martes, 29 de enero de 2013

Demasiado cambio.

Antes que nada, y para entender lo que quiero decir hoy, es necesario saber que mañana miércoles, tras la reunión entre le Comisión Delegada de la Liga de Fútbol Profesional y el Consejo Superior de Deportes, se dará a conocer un nuevo reglamente sobre el control económico de los clubes de fútbol en España, en base al cual, dichos clubes deberán demostrar antes del 30 de junio que sus cuentas están saneadas y que hay equilibrio entre sus ingresos y sus gastos. Además, tendrán que hacerlo sobre bases reales, no hipotéticas. Y el que no lo haga (o no lo pueda hacer) no podrá fichar a ningún jugador porque la LFP no lo inscribirá. No es algo que yo me invente. Lo he sacado de aquí

Esto no es cualquier cosa. Esto es algo que se veía venir desde hace tiempo porque, por mucho sinvergüenza que haya metido en el mundo del fútbol, las cosas tienen su límite, todo tiene su límite, y al límite se llega tarde o temprano. Parece que hemos llegado. 

Dicho esto, quiero lanzar una pregunta: ¿soy yo el único que intuye que la directiva del Sevilla ha tirado a la basura la planificación hecha en verano (mejor, peor o regular) y ha vuelto a empezar ahora en invierno? Aun conociendo el riesgo que supone tanto cambio en mitad de temporada. Porque una cosa es ponerle parches a algo que se ha hecho mal, y otra el cambio de rumbo que, al menos yo, percibo que se está produciendo. Cambio de rumbo, por cierto, hecho deprisa y corriendo, casi a golpe de corazón, como si la vida nos fuera en ello, cuando se podría haber empezado antes del parón navideño, por ejemplo, cambiando entonces al entrenador para que se incorporara con tranquilidad. Lo dicho, como si la vida nos fuera en ello. ¿Acaso nos va?

Sé que alguno liquidará este argumento diciendo que es que los directivos son así de malos, y punto. Lo sé, los habrá que lo hagan, pero es algo que me parece tan corto y tan simplista como aquello de Víctor Orta con los puntos, la suerte y los árbitros (pero visto desde el otro extremo). Por tanto, no le prestaré mayor atención. 

Ayer, mientras veía el partido, estas ideas me rondaban la cabeza. Y lo primero que hacía era congratularme por el cambio de actitud del equipo. Un equipo ordenado, intenso, regular en lo que a la duración del partido se refiere (sin lagunas temporales, sin regalar uno de los dos tiempos), solidario en las ayudas..., un equipo que comienza su juego tratando de mantener la portería a cero a base de alejar lo más posible la batalla de la portería propia. La calidad técnica y el juego bonito lo dejamos para otro momento, si eso. Ese cambio de actitud es fundamental. Absolutamente. Ser competitivo no es sinónimo de tener calidad. Evidentemente, si se tiene calidad, lo otro debe ser más sencillo, pero no  es imprescindible. Y el Sevilla necesita asumir la mentalidad de competitivo por lo que pueda pasar. Por lo que esté por venir. 

Digo esto porque desde la directiva también parece que se ha cambiado. El presidente ya no habla de gloria, de grandes objetivos, de Europa y milongas varias tan comunes en él desde casi siempre. Creo que se ha dado un paso atrás (o varios). Se habla de comenzar de nuevo, de ir partido a partido, de la necesidad de vender etc. Un discurso tan austero que hasta chirría. Y se actúa en ese sentido. Se trae a un entrenador que todos sabemos a lo que juega. Se pone en el escaparate a todos y cada uno de los miembros de la plantilla. Se vende a uno de los porteros cuando nos lo jugamos todo en una semana y el otro está lesionado. No se ficha a nadie (salvo a Stevanovic, que yo tampoco entiendo bien ese fichaje), cuando a la mayoría nos consta que el equipo necesita, como mínimo, un delantero. Y como el comer. 

Se entiende que la economía anda mal y es necesario ajustarla. Muy bien. Pero ¿se han dado cuenta de eso del verano para acá? ¿En verano no lo sabían, actúan de la forma que lo hicieron, ahora se dan cuenta de lo otro y pegan este golpe de timón? Es que eso no hay quien se lo coma. Tiene que haber algo más. Yo no estoy juzgando la planificación. Posiblemente no fuera buena, pero lo que está ocurriendo estos días va más allá de parchear una planificación que no fue buena, como decía antes. Esto es un cambio de rumbo. Un cambio de rumbo de los que se suelen hacer al finalizar una temporada y antes de que empiece la siguiente. O con vistas a esta. No tiene demasiado sentido. 

O sí. O a lo mejor los acontecimientos se están precipitando en eso que llaman "fair play financiero" y ha habido que actuar con la misma precipitación. La directiva se puede haber equivocado. De hecho, se ha equivocado, y mucho. Pero yo creo que aquí, aparte de eso, hay más. Y no dejo de preguntarme si tiene algo que ver con lo que decía al principìo del nuevo reglamento. O algo semejante. 

No son más que elucubraciones. No sé nada ni puedo saberlo. Simplemente intento buscar una explicación a tanta decisión aparentemente incomprensible. 

Mientra tanto, que el equipo haya recuperado el rumbo es una noticia extraordinaria. Porque, ya sabemos, si la pelotita entra, todo es más fácil. 

viernes, 25 de enero de 2013

El Nou Mestalla, el colapso y las manzanas maduras

Que la situación del fútbol español tiene que estallar por algún sitio alguna vez es algo que venimos vaticinando muchos desde hace tiempo. Resulta alarmante ver cómo se está deteriorando nuestra competición, cómo la inmensa mayoría de los clubes están angustiados por situaciones económicas verdaderamente caóticas (muchos de ellos acogidos a concurso de acreedores) y cómo, en consecuencia, ha bajado el nivel deportivo de los mismos.

Pese a ello, el discurso "oficial" es completamente diferente: sólo el hecho de que los dos clubes más poderosos del país aglutinen en sus plantillas a lo mejores futbolistas del mundo parece ser suficiente para que se engañen a si mismos y traten de hacer lo propio con los demás. Si, para colmo, la selección española atraviesa por el mejor momento de su historia, no hace falta nada más para que se diga que la nuestra es la mejor liga del mundo. A mí, igual que a cualquiera con algo de sentido común, me parece escandaloso que sea eso lo que se quiera vender. Es increíble que se obvie todo lo demás, el modo en que los estadios están vacíos, que cualquier jugador bueno que no tenga cabida en las plantillas del Real Madrid o Barcelona se vaya al extranjero, que los clubes españoles de mayor nivel (detrás de los grandes) no puedan competir con equipos mediocres de Inglaterra o Alemania a la hora de pujar por cualquier fichaje, o que haya clubes a los que hayan prohibido jugar competiciones europeas por motivos económicos (Mallorca, Málaga y más que podrían venir, como señalaremos a continuación).

He mencionado a Mallorca y Málaga, pero hay más. El Betis, por ejemplo, lo va a tener complicado para disputar competición europea caso de clasificarse. Si el Mallorca fue excluido por estar en concurso de acreedores, ¿qué puede hacer pensar que a nuestros vecinos no les va a ocurrir lo mismo?

Pero el caso que más me ha llamado la atención últimamente es el del Valencia. Según publica el portal Futbolfinanzas.com en este artículo, la situación económica e institucional de ese club es verdaderamente angustiosa, alarmante. 

Todo comenzó cuando su alcaldesa, Rita Barberá, y el que fue presidente de la comunidad, Francisco Camps, con grandes dosis de megalomanía, decidieron que ellos, y los valencianos en general, eran la hostia. Durante años se empeñaron en llevar a Valencia los acontecimientos deportivos más relevantes: la Fórmula 1, la Copa América de Vela, se postularon como subsede olímpica, caso de que Madrid fuera elegida como sede principal, y, en un momento dado, se les metió en la cabeza acoger una final de la Liga de Campeones. Para ello, llegaron a un acuerdo Ayuntamiento, Generalidad, Valencia CF y Bancaja para llevar a cabo el típico proyecto-pelotazo tan propio de las cabezas político-pensantes de nuestro país: demoler Mestalla, construir ahí viviendas y oficinas y, con el dinero obtenido, devolver el mega - crédito que Bancaja les concedía para construir entretanto un nuevo estadio, el Nou Mestalla. Un nuevo estadio espectacular, digno de los aires de grandeza de los promotores del proyecto, y perfecto para acoger esa final tan deseada. 

