo aún peor porque las hostias que se den los dos gigantes me la traen al pairo, pero sí que me joden cuando alguno de ellos se aprovecha de su estatus para putear a un club menor. En este sentido, el Atlético de Madrid no es la primera vez que nos la hace a nosotros. Recuerdo con especial acritud el caso de Jose Mari a finales de los 90. Siempre fueron unos bastardos, con el agravante de pasar por la vida como los pupas, los pobres, los humildes y los agraviados sólo por el hecho de compartir ciudad con un club que es aún peor. 

Sin embargo, en el caso Vitolo se juntan una serie de características que lo hacen especial: un club sancionado con no fichar y que en verdad no tiene dinero para pagar la cláusula, otro que hace de muleta, arrastrando su dignidad a cambio de contar con un jugador durante unos meses y de unos míseros millones de euros de dudoso cobro, un puenteo bochornoso a una sanción impuesta por la FIFA y un futbolista sin personalidad, sin principios, sin honor, sin palabras y yo diría hasta que sin neuronas. O con muy pocas. Y la prensa centralista aplaudiendo la picaresca y riéndose de forma encubierta del engañado. Y luego criticamos la corrupción, cuando el problema es que somos un país corrupto. El país entero, con una población sin luces que sólo se queja cuando no les tocan a ellos o a quienes admiran. 

Y quede claro que yo no me meto con el hecho de que un futbolista presione para ir a jugar a donde le dé la gana. El mismo Sevilla, igual que todos los clubes, utiliza esa técnica para hacer fichajes. Pero una cosa es eso y otra la indignidad, la infamia y la traición. La traición a quien te ha dado de comer y a ti mismo. A tu propia palabra. 

Sea como sea, el karma actúa y cada cual acaba donde se merece. Esta historia no ha acabado. Estoy convencido de que esta historia no ha acabado. Yo no le reprocho a José Castro que se haya comportado como un señor y le hayan engañado, pero sí que lo haría si ahora se quedase con los brazos cruzados, cosa que parece que no va a hacer. Ahora toca defender nuestro honor, nuestra dignidad. No va a ser un proceso rápido, las cosas con la justicia van lentas, pero yo ya estoy sentado a la orilla del río, preparado para ver pasar el cadáver de mi enemigo. Las cosas no van a quedar así. No pueden quedar así, aquí hay muchas aristas, muchos aspectos oscuros, y espero que tarde o temprano la dignidad se imponga, de igual forma que tarde o temprano los corruptos acaban en la cárcel. 

viernes, 24 de febrero de 2017

¿La unión del sevillismo?

Quienes me conocen lo saben: mi mujer es de León. De la parte norte, de una de las cuencas mineras, de la comarca que colinda con Asturias por la zona de Pajares. Con Asturias, lugar donde yo mismo viví y trabajé durante dos años. Conozco bien aquellos sitios, por tanto, viajo allí muy a menudo, y todo el mundo sabe que esa es la mejor manera de aprender, de conocer y de conocerte a ti mismo a través del contraste, de la comparación con los demás. Y cuando hablo de conocerte a ti mismo, también me puedo referir a conocer el lugar de donde vienes. A conocer tu tierra. A comprender cómo somos y por qué, en comparación con cómo son fuera de aquí y los motivos. Nadie es mejor o peor porque sí, depende de los gustos de quien compare, pero cada uno es como es y no se puede pretender ser lo que no.

En la cuenca minera a la que me refiero, igual que en el resto de cuencas mineras que conozco, las cuales se dedican al carbón, aprendí el verdadero significado de unos valores que ya conocía, pero no con tanta intensidad. Honor, dignidad, solidaridad, lealtad..., unión. Los habitantes que pueblan los valles mineros tienen meridianamente claro que su supervivencia en aquel lugar depende absolutamente de que a los trabajadores de la mina les vaya bien. Son el motor de aquella economía, el corazón, el alma, los que ganan el dinero que luego se mueve por aquellos lugares. El minero cobra un sueldo, el cual gasta en los establecimientos de la zona, los cuales subsisten gracias a ese dinero y todo repercute en beneficio del lugar. Todos dependen de todos, pero en la cima, en la punta del iceberg, están los mineros. En última instancia, todo depende de ellos. 

