sábado, 31 de diciembre de 2011

Hasta el año que viene

Se acabó 2011 y empieza 2012. No son más que números, todo va a seguir igual de bien de mal o de regular. Nada va a cambiar por el hecho de que varíe un dígito. Pero, de alguna manera, se trata de una fecha especial en la que muchos hacen propósitos, se ponen objetivos, se remueven las conciencias en definitiva. Es como si intentásemos poner un contador a cero. Se aprieta un botón y ocurre. En la vida las cosas no son tan fáciles, pero ese ánimo especial existe, y muchas veces es algo así lo consigue que las cosas cambien.

Y yo espero que cambien. Para bien. Para muy bien.

Eso es lo que os deseo a todos para este año que empieza.

Nos vemos a la vuelta del cambio. 

Un abrazo a todos. 

viernes, 30 de diciembre de 2011

Un jugador problemático

Según todos los indicios, el fichaje de Jose Antonio Reyes por el Sevilla está al caer. Es una noticia que ilusiona al sevillismo en general, aunque los hay a los que también (o a la vez) les preocupa, les inquieta, no terminan de verlo claro.

De entrada, la operación es fantástica para el Sevilla. Yo no creo que sea el jugador que necesitamos, estoy convencido de que lo que mejor nos podría venir es un delantero puro y duro, pero doctores tiene la iglesia, y desde el club se viene diciendo desde el verano que lo que se busca es un jugador tipo Manu del Moral, no tipo Negredo. En ese sentido, el fichaje de Reyes es para quitarse el sombrero. Un jugador que puede desenvolverse en la posición de segundo punta y también por las bandas; un jugador con experiencia (con mucha experiencia) en equipos de exigencia máxima. Y cuando digo máxima, me refiero a que mayor exigencia no puede haber (Arsenal, Real Madrid). Por otro lado, ha sobrevivido (y triunfado) en un equipo tan complicado como el Atlético de Madrid, con una afición capaz de desearle la muerte cuando era uno de los suyos, con un entorno siempre convulso, muchos entrenadores, irregularidad, mezcla de éxitos sonados y fracasos escandalosos...

Además, se le ficha con 28 años, cuando en teoría un jugador está en el punto álgido de su carrera (experimentado, pero aún joven), y por una cantidad ridícula para la categoría y la experiencia nacional e internacional que tiene. De modo que se le vende por casi 30 millones, se utiliza el dinero para sanear las cuentas y crear la mejor plantilla de la historia reciente (y puede que no tan reciente) del club, y ahora se le recupera por una octava parte de aquel precio. Visto así, objetivamente, es para quitarse el sombrero, levantarse, aplaudir, hacer la ola y todo lo que a uno se le pueda ocurrir.

Sin embargo, y a pesar de todo, sigue habiendo sevillistas recelosos, y yo me incluyo entre ellos. Jose Antonio Reyes se ha ganado la fama de jugador controvertido, polémico, indisciplinado y hasta casi excéntrico. Dicen en Madrid que se gasta fortunas en coches de lujo, o que hubo un tiempo en que cogía un AVE después de entrenar para ir a dormir a Sevilla. Dicen de él que es, en potencia, un cáncer para cualquier vestuario. Y eso convierte el asunto en inquietante. A mi al menos me inquieta, me preocupa, es como una especie de nubarrón en medio de un horizonte soleado, y uno no sabe si dicho nubarrón viene o se está yendo. Incertidumbre, dudas... no lo acabo de ver del todo claro. Me da la sensación de que algo falla.  

De todos modos, es cierto que para esas dudas hay posibles respuestas. ¿Por qué el Atlético está dispuesto a vender a uno de sus mejores jugadores, por cuatro duros mal contados, a mitad de una temporada, cuando acaba de venir un nuevo entrenador que reconoce públicamente que habría contado con él y a un rival directo? 

¿No huele algo mal en todo esto? 

Pues sí, así sería si no tenemos en cuanta la ruina en la que está inmerso el club del Manzanares, hasta el punto que se dice que necesitan ese dinero para pagar el finiquito de Manzano y que todo esto de esperar a ver lo que decía Simeone no ha sido más que protocolo, o sea, paripé. 

Bien, aceptemos eso. Pero, aún así, ¿No es cierto que es un jugador problemático? Que lo ha sido en todos los equipos en los que ha jugado. Que no ha triunfado en ninguno después de marchase del Sevilla, salvo en una temporada en el Atlético, en la que, de la mano de Quique Sánchez Flores, fracasaron en la Liga, pero ganaron la UEFA y llegaron a la final de la Copa del Rey, amén de ganar la Supercopa de Europa. 

Pues ahí encuentro yo la explicación a sus problemas: Sevilla. 

Yo creo que es vox populi que el jugador no tenía intención de abandonar el Sevilla en su momento, y si lo hizo fue obligado por las circunstancias. El Sevilla necesitaba el dinero simple y llanamente para sobrevivir, y al jugador le ofrecían un contrato de ensueño que solucionaría su vida y la de su familia para siempre. Pero yo estoy convencido de que nunca ha sido feliz fuera de aquí, que siempre añoró su tierra, que sintió desarraigo, que no estaba bien. De otra manera no se explica tantísimo afán por coger aviones y trenes de alta velocidad para hacer viajes relámpago y pasar aquí aunque fueran unas horas. 

Poneos en su lugar. Un chaval apegado a su tierra, a su familia, a su entorno, que es obligado a marcharse lejos, que se lleva a su madre con él para hacer menos dura la marcha, que nunca se adapta del todo a ningún lugar, que es infeliz en definitiva, ¿cómo va a rendir? No ya como futbolista, da igual la profesión, ninguna persona va a dar nunca el cien por cien de sus posibilidades si en su cabeza lo más importante es encontrar un hueco para coger un avión y pasar un rato en Sevilla con su gente. En Sevilla. Ese puede ser su problema. Que no está en Sevilla. Quizás por eso ha sido un jugador tan irregular, tan complicado, tan problemático. 

Quizás por eso sólo en Sevilla fue capaz de triunfar de verdad. Al menos de un modo continuado. 

Y ahora vuelve aquí, al club del que salió y a la ciudad que tanto echó de menos. ¿Es posible que si desaparece la causa que le llevó a ser tan controvertido, deje de serlo y vuelva a jugar al fútbol como todos sabemos que es capaz?

Pues ahí está mi esperanza. En eso reside mi ilusión. Porque yo, aparte de preocupado e inquieto, también estoy ilusionado. Porque nadie duda de que Reyes es un extraordinario jugador cuya carrera no se ha acercado ni de lejos a lo que prometía por su enorme calidad. 

Ojalá eso sea así porque el grueso de dicha carrera no se ha desarrollado en Sevilla. 

Hasta ahora. 