El problema fue que esto se inició en 2007, en pleno cenit de la burbuja inmobiliaria. A partir de ahí, todo se vino abajo. En 2009 se paralizaron las obras por falta de liquidez, pero los promotores del proyecto le dieron una vuelta de tuerca al mismo: se negoció un nuevo crédito con Bancaja, se llevó a cabo una ampliación de capital del club para conseguir más dinero y esta ampliación fue avalada por la Generalidad, convencida de que llegarían inversores para cubrirla. Pero los inversores no llegaron, Bancaja se hundió, Bankia (que absorbió la caja valenciana) no apoyó el proyecto, y cuando llegó el momento de pagar el préstamo, el Valencia no pudo. Ahora, la Generalidad, como avalista que es, se ha de hacer cargo de la deuda y, por tanto, del control del club.  

Para colmo, la Generalidad también ha tenido que hacer lo propio con el Elche y con el Hércules. De ese modo, la Comunidad Valenciana se dedica a no pagar a los farmacéuticos (por ejemplo), pero avala y toma el control de los clubes de fútbol. 

Por cierto, el montante de la deuda de la que hablamos es de cerca de 300 millones de euros. Y por cierto también, el inicio de este proyecto coincidió,  más o menos, en el tiempo con la decisión del Sevilla de no acometer la ampliación del estadio con la que soñaba Jose María del Nido por la incertidumbre económica que suponía el posible estallido de la burbuja inmobiliaria. En estos tiempos en los que tanto se critica (y con razón) la forma de gestionar el club por parte de la directiva, creo que es justo decir también que aquella decisión tan prudente fue magnífica. Las cosas podrían estar mucho peor que como están. Podríamos estar como el Valencia. 

Hoy día, el Nou Mestalla es una colosal mole de hormigón situada en una de las avenidas más emblemáticas de Valencia. Una obra inacabada, un ejemplo más de la locura de muchos de nuestros políticos, empeñados en alcanzar una grandeza que no tienen, construyendo faraónicos proyectos absolutamente innecesarios

Foto: Fútbolfinanzas.com

Como consecuencia de este colapso económico, el Valencia se vio obligado a vender a sus mejores futbolistas: Villa, Silva, Mata, Albiol, Jordi Alba, Isco, Joaquín, etc. Aún así, su nivel competitivo no decreció, y de eso tuvo mucha culpa Unai Emery, el actual entrenador del Sevilla FC. Por mucho que no fuera del agrado de la afición valencianista, mantener a un equipo año tras año en competiciones europeas a pesar de su lamentabilísima situación económica e institucional tiene un mérito enorme. 

Pero es que la cosa ha dado un giro a peor aún, porque resulta que las leyes deportivas no permiten a una misma entidad tener más de un 5% de las acciones varios clubes. Y ya sabemos que la Generalidad Valenciana controla a Valencia, Elche y Hércules. Así pues, tendrá que encontrar a quien quiera hacerse cargo (del club y de la deuda) o desprenderse de todo lo que supere ese 5%.

Para colmo, hay algo más, por si no fuera poco. Porque,  según la legislación,  basta con que otro club denuncie el rescate público de una entidad deportiva ante la Unión Europea para que Bruselas abra una investigación y pueda dar al traste con dicho rescate. Y está por ver que la UEFA otorgue licencias para participar en sus competiciones a un club controlado por el sector público. 

Hablaba al principio del Mallorca y del Málaga. Mencioné al Betis por su situación, tan semejante a la de los primeros, y ahora cuento esto del Valencia. Hay otros casos menos relevantes mediáticamente, como el Rácing, el Oviedo, etc. ¿Cuál será el siguiente? Las manzanas van cayendo del árbol como fruta madura que son. Esto se veía venir desde hace mucho. Era cuestión de tiempo que los problemas ocultos afloraran. Y ojo que la UEFA no se anda con tonterías. 

Por tanto, creo que es fundamental controlar la economía de los clubes. Absolutamente fundamental. Mientras leía este artículo de Futbolfinanzas me acordaba del Sevilla. De la debacle económica que hemos sufrido en los últimos años. Fruto de muchos factores, entre ellos una deficiente gestión por parte de la directiva. Pero aún están a tiempo de enderezar el asunto. De dar un giro a esa gestión y adecuar el tamaño del club a esa economía. Más que nada porque, ya incluso este año, se puede dar el caso de que hagamos una plantilla que de sólo para ser octavo o noveno, pero que eso nos posibilite disputar competición europea por exclusión de otros que quedaron por encima, pero que lo han hecho acogiéndose a extrañas maniobras al límite de la ley, como el concurso de acreedores, o esto de la intervención de los poderes públicos. 

P.D. Aunque no trastoca para nada el sentido del post, creo necesario añadir aquí la matización que me hace el amigo Alvaro Yanes en su comentario, diferenciando los casos del Betis y del Mallorca:


El proceso para las licencias UEFA es que tú primero se lo dices a tu Federación, ésta da el OK y luego la UEFA te da la licencia o no. En el 99,9% de los casos, la Federación del país da el Ok y ya la UEFA decide dar la licencia o no. Casi siempre es que sí, pero hay veces que es que no. Este año como todos ha denegado varias, entre ellas la del Málaga.

El caso del Mallorca fue distinto. Al Mallorca quien le paró los pies fue la propia Federación, no la UEFA. La Federación dijo que como estaba en concurso, que no había placet. El Mallorca acudió a los Tribunales y lo terminó ganando, por cierto. El argumento (muy básicamente) del Tribunal fue que jugar en Europa es un activo. Y que una empresa en concurso y, por tanto tiesa, necesita de activos. Imagino que entre todos los españolitos habremos pagado con nuestros impuestos la responsabilidad patrimonial que el Mallorca le habrá pedido a la RFEF. Escribí en su día algo en el columnas blancas, que busco si quieres.

El Betis el año pasado solicitó Licencia UEFA y se la dieron. Este año imagino que también la habrá pedido y que se la habrán dado. Si se la hubiesen denegado lo sabríamos. Aunque también puede ser que la UEFA esté estudiando el caso concreto de entidad concursada y que no haya resuelto todavía. Por cierto que no sé como va el tema Robert y PSV, que también le puede generar problemas en este sentido a nuestros vecinos.

jueves, 24 de enero de 2013

Una simpleza suicida.

La victoria de ayer sobre el Zaragoza, y el consiguiente pase a semifinales de la Copa del Rey, le ha venido al Sevilla como agua de mayo. 

No me voy a deshacer en elogios hacia el equipo, ni tampoco ante la labor que empieza a hacer Emery. Y eso que es evidente que ha habido un cambio de escenario, lo cual no asegura victorias, pero sí que permite ver las cosas de un modo diferente. Lo fácil sería agarrarse a ese clavo ardiendo, soñar con un cambio radical de la situación, alimentar la esperanza de empezar a ver al equipo ganando un partido tras otro, verse en la final de Copa, pensar en que se endereza el rumbo en liga, que incluso acabamos entre los ocho primeros clasificados (en función de lo que hagan Málaga y Atlético de Madrid, cabe la posibilidad de que el séptimo y hasta el octavo vayan a Europa, si nosotros no pasamos a la final de Copa), etc. 

Creo, no obstante, que no sería serio plantear el asunto exclusivamente en esos términos. Por supuesto, estoy inmensamente satisfecho por el aparente cambio de rumbo. O mejor dicho, me hace ilusión pensar que ese cambio es posible. Aún es pronto para asegurar que se ha producido. Pero, aun aceptando que eso es así, y aún suponiendo que al final de temporada habremos jugado la final de Copa, clasificándonos también para competición europea, el resto de los problemas que tiene la entidad seguirían estando ahí. Creo que no hacemos bien mirando para otro lado, caso de que el equipo comience a funcionar, sino que se debe emplear ese buen funcionamiento para solucionarlos. Porque es evidente que si la pelotita comienza a entrar, todo es más fácil. Mucho más fácil. 