Por tanto, cuando los mineros se declaran en huelga (lo cual ocurre cada tanto, por desgracia para ellos), se declara en huelga toda la comarca. Toda. Todos se unen a ellos en sus reivindicaciones porque todos son ellos y ellos lo son todo. La supervivencia de todos depende de ellos y van con ellos a muerte porque de eso dependen sus vidas. Y ay del que no lo haga. Si el panadero del pueblo decide no parar cuando paran los mineros, estos cogerán sus coches para comprar el pan en el pueblo de al lado (aunque les salga más caro por el simple hecho de tener que desplazarse) hasta acabar por arruinar al esquirol. Al traidor. Como decía antes, allí imperan valores como el honor, la dignidad, la lealtad y la solidaridad hasta extremos exagerados, de manera que eso les lleva a la unión absoluta. Con toda la fuerza que eso supone. Que tienen otras cosas malas, muchas, sin duda, pero esto que digo es así, tal cual. Unión absoluta. Fuerza. Tanta fuerza que, hasta ahora, han sido invencibles. Todos los gobiernos españoles han intentado en alguna ocasión acabar con la industria del carbón. Es lógico, se trata de una industria altamente contaminante y deficitaria de por sí. De hecho, para su subsistencia, es necesario que el estado la subvencione porque, de lo contrario, desaparecería. Es una industria deficitaria, como digo. Sería más lógico dedicar ese dinero a otras industrias más ecológicas y menos caras.

Pues bien, no hay forma. Nunca ha habido forma. Es tal su unión y su fuerza que no ha habido gobernante con cojones de acabar con ellos. Antes se terminará físicamente el carbón en las minas que alguien llegue y consiga acabar con ellos. De hecho, es lo que está ocurriendo. Cada vez hay menos mineros trabajando porque cada vez hay menos carbón. Pero la industria sigue funcionando y recibiendo grandes cantidades de dinero de todos los españoles para que así sea. Ojo, que no estoy defendiendo nada, no estoy tomando partido por nadie. Sólo digo que la lealtad y la solidaridad entre los habitantes de aquellos lugares es tan fuerte, que genera una unión y una fuerza bestial. Imbatible hasta hoy. 

Hablemos de fútbol ahora. Extrapolemos esto al mundo del fútbol, salvando las enormes distancias, evidentemente, que los mineros y sus convecinos se unen para salvaguardar su subsistencia y el fútbol, en comparación con eso, es algo completamente baladí.

He de reconocer que me estoy riendo mucho en estos días en los que tanto se habla de la necesaria unión del sevillismo. Me río con tristeza y con cierto deje de condescendencia porque mucha gente de la que tanto habla demuestra con sus palabras no tiene ni puta idea de lo que es unión. Y digo que no tienen ni puta idea porque basan el motivo de esa unión en el sevillismo común, cuando la verdadera unión la dan los valores. La verdadera fuerza reside en la lealtad y la solidaridad. Evidentemente, hay un objetivo común, algo que nos acerca, que nos une, pero eso no nos da fuerza indefectiblemente. Y la lealtad y la solidaridad, no ya en el sevillismo, sino en esta nuestra tierra..., digamos que no es tan "intensa" como en otras partes. 

En el asunto este de los Biris, cada cual puede pensar lo que quiera porque para eso estamos en un país libre, pero si de verdad defendemos la unión del sevillismo, hay que interponer los valores de lealtad y solidaridad por delante de lo que uno piensa, o no hablar de unión. No se puede pedir que los Biris actúen (animen) como si nada pasase, de la misma manera que aquel panadero no puede vender pan mientras los mineros están de huelga. Y no, el Sevilla no está por encima de todo. Por encima de todo están las personas. Sin Sevilla no habría Biris, pero sin personas no habría Sevilla. Desde ciertos entes con mucho poder están intentando llevar la expresión de "fútbol - negocio" hasta sus máximas consecuencias, pasando por encima de las personas y utilizando conceptos muy relativos como "violencia" en favor de sus propios intereses. Todos sabemos que la "violencia" en las gradas de nuestro estadio se da, como mucho, en igual intensidad que en otros sitios que no aparecen nunca en los medios. Por tanto, no es la "violencia" lo que persiguen. Lo que persiguen es cargarse el ambiente de nuestro estadio y están utilizando la falta de unión que saben que hay en el sevillismo para conseguirlo. 