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Los hijos pródigos

Desde que el Betis retornó a la Primera División, hay un buen número de sevillistas que se vienen quejando de la escandalosa diferencia de trato que se dispensa a los dos equipos de la ciudad. Y no les falta ni pizca de razón. A los verdiblancos se les acepta cualquier cosa, se les pasa todo por alto, la exigencia que se tiene con ellos es mínima. Da igual que sumen un punto de treinta, que caigan eliminados de la Copa por un Segunda, que deban hasta de callarse, que la planificación deportiva sea un desastre..., da igual todo, siempre hay alguna excusa que poner para enterrar los defectos y las malas actuaciones. Por contra, al Sevilla no se le perdona nada, y más parece que se esté esperando la mínima circunstancia para apalear al club, a sus dirigentes, técnicos, futbolistas o a todo lo que huela a blanco y rojo. 

Sin embargo, no creo que los sevillistas debamos escandalizarnos tanto por esto. Pienso sinceramente que es caer bajo, que es ponernos a su altura. Que se trataría de darles la razón cuando intentan ponernos en un plano de igualdad cuando hace años (si no lustros) que tal cosa carece de ningún sentido. A mí personalmente me recuerda a la parábola del hijo pródigo: esa que habla de un hermano mayor responsable, trabajador y fiel y leal a su familia; y de de un hijo menor díscolo, despreocupado, libertino y vividor. Un día el hijo menor pide su parte de la herencia y se larga para despilfarrarla por ahí, mientras que el mayor se queda en casa trabajando duro en pro del beneficio familiar. Y cuando el hijo menor vuelve arruinado, pidiendo el perdón y el acogimiento por parte del mismo padre que tiempo atrás abandonó, este, lejos de echarle en cara nada, lo recibe con todos los honores, lo eleva a los altares y le ofrece todo lo que pueda necesitar y más. El hijo mayor, molesto y desagraviado, se queja de que él siempre ha estado al pie del cañón y nunca se le ha reconocido nada, mientras que su hermano, que jamás se preocupó lo más mínimo por ellos, es agasajado de una forma que él nunca disfrutó. 

Yo conozco un caso real muy semejante. Un hermano mayor que fue muy buen estudiante, centrado, responsable y respetuoso con sus mayores; y un hermano mayor que sólo se preocupaba por salir de fiesta y gastar sin medida, dejando de lado sus estudios, sus obligaciones y montando un cristo en el hogar cada vez que alguien no se plegaba a sus caprichos. Sin embargo, los padres de ambos alababan sin medida cualquier éxito obtenido por ese hijo menor (por ínfimo que pudiera parecer), cosa que no hacían en absoluto con el mayor, al que se le exigía muchísimo más. Este hermano  mayor aguantó la situación durante años, hasta que cierto día explotó. No podía soportar más una situación en la que él estudiaba, trabajaba, ayudaba en casa, obedecía y nunca se pasaba de la raya, mientras que su hermano menor hacía lo que le daba la gana, para que al final todas las prebendas fueran para este a nada que hiciera cualquier cosa, cuando dicha cosa era realizada por el otro continuamente sin el más mínimo reconocimiento. Y la madre de ambos tomó partido por el menor, lo cual soliviantó aún más al otro, que adoptó por una vez la actitud propia de su hermano, con la esperanza de que así le hicieran un poco más de caso. 

Fue entonces cuando intervino el padre y se sentó a hablar con su hijo mayor. Le explicó que no podía tratar a los dos hermanos por igual porque sería injusto. Le dijo que él era mucho más que su hermano, que valía muchísimo más y que de él se esperaba lo mejor. Por contra, del menor apenas se esperaba nada porque era más torpe en todo, estaba menos dotado, y posiblemente era ese complejo de inferioridad lo que le llevaba a intentar destacar de otros modos, por ejemplo, comportándose de esa forma tan irresponsable. 

- No le puedo echar de casa porque es mi hijo - Argumentaba el padre - Como padre, mi obligación es intentar sacar lo máximo de cada uno. Y es fundamental hacer ver a tu hermano que también tiene su valía, aunque sea muy inferior a la tuya. 

El hijo mayor comprendió lo que su padre le explicó, hasta el punto que esa conversación le elevó su auto estima. Hoy por hoy, el hijo mayor sigue estando por encima de los demás, lleva una vida mucho más ordenada, está casado, tiene ya su propia familia y, dentro de lo que cabe, está mejor posicionado. Por su parte, el hijo menor sigue siendo díscolo e irresponsable, aunque con medida. Tiene a su madre siempre detrás, tapando los agujeros que crea, pagando las facturas que deja pendientes y tratándolo de un modo mucho más condescendiente que al mayor. Pero ha conseguido que su vida esté más o menos encarrilada, al menos para el desastre que prometía ser cuando era adolescente. 

El hijo mayor acepta la situación, se sabe superior, pero maneja esa superioridad con inteligencia. No alardea de ella, simplemente la utiliza para el bien común familiar. Ya no hay disputas. Cada uno conoce su rol y su sitio, y las cosas van bien.

Del mismo modo, volviendo al principio, yo veo al Betis como al hijo pródigo de Sevilla. Llevan décadas gestionando mal, actuando de modo inconveniente, derrochando y despilfarrando, mientras el Sevilla se ha dedicado a hacer las cosas bien y a comportarse de un modo responsable. Y los resultados son los que son. Ahora que los de La Palmera han vuelto a la élite, se intenta volver a igualar a los dos clubes, del mismo modo que hacían los padres con los dos hermanos, a pesar de que los méritos de cada uno son muy distintos. Pero igual que ese padre le explica al hijo mayor que lo que se espera de él es mucho más que lo que de su hermano, lo mismo que ese hombre reconocía a su vástago que él era mucho más que el otro, ahora podemos decir que el Sevilla es mucho más que el Betis, que del Sevilla se espera mucho más que del Betis, y que, por tanto, la exigencia para con el Sevilla es mucho mayor que para con el Betis. Otra cosa es la mala leche con la que algunos se emplean, pero eso daría para otro post completamente diferente.

A los sevillistas se nos llena la boca con la palabra grandeza, pero a veces nos olvidamos de que esa grandeza lleva pareja aquella exigencia. El Sevilla es grande, el Betis no. El Sevilla tiene mucha exigencia, el Betis... al Betis se le pasa por alto cualquier cosa porque ¿qué más se puede esperar de ellos?

Por cierto, en familia de la que hablaba antes, la madre y el hermano menor son béticos. El padre y el hermano mayor, sevillistas. Y es que hasta en eso cuadra el ejemplo. 

viernes, 23 de diciembre de 2011

Por seguir la tradición

En marzo de 2008, la empresa para la que trabajaba, y en la que tenía un puesto excelente, desapareció, y casi de un día para otro me vi en la cola del INEM. Afortunadamente, y después de bastante tiempo pegando botes sin ningún éxito, a día de hoy puedo decir que vuelvo a tener una estabilidad laboral que, por desgracia, ya quisieran muchos para sí. 

Unos meses después de aquella fecha, mi mujer, que también tenía un magnífico empleo, también lo perdió, ya que la compañía que la tenía contratada eliminó de un plumazo el rango de su organigrama en el que ella estaba encuadrada. Gracias a Dios, un año después, encontró un nuevo trabajo y en él sigue en estos días. 