A mi me preocupa mucho el tema económico. Muchísimo, debe ser por formación profesional. El importe de la deuda a corto plazo del Sevilla es tan importante que obligará a vender a futbolistas, y también está impidiendo la incorporación de otros. Y así seguirá siendo. Me gustó que el presidente dijera hace poco que hay que redefinir los objetivos y volver a empezar de cero. Interpretable tanto deportiva como económicamente. El Sevilla no se puede limitar a vender a sus mejores jugadores para pagar lo que debe a corto plazo (entre otras cosas, parte de los sueldos de los futbolistas), sino que ha de cambiar por completo la forma de gestionar la plantilla. Ha de volver al principio (empezar de cero), formar un equipo competitivo (no necesariamente de calidad, sino competitivo) a base de jugadores baratos, reduciendo así la masa salarial y el montante del dinero gastado en traspasos. Un equipo campeón (o finalista) de Copa y clasificado para competición europea es más atractivo para los futbolistas que otro que no. Por tanto, esos éxitos facilitarían la labor de traer jugadores a más bajo precio. Más que nada porque habría más futbolistas dispuestos a venir, incluso aceptando ganar menos. Esto no es descabellado. Ejemplos como los de Poulsen o Rakitic están ahí. Pero para eso hay que cimentar ese atractivo con algo, y el hecho de que la pelotita entre lo facilitaría. 

Por cierto, Unai Emery es un entrenador bastante idóneo para el propósito de crear un equipo competitivo. Nada de florituras. Empecemos por el principio, hagamos un equipo sólido, con una idea clara, la portería a cero y ya habrá tiempo de pensar en otras cosas. Eso sí, olvidémonos de juegos bonitos y demás gaitas. 

Otro asunto verdaderamente preocupante es el aspecto del estadio en los partidos, aparte del ambiente que hay. Solucionar el conflicto de Gol Norte debe ser prioritario. Imprescindible. Que Biris Norte pidiera sensatez y que los que entrasen al estadio animasen no es el fin del conflicto, sino una medida del grupo que tenía por objetivo ayudar al Sevilla (AL SEVILLA) a pasar la eliminatoria. Creo que todos intuimos con intensidad que esto es una guerra de egos que está perjudicando, primero, a mucha gente que no tiene nada que ver (abonados de Gol Norte que no son Biris), y, por encima de todo, al equipo. Y como tal guerra de egos que es, como tal problema personal entre personas, debe ser solucionado. Aunque sea tapándose la nariz unos y otros. Aunque sea dando un voto de confianza a alguien en quien no confías (aunque confiaste en el pasado). Lo que sea, pero que lo hagan ya. El sevillismo clama por que lo hagan y el paso lo tiene que dar la directiva, como responsable última que es de todo lo que pasa en el club. Ojo, esto no quiere decir plegarse a lo que exigen los Biris. Quiere decir llegar a un acuerdo con ellos. No es humillarse, no es bajarse los pantalones, es sentarse a una mesa personas frente a personas, sevillistas frente a sevillistas, y encontrar una solución que satisfaga a los que se sienten maltratados y que no impida que el club cumpla con sus obligaciones. 

Pero es que, aun solucionando eso, la cosa no terminaría ahí. La escasísima afluencia de público al estadio es debida a varios factores. Empezando por la crisis económica que impide a mucha gente gastarse lo que no tiene en acudir a los partidos. Continuando por los demenciales horarios a los que estamos siendo condenados por culpa del afán recaudatorio de las empresas televisivas que, hoy por hoy, manejan el cotarro. Añadiendo también que el mal ambiente que hay en el estadio echa para atrás a los aficionados. Y terminando, por supuesto, por la mala marcha del equipo. Que el equipo cambiara de dinámica y que se solucionara el conflicto de Gol Norte acabaría con los dos últimos factores, pero los dos primeros seguirían ahí. Y eso no tiene remedio a corto plazo. Eso requiere replantearse la política del club respecto al abonado. Si los ingresos televisivos son una parte fundamental del presupuesto del club, y por eso hay que plegarse a las exigencias de las operadoras, y si la crisis económica va para largo y el aficionado anda corto de dinero, habrá que bajar drásticamente los precios de las entradas y los abonos. Primero, para facilitar las cosas a ese aficionado que lo está pasando mal económicamente, y segundo, para compensar los problemas con los horarios intempestivos en los que ponen los partidos. Ello podría suponer un descenso de los ingresos por esta materia, lo cual repercutiría en lo expresado en el párrafo anterior, es decir, habría aun menos dinero para sueldos y fichajes. O se puede dar el caso contrario, como se nos explica en este enlace, ya que el descenso en los precios se podría compensar con una mucho mayor afluencia de espectadores, pudiéndose dar el caso hasta de que esos ingresos aumentasen. Sea como sea, lo cierto y verdad es que lo normal sería que se ganase menos por este concepto. Habría que asumir tal cosa. 

Por tanto, todos estos asuntos influirían unos en otros tanto para lo bueno como para lo malo. Si la pelotita entra, el equipo puede lograr sus objetivos y ello facilitará la planificación de la plantilla, aunque sea apelando a la austeridad. Además, si el equipo va bien, y si se soluciona de una vez el conflicto de Gol Norte, el aficionado acudirá al estadio en mayor medida, a pesar de sus problemas. Pero, por otro lado, si se reducen los ingresos por la razón que sea (p.ej. abaratar entradas y abonos), será más complicado hacer una plantilla competitiva que enganche a la afición, y eso dificultaría el propósito de aumentar las entradas en el estadio. 

Por tanto, esto no se trata de poner parches a problemas acuciantes. Tampoco de que el equipo revierta la tendencia y comience a ganar partidos. Aquí se necesita una acción integral, un cambio de política en todos los ámbitos de la gestión del club, tanto económica como deportivamente. Las soluciones urgentes hay que buscarlas, por supuesto. Y si la pelotita entra, todo será más fácil. Pero lo que necesitamos es más, mucho más, casí diría que reinventarnos. 

Volviendo al principio, lo de ayer estuvo muy bien. Nos vino como agua de mayo. Se necesitaba como el comer, aparte de que el equipo comience a demostrar signos de mejoría, algo que enganche al aficionado, que calme las iras, que ayude a despejar algunas dudas. Pero quedarnos en eso es de una simpleza que me atrevería a calificar casi como de suicida. 

martes, 22 de enero de 2013

La corrupción como reflejo de nuestra sociedad.

Ayer estuve hablando con una clienta, la cual tiene un negocio abierto al público igual que yo, que me decía que ha decidido cerrar el mismo porque sólo trabaja para pagar. Factura lo suficiente para pagar todo lo que tiene que pagar, pero no le queda nada para ella. Estaba indignada porque, mientras gente como ella no hace más que trabajar, los mismos que defraudan con sus corruptelas no hacen otra cosa sino subírselo todo continuamente hasta el punto que le da la sensación de pagar para trabajar, no de trabajar para ganarse la vida. 

- Y a partir de ahora, si puedo trincar yo, pues lo haré. ¿No lo hacen los que mandan continuamente?

Esta mañana, otro cliente se expresaba en términos semejantes al otro lado de mi mostrador. Pero si la chica de la jornada anterior se mostraba de lo más enfadada, este hombre lo hacía abatido. Triste. Él también tiene un negocio, de fontanería para más señas, el cual le ha ido bastante bien durante años, pero que ahora flaquea, y mucho. Me enseñaba las últimas ofertas que había sacado (en artículos como griferías, termos, etc.) y se quejaba del modo en el que había tenido que bajar sus márgenes para poder vender. No estamos hablando del típico aprovechado que vivió como un rey durante los años del boom inmobiliario y que ahora no es capaz de mantenerse en pie, sino de un hombre que lleva un par de décadas con el negocio y que ahora se ve arrollado por la situación. 

En concreto, me explicaba que ha tenido que tomar la decisión de bajar los márgenes hasta limites ridículos (15€ de beneficio por la grifería completa de un cuarto de baño es ridículo) porque desde hace un tiempo le vienen clientes suyos de siempre asegurando que en tal o cual sitio consigue los mismos productos a un precio notablemente inferior.  Extrañado, se puso en contacto con sus proveedores y estos les dijeron que ellos, para vender en la situación actual, dan salida a muchos artículos sin aplicar el IVA, con lo que el minorista que lo compra puede bajar su precio considerablemente. Y como es natural, la conclusión a la que ha llegado este hombre es que tiene que seguir el mismo método. 

- Yo jamás he defraudado un duro - Me aseguraba - Pero, tal y como está mi mercado, si quiero seguir en él, me obligan a hacerlo. 

Hace poco, leía a un reputado economista español que defendía que España no es un país corrupto y que teníamos que tirar por el balcón a todos esos que nos están robando todos los días. Que están haciendo que ganemos una fama que los españoles no nos merecemos. Muy loable propósito y muy bonitas palabras, pero yo no estoy del todo de acuerdo. 