Lealtad y solidaridad. Estamos sufriendo un ataque externo y la punta de lanza del mismo se ha clavado en el corazón de nuestra grada, igual que les pasaba a los habitantes de aquellos valles cuando eran los mineros quienes se veían amenazados. Si queremos que nuestra grada siga siendo la que suele ser, tenemos que permanecer unidos, como mineros y convecinos. Y si queremos unión, tenemos que ser leales y solidarios con ellos. Esto no quiere decir darles la razón en todo, ser uno más de ellos ni considerarles hermanitas de la caridad. Quiere decir ser leales y solidarios, apoyarles en sus reivindicaciones, estar con ellos cuando piden que no se criminalice el todo por la parte y que sea la Policía quien detenga y ponga a disposición judicial a quien cometa un delito, sea biri, albañil, banquero o presidente de un equipo de fútbol. La Policía, no Tebas, el chivato de lo de los insultos o la prensa amarilla al servicio de quienes todos sabemos. 

Esto no va de que en el campo del Sevilla se insulte más o menos que en el salón de mi casa cuando echan un partido por televisión. Esto va de otra cosa y mientras no seamos leales y solidarios los unos con los otros, acabarán ganándonos. Y ahora toca ser leal y solidario con quienes están sufriendo la afrenta, igual que ellos se pusieron entre los ingleses y el resto en aquella grada de Basilea. Que, por cierto, el hecho de que en aquella parte de la grada hubiera ingleses dice mucho de lo falsa que es la unión que ahora se pide.

Sé que esto es predicar en el desierto. Que hay mucha gente que declara lealtad de boquilla y luego te la clava por la espalda. Que cada uno piensa a su manera y luego hace lo que le da la gana. Pero mientras eso sea así, que no hablen de unión. Que todos somos sevillistas, que cada uno vive su sentimiento como quiere y le apetece y que nadie es más sevillista que otro porque sí, pero que no me hablen de unión. Porque la unión es otra cosa y, desgraciadamente, a día de hoy, yo no la veo para nada en buena parte del sevillismo, porque a esa buena parte del sevillismo le faltan los valores previos que se necesitan. 

sábado, 14 de enero de 2017

A muerte. A por ellos.

Una de las cosas que más me molestó del gesto de Sergio Ramos en el partido del pasado jueves fue su intención de separar a Gol Norte del resto de la grada, metiéndose con unos y pidiendo perdón al resto. Desde hace ya un tiempo, esa es una actitud que se viene dando desde distintos frentes, en un intento de dividir a la afición. Cada tanto, surge algo, lo que sea, cualquier cosa, que es utilizado como excusa para hablar de buenos y malos y dejar a un lado a una parte de la afición. Incluso, para conseguir que unos se vuelvan en contra de los otros. Para que nos peleemos entre nosotros mientras ellos se ríen contemplando el espectáculo. A mí me engañaron una vez, cuando el episodio de Rota, y me arrepiento mucho de haber caído en el juego de quienes nada bueno desean para el Sevilla. Pero ya no más. Nunca más. Todos somos sevillistas, eso está por encima de cualquier otra cosa, y cualquiera que se meta con una parte de nuestra grada me tendrá enfrente porque yo estoy al lado de los míos y en contra de quienes quieran perjudicarnos. 

Debo reconocer que yo soy de esos que siempre fueron condescendientes con Sergio Ramos y que ahora se ha quedado sin argumentos para "comprenderle". Ojo, que ser condescendiente no es estar de su lado y en contra de quienes se meten con él. Esto es sencillo de comprender y no requiere más explicación. Pero aquí hablamos de un cuervo que has criado y que ahora trata de sacarte los ojos, y eso no lo voy a permitir. 