En mayo de 2009 nació mi primer y único hijo. Fue prematuro, y tenía los pulmones tan poco desarrollados que tuvo que pasar quince días en la UCI. Después de ese periodo de tiempo nos permitieron llevarlo a casa, pero no acabaron ahí los problemas. De hecho, estuvimos todo un año de revisiones médicas, con el corazón en un puño, porque nos decían que querían descartar cualquier tipo de secuela posterior. Por fortuna, no hubo nada de eso, y actualmente es un niño sano y fuerte que crece día tras día y cuyo desarrollo es perfecto. 

Entretanto, después de presentarme a unas oposiciones, las cuales aprobé, pero sin obtener la plaza, yo trabajaba para la Administración Pública. Un empleo bien pagado y con un horario tan bueno que me permitía seguir estudiando por las tardes con la esperanza de quedarme ahí para siempre. Pero el Gobierno, forzado por la necesidad de reducir costes, dejó de contratar interinos y eliminó las convocatorias de plazas públicas, con lo que me vi abocado otra vez al paro, y esa opción de salida laboral desapareció para siempre. O mejor, de un modo indefinido. 

Las cosas no mejoraban. A pesar de mis estudios superiores, mis idiomas y mi experiencia, no había forma de encontrar un empleo. Apenas me lo podía creer, pero era así. Se me agotó la prestación y las cosas se pusieron tan mal que me vi  obligado a plantearme la idea de entregar las llaves de mi casa al banco porque no tenía recursos para pagar la hipoteca y comer todos los días al mismo tiempo. Pero tuve la suerte de tener a un buen amigo trabajando en esa entidad, medió por mi, y consiguió que renegociasen mi deuda, ampliando el plazo sin costes, con lo que la cuota resultante sí que era asequible para seguir pagándola. Eso sí, eliminando todo tipo de gasto superfluo, hasta el punto que hace años que no sé lo que es salir a tomar un mísero café o una simple cerveza. 

Pero lo peor no fue eso. Lo peor llegó cuando descubrí que me había salido una extraña mancha en la cabeza, la cual tenía una pinta horrorosa. Fui al médico de cabecera, y este, al no verlo claro, me dio cita con un especialista, recomendándome encarecidamente que no me diera el sol bajo ningún concepto, y que si tenía que salir a la calle, lo hiciera con un sombrero, una gorra, o lo que fuera que me tapase. Además, me dijo que ese tipo de manchas no solían ser peligrosas, que se operan con facilidad, a no ser que fueran en la cabeza, donde la intervención se volvía de lo más complicada. Pasé unos días horribles entre tanto esperaba a que llegara el momento de la cita con el otro médico. No me podía creer que se pudiera tener tan mala suerte. Y en efecto, no lo fue tanto. El especialista me aseguró que no era nada grave, que no requería intervención, y de paso me revisó el cuerpo entero por si hubiera algo más de lo que no me hubiese percatado. Todo estaba bien, y un tiempo después, esa mancha, igual que salió, desapareció sin explicar por qué. 

Esos días tan malos que pasé fueron para mí como una especie de punto de inflexión. Recuperé las fuerzas que había perdido tras tantas complicaciones y me animé a aplicar mis conocimientos y mi experiencia en un negocio propio. Y a ello me dedico ahora, pudiendo decir que me va bastante bien, y mejor que promete ir la cosa en el futuro porque la facturación no deja de crecer mes tras mes. No me da para mucho, de hecho no me da para casi nada, pero llego a final de mes y me siento bien conmigo mismo. Muy bien. 

Y de ese modo he llegado hasta el día de hoy. Ayer, fecha en la que se celebraba el sorteo de Navidad, no fui agraciado con ningún premio. Pero me considero una persona con suerte. Lo digo con la mano en el corazón, no necesito ese dinero para afirmar tal cosa. Por supuesto, de haberme tocado hubiese dado botes de alegría, me vendría genial ese espaldarazo económico, no me voy a poner digno y espléndido. Pero pensándolo con tranquilidad, no es eso lo que hace que me sienta o no afortunado. Al fin y al cabo, ¿cuánta gente ha perdido su trabajo y no ha sido capaz de enderezar su vida laboral? ¿Cuantas familias tienen a todos sus miembros en paro, mientras en la mía trabajamos los dos? ¿Cuántos niños nacen con problemas y no los pueden superar del todo, quedándoles secuelas? Un buen amigo mío tiene un hijo en ese estado. Y un amigo de la niñez de mi mujer, otro tanto de lo mismo, no es necesario irse demasiado lejos para encontrar casos así. ¿Cuántas viviendas han sido embargadas por los bancos, dejando a sus dueños en la calle sin un lugar donde vivir? ¿Cuánta gente sufre problemas de salud, muchos de ellos irreversibles, y se ven obligados a seguir adelante a pesar de ellos? ¿Cuántas personas han invertido sus pocos ahorros en un negocio, para perderlos definitivamente porque las cosas no les fueron bien?

A pesar de que mi nivel de vida se ha reducido drásticamente desde aquel infausto marzo de 2008, a día de hoy, ya digo, me considero una persona con suerte. Tengo una mujer maravillosa que no da un paso en la vida si no es a mi lado. Tengo un hijo precioso que crece y crece, que está descubriendo el mundo con una enorme y permanente sonrisa en los labios y que echa a correr para darme un abrazo cada vez que vuelvo a casa después del trabajo. Tengo una pequeña empresa que se va asentando y que me proporciona lo necesario para, conjuntamente con lo que gana mi esposa, vivir al día sin ningún lujo, pero sin ningún agobio tampoco. Creo que tengo todo lo necesario para aspirar a la felicidad, y no cambiaría nada de eso por ningún premio económico (aunque lo aceptaría con gusto si lo pudiera compaginar)

Estos últimos cuatro años (casi, aún faltan tres meses para que se cumplan) han sido a la vez los peores y los mejores de mi vida. Los peores, por motivos evidentes. Pero también los mejores porque he madurado más en ellos que en los treinta y tres anteriores. Me han dado una visión de las cosas que ni imaginaba antes de ellos. Me han regalado una fuerza impagable con la que ser capaz de sortear cualquier revés posterior que venga. Y me han permitido cambiar de mentalidad, de principios, para así poder restablecer el orden de mis prioridades, para aprender a tratar a las personas en su justa medida, para saber valorar las cosas, las buenas y las malas, para no dramatizar y lamentarme, sino actuar y seguir adelante. Para ver la vida de otra manera, en definitiva. Para obtener una estabilidad emocional que no tenía antes, pero ni por asomo. 

Y una de las cosas que observo con cierto desdén a día de hoy es la actitud de las personas en estas fechas navideñas. Actitud hipócrita que hace que se vean "obligadas" a hacer el bien en estos días, a desear felicidad, a forzarse para pasarlo bien (o fingirlo), a mirar por los más desfavorecidos mientras organizan comilonas indecentes, pensando ya de antemano en ponerse a régimen a partir de después de Reyes para bajar esos kilitos que se ponen en estas dos semanas. Toda una contradicción. 