Hace otro poco, leía a otro economista (y con este si que coincido más que con el anterior) el cual seguía el siguiente razonamiento:

¿Cuántos de los lectores han roto alguna vez un cristal de una mesa para que el seguro la cambie? ¿Cuántos, en general, han defraudado alguna vez a alguna compañía de seguros, por mínimo que sea el fraude?

¿Cuántos de los lectores se ha ido sin pagar alguna vez de algún sitio? ¿Cuántos se han llevado algún artículo de un gran almacén sin abonarlo, aunque sea por hacer la gracia? ¿Y las típicas toallas o jabones de un hotel?

¿Cuántos de los lectores hacen lo posible por pagar menos a Hacienda, aunque sea a costa de defraudar en algo difícil de detectar? ¿Cuántos pedimos factura en las compras que hacemos para asegurarnos que se paga el IVA? ¿Cuántos contestamos que no cuando nos ofrecen algo más barato por el hecho de no declarar dicho impuesto? El típico "si lo pongo sin IVA, te sale tanto más barato". 

¿Cuántos han llamado a alguien que conocen en algún sitio para que les facilite un trámite, aun a costa de colarse por delante de los que llevan mucho esperando? ¿Cuántos se negarían a aceptar dicho trato de favor (caso de serles ofrecido) por respeto a los que están delante de él?

¿Cuántas veces nos hemos lamentado de no tener enchufe en tal o cual lugar para que las cosas nos fueran más fáciles?

¿Cuántas veces hemos pensado que las cosas son así y que si no se aprovecha uno, pues lo hará otro? Si no me aprovecho yo, se aprovechará el de allí, con lo que pa eso, lo hago yo. 

Y si las cosas son así, ¿de verdad no es este un país corrupto? ¿Podemos pensar así de un país donde tan típica es la picaresca? ¿Cuántas veces le hemos reído las gracias a quien ha conseguido algo por lo "alegal", a la vez que le damos palmaditas en la espalda? ¡Qué tío! ¡Qué listo es! ¡Ojalá yo pudiera hacer lo mismo!

¿Cuántos habéis escuchado alguna vez eso de la "cultura del pelotazo"? ¿De verdad un país así puede no ser corrupto?

Y el economista que decía antes llegaba a la conclusión de que una gran parte de la población es corrupta en su ámbito de actuación. Y que si fueran ministros o altos cargos, pues lo seguirían siendo, pero en esas alturas. Asegura que, de hecho, es justo lo que ocurre. 

¿A quien creemos, al primer economista o al segundo? ¿Al que asegura que España no es un país corrupto, por mucho que haya dirigentes que si lo sean, o al segundo que dice que la corrupción en altas esferas es el reflejo de la forma de ser de muchos de nosotros?

A pesar de que no se puede generalizar y de que en España hay muchísima gente buena, honrada y trabajadora (igual que hay muchos políticos de esa misma condición y que no son corruptos), yo estoy mucho más de acuerdo con la segunda tesis. Yo creo que la corrupción que vemos es el reflejo de la sociedad en la que vivimos. Puede que sea porque nos vemos obligados a ello (como es el caso de mis dos clientes de los que hablaba al principio) o porque esa es la cultura que hemos mamado. Que llevamos mamando desde hace siglos, cuando la picaresca se convirtió casi en género literario. 

lunes, 21 de enero de 2013

Yo también me uno

Yo no soy socio de la ASRED. Y no lo soy por decisión personal, no porque tenga nada en contra de la asociación en general, ni con ninguno de los asociados en particular. Al revés, alabo y admiro la labor que hacen, así como a todos los miembros de la misma que conozco, empezando por su presidenta y continuando por todos los demás.

De hecho, suelo estar muy de acuerdo con los comunicados que promulgan. Eso normalmente, pero en el último con toda intensidad. Con toda la posible. Por tanto, a pesar de no ser socio, no puedo hacer otra cosa que unirme a él. 


"Desde la Asociación Sevillistas en la Red Pepe Brand y haciéndonos eco de la preocupación entre nuestros afiliados que, a su vez, son notarios de la misma extendida entre gran parte de la afición del Sevilla FC, hacemos el siguiente llamamiento:

Solicitamos tanto al Consejo de Administración de la entidad como a Biris Norte para que EN BIEN DE NUESTRA QUERIDA INSTITUCIÓN hagan lo posible por solucionar el denominado "conflicto de gol norte" en el menor tiempo posible habida cuenta de los importantes retos deportivos a los que nos enfrentamos y para incrementar la animación ya existente en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán para que éste siga siendo el clamor que siempre fue en apoyo a nuestros colores.

¡¡Viva el Sevilla!!"



Pues eso, que viva el Sevilla. 

viernes, 18 de enero de 2013

El tramposo

En verano de 1991, yo tenía dieciséis años. Mi padre había comprado el año anterior un casa en la playa, y esas eran las primeras vacaciones estivales que pasaríamos allí, convirtiéndose después en todo un clásico, año tras año. De hecho, mi familia aún posee esa casa, y para mi es, quizás, uno de nuestros mayores tesoros. Cualquiera se pone ahora a comprar una segunda residencia en la costa. Pero no era esto de lo que quería hablar. 

Como digo, aquel verano de 1991 fue el primero que pasé en aquel lugar, y aunque en años posteriores fui miembro de una gran pandilla de amigos, en aquellos días aún tenía únicamente a uno: Jose Carlos se llamaba (y se llama). No me había dado tiempo a más. Éramos el germen de esa pandilla que se formaría poco tiempo después. 

Una de las cosas que hacíamos en aquellos días era quedar al mediodía para ver en televisión las etapas del Tour de Francia. Normalmente en casa de él, porque su TV era infinitamente mejor que mía. Las cosas del dinero, que aunque mi familia siempre vivió desahogada económicamente (la de mis padres, no la que he formado yo), la de mi amigo Jose Carlos supera con creces todo lo que yo he conocido de primera mano en mi vida. Extrañamente, este chico era (y es) de lo más sencillo, pero ese es otro tema. 

Aquel año, el Tour se presentaba incierto. La gran esperanza española era, una vez más y a pesar de sus últimos fracasos, Pedro Delgado. Sin embargo, había un joven en ciernes al que había quien daba alguna opción. Se llamaba Miguel Induráin, y en aquellos tiempos no pasaba de ser un buen ciclista, pero no un súper clase. De hecho, aquel fue el Tour de su confirmación. El primero que ganó. Recuerdo como si fuera ayer ver en la televisión de Jose Carlos la etapa en la que se escapó junto a Claudio Chiapucci en aquella bajada del Tourmalet, haciéndose al final de la misma con el maillot amarillo, el cual no dejó en lo que quedó de ronda. Y casi se puede decir que durante los cuatro años que siguieron. 

También recuerdo como, aquel día, el hermano mayor de mi amigo aseguraba que no veía a Induráin ganando el Tour de Francia, que no creía en él. Aún hoy día nos reímos a su costa cuando nos encontramos, a causa de tan desafortunado comentario. Es evidente que no se gana la vida como analista de ciclismo. Y es que, como todos sabemos, Miguel Induráin se convirtió en uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos, entrando en el olimpo de los más grandes junto a Jaques Anquetil, EddieMerckx y Bernard Hinault, los otros tres que habían ganado cinco Tours en sus carreras deportivas. Se decía entonces que no sería fácil que pronto surgiera otro como él. Como ellos. De hecho, el navarro fue el primero en ganar esos cinco Tours, pero de forma consecutiva, y no fue hasta 1996 cuando alguien logró batirle. Fue un danés llamado Bjarne Riis, que hasta entonces era un ciclista de medio pelo, pero que en aquel Tour, a pesar de ser ya veterano, se destapó y logró alzarse con la victoria. 

Eso sí, hoy día se sabe que lo hizo dopado hasta las cejas. 

A pesar de todo, de la grandeza de las hazañas de Miguel Induráin, no tardó mucho en aparecer quien le superase. El americano Lance Armstrong ganó la friolera de siete Tours consecutivos, los que se disputaron entre 1999 y 2005. Y lo hizo sorprendiendo a todos porque, entre 1996 y 1998 estuvo apartado del ciclismo por culpa de un cáncer. De todos modos, lo verdaderamente sorprendente no fue tanto eso (que también) sino, sobre todo, que antes de la enfermedad no pasaba de un ciclista mediocre, y después de ella se convirtió, con diferencia, en el mejor de todos los tiempos. Algo tan extraordinario que sonaba raro. Que incluso chirriaba. 