Yo no voy a decir que Sergio Ramos no es sevillista porque el sevillismo es un sentimiento y cada uno sabe lo que siente o deja de sentir. Lo que sí digo es que no tiene ni idea de en qué consisten las cosas ni de como se mueve el asunto dentro de la afición. Puede que sea porque lleve demasiado tiempo fuera, pero el caso es que no tiene ni idea. Que un sevillista cualquiera no esté de acuerdo con la actitud que, en un momento dado, tiene una persona que se sienta a ver los partidos en la grada de Gol Norte no significa que se vaya a poner en su contra cuando lo quiera alguien venido de fuera. El gesto de Sergio Ramos es como si alguien viene a mi casa a cagarse en los muertos de mi hermano y luego se gira para decirme, "oye, perdona, que no iba por ti". Pues perdona tú, porque sí iba por mí. Porque los muertos de mi hermanos son mis muertos también. Porque mi hermano es, ante todo, mi hermano y no voy a tolerar que nadie de fuera se meta con él. Y si algún día tengo que decirle algo, se lo diré yo, pero no tú, que vienes de fuera y no sabes lo que se cuece dentro. 

A mí me ha enorgullecido la reacción del sevillismo ante este suceso. La unión que ha demostrado. Desde Madrid, se sigue intentando dividir a nuestra afición, los malignos de Gol Norte por un lado y el resto por otro, tratando de convencer a quien sea de que los Biris no representan al sevillismo. Y eso es un craso error, porque, no es sólo que los Biris sí lo representen, sino que son el alma del estadio, el motor que hace que la grada ruja, el motivo por el que nuestro campo es una caldera. Los que siempre, SIEMPRE, están para defender nuestro escudo. Los que nunca fallan. Jamás. Y es indignante que se les criminalice por "insultar", como si en el resto de la grada no se insultase. Como si fuesen los únicos en el mundo del fútbol que lo hacen. Que está muy bien tratar de convencer al aficionado de que no se debe insultar, pero, por favor, no nos tomen por gilipollas. Empezando por nuestra propia directiva, que no sé exactamente por qué no se les deja entrar con sus símbolos. Como si fueran apestados. No sé qué daño hacen las pancartas, banderas, bufandas, bombos, tifos, etc., y más parece una maniobra orquestada desde fuera, en la que el propio club colabora indirectamente en su empeño por cumplir con todo lo que se le exige en materia seguridad (aunque sean cosas completamente absurdas y ridículas), que algo con un mínimo de sentido o razón. 

Y esta semana ha vuelto a haber polémica al respecto. De hecho, y como ellos mismos recuerdan en su último comunicado, los Biris no entraron en el estadio en el partidito de marras contra el Real Madrid (en protesta por la actitud de la directiva), lo cual lleva al colmo del absurdo lo ocurrido con Ramos. Si alguien le insultó, no fueron los Biris, pero es a estos a quienes se criminaliza. Aunque oficialmente no estuvieran. Pero lo más grande de todo es que toda esta manipulación que están llevando a cabo desde Madrid no es más que un tiro en el pie para sus intereses, porque lo único que han conseguido es unir a todo el sevillismo de manera absoluta y convencerle, todavía más incluso, de convertir el Sánchez-Pizjuán en un verdadero infierno el domingo por la noche para ese partido contra ellos que nos puede meter en serio en la lucha por la Liga. Y me sorprende muchísimo que estos tipos todavía no se hayan enterado de que aquí pinchan hueso. Que no tienen nada que hacer con nosotros y que mientras más nos toquen los huevos, con más virulencia vamos a saltar. Que sus insultos (porque ellos también insultan) nos ponen, que nos crecemos con ellos. Que nos gusta caerles mal, que disfrutamos sabiendo que es así y que queremos caerles aun peor. Que yo no soy ni yonki ni gitano, pero que me convierto en ello durante un rato si es necesario para que todo esto se cumpla. 

Hace ya tiempo que aprendí que el Sevilla es indomable mientras todos estemos unidos. Y aunque, como en cualquier familia, puedan surgir discrepancias internas, siempre serán eso: internas. Que no vengan de fuera a tratar de dividirnos. Y si lo intentan, que vean el resultado: que nos unimos aun más. A muerte. A por ellos. 

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