No me gustan las navidades. Es más, las aborrezco. No entiendo por qué hay que felicitar nada, yo deseo la felicidad a las personas siempre, todo el año, no ahora. Yo me he visto al borde del precipicio últimamente en más de una ocasión, y no puedo quitarme de la mente a la gente que cayó y en su fondo se encuentran. Gente que no puede celebrar nada, gente que está lejos de ser feliz, gente que lo está pasando mal, que necesita ayuda, que no sabe qué hacer para reorientar su vida. Me pregunto qué pensarán la ver las ciudades tan iluminadas (¿cuánta ayuda se les podría dar con el dinero que cuesta dicha iluminación?), al ver a tantas personas gastando sin medida, comprando compulsivamente, comiendo hasta casi reventar y despilfarrando hasta lo que no se tiene. 

Yo creo que se puede disfrutar de momentos familiares sin tanto dispendio. Pienso que se puede celebrar el nacimiento de Cristo sin necesidad de tanto derroche. Jesús nació en un pesebre, en la extrema pobreza. ¿Cómo se puede celebrar eso gastando tanto? Porque es eso lo que se celebra, es una fiesta cristiana, por mucho que a ella se acojan hasta los que tanto reniegan de la religión. Yo me considero cristiano y la voy a festejar con sencillez, con humildad, al lado de los míos. 

Y, por supuesto, os deseo a todos prosperidad, salud y felicidad. Pero no sólo hoy, sino todos los días del año, durante toda vuestra vida. Sin embargo, por seguir la tradición, os lo digo en estas fechas.

Decía aquel que la vida puede ser maravillosa. Y mucho más si todos nos empeñamos en que lo sea la de las personas que tenemos a nuestro alrededor, día tras día, mes tras mes, sin importar que sea una fecha del año u otra. 

jueves, 22 de diciembre de 2011

Tratando de simplificar

A menudo, cuando uno se enfrenta a alguna cuestión de complicada solución o que genera dudas, es recomendable reducir las cosas a lo simple, a lo más simple, antes de adoptar una posición. 

Anda el sevillismo bastante revuelto y contrariado en estos días a consecuencia de la situación en la que ha quedado nuestro presidente tras la sentencia condenatoria que ha caído sobre él. Ante todo, es necesario destacar el hecho de que la mayoría de la afición está tratando el tema con muchísima delicadeza. Y también con respeto hacia el perjudicado, conscientes sin duda de lo mucho (muchísimo) que este hombre nos ha dado, de lo bien que lo ha hecho gestionando los intereses del equipo al que todos queremos. Pero, como es natural, opiniones las hay para todos los gustos, y aunque ya digo que por lo general se respeta la decisión que José María del Nido ha adoptado, los hay muchos que sugieren que debería haber dimitido del cargo. Y es aquí donde yo reclamo que reduzcamos las cosas a lo simple y no nos enredemos en una maraña de opiniones, consideraciones y demás diatribas. 

Decía Del Nido en su comparecencia ante los medios de antes de ayer que hacía más bien al Sevilla quedándose que dimitiendo. Esa frase ha sido tildada de prepotente, de engreída y hasta de "loperiana". Pero yo creo que está cargada de razones. Recordemos que estamos hablando de qué es lo que más conviene al Sevilla como institución, no a Del Nido como persona ni a nosotros como aficionados. Simplificando, pues.

¿Qué es lo que más le conviene al Sevilla?

Está claro que haga lo que haga Del Nido, el club se va a ver perjudicado. Eso ya no tiene remedio, con lo que deberíamos plantearnos qué es lo que menos perjudica al Sevilla. Todos estamos de acuerdo en que no es plato de buen gusto tener como presidente a un individuo que ha sido condenado, por mucho que esa condena aún no sea firme porque cabe recurso. Y no sólo uno, sino hasta tres más, con lo que es prudente esperar. Pero, ya digo, no es plato de buen gusto estar en la situación en la que nos encontramos. 

La imagen del Sevilla se va a ver perjudicada, aunque yo no creo que eso sea algo definitivo o que no tenga solución. Porque, a fin de cuentas ¿qué significa eso de que la imagen se deteriore? ¿Que se van a meter con nosotros? ¿Es eso algo nuevo? ¿No estamos acostumbrados ya? ¿O quizás es que no vamos a poder levantar la cabeza para decir que somos sevillistas? ¿Es José María del Nido el Sevilla? ¿No es el Sevilla muchísimo más que la persona que o dirija en un momento dado? Además ¿quién pone la mano en el fuego por el resto de dirigentes? La diferencia entre un corrupto condenado y los demás corruptos es que al primero le han pillado y a los demás no... aún. Eso suponiendo que Del Nido sea corrupto, que aún tienen que demostrarlo. Que terminar de demostrarlo. Y si dentro de un tiempo resulta que es inocente, la imagen del Sevilla volverá a restituirse y los bocazas a meter la cabeza bajo tierra. Eso sí, el hecho de que esa imagen se restituya no querrá decir que quien se mete con nosotros deje de hacerlo. 

Por otro lado, ¿qué significaría que Del Nido se marchase? Teniendo en cuenta que ni Pepe Castro ni José María Cruz parecen dispuestos a dar el paso al frente para asumir el cargo, ¿quién ocuparía el sillón entonces? 

Y es aquí donde yo me echo a temblar de pavor. 

Lo primero que hay que recordar es quién es Del Nido, de donde viene, a quien representa y lo que significa para el club que esté donde está desde hace más o menos una década. Del Nido no es uno de los máximos accionistas del club, sino que pertenece y  representa a un grupo de los mismos que, sumando (sindicando) sus acciones, suponen, si no me equivoco, un 32% del capital.  Después de la dimisión de Luis Cuervas en 1996 (y de la del propio Del Nido que era vicepresidente), lo que le ocurrió al club es conocido por todos. La ristra de "siniestros" personajes que pasaron por aquí, los lamentables presidentes, los que se lo llevaban calentito, los que prometían el oro y el moro para luego hacer lo que hicieron... la ruina más absoluta. El uso del Sevilla FC como institución para sus propios intereses. 

¿Cómo estaba el Sevilla cuando llegó Roberto Alés a la presidencia? ¿Cómo seguía estando cuando lo hizo José María del Nido? Había quien decía que sólo vendiendo el Sánchez Pizjuán y yéndonos a La Cartuja conseguiríamos sobrevivir. Todos lo sabemos, aquello fue lo que pasó. Hasta que Del Nido estableció un status quo, una situación de orden y de calma que nos ha llevado al lugar en el que nos encontramos ahora. Par mucho que nos quejemos, es una situación infinitamente mejor que la de hace diez o quince años. 

Pues bien, lo que me da pavor es que si Del Nido se quita de en medio, ese status quo puede saltar por los aires y comenzar los movimientos sospechosos. Aquellos que casi llevan al Sevilla a la ruina no desaparecieron. Permanecen ocultos, pero no desaparecieron. Siguen siendo grandes accionistas del Sevilla. ¿Y si les da por reaparecer y tratar de asumir el control? De hecho, uno de ellos, Rafael Carrión ya salió a la palestra para decir que él dimitiría si fuera Del Nido. Un hombre al que el número de acciones que posee le autorizan para hablar del Sevilla, pues no deja de ser un importante dueño, pero lo que hizo cuando era presidente recomienda que permanezca callado porque con su gestión casi nos aboca a la desaparición. Y no estoy exagerando. 