Y tanto. 

Esta semana ha reconocido que su historia es una gran mentira y que todas sus victorias fueron gracias al dopaje. Ya se sospechaba. Había mucha gente que lo daba por seguro, pero él nunca lo confirmó del todo hasta ahora. Y no es algo que sorprenda demasiado, por desgracia, ya que son muchísimos los ciclistas de la época post - Induráin que se han visto envueltos por escándalos por el estilo. Muertes incluidas en algunos casos, como el de Marco Pantani, a quien Induráin batió en varias ocasiones en los últimos años de su carrera. 

La caída del mito de Armstrong es el colmo de los colmos. Por si no hubiera ya bastantes dudas sobre este deporte, esto ya lo supera todo. Y lo que da más pena es que se lo están cargando ellos mismos, los ciclistas, los que más deberían amarlo. ¿Cuantas ilusiones ha roto este tramposo? Ilusiones de aficionados incondicionales, de ciclistas que dejaron de ganar carreras por su culpa, de enfermos de cáncer que lo veían como un referente, como un ejemplo de superación. ¡Qué pena da todo esto!

Armstrong superó al cuarteto mágico formado por Anquetil, Merckx, Hinault e Induráin, los cuatro más granes ciclistas de todos los tiempos, los cuales ahora vuelven a la cima de la Historia de este deporte tras la caída del mito americano. Pero uno no puede dejar de preguntarse hasta qué punto sus victorias fueron limpias, sobre todo las de Induráin, el más cercano en el tiempo a esta ola de trampa que invade el ciclismo en los últimos tiempos. De hecho, convivió con muchos de los casos de dopaje más famosos, incluido el propio Armstrong, aunque antes de que se le diagnosticara el cáncer. 

Para mí, Induráin es junto a Nadal y..., y..., nadie más, creo, el mejor deportista español de todos los tiempos (no sé si se me olvida alguien). Si algún día se supiera que él también hizo trampas, a mi me dolería muchísimo. Me sentiría muy engañado porque le he admirado una barbaridad. Desde siempre. Desde aquellas adolescentes tardes de verano en la casa de la playa de mi amigo Jose Carlos. 


miércoles, 16 de enero de 2013

El desconcierto del aficionado de a pie

Y cuando digo "aficionado de a pie" me refiero a cualquiera. A ese señor jubilado que ha visto de todo y que, a pesar de eso, no entiende nada de nada de lo que está ocurriendo últimamente en el Sevilla. O a ese otro de mediana edad que ha sido socio durante años y que esta temporada no ha podido renovar su abono por motivos económicos. O por culpa de los infames horarios a los que ponen los partidos. Me puedo referir a ese que se ha quedado en paro y que, un día cualquiera, se pasea por los alrededores del estadio porque, por desgracia, no tiene nada mejor que hacer. También a ese que tiene su localidad en Gol Norte y que sufre las consecuencias de un conflicto en el que no tiene nada que ver.

Me refiero a cualquier aficionado que siempre confió en la directiva porque es la que le ha llevado a vivir lo que nunca soñó que viviría, pero que ahora se pregunta dónde se metieron esas personas, que hoy día parecen otras completamente diferentes. A ese que apoyó al equipo en las buenas y en las malas, que no se bajó del barco ni aunque estuviera en Segunda y que ahora alucina con el ambiente que hay en las gradas los días de partido. Ese que no comprende por qué no se espera al final de los choques para criticar a la directiva. Ese al que llaman "chupapollas" por animar al equipo en el transcurso de los encuentros y que intenta acallar los cánticos contra la directiva durante ese periodo de tiempo porque cree que lo que se necesita es apoyar a los jugadores mientras duren los noventa minutos de juego. Ese al que le dicen que, por hacer eso, es cómplice del hundimiento del club, cuando lo único que pretende es ayudar a los jugadores a ganar los partidos.

Pero es que ese es el mismo que no entiende cómo es posible que la directiva siga sin poner solución al asunto de los Biris. Si esos Biris son los que llevan en volandas al equipo con sus ánimos, ¿tan difícil es llegar a un acuerdo con ellos? A ese aficionado me refiero. A ese que no entiende ni a unos ni a otros y que se mueve en medio del desconcierto, porque ve a su Sevilla morir poco a poco sin que a ninguno parezca importarles un pimiento. Los hay que parece (PARECE) que se regocijan de que el equipo pierda porque de esa manera creen que se hace daño a la directiva. Y esta se mantiene enrocada en sus posiciones, sin admitir los errores y, por tanto, sin ponerles remedio.

Porque lo de la directiva últimamente es de traca. O al menos, lo que la directiva traslada al aficionado en declaraciones públicas, entrevistas y comparecencias ante la prensa. ¿Como no va a estar desconcertado ese aficionado de a pie al que me refiero? ¿Qué otra reacción cabe tras escuchar a un destacado miembro de la dirección deportiva asegurando que la posición del Sevilla en la tabla es fruto de la mala suerte y de que los árbitros nos tienen manía? ¿Eso es el Sevilla grande que llevan años vendiéndonos?  Porque el aficionado de a pie no duda de que hemos tenido mala suerte en algunos encuentros. Y que hemos sufrido arbitrajes nefastos. Pero ese aficionado de a pie es un aficionado medio del Sevilla Fútbol Club, es decir, no es gilipollas. A ese aficionado de a pie llevan más de dos años pidiéndole paciencia, pero es que la paciencia se agota. Y mucho más cuando siente que le están tomando el pelo con declaraciones como esa. La caída libre del equipo desde hace tres años no es sólo por mala suerte, por mucha que hayamos tenido. 

Aunque, del mismo modo, también se desconcierta cuando escucha desde otros ámbitos un argumento que dice que lo que estamos viendo últimamente demuestra que los éxitos de Del Nido, Monchi y compañía también fueron un golpe de suerte, esta vez buena, pero que su verdadero valor lo están demostrando con los últimos fracasos. Y, claro, el aficionado de a pié del Sevilla Fútbol Club, que recordemos que, como tal, no es gilipollas, tampoco pasa por eso. Si lo de ahora no es por mala suerte, lo de antes tampoco fue por buena. No se puede ser tan incongruente. Se trata de hacer las cosas bien o mal. Antes se hicieron bien, y ahora se han hecho mal. Y si encima la suerte acompañó antes y ahora no..., pues ahí tenemos el abismo que separa a ambas épocas.

Pero es que, para aumentar el desconcierto, ese aficionado piensa que la plantilla no es tan mala. A ver, quizás no llega para meterse en Champions, pero, hombre, para despeñarse directo a los puestos de descenso tampoco. ¿Qué es lo que pasa? Porque mientras el equipo es incapaz de jugar a nada de nada, Monchi dice que es mejor que el 90% de los que militan en Primera División. Y el aficionado de a pie, lo primero que piensa es que están intentando tomarle el pelo otra vez. Claro que luego piensa en los partidos contra el Real Madrid, el Barcelona, el Betis..., un equipo capaz de hacer eso no puede ser malo. ¿Qué pasa?

Desconcierto absoluto.

Pero es que si el equipo no es tan malo, como asegura Monchi, a la vista de los resultados, ¿por qué ha durado tanto Michel como entrenador? Eso no se lo explica nadie. Como tampoco el hecho de que si no se confiaba en él, no se aprovechase el parón invernal para llevar a cabo el cambio de un modo tranquilo. No que se ha hecho ahora, tan deprisa y corriendo que el nuevo entrenador amaneció ayer en Valencia, pasó por Sevilla y durmió en Zaragoza. Y sólo dos jornadas ligueras después del mencionado parón. ¿Es eso normal? ¿No parece que la directiva anda desbordada por los acontecimientos? ¿Hay quien puede pensar en buena planificación actuando de ese modo? 

Para colmo, los hay que aseguran que el problema no es de entrenador y que la plantilla es una patata, que no vale para nada.Y si eso es así, ¿por qué esos mismos se metían con Michel? A ver, si el equipo es malo y el entrenador lo mantiene en mitad de tabla, es que el entrenador está sacando partido a una mala plantilla. ¿Es criticar por criticar o es que el mundo se ha vuelto loco?

