lunes, 14 de mayo de 2018

Los guardiolitos y la gran mentira del fútbol


Decía Johan Cruyff que el fútbol es de los hinchas y que a los hinchas hay que darles lo que les gusta porque se llevan toda la semana trabajando y van al estadio en su día libre para divertirse viendo un espectáculo. Y respecto a esto, también decía que a los hinchas de una parte del mundo no tienen por qué gustarles las mismas cosas que a los de otra, de manera que, en cada lugar, hay que adaptarse a los gustos de los aficionados que allí te encuentres. 

Mi percepción acerca de lo que es el fútbol ha variado mucho a lo largo de los años. Yo soy sevillista desde que tengo uso de razón, salvo un día en el que, de pequeño, decidí hacerme bético para saber lo que se sentía siéndolo. No llegué ni a media tarde. Para la hora de la merienda, ya era sevillista otra vez. Hasta hoy. Sin embargo, a día de hoy, para mí, el sevillismo es algo diferente a mi afición por el fútbol. El sevillismo es un sentimiento que se sostiene mediante el fútbol, pero no es fútbol. Es otra cosa. Desde el punto de vista meramente futbolístico, no tiene lógica ninguna ser sevillista. Lo normal es ser de un equipo que gane, o que aspire a hacerlo siempre, porque es el que te garantiza un mejor juego, una mayor posibilidad de obtener trofeos y, en definitiva, un espectáculo más divertido y agradable que contemplar en tu día de descanso. De hecho, es lo que ocurre con mayor normalidad. La gente, el vulgo en general, es del Madrid o del Barcelona, ¿de quién si no? Son los mejores, los que mejor juegan, los que más ganan, los que más hacen disfrutar. Sin embargo, en mi caso (y en el de mucha gente, por fortuna, todavía) las cosas no son así. Yo soy sevillista porque el espectáculo no me importa tanto. Es sentimiento. No es fútbol, no es deporte. Es sevillismo.

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Johan Cruyff con la camiseta del Ajax de Amsterdam
¿Quiere esto decir que la afirmación de Johan Cruyff no tiene sentido? En absoluto. Aquella afirmación hay que ponerla en contexto. Cruyff hablaba como integrante del Ajax de Amsterdam y lo que defendía era que al hincha del Ajax había que darle lo que le gustaba, que no tiene por qué ser lo mismo que lo que le gusta al hincha de otro equipo. ¿Y qué le gustaba (y le gusta) al hincha del Ajax? El fútbol total. Ni más ni menos.

Dicen que el fútbol total era eso a lo que jugaban los húngaros en los años 50, cuando fueron campeones olímpicos en 1952 y subcampeones del mundo en 1954, con jugadores con Puskas, Czibor o Kocsis. Se basaba en una obsesión absoluta por la posesión del balón, una presión intensa tras pérdida para recuperarlo lo antes posible y un sistema de triangulaciones entre los jugadores para llegar a la portería contraria con un juego elaborado y no directo. Pero quien de verdad lo hizo famoso fue Rinus Michels, técnico del Ajax durante los años 60 y principios de los 70, y del Barcelona justo a continuación, siendo Johan Cruyff su jugador franquicia en ambos clubes. Michels convirtió una forma de jugar en toda una filosofía, en una manera de entender el fútbol, que transformó por completo el Ajax de Amsterdam, haciéndolo pasar de un club en el que los futbolistas ni siquiera eran profesionales (Cruyff fue el segundo en serlo allá por 1965), a ganar la Copa de Europa tres veces consecutivas entre 1971 y 1974 y que sus jugadores fueran la base de la Naranja Mecánica, la mítica Holanda subcampeona del mundo en 1974 y 1978.
Rinus Michels y Johan Cruyff levantando la Copa de Europa

Gracias a Michels como entrenador y a Cruyff como jugador, primero, y como entrenador más adelante, el fútbol total se convirtió en el alma del Ajax, en su filosofía, en lo que ellos sienten que son, lo que el hincha quiere ver hacer a su equipo porque es su idiosincrasia. Nuestro “dicen que nunca se rinde”, por explicarlo de alguna manera. Cuando el Ajax juega al fútbol total, el hincha es feliz. Y si pierden, sienten que lo hacen con la cabeza alta, siendo fieles a su estilo, a ellos mismos, a lo que les hizo los más grandes en su día. Varias veces a lo largo de su historia. A eso se refería Johan Cruyff con la afirmación con la que empecé el post. Al hincha (del Ajax) hay que darle lo que quiere. Y lo que quiere es eso.