Y eso por no hablar de De Caldas y compañía, un horror, vamos.

Esto es lo que podría ocurrir si Del Nido se quitase de en medio. Turbulencias en la planta noble, movimientos de los grandes propietarios, probablemente ofertas de compra de acciones a los pequeños accionistas, que con la que está cayendo en forma de crisis, es muy probable que muchos sucumbieran en la trampa. ¿Quién sabe? Posiblemente alguno de esos que no desaparecieron, o un hombre de paja controlado por ellos, se hiciese cargo de la situación y... ¿quién sabe? A mi me da pánico pensar en eso. Ya lo comentaba el otro día, si estos tipos se dieron bocados por un Sevilla medio arruinado, ¿de qué no serían capaces ahora, estando el club como está?

Hay quien habla de una solución intermedia. Que el presidente se vaya, soluciones sus problemas, y cuando se le declare inocente, que vuelva. ¿Que vuelva? ¿Y qué se va a encontrar cuando vuelva? ¿Se le permitirá volver? ¿Seguirá el status quo actual vigente entonces, o estaremos en manos que quién sabe qué nuevos dirigentes? 

En definitiva, simplificando de nuevo, ¿merece la pena arriesgarse a todo esto para salvar la imagen del Sevilla? ¿Qué es peor, la posibilidad de que todo esto que digo se pueda producir, o aguantar carros y carretas durante un tiempo (nada nuevo para nosotros) a cambio de la estabilidad de la que hemos gozado en la última década?

Yo tengo claro que prefiero esto último. Y es la opinión de un sevillista de a pie, uno cualquiera como reza el nombre del blog, que habla de impresiones y que no tiene la información necesaria para hacerlo con total propiedad. Es posible que haya quien tenga esa información y con ella me asegure que esos temores míos son infundados. Que no hay riesgo de "revolución" en las altas esferas accionariales y que la estabilidad actual no es gracias a Del Nido, con lo que no hay riesgo para la misma caso de dimitir. En cuyo caso cambiaría de opinión. 

Pero, por ahora, y tal y como he dicho en ocasiones anteriores, yo apoyo la decisión de Jose María del Nido y me alegro de que siga siendo nuestro presidente. 

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La crisis en directo


Debo advertiros que esto que comparto hoy con vosotros es duro, muy duro, no apto para gente demasiado sensible. Es la personificación de la crisis económica, sin paños calientes, sin palabras técnicas y en riguroso directo. La pura y dura realidad. 

Se trata de la llamada de un oyente al programa de Luis del Olmo. Sólo dura 1 minuto y 49 segundos, pero es bestial, demoledor. 




Y esto es lo que hay...


Llevamos semanas, si no meses, liados con las elecciones, con las campañas, con los eslóganes.... Nos están hablando de estado de bienestar, de recortes, de si a los funcionarios se les va a pedir que trabajen dos horas más a la semana, motivo por el que amenazan con movilizaciones. Nos hablan de mercados, de primas de riesgo, de índices de confianza, de Ibex 35 y de la madre que los parió a todos. 


La realidad es la que es. Tan dura que se te encoge el pecho cuando te la muestran de este modo tan descarnado.


"Treinta años trabajando... ¿y ahora qué hago? ¿De qué vivo?"


Y lo peor es que esto nos puede pasar a cualquiera nosotros. Imbécil del que piense que está libre de ello.


Otro día os felicitaré la Navidad, hoy no me apetece pensar en felicidad. 

lunes, 19 de diciembre de 2011

Sí a la justicia, no a la charanga

Cuando este mediodía supe de lo de la sentencia condenatoria contra José María del Nido, lo primero que pasó por mi cabeza fue un anhelante deseo de que nuestro presidente tuviera previsto este escenario y que los pasos a seguir a continuación fuesen claros y firmes, bajo el convencimiento de que lo primero que tenía que hacer era dimitir y dedicarse en cuerpo y alma a su defensa, toda vez que su condena no es firme, quedan pendientes hasta tres recursos posibles más, y que el Sevilla FC como entidad debería ser completamente desligada de este asunto.

Y digo esto porque los inconvenientes que presumía a priori para el club y sus intereses son de órdago. Por empezar por el que menos me importa, está el hecho (que ya se está produciendo) de que los que esperaban esta sentencia condenatoria como agua de mayo para saltar a la yugular con todas sus ansias, ya la tienen encima de la mesa, con lo que la que nos espera puede rayar lo insoportable. Por supuesto en Sevilla, y también en el resto de España, de esta España de charanga y pandereta, cotilla y morbosa, que recibe con alborozo este tipo de noticias para regodearse como cochino en una ciénaga, anticipándose a la firmeza de las sentencias sin esperar a si dicha firmeza confirma o no la anterior provisional, y pasándose por el arco del triunfo la presunción de inocencia que reclamarían con vehemencia si cualquiera de esos cotillas y morbosos fuesen los encausados. Esta España heredera de la Inquisición, de las cazas de brujas, de las influencias del Maligno y de los espectáculos públicos y jocosos de quemas en la hoguera. 

Por continuar con lo siguiente, me acordé de la lucha por un reparto justo de los dineros de la televisión, abanderada por el hoy condenado en sentencia aún no firme. Lucha que debe continuar, sea quien sea quien se ponga al frente de la misma. Por tanto, quien tuviera que coger el relevo debería estar presto y dispuesto, listo y preparado para tomar dicho testigo. 

No obstante, todo esto, aunque lo considero importante, no era lo que más me preocupaba. Ni de lejos. Como tampoco lo hace el hecho de que la cabeza visible de nuestro club tuviese que quitarse de en medio, ya que una de las cosas que mejor ha hecho nuestro presidente, en mi opinión, ha sido departamentar el club. Cuando yo estudiaba en la facultad, nos decían que el mejor presidente de una empresa es aquel que consigue que dicha empresa funcione exactamente igual sea quien sea el presidente. O sea, que esté departamentada y que cada uno sepa perfectamente lo que tiene que hacer y cómo, sin necesidad de que nadie le diga nada. O prácticamente nada. Lo que más me preocupaba son los movimientos que se empezarían a producir en el cuerpo accionarial del club. No nos debamos olvidar lo que ocurrió antes de que Del Nido llegara a la presidencia. Lo que éramos, cómo estábamos, qué personas dirigieron nuestros designios (con la honrosa excepción de Roberto Alés). Aquellas personas no desaparecieron de la faz de la Tierra. Ni vendieron sus acciones. Siguen por ahí, no sé exactamente donde, seguramente expectantes y deseosos de volver a escena de alguna manera. Si en aquella época daban bocados para ponerse al frente de una institución medio arruinada como el Sevilla, ¿de qué no estarían dispuestos ahora, sabiendo lo que es nuestro club hoy día?