Loco se va a volver el aficionado de a pie como las cosas no se normalicen un poco. Y como sigan poniendo ese horarios demenciales para los partidos. Que si viernes o lunes por la noche, que si domingos por la mañana, que si días laborables a media tarde..., ¿qué es esto? Y el club sin decir ni mú, claro, como las televisiones aportan la mayor parte del presupuesto. Y ni eso es suficiente, con lo que ahí anda el aficionado de a pie asistiendo con estupefacción al espectáculo de la rumorología, de modo que ve colocados ,día si y día también, a los mejores jugadores de la plantilla en diferentes clubes europeos. Y eso que ese aficionado no es mucho de creerse rumores, pero es que hasta el propio presidente reconoció que había que vender para cuadrar las cuentas. Incluso, dio una cantidad: 16 millones. Que al hilo de esto, este aficionado se pregunta qué tipo de negociador reconoce en público que necesita dinero, y hasta la cifra exacta. Si no fuera porque fue Del Nido, hombre con merecida fama de ser muy duro en las negociaciones, cualquiera pensaría que es un inútil que no sabe de qué va esto.

¿Cómo no va a estar desconcertado ese aficionado de a pie?  ¿Cómo no va a pensar que esa no es la directiva de los títulos, que se la han cambiado?

Siguiendo con los argumentos que llevan a la confusión, hay quien habla de lo de que la pelotita entre o no, de que ahí está la clave, de que si entra, todo está bien; y si no, pues todo lo contrario. Y eso es cierto en gran medida. De hecho, ahí está el Atlético de Madrid, que hasta hace un año eran una verbena y ahora ganan y ganan. Con el mismo presidente, al que la afición quería fuera y ahora no tanto. ¿Qué ha cambiado, aparte de que, con el nuevo entrenador, su pelotita ha comenzado a entrar? Porque incluso el equipo era el mismo el año pasado al principio y al final, pero sus prestaciones fueron muy diferentes. ¿Se puede extrapolar eso al Sevilla? ¿Es cuestión de entrenador, como comentaba antes? ¿Es posible ver un cambio similar ahora con Emery? O al menos un cambio considerable, no hace falta pedir tanto. 

Ante tanto desconcierto, el sufrido aficionado de a pie puede llegar a ver cómo se tambalean sus convicciones al respecto. Es difícil mantener las ideas claras ante tanto argumento incoherente. Más que nada porque ese tipo de aficionado nunca llega a saber toda la verdad. Comprende perfectamente las reivindicaciones de los Biris, incluso las apoya, pero luego no entiende la actitud que tienen a lo largo de los partidos. Por otro lado, admite la obligación del club de evitar los actos violentos en el estadio, pero no le cabe en la cabeza que sean incapaces de llegar a un acuerdo con una agrupación tan importante como los Biris, incluso a costa de perjudicar a aficionados que no tiene nada que ver con el conflicto. 

Referente al equipo, siempre creyó que había plantilla para al menos luchar por Europa, pero ahora no está tan seguro y se llega a plantear la posibilidad de que tengan razón esos que aseguran que el equipo es bastante malo. 

Y, en definitiva, ese aficionado siempre creyó en la directiva, siempre pensó que merecían su confianza por tanto bueno como han hecho. Pero, ante tantos problemas, ante tantos argumentos contradictorios, ante tanto cacareo por todas partes y en vista de lo mal que van las cosas, ya hasta de ellos desconfía. E, incluso, llega a un punto de darle igual de todo con tal de volver a ver al Sevilla ganar. De todo, de los jugadores que haya, de los técnicos que vengan, del ambiente en el estadio, de que haya medidas (o no) contra los Biris, de que estos se aguanten o de que la directiva se baje los pantalones en este asunto. Incluso, de que los que hoy mandan dejen de hacerlo. De que llegue una alternativa. Llega un punto en el que uno piensa que todo es relativo y que lo más importante es que el Sevilla gane. 

Porque, al fin y al cabo, todo esto que estamos viviendo, todos los personajes que hoy toman protagonismo, incluso todos los aficionados que ayer vibramos y hoy sufrimos, pasarán. Todos pasarán y el Sevilla FC quedará. Y serán otros futbolistas, otros técnicos, otros directivos y otros personajes los protagonistas. 

Igual todo cambia con que la pelotita entre. O empieza a cambiar, que hay muchos temas candentes y muchos problemas que requieren solución. Pero es cierto que todo sería más fácil si la pelotita entrase. No basta con eso, pero lo demás sería más fácil. Dios quiera que eso comience a producirse a partir de esta tarde. 

viernes, 11 de enero de 2013

Durán y las habas que cuecen

Se entiende como xenofobia al odio, rechazo o menosprecio hacia el considerado como extranjero, a esa persona que no nació en el mismo lugar que uno y que, por ese motivo, se le considera peor, inferior, molesto, etc. El racismo es una forma de xenofobia, por su parte, la cual basa ese odio, rechazo o menosprecio, no en el lugar de origen de por si, sino en la raza del individuo en cuestión. 

Dentro de un mismo país, aun siendo todos sus habitantes compatriotas, también se puede dar la xenofobia. En España, en concreto, se produce a menudo sobre los andaluces. Especialmente desde ciertos sectores catalanistas. Este argumento se refuerza por el hecho de que dichos sectores suelen ser independentistas, es decir, que en el fondo nos consideran extranjeros. En efecto, es bastante común desde el nacionalismo catalán el proclamar soflamas sobre topicazos de andaluces: vagos, aprovechados, tramposos, etc. Eso es xenofobia, no deja de serlo. Quizás, no de un grado extremo, pero xenofobia a fin de cuentas, ya que se trata de rechazar y menospreciar a gentes por el mero hecho de ser oriundos de cierto lugar, considerándoles peores, inferiores, molestos...

Hace no mucho, Durán i Lleida, ese político catalán (ese), se quejaba de que:


"Mientras los payeses catalanes no pueden recoger la fruta por los bajos precios, en otros sitios de España, con lo que damos nosotros de aportación conjunta al Estado, reciben un PER para pasar una mañana o toda la jornada en el bar del pueblo”.

La palabra PER señala directamente a Andalucía. Esto, aparte de xenófobo, es profundamente mediocre. Utilizar tópicos para generalizar, despreciando a un pueblo sin venir a cuento,y así ocultar la incapacidad para solucionar los problemas propios es de mediocres. Si no eres capaz de solucionar los problemas de los payeses catalanes, dimite y deja paso a quien sí pueda. Pero no eches la culpa a quien no la tiene, y menos generalizando de forma despiadada y menospreciando a personas que no son menos que tú por mucho que tú te sientas superior a ellos. 

Lo triste de todo esto es que el hombre tenía razón. Y si repugnancia me produjeron sus palabras, mucha peor fue ver a los politicuchos andaluces rasgándose las vestiduras. Menos golpes en el pecho y más trabajar para eliminar el despilfarro y la corrupción, que por muy imbécil que sea, el señor Durán tenía buena parte de razón. 

El problema de las palabras del (en mi opinión) xenófobo Durán no fue que se tratara o no de una verdad (completa o a medias), sino el hecho de generalizar. El error es no comprender que los pueblos no son nada de por si. Un pueblo no es bueno o malo, ahorrador o despilfarrador, valiente o medroso.... Ese tipo de calificativos son para las personas, individualmente. En un pueblo habrá personas de todo tipo. Puede que, en un momento dado, a alguien le de por hacer un estudio estadístico y resulte que haya más de un tipo o de otro. En un momento dado, insisto, que eso también evoluciona. Pero en todas partes cuecen habas. Incluso, en Cataluña. Incluso, en el propio partido del señor Durán. 

Y digo todo esto porque el señor Durán se quejaba de que los andaluces utilizamos las subvenciones para pasar gastárnoslas en los bares. Y es cierto que hay gente que lo hace. Pero no se puede generalizar. Ese tipo de gente las hay en todas partes, no es algo exclusivo de los andaluces, por muchos votos que esas estupideces den en Cataluña. De hecho, esta semana ha finalizado un juicio en el que se demuestra que Unió Democratica de Catalunya (la "U" de "CiU", el partido de Durán i Lleida) utilizó fondos europeos destinados a la formación de desempleados para financiarse ellos mismos. 

O sea, utilizan subvenciones para lo que a ellos les parece bien. 

Decía mi abuelo que escupir hacia arriba es peligroso porque corres el riesgo de que el gargajo te caiga en la cara. 