El problema es que, en los últimos tiempos, se ha puesto de moda el fútbol total y se lo asimila con “jugar bien”, cuando se puede jugar bien al fútbol de muchísimas maneras y se puede jugar mal practicando el fútbol total. El fútbol total es sólo una manera de practicar este deporte, pero no la panacea. Pero da igual. Se ha puesto de moda y se nos ha llenado el mundillo de “guardiolitos” que pontifican sobre lo bueno y lo malo y alaban y desprecian según su punto de vista, como si fuera el único. Como si poseyeran la verdad absoluta, cuando existen infinidad de verdades en el fútbol y la suya no es más que una de ellas, que, además, a base de tergiversarla, la convierten en todo lo contrario: en una gran mentira.

Johan Cruyff y Pep Guardiola
Guardiola le ha dado mucho al fútbol, pero tampoco es cuestión de exagerar. Como todo, hay que poner las cosas en contexto. Recordemos que el padre del fútbol total, Rinus Michels, fue entrenador del Barcelona en los 70. Que el jugador franquicia de este modelo de fútbol, Johan Cruyff, fue la súper estrella de aquel equipo. Que luego fue su entrenador a finales de los 80 y principios de los 90, siendo Guardiola su “niño mimado”. Que más tarde llegó Louis Van Gaal, después de ganar la Liga de Campeones con el Ajax jugando de esta forma. Y que después llegó Rijkaard, que fue lanzado a la élite en el equipo de Amsterdam por el propio Johan Cruyff cuando entrenaba a los holandeses, antes hacerlo con el Barça. Quiero decir con esto que igual que Michels y Cruyff convirtieron el fútbol total en la filosofía del Ajax, también hicieron lo propio en el Barcelona, de manera que Guardiola se crió en ella, y lo mismo hicieron multitud de futbolistas posteriormente. Cuando Guardiola llegó al banquillo del primer equipo, esa forma de jugar estaba incrustada hasta el tuétano en el ADN barcelonista. Más incluso que en el Ajax, y esto no lo digo yo, sino que lo dijo el propio Johan Cruyff. El mérito de Guardiola fue continuar con un trabajo que se venía desarrollando en el club catalán desde hacía décadas y llevarlo a la excelencia. A su máximo esplendor. Claro que eso es más fácil de hacer cuando tienes en tu plantilla a Xavi, a Messi, a Iniesta y compañía que cuando no les tienes. Además, se trata de jugadores criados en esa filosofía de juego. Igual que Valdés, o Piqué, o Busquets (cuyo mismísimo padre era uno de los porteros del Barça entrenado por Cruyff), o Cesc Fábregas, o Pedro...
Louis van Gaal y Pep Guardiola
Y, para colmo, tienes dinero de sobra para fichar a quien te dé la gana. Lo que quiero decir con todo esto es que Guardiola no llegó al banquillo azulgrana con un método revolucionario, sino que alcanzó la excelencia con algo que ya había. Que tiene un enorme mérito, porque manejar un vestuario así es difícil, aparte de que alcanzar la excelencia en lo que sea es loable por definición, pero que no inventó nada. Al contrario, se aprovechó de un enorme trabajo que, mejor o peor, llevaba años haciéndose.

Pero Guardiola, indirectamente y supongo que sin pretenderlo, también ha hecho daño. Ha puesto de moda una mentira que consiste en creer que esto del fútbol total es la definición absoluta de jugar bien al fútbol. Del "juego bonito". Y no. No es así. Y todavía peor, que parece que no aplicarlo es arcaico, rancio, cuando es un modelo que ya se utilizaba en los años 70. De esta manera, como decía antes, se nos ha llenado el mundillo de guardiolitos pontificadores de la gran mentira.
Marco van Basten, Johan Cruyff y Frank Rijkaard, cuando Cruyff entrenaba
al Ajax de Amsterdam a mediados de la década de los 80.
Gente que se cree que sabe más de fútbol que los demás porque defienden el “juego de posesión” (insertar emoticono de "¿pero de qué coño me estás hablando?"), como si eso te diera una especie de aura de superioridad moral futbolística que sirve para mirar por encima del hombro a quien defiende otra cosa. Que te hablan de fútbol como flotando sobre una nube, como filosofaría sobre el surf cualquier surfista puesto hasta arriba de marihuana que observa las olas sentado sobre la arena mientras espera la llegada del dios del mar a lomos de una tabla. Y ahora parece que los entrenadores que no utilizan el tiki-taka (odio profundamente esta expresión, hasta el punto de casi incitarme a la violencia cuando la escucho) no valen, no son guays ni modernos, no molan. Cuando el tiki-taka es una gilipollez que se inventó el malogrado Andrés Montes mientras veía a la selección española de Del Bosque. Un Del Bosque que nunca aportó nada relevante al mundo del fútbol, pero que era lo bastante inteligente como para llevarse a la selección a casi toda la plantilla del genial Barça de Guardiola y dejarles jugar igual que lo hacían en su club. El tiki-taka no es nada, es humo, es bluff, que parece que aquí hemos inventado la pólvora con esta estupidez, y sin embargo es elevado a los solemnes altares de la verdad absoluta del fútbol y el resto de formas de juego es para brutos, antiguos y rancios. Me hierve la sangre sólo de pensar en esto. En la enorme e inmensa mentira que es esto.