Pánico me da. Pánico de verdad, y a temblar me eché cuando leí a primera hora de la tarde las declaraciones de Rafael Carrión diciendo que si estuviera en la situación de Del Nido, él dimitiría. Automáticamente se me vinieron a la cabeza los 500 millones de Asensio y Antena 3, De Caldas, la Mazagatos, los Mercedes y los candelabros. Y Marcelo Otero, Gerardo Rabajda, Tarik Oulida, Tabaré, Gluscevic... vamos, que eché de menos hasta a Mosquera y Romaric. 

Verdadero pánico.

Afortunadamente, a media tarde las cosas cambiaron en mi cabeza. Leyendo a varios compañeros en la Blogosfera me entero de la verdad que se esconde entre el espeso bosque del morbo. Jose María del Nido ha sido absuelto de seis de los siete delitos que le imputaban, entre ellos todos los que a robar y llevarse la pasta se refieren. Sólo le han condenado por ser "cooperador necesario" de los delitos de otros. Vamos, que él no ha cometido delito alguno, pero sí que ha "facilitado" el que otros lo hayan hecho. Les ha "asesorado" como abogado a sus clientes, y estos han obrado, como podrían no haberlo hecho. 

Es decir, que Del Nido no ha robado. Y eso me ha dejado más tranquilo. 

Dicen los que saben más que yo que la posibilidad de que los recursos prosperen es considerable. También que todo el mundo es inocente hasta que una sentencia firme diga lo contrario. Y que los recursos no son un medio para ejercer el derecho al pataleo, sino una petición para que un tribunal más específico, más experto y menos influenciable revise una sentencia. Teniendo en cuenta que Jose María del Nido ha sido absuelto de seis de los siete delitos, y que el que queda es, con mucho, el menos grave de todos, mi percepción de las cosas ha cambiado por completo.

Ahora no quiero que dimita. Ahora creo que lo mejor que puede hacer es quedarse (si él quiere) y seguir al frente del club. No tanto porque sea el mejor que mis ojos han conocido en el cargo, que también, sino sobre todo para contener esa marea de movimientos en la sombra que se producirían caso de verse obligado a cesar del cargo. Y si hay que aguantar carros y carretas, aquí tienen un hombro que se arrima. Y si hay que soportar la ofensa, la chanza y el intento de desprestigio..., bueno, a eso estamos acostumbrados. Así ha sido casi desde siempre, y así seguirá siendo pase lo que pase con nuestro presidente. 

De modo que yo también me uno a todos esos que ofrecen todo su apoyo a Jose María del Nido. Al menos hasta que sea condenado en firme, en cuyo caso la cosa cambiaría.

Que triunfe la justicia, no la charanga. 


Los despiadados

Antes que nada, y brevemente, voy a describir lo que YO vi el sábado entre las 10 y las 12 de la noche. Debo advertir que mi vista no es la mayor de mis virtudes, pero también que tuve la precaución de ponerme mis gafas para poder hablar con la mayor propiedad que me permitan mis entendederas.

YO vi un primer tiempo en el que dos equipos jugaron de igual por igual, con alternativas en el dominio, con ocasiones para ambos bandos y que terminó con 0-3 a favor del visitante. Cualquiera que lea esto se preguntará si de verdad me puse las gafas para ver el partido, a lo que yo le contestaría que sí, que se lo podría hasta jurar y que tengo incluso testigos de ello. Y a continuación me podría animar a acalararle cómo es posible que de la igualdad salga un 0-3, a lo cual yo contestaría gustoso que la diferencia entre un equipo y otro tuvo nombre y apellidos que no son otros que Iker Casillas Fernandez. Si el señor Casillas no fuese el portero del Madrid, y sí otro guardameta un poco más "humano", el resultado al descaso hubiese sido, al menos, un 2-3, con el aliciente de que el Sevilla jugaría toda la segunda mitad con un jugador más. 

Y eso suena ya de otra forma, ¿verdad?

El segundo tiempo ya fue una historia diferente. El equipo que ganaba por 0-3, como es natural, se echó atrás ante el empuje de su rival, y se dedicó a machacarlo al contragolpe, aprovechando la cantidad de huecos que dejan todos los equipos del mundo cuando se tiran al ataque (no sólo los entrenados por los entrenadores del Sevilla). Es cierto que jugaba sólo con 10 futbolistas, pero es que la diferencia entre uno y otro es tan sideral que posiblemente sólo se puede igualar haciendo que uno juegue con uno menos que el otro. Si, para colmo, al equipo menos fuerte también le expulsan a un jugador (después de que el árbitro, y sobre todo el juez de línea que estaba a dos palmos de la jugada, perdonasen la roja a Marcelo por el manotazo a Navas del que apenas he escuchado hablar a nadie), pues imagínense. Que la cosa acabó en goleada contundente. Hace no mucho se hablaría de goleada histórica, pero en los últimos tiempos es tan habitual ver resultados así cuando juegan los dos grandes, que uno comienza hasta a acostumbrarse. Sólo en lo que va de esta temporada: Barcelona 5 - Villarreal 0; Zaragoza 0 - R. Madrid 6; Barcelona 8 - Osasuna 0; R. Madrid 6 - Rayo 2; Barcelona 5 - Atlético 0; Español 0 - R. Madrid 4; Barcelona 5 - Mallorca 0; Málaga 0 - R. Madrid 4; Barcelona 5 - Levante 0; R. Madrid 7 - Osasuna 1. 

Y todavía los hay que dicen que la liga no es bipolar.

Como podemos ver, aquí no se entiende de equipos pequeños, medianos o grandes, o de jugar en casa o a domicilio. Cualquiera está expuesto a que le pase lo que le pasó el sábado al Sevilla. Ya me contarán, pues. De resultado histórico, nada de nada. Lo más normal del mundo. 

No obstante, a pesar de esa normalidad de la que hablo, he de reconocer que este suceso me dejó bastante triste. Y que esa tristeza no se me va a quitar con facilidad porque llueve sobre mojado. No hablo tanto del resultado en sí, que eso en dos días lo he olvidado y no volverá a mi mente (si Dios quiere) hasta que me lo recuerden los periodistas en la previa del partido de la segunda vuelta. La tristeza que perdurará es la que me provoca la reacción de mis correligionarios, de muchos de ellos, de una parte de la afición sevillista. 

Mientras ayer realizaba el masoquista ejercicio de leer crónicas del partido, me preguntaba si el sector más cruelmente crítico de la afición sería capaz de aparcar sus obsesiones y analizar el partido con justicia y equidad, criticando lo criticable y comprendiendo lo comprensible. Y me puse a comprobarlo, para darme cuenta con desazón de que para nada, en absoluto, más bien todo lo contrario. Sentí algo parecido al modo en que se me revuelven las entrañas cuando un padre sobre-exige a un hijo de tal modo que hasta cuando falla en algo en lo que todo el mundo sabe que va a fallar, porque es lo más normal del mundo que falle, el niño se lleva la gran bronca y la humillación pública por parte de su progenitor. He visto casos reales en directo, y he tenido que apretar los puños y darme la vuelta para contener la rabia, prometiéndome al tiempo no tratar jamás de ese modo a mi hijo. Nadie duda de que aquel padre quiera a su pequeño (¿o sí?), pero hay formas y formas de tratarlo.