Asegura Durán i Lleida que no va a dimitir porque en el juicio se ha demostrado que él no es culpable de nada. Que los culpables han sido condenados y que el dinero ha sido devuelto. Y tiene razón el hombre, lo que pasa es que, con ese planteamiento del asunto, está siendo incoherente. Si generalizamos, generalizamos para todos, no sólo para quienes a él le interese. Si los andaluces reciben subvenciones para gastarlas en los bares, entonces el partido Unió Democrática de Catalunya al completo es corrupto. Y si eso es así, él, que pertenece a dicho partido, es corrupto. Y mucho más cuando es su líder. 

Este es el mismo tipo que dice por un lado que no es independentista, sino que defiende un estado federal, pero, por otro, para mantener la poltrona, le ríe las gracias a Mas (líder de Convergencia Democrática de Catalunya, la "C" de CiU) y a los de ERC en su deriva soberanista. El mismo que afea al resto de españoles con este tipo de actitudes, pero es el presidente de la Comisión de Exteriores del Congreso y ahora mismo está en Chile representando a esa España que tanto afea. El mismo que es cómplice del ahogamiento a base de recortes de los ciudadanos catalanes (defendiéndose de tal hecho acusando a los andaluces de despilfarrar el dinero que los catalanes aportan al Estado), pero que las veces que ha de hacer noche en Madrid, las pasa en estas condiciones:




En una suite del Hotel Palace:





A costa de ti, de mi y de todos los contribuyentes españoles, los catalanes y el resto a los que tanto afea. Incluidos los andaluces que cobran el PER, los que no lo cobran y los que no van al bar porque no tienen dinero para ello. Entre otras cosas porque han de pagar la habitación del Hotel Palace en la que vive Duran i Lleida en los periodos que ha de pasar en Madrid. 

Este señor no es corrupto. Al menos, no según la legalidad vigente. O mejor dicho, no se ha demostrado que lo sea, por mucho que su partido se haya financiado con fondos europeos destinados a la formación de parados  Parados que no recibirán esa formación por mucho que hayan devuelto el dinero. No todo, sino el que se ha podido demostrar que han defraudado. Pero él no lo es, no se puede generalizar. Yo no lo hago, por mucho que él sí. 

Corrupto no es un partido, sino una persona. Igual que vago, aprovechado, farsante o drogadicto es lo mismo, una persona, no un pueblo, una región, una comarca o un grupo de gente por el mero hecho de ser de un lugar determinado. 

Porque en todas partes cuecen habas. Incluso en Cataluña. Incluso en Unió (la "U" de CiU). Supongo que el señor Durán, que es inteligente, habrá aprendido la lección y dejará de decir gilipolleces en el futuro. 

O no, ¿quién sabe?


miércoles, 9 de enero de 2013

La unión hace la fuerza, luego divide y vencerás

En 1453, después de un brutal asedio de más de dos meses de duración, la histórica Constantinopla, actual Estambul, cayó en manos de los turcos, que acabaron así con el último vestigio que quedaba de Bizancio, del Imperio Romano de Oriente. Dicho imperio surgió en el siglo IV, tras la división en dos del Imperio Romano, por lo que tuvo una duración de más de un milenio. 

El suceso fue un drama absoluto para la Cristiandad, ya que Constantinopla (junto a Roma, Jerusalén y Antioquía) fue uno de los cuatro grandes focos de esta religión, desde donde se expandió en su época. Con la caída de esta ciudad, sólo Roma quedaba al amparo de los cristianos. Las otras tres estaban en poder de los musulmanes. 

Y eso que a nadie sorprendió dicha caída. De hecho, muchos historiadores consideran que lo sorprendente es que no cayera mucho antes. Y no sólo porque el desmoronamiento del Imperio Bizantino fue inexorable durante los siglos anteriores, sino también por la dramática división que había en el seno de la Cristiandad. Por las continuas disputas entre las naciones europeas. De hecho, precisamente en 1453 finalizó la llamada Guerra de los Cien Años (que en verdad fueron 120) que enfrentó a Inglaterra y Francia, pero que afectó prácticamente a toda Europa. Si a eso le unimos que durante el siglo XIV se produjo en el continente la conocida como Peste Negra (pandemia que acabó con la vida de un tercio de la población de toda Europa), podemos imaginar la extrema debilidad de los países que deberían haber apoyado a Bizancio en esa lucha religiosa contra los turcos musulmanes. 

La división como causa principal de la derrota. 

Curiosamente, sólo un par de años antes de la caída de Constantinopla había nacido, en el otro extremo de Europa, la persona que iba a abanderar la hazaña que sirvió como contrapeso a esa derrota de religión. Isabel de Castilla nació en 1451 en la villa abulense de Madrigal de las Altas Torres. Era hija del Rey Juan II y de la segunda esposa de este, Isabel de Portugal. Aunque no nació para ser reina, ya que era la tercera en la línea de sucesión al trono, detrás de su hermanastro Enrique (que sería Enrique IV) y de su hermano Alfonso (que falleció años después siendo aún adolescente). Lo que ocurrió fue que Enrique (apodado El Impotente) tuvo una hija, llamada Juana, que muchos consideraron bastarda. De hecho, se decía que no era hija suya, sino de Beltrán de la Cueva, valido del Rey. Es por ello que a la niña la llamaban Juana la Beltraneja. Y aunque Juana debería haber sido reina, el hecho de que se la considerase bastarda propició que Isabel (una vez muerto su hermano Alfonso) optara al trono. Después de disputas y batallas, logró su objetivo, para convertirse, probablemente, en el mejor gobernante que ha tenido nuestro país en toda su Historia. 

Hablaba antes de división. Pues bien, la España de 1453 no existía como país. En la Península Ibérica convivían cinco estados: Portugal, Castilla, Aragón, Navarra y Granada. Y hablaba antes también de que Isabel fue la abanderada de la hazaña que sirvió como contrapeso a la derrota religiosa que supuso la caída de Constantinopla. Y así fue, ya que bajo su reinado se conquistó el Reino de Granada, recuperando para la Cristiandad el último bastión islámico en Europa Occidental. Se dice que así terminó la Reconquista, aunque, en mi opinión, esta había terminado (incompleta) casi doscientos años antes. Doscientos años en los que los cristianos no lograron seguir avanzando en su empeño por echar de la península a los moros, y casi se puede decir que desistieron en su empeño. De hecho, se consideraba al Reino de Granada como inexpugnable, quizás no tanto por la diferencia de poderío entre cristianos y musulmanes, sino por la terrible división de los primeros en la península. Cuatro reinos en tan poco espacio son muchos reinos. Y si encima la división interna en cada uno de ellos era tremenda también y, para colmo, estaban siempre enfrentados entre sí, pues mucho más. 

Y ahí radica el éxito de Isabel. Porque Isabel fue capaz de eliminar las revueltas internas en Castilla, logró contravenir las costumbres de su tiempo y se casó con quien quiso (Fernando de Aragón), no con quien la "diplomacia" del estado trató de imponerle (pretendieron casarla con el Rey de Portugal, que acabó por desposar a la Beltraneja y entró en guerra con Castilla con el objetivo de que esta fuera reina), consiguiendo de ese modo unir a los dos reinos bajo un único mando (tanto monta, monta tanto). Se anexionó Granada y las Islas Canarias y, como grandiosa guinda a su colosal reinado, financió la expedición marítima que acabaría por descubrir el Nuevo Mundo, lo que hoy es América. Si cuando ella nació, Castilla era un pequeño estado que se desangraba por culpa de las guerras internas, medio siglo después, a su muerte, dejó como legado la mayor potencia mundial del momento. 

La unión hace la fuerza. Isabel logró la unión primero en Castilla. Luego unió Castilla con Aragón. Más tarde incluyó en ese nuevo estado al Reino de Granada. Y Canarias. Y abrió las puertas de un nuevo continente que unir después a todo ello. Su heredero (que finalmente fue su nieto Carlos I de España y V de Alemania) lo recibió todo junto, cuando la costumbre en los reinos peninsulares durante siglos fue la de dividir las posesiones entre los hijos de cada Rey (a uno como monarca y al resto como grandes nobles), fomentando las rivalidades entre ellos, las divisiones, las intrigas..., los conflictos. Para colmo, casó a sus hijos con herederos de las más importantes monarquías europeas (Isabel con Manuel I de Portugal; Juan con Margarita de Austria, hija del Emperador Maximiliano; Juana - la Loca - con Felipe el Hermoso, también hijo de Maximiliano, y que fueron padres de Carlos V; María, con Manuel de Portugal, tras la muerte de su hermana  mayor Isabel; y Catalina con Enrique VIII de Inglaterra). Estas bodas fueron éxitos diplomáticos que fomentaron la idea de unión, creando alianzas con la mayor parte de las más importantes potencias europeas del momento. 