Sin embargo, he de reconocer que yo soy un fan total de este estilo de juego. Del fútbol total. Me encanta ver a un equipo practicarlo. Es lo que me gusta ver cuando me siento delante de la tele, con una cerveza y una bolsa de patatas fritas. Es el espectáculo que me gusta, pero no para mi equipo. Y me explico. Decía al principio que mi visión de este deporte ha variado con los años y que para mí el sevillismo no es fútbol, no es deporte. Es sentimiento. Para mí, no es lo mismo ver al Sevilla que a un espectáculo futbolístico. 
Adriana Lima en bikini
Para mí, un espectáculo es ver desfilar a Adriana Lima en bikini, pero yo no la cambiaría por mi mujer porque, para mí, mi mujer es lo más grande, la quiero más que a nadie y eso no tiene nada que ver con el aspecto que tiene. Y esto es así porque, igual que el Ajax o el Barcelona tienen su filosofía, el Sevilla también posee la suya y a mí me gusta ver a mi equipo llevándola a la práctica. Nosotros somos “yonkigitanos”, una expresión que se inventaron en el centro de la meseta para insultarnos y que nosotros la hemos hecho propia hasta el punto de enorgullecernos de ella. Valiente paradoja, ¿no? Por poner un ejemplo que lo explique, recordad aquella Supercopa de Europa que perdimos contra el Real Madrid por hacer el mongolo en los últimos minutos. Por ser fieles a la “idea” de Sampaoli de sacar el balón jugado desde atrás. Es probable que si eso le pasa al Ajax, acabarían diciendo que perdieron con la cabeza alta, siendo fieles a su estilo, siendo ellos mismos, con orgullo. Pero a nosotros se nos escapa la bilis por la boca sólo de pensarlo. Como decía Cruyff, a cada hinchada hay que darle lo que le gusta, y lo que le gusta a unos no tiene que coincidir con lo que le gusta a otros. Cada cual tiene su idiosincrasia y la nuestra es la que es. Un espectáculo futbolístico es aquel partido Sevilla – Español que acabó en 6-4, pero nosotros no queremos eso, por muy divertido que sea. El Ajax ganó la liga holandesa cuatro veces consecutivas con Frank de Boer de entrenador, entre 2011 y 2014, pero lo hizo con una forma de jugar alejada de su filosofía. Los hinchas eran felices, claro, pero... Había un pero, un nubarrón, no estaban del todo satisfechos. El año pasado, sin embargo, con Peter Bosz en el banquillo y una plantilla de chavales que, salvo tres o cuatro, ninguno superaba los 21 años, sólo fueron subcampeones de la Eredivisie y llegaron a la final de la Europa League, en la que palmaron contra el Manchester United del pragmático Mourinho. Y la felicidad en Amsterdam era total porque lo hicieron siendo absolutamente fieles a su estilo. ¿Tiene esto sentido?
Jose Mourinho saluda a Peter Bosz. Al fondo, los jugadores del Ajax con
la medalla de subcampeones de la Europa League 2017

Cualquier aficionado de un equipo que tiene una filosofía clara sabe que sí. Que, al final, no es tanto ganar o perder, sino sentirte orgulloso. Que se puede perder una Supercopa de Europa con el Real Madrid, claro que sí, pero, joder, no por hacer el mongolo en los últimos minutos. Que Sampaoli decía que quería que le recordasen, no sólo por ganar, sino por el modo de hacerlo, lo cual es una tergiversación de la filosofía de Cruyff porque eso, según la “idea” de Sampaoli, valdría para el Ajax, pero no para nosotros. Porque cuando Cruyff decía esas cosas, lo hacía siguiendo la filosofía de los holandeses. Y también decía que no puedes ir con esa filosofía e imponerla en cualquier parte del mundo. O coges un proyecto a largo plazo y la vas metiendo (como hicieron en el Barcelona) o al público le tienes que dar lo que quieren, porque se llevan toda la semana trabajando y el domingo quieren ver SU espectáculo, no necesariamente el que tú quieras.