También hay grandes críticos que tuvieron la prudencia de no pronunciarse, de morderse la lengua, los labios, el puño y lo que hiciera falta con tal de no decir las barbaridades que pasaban por su cabeza y esperar a estar más tranquilos para hablar con propiedad. Me descubro ante ellos. No es fácil hacer de tripas corazón, pero el cariño que se tiene a la criatura merece el esfuerzo. Criticar es bueno, es necesario. Pero no hay por qué ser despiadado con algo o alguien a quien quieres. 

¿Y qué es ser despiadado?

Pues despiadado es meterse con quien dice que la diferencia de ingresos económicos es un motivo para explicar la diferencia de resultados. Es cierto que el Sevilla tiene problemas a solucionar, pero no creo que sea el Real Madrid el rival idóneo para sacar a la luz dichos defectos. El Real Madrid de hoy es tan fuerte que es capaz de descubrirte defectos que tú ni siquiera conocías de antemano. Esto lo sabe hasta el menos informado de los aficionados, pero se les olvida a los despiadados. 

Ser despiadado es decir que al Sevilla le metió seis goles un equipo que jugaba con 10, cuando el Madrid sólo metió un gol mientras jugaba con uno menos, y fue al contragolpe, aprovechando que el rival estaba lanzado al ataque. 

Ser despiadado es meterse con el Sevilla aun cuando gana o empata (como en el Camp Nou), menospreciando el marcador positivo porque este fue motivado por una soberbia actuación del portero, y luego no saber reconocer que un rival obtiene un buen resultado aquí gracias a que su guardameta hizo acciones inverosímiles en momentos clave del partido. Lo que vale para unos tiene que valer para otros. Pero para los despiadados, eso no es así. Para los despiadados lo que sea vale para meterse con el Sevilla. 

Ser despiadado es darle fuerte y flojo al equipo aun incluso cuando el técnico rival dice cosas como:

"La verdad es que el resultado no refleja la diferencia entre ambos equipos"

"Hemos tenido un portero que ha hecho dos paradas increíbles en un momento crítico"

Y esto lo dice Jose Mourinho, un tipo al que le hace falta nada y menos para alardear y humillar y ofender a los contrarios. 

Ser despiadado es muchas cosas. Según la RAE, es ser cruel, son compasión, sin piedad. Y así se comportan algunos con el Sevilla: sin compasión y sin piedad, no importa quien sea el rival y las circunstancias de los partidos. Sin objetividad, sin tener en cuenta los atenuantes. 

Yo aprendo mucho de los que critican las cosas que pasan en el Sevilla. Y si quien lo hace tiene una información de la yo carezco por no tener acceso a según qué asuntos que se cuecen en el club, pues mucho más. Pero la crítica ha de ser justa y fundamentada. Ha de ser coherente, ha de estar basada en argumentos sólidos. Admiro a los que son capaces de hacer crítica de ese modo y de compartirla con los demás, yo incluido. Admiro a los que tienen una opinión, la argumentan, la defienden, la mantienen, y si el tiempo demuestra que no tienen la razón, lo admiten y rectifican. Esos tienen todo mi respeto me merecen la máxima credibilidad. 

Pero, de igual modo, me avergüenzo de los despiadados. Me producen vergüenza ajena. Y lo mismo que la autocomplacencia desmedida hace muchísimo daño porque oculta los defectos e impide, por tanto, su remedio, la crítica despiadada, cruel, sin compasión y sin piedad también lo hace, porque no permite que el que falla levante la cabeza y rectifique como paso previo a la mejoría. Al contrario, lo hunde, lo humilla, le hace sentir inútil e impotente. 

Soy de la opinión de que hay que saber criticar, pero también hay ser conscientes de cuando es necesario moderarse. Es imprescindible comprender que hay ocasiones en las que es imposible hacer más de lo que se hace. Y eso no es óbice para que haya muchísimas cosas que mejorar, para que sigan existiendo vicios y errores sin solucionar. No se trata de ocultar nada ni de hacer creer que todo es perfecto y maravilloso. 

Se trata, simplemente, de ser justos. 

Con esto que digo no pretendo convencer a ningún despiadado. Estos seguirán a lo suyo. Tendrán sus motivos, será ese el modo en el que ahogan sus frustraciones, igual tiene complejo de algo y lo disfrazan de otra cosa, no lo sé, no lo entiendo, yo no soy así. Huyo de serlo, Dios me libre de algún día convertirme en alguien cruel, sin piedad y sin compasión. 

Y también de ser autocomplaciente, porque ambos caminos van directos al fracaso. 

Y a continuación, ya pueden los despiadados meterse conmigo de la forma que les de la gana. Y si es en forma de anónimo, pues mucho mejor. 


sábado, 17 de diciembre de 2011

Los que de verdad valen

Hace años, cuando era mucho más joven, mi forma de ser destacaba por tener un carácter muy fuerte, por defender con vehemencia mis posiciones y por ser hasta desagradable e incluso ofensivo a la hora de hablar. Sobre todo cuando alguien se metía conmigo o hacía algo que me sentaba mal. Tenía la habilidad de ridiculizar al adversario, y si no era capaz de ello, de encontrar la forma de darle donde más duele, dialécticamente hablando, hasta el punto de que eso se ha convertido en una seña de identidad para la gente que me conoce. 

Con los años, ya no es tanto así. Ni mucho menos. O sí, quizás, pero de otra forma. Ya no me comporto de manera ofensiva. De hecho, es prácticamente imposible que me enfrente con nadie porque si uno no quiere, dos no se pelean. Y eso es así porque tengo grabada a fuego una frase que he convertido en una de las grandes máximas de mi vida: "No ofende quien quiere, sino quien puede". Y a mí no me ofende nadie. O prácticamente nadie. Y si lo hace, no lo exteriorizo, no permito que el otro lo sepa. No le doy esa satisfacción.

En ese sentido, en estos días, como no puede ser de otra forma, me estoy acordando mucho de uno de los personajes que más ofenden en el mundo del fútbol, que no es otro que Jose Mourinho. Y este a mí, francamente, no me ofende en absoluto. Pero para nada. Es más, me ofenden más los que tratan patéticamente de defenderle y justificarle que él mismo. En verdad, a quien ofenden es a mi inteligencia, no a mi persona, pero bueno, no dejan de hacerlo. 