Unión, unión, unión. La unión hace la fuerza. 

A mí, esta idea de inspira. En todos los órdenes de la vida, da igual en lo que uno piense. Cuando todos vamos a una, es mucho más fácil la victoria, el éxito, que cuando cada cual hace la guerra por su cuenta. Y no digamos cuando los unos se enfrentan con los otros. Eso ocurre en política, ocurre en el mundo empresarial, ocurre incluso en el ámbito familiar. En cualquier circunstancia, la unión hace la fuerza, mientras que la división acerca la derrota. 

Y como este blog tiene como temática principal el fútbol, no puedo dejar de acordarme de nuestro Sevilla. Y eso a pesar de lo grotesco que puede parecer hablar primero del inicio de la época más gloriosa de nuestra nación, y luego de algo tan pueril como este deporte. Pero, aunque la utilizo para exponer mis argumentos, este post no va de Historia, sino sobre los conceptos de unión - división. Y es la división lo que impera en nuestro equipo últimamente. Me pregunto si alguna vez tendremos a una "Isabel" que nos una de nuevo. La tuvimos hace unos años y aquella unión nos llevó al éxito. Al más grande éxito que nuestras memorias recuerdan. De hecho, ahí sigue. Pero, por la razón que sea, ya no es lo mismo. 

Necesitamos volver a aquello que tuvimos. Necesitamos a alguien que nos indique el camino. Que nos una. Tenemos a una persona que lo hizo una vez. Que encuentre la manera de repetirlo o que deje paso a quien lo pueda hacer. Es tan sencillo como eso. 

jueves, 3 de enero de 2013

¿Optimismo?

La llegada de un nuevo año suele servir de excusa para comenzar a contemplar la vida de un modo diferente, para hacer buenos propósitos, para intentar tomarse las cosas con algo de optimismo, como si el hecho de que cambie un número en el calendario tuviese el poder para hacer lo propio con la situación general del mundo en que vivimos y particular de cada uno considerado individualmente. Hay quien se toma esto en serio y también quien lo considera una chorrada. Yo creo que depende de la persona. No del hecho de que cambie un número, sino de cómo se tome las cosas un individuo en concreto.

El optimismo depende en gran parte de una cosa que se llama "expectativas". No estoy hablando de fútbol, pero el símil futbolístico es el primero que se me viene a la mente. Si alguien dice que el Real Madrid, tal y como le van las cosas, aspira a clasificarse para competición europea, cualquiera diría que ese alguien es un imbécil por la obviedad de la afirmación. Sin embargo, si dice lo mismo del Sevilla, le llamaríamos extremadamente optimista (admito que alguno le seguiría llamando imbécil, pero eso es otra cuestión). Por otro lado, si dice que el equipo de la capital aspira al título de liga, ya sería más optimista que imbécil, y al revés si pronosticamos lo mismo para el equipo de nuestro corazón. Como digo, depende de las expectativas que genera cada uno.

En estos días, hay muchos que defienden que hay que tomarse las cosas con optimismo ahora que comienza un nuevo año. En verdad, no empieza nada. No deja de ser una sucesión de días y noches en función de la posición del planeta respecto al Sol, pero como esto es muy poco romántico, pues dejaremos el asunto estar y aceptaremos que es buen momento para cambiar algo en nuestros pensamientos. Todo sea por agarrarse a algo.

Aceptado esto pues, para tomarse las cosas con algo más de optimismo de cara al nuevo año tendremos que analizar cuales son nuestras expectativas en el mismo. Y en muchos casos (muchísimos) dichas expectativas no serán gran cosa, visto cómo se ha dado el 2012. Seguramente, si eso a lo que aspiramos en 2013 nos lo hubiéramos puesto como objetivo en 2007, por poner un ejemplo, por aquel entonces nos habrían llamado pesimistas. Pero, claro, es que las cosas eran diferentes. Sigo sin hablar de fútbol, pero el ejemplo cuadra a la perfección con la situación del Sevilla FC. Hasta ese punto hemos llegado.

Yo a 2013 no le pido nada. No me creo nada, no espero nada. Me basto con pagar todas mis facturas y vivir tranquilo, no aspiro a más. Me parece una temeridad aspirar a más. ¿Es eso ser optimista, tal y como están las cosas? Para muchos, seguramente si. A mi, francamente, me parece patético, pero eso no es culpa mía. Eso no es culpa de ningún ciudadano que se pueda sentir así, sino de que la situación no da para más. Y me hace mucha gracia leer y/o escuchar a esos politicuchos de mierda que tenemos lanzando mensajes de optimismo para el año que entra. Me asusta, me acojona, porque, una de dos: o no tienen ni puta idea (cuando son los que deciden lo que hay que hacer para que a todos nos vaya mejor), o nos están mintiendo y no sabemos qué va a ser de nosotros porque no nos podemos fiar de ellos.

Os pongo un ejemplo. Este año que ha terminado, 2012, lo hemos pasado angustiados por la deuda pública, por la prima de riesgo y por la actitud de los mercados. Gracias a ello hemos aprendido conceptos económicos totalmente desconocidos para los comunes mortales y nos hemos sentido como en el filo de la navaja, al borde del precipicio, a punto de caer en eso que llaman "rescate", pero que en verdad es todo lo contrario. Podríamos llamarle "sentencia", más bien. O "puntilla", no sé, se me ocurren muchas cosas. Pues bien, eso ha sido así cuando el Estado Español ha tenido que colocar 85.000 millones de euros de deuda en los mercados. Ya veis lo mal que lo hemos pasado para colocar 85.000 millones. ¿Sabéis cuanto hay que colocar en 2013?

Alrededor de 230.000 millones. 

Y esos politicuchos hablando de optimismo. ¿Qué optimismo?

Otro ejemplo. Resulta que en Diciembre ha bajado el paro y ya los hay lanzando alguna campanita al vuelo, cuando, quitando el efecto estacional (contratos temporales para la campaña de Navidad), la situación es igual de sombría que los últimos años. Da igual que baje el paro. Volverá a subir en la misma cantidad en cuanto acabe dicha campaña. ¿Nos lanzamos entonces al optimismo?

Más. En 2012 nos hemos escandalizado por el tema de los desahucios. Bueno, eso los ciudadanos, que los gobernantes no han movido un dedo hasta que han comenzado los suicidios. Pero pocos nos explican una cosa importante. El desahucio es un proceso que empieza cuando el deudor deja de pagar la letra y que dura una media de dos años desde entonces (entre trámites y tal). Si una persona se queda en paro y tiene un año de subsidio, no dejará de pagar hasta un año después de quedarse sin empleo (generalizando). Así pues (insisto, generalizando), pasan tres años desde que una persona se queda en paro hasta que la desahucian. Por tanto, los desahuciados de 2012 son los que se quedaron parados entre 2008 y 2009. Quedan los de 2010, 2011, 2012..., si la cosa no cambia. ¿Cuándo comenzó a destruirse empleo en España con mayor intensidad? En 2010 y en 2011. Queda, por tanto, lo peor. 

¿Optimismo? Si consideráis optimista el proponerse que no nos echen de nuestra casa, adelante. Ese optimismo puede ser sensato. Sinceramente, yo de ese nivel no paso. Pero, como decía antes, me parece patético tener que conformarse con eso. Hasta ahí llega la condena que nos han impuesto estos inútiles que nos vienen gobernando desde hace ya demasiado tiempo. O sinvergüenzas, que cada uno emplee el calificativo que le venga en gana. 

Es evidente que las expectativas han bajado. Que no somos los de antes. Que nuestra vida ha retrocedido y que nos conformamos con mucho menos. Que vemos caer a unos y a otros a nuestro alrededor y rogamos al cielo por que no nos ocurra a nosotros también. Que nos agarramos a lo importante de verdad, a la familia, a los amigos, a las personas más cercanas. Que valoramos mucho cosas que antes nos parecían cotidianas. Y que consideramos optimismo el aspirar a mantenerlo. Poco más. Nada más. Y nada menos. 

Siendo así, he aquí un optimista más. Es lo que espero del año que acaba de empezar. Si es cierto que eso de que cambie un dígito en el calendario tiene alguna importancia.

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