Joaquín Caparrós con gesto yonkigitano
En verdad, es un privilegio tener una filosofía definida. ¿Cuántos equipos la tienen? Muy pocos. Así a bote pronto, se me ocurre pensar en el Athletic de Bilbao, el Barcelona, el Atlético de Madrid ahora con Simeone..., incluso el Betis con su “manque pierda”, aunque se supone que debería tratarse de una filosofía ganadora, no perdedora, pero, claro, es que esta gente es mediocre hasta para eso. Pero, ¿cuál es la filosofía del Valencia? O la del Villarreal, o la del Español, yo qué sé. No todos la tienen y tenerla es un tesoro que no se debe despreciar. De hecho, ¿qué se ha hecho en el Sevilla cuando el equipo ha perdido el norte? Volver a los orígenes, mirar al interior, aplicar nuestra filosofía. Poca gente la representa tanto como Joaquín Caparrós, y ahí están los resultados. Esto no quiere decir que el de Utrera tenga que ser nuestro entrenador la próxima temporada, pero sí que es una extraordinaria noticia que vaya a tener una función relevante en el organigrama del club, porque así nuestra filosofía, nuestra idiosincrasia, va a ser aplicada desde muy dentro. Y también que, a la hora de elegir al técnico, hay que tenerla en cuenta. Uno de los grandes motivos del éxito de Unai Emery aquí, entre otros muchos, fue que consiguió captar nuestra filosofía. Y el técnico que venga tiene que tener hambre de éxito. Ser insolente, descarado, tener huevos, carácter, sangre en las venas, y no horchata. Caer mal fuera del sevillismo, incluso. Sampaoli tenía algo de eso y por momentos conectó con la grada (sobre todo cuando "matizó" su idea y la hizo más pragmática) pero no así Manzano, o Míchel, o Marcelino, o Berizzo y para nada Montella. Ojalá la directiva tenga esto en cuenta a la hora de decidir. Ojalá no desprecien nuestro gran tesoro. Ojalá podamos seguir siendo nosotros mismos. Jugando bien, mal o regular, pero nosotros mismos. Ojalá nos dejemos de “guardiolitos” y de grandes mentiras y seamos fieles a nuestra filosofía.
A partir de este año, el estadio del Ajax pasa a llamarse "Johan Cruijff Arena". En su interior, cualquier futbolista que juegue allí podrá leer esas dos leyendas que vemos en la imagen: "Eterno número 14 - Eterno Johan Cruyff". Es su filosofía, su idiosincrasia. Y la llevan a gala con orgullo, como debe ser. Pero es la idiosincrasia de ellos. Ni mejor ni peor que la de cualquier otro. La de ellos y no necesariamente la de todo el mundo.


P.D. Para entender un poco mejor de dónde viene la verdadera filosofía del fútbol total, os recomiendo la lectura de la biografía de Johan Cruyff. No es sólo fútbol, va mucho más allá. Es muy inspiradora, como no puede ser de otra manera, dado lo genial del personaje.
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lunes, 12 de febrero de 2018

Inseguridad

Hace ya un tiempo, alguien que sabe de lo que habla me dijo que Unai Emery llegó a estar oficiosamente despedido a finales de 2013. Que Jose María del Nido, en los últimos coletazos de su presidencia, estaba harto de él, de los malos resultados y de que no estuviera siendo capaz de sacar al Sevilla de la mediocridad de las dos temporadas anteriores, en las que terminamos en una triste novena plaza. Y que fue Monchi quien convenció al presidente de mantener al entrenador en su puesto. Quien de verdad apostó por él y por el proyecto que el propio Monchi había diseñado. Lo que vino después, todos lo conocemos: tres títulos consecutivos de la Europa League y que gran parte del sevillismo considere al de Fuenterrabía como el mejor entrenador de nuestra historia.

No sé si realmente Monchi convenció a Del Nido o si fue la obligada dimisión de este lo que propició que Emery conservara el puesto, pero la idea principal con la que me quiero quedar es la confianza de Monchi, no ya sólo en el entrenador en particular, sino en toda la planificación elaborada por él. La seguridad en sí mismo y en lo que estaba haciendo. Ahora más adelante explico por qué.

La andadura del Sevilla en la actual temporada está siendo de todo menos estable y regular. Es una auténtica montaña rusa. Un vivir al borde del precipicio, al filo de la navaja. Desde aquel balón al poste en el último minuto del partido de vuelta de la previa de la Champions, hasta el penalti parado por Sergio Rico ayer, cuando nuestro portero parecía estar casi desahuciado. Llevamos toda la temporada en un “ay” continuo, mezclando grandísimos éxitos con fracasos clamorosos. Sin saber bien a qué atenernos. Sin tener ni idea de qué Sevilla nos vamos a encontrar en cada partido. Si el que eliminó al Atlético de Madrid o el que cayó por goleada en Eibar. Si el de los dos segundos tiempos contra el Liverpool o el del ridículo absoluto en Moscú.

Se dice que uno de los grandes problemas de este Sevilla puede estar en haber dejado de lado el modelo que hizo famoso a Monchi. Que muchos de los fichajes que se están haciendo no tienen posibilidad de retorno de inversión y que si las cosas no salen bien, el problema económico puede ser importante. El razonamiento puede ser lógico, pero yo no creo que sea un problema de modelo. De hecho, ese modelo empezó a cambiar aun con Monchi en su cargo. Fichajes como el de Llorente o el de Nasri pueden ser ejemplos de ello. Además, parece razonable que si el Sevilla quiere dar un paso más en su crecimiento, deba arriesgar más. Para codearse con los más grandes hay que tener jugadores idóneos, y quizás traer sólo futbolistas desconocidos que puedan revalorizarse no sea lo más indicado. Quizás haya que hacer una mezcla entre estos y otros más consagrados. Sea como sea, la clave está en asegurarse de que los ingresos que se obtienen en Liga de Campeones compensen los que no entran por traspasos.

Lo que quiero decir es que el problema, más que de modelo, es de traer o no a los jugadores idóneos. En acertar con la planificación. Porque si el equipo entra en Champions (y ahora es más fácil porque el cuarto accede directamente a la fase de grupos), los ingresos que se obtienen deberían dar para mantener una plantilla cara sin vender a varios futbolistas, como se ha venido haciendo en los últimos años. Y eso por no hablar del aumento de ingresos por televisión. Pero si la elección de futbolistas y la planificación se hace mal, da igual el modelo que se aplique, que el desastre acabará siendo parecido.

Aquel año en el que Emery estuvo oficiosamente despedido, Monchi hizo lo que estuvo en su mano para mantenerlo porque confiaba en sí mismo, en su proyecto, en lo que se traía entre manos. Y acabó teniendo razón. Y eso que aquel año se vendió a Navas, a Negredo, a Medel, a Kondogbia... Se decía que no había dinero ni para pagar las fichas. Esta temporada, sin embargo, la cosa es diferente. Hay dinero. Mucho dinero. Oscar Arias se ha podido sentar tranquilamente y elaborar un equipo acorde con la idea del entrenador que él mismo eligió. Con una base de plantilla ya hecha y en funcionamiento y con unos recursos económicos jamás vistos en nuestro club para apuntalarla. Y, sinceramente, a mí lo que me preocupa no es que Muriel no esté dando aún el nivel que se supone de él, que Arana venga pasado de forma y haya que esperar por él, que Sergio Rico esté haciendo una mala temporada y se comporte de tal o cual manera o que el jugador que sea esté demostrando o no lo que se esperaba. A mí lo que me preocupa es que ese proyecto elaborado tranquilamente, concienzudamente, con millones de por medio y con tantos recursos disponibles deje de valer cuatro o cinco meses después de elaborarlo. Lo que me preocupa es esa inseguridad que tanto contrasta con la confianza en su trabajo que Monchi demostró a finales de 2013. Es evidente que si la cosa no funciona, hay que cambiarla. Pero ¿de verdad lo que se pensó que era ideal en julio/agosto, y por lo que se apostó tanto dinero, ya no vale en diciembre?

Por supuesto, Monchi en 2013 ya era un director deportivo de amplia experiencia internacional y con títulos a sus espaldas, al contrario que Arias, por mucho que en los últimos años fuera su mano derecha. E igual hay quien defiende que esas dudas pueden ser normales en alguien sin esa experiencia. Entonces, el error habrá sido darle el timón de la nave a un novato, al menos a los niveles en los que se mueve el Sevilla. Sea como sea, mi gran preocupación está ahí, en la inseguridad, en los bandazos que se están pegando, en la sensación que se da al aficionado de a pie de estar dando tumbos, de estar improvisando, de no saber bien qué se está haciendo y de estar dejándolo todo en manos de la suerte o la providencia. Ojalá salga todo bien, es lo que queremos todos los sevillistas, pero, en mi opinión, esa inseguridad es algo mucho, muchísimo más preocupante que el hecho de que tal o cual jugador pueda tener retorno de inversión o que su rendimiento esté siendo más o menos el esperado. 

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