Jose Mourinho es de esas personas a las que me encantaría encontrarme cara a cara. Claro que, seguramente, en soledad, sin el parapeto de todo un aparato mediático y vasallo a su servicio, ese semblante de arrogancia exacerbada sería más bien otro, pero bueno. Y digo esto porque, si me pongo a ello, a mí a arrogante no me gana ni Dios. Yo puedo ser la persona más respetuosa o más insoportable si me empeño en una cosa u otra. A mí un tipo como  Mourinho no me intimida. A mí me intimida alguien que haya tenido que pasar por mil dificultades en la vida y las haya superado. Alguien, por ejemplo, que haya sufrido una grave enfermedad y haya salido adelante. Alguien que haya tenido reveses casi insuperables y se mantenga en pie con dignidad. Eso es lo que a mí me intimida, lo que me provoca inseguridad porque me puedo llegar a sentir ridículo si se compara mi situación con la de ellos. Una persona se puede quejar de mil cosas, que luego llega otra con un problema de verdad y la deja en evidencia. A mí me impresionan los luchadores, los trabajadores incansables, los que sacan adelante familias enteras con apenas recursos, los que superan grandes dificultades y siguen ahí para contarlo. Eso es lo que a mí me impresiona.

Pero que llegue un tío que gana millones de euros al año, que está protegido por uno de los imperios más poderosos que hay en España, y posiblemente en Europa, que sabe que si falla aquí, mañana tendrá a varios otros haciéndole la pelota y ofreciéndole incluso más..., un tío que se muestra arrogante porque posiblemente no tenga más que eso, que arrogancia, a mí no me impresiona. Yo soy más que él. Cualquiera de vosotros, que os levantáis temprano todas las mañanas para trabajar, o para buscar trabajo, o para estudiar con el objetivo de trabajar el día de mañana, cualquiera de vosotros que se esfuerza día a día, que supera dificultades sin apenas recursos que os faciliten la tarea, cualquiera de vosotros sois más que él. 

Es muy fácil ser estúpido cuando se tiene por detrás tanto apoyo. Es muy fácil ser pretencioso cuando la cuenta corriente está llena de ceros a la derecha, ceros ganados con mucho menos esfuerzo del que empleamos cualquiera de nosotros para obtener una ínfima parte de todo ese montante. Eso es muy fácil, eso no tiene mérito. Mérito tiene seguir adelante cuando se está parado, cuando se está enfermo, cuando se trabaja de sol a sol por cuatro duros. Eso sí que tiene mérito. Eso sí que es para que un estadio entero se ponga en pie para aplaudir y hacer la ola. Eso sí que es para los medios de comunicación dediquen horas y horas a ensalzar las virtudes de un individuo. 

Lo que digo es utópico, lo sé, pero por mucha utopía de que se trate, no deja de marcar mi carácter.

Hoy, el Real Madrid visita el Sánchez Pizjuán con este tipo a la cabeza, dirigiendo a un elenco de futbolistas muchos de ellos con un carácter semejante al del portugués. Y mucha gente está de uñas buscando la forma de contrarrestar lo que les ofende de dicho portugués. No seré yo quien entre a juzgar esos sentimientos. No es mi intención dar lecciones a nadie, ni muchísimo menos. Por nada en el mundo. 

Pero sí que me gustaría decirles algo a esa gente. Para mí, mucha de esa gente se incluye en el grupo de personas de las que hablaba antes cuando me refería a los méritos. Para mí, cualquiera de esos vale más que Mourinho. Y me apena mucho que este estúpido personaje utilice todo los medios que él tiene, y los otros no, para llevarse a su terreno a esos otros y reírse de ellos. Porque eso es lo que hace, reírse de ellos. De ellos, de los que de verdad valen. 

No permitamos que eso ocurra. Conmigo no va a ocurrir, y comparto esto con quien lo quiera leer por si puede ayudar a alguien. No hay mayor desprecio hacia una persona que ignorarle. Ignorémosle, lo único que tiene es lo que nosotros le damos haciéndole caso, cayendo en sus trampas, permitiéndole que se ría de nosotros. No le dejamos que se salga con la suya. Si no le damos eso, no es nada.

Esta noche viene el Real Madrid y en Sevilla tenemos que demostrar lo que valemos. Puede que nos ganen, lo más seguro es que lo hagan, pero que no nos humillen. No lo permitamos. El año pasado lo hicimos muy bien. El año pasado nos ganaron por goleada, pero no nos humillaron. Quizás humillaron a los jugadores y a los técnicos, pero no al sevillismo. El sevillismo dejó impresionado todo el mundo del fútbol animando y animando a su equipo a pesar de estar perdiendo por seis goles. Igual que decía antes que da igual el dinero y el aparato de apoyo que tenga alguien detrás, que a mí lo que me impresiona es la capacidad de las personas para salir adelante a pesar de las dificultades, ahora digo que da igual el número de goles que sean capaces de marcar, que lo que de verdad impresiona es otra cosa, lo del año pasado por ejemplo.

Lo del año pasado fue un bofetón sin manos. Fue toda una lección. Hagamos lo que sea para volvérsela a dar. 

Y si de paso los jugadores se embeben del ambiente, lo dan todo y sacamos un buen resultado, pues muchísimo mejor. 

Al fin y al cabo, no sería la primera vez que ocurre. De hecho, y aparte de Barcelona, es el Sánchez Pizjuán donde con más frecuencia les ocurre. Por algo será. 

viernes, 16 de diciembre de 2011

Rumores...

Hoy se publica en el blog Almas Sevillistas esta noticia que no estoy seguro de si está basada en hechos reales o no es más que una simpática broma del amigo Juan Angel de Tena. Será él quien nos confirmará si es una cosa u otra, si lo tiene a bien. En principio creí que era broma, pero viendo la reacción que han tenido sus lectores con sus comentarios y también el hecho de que en La Palangana Mecánica se han hecho eco del asunto, ya no sé qué pensar. De todos modos, lo que viene a continuación es de cosecha propia, no tiene nada que ver con lo publicado por Juan Angel, ni tampoco es un modo de quitarle credibilidad (caso de que lo que dice sea verdad). Nada de eso. Que no se me ofenda nadie. 

A ello voy.

Hecho primero: Hace no mucho, Diego Perotti publicó en una red social lo siguiente:


¿Significa eso que se quiere ir? ¿Significa quizás que sabe que se va a ir porque es algo que ya está concertado y acordado?

Este verano se decía que la Juventus llegó a ofrecer por él 14 millones de euros, pero que Del Nido lo rechazó. Lo cual no quita para que se acepte alguna otra oferta en el futuro. 

Hecho segundo: El Sevilla lleva desde pretemporada buscando la forma de fichar a Giovani Dos Santos, pero las pretensiones económicas del Tottenham han impedido hasta ahora que se llevara a cabo la operación. Mientras el Sevilla sólo llegó a los 4,5 millones de euros, los ingleses querían entre 8 y 10, según se afirmaba.

Hecho tercero: En estos días ha vuelto a surgir el rumor acerca de que Reyes podría recalar en el Sevilla, hasta el punto de que hoy se ha publicado en la prensa que el acuerdo podría ser inminente. Se dice que Del Nido ofrece 3,5 millones, Gil Marín pide 4,2 y que se han emplazado para reunirse el próximo miércoles. Visto así, sería de lo más extraño que el utrerano no volviera al club del que salió. 

Pues bien, teniendo en cuenta todo esto, conscientes de que Perotti últimamente no parece estar lo bastante involucrado como para rendir en condiciones, sabedores de que Reyes se puede manejar tanto por la banda izquierda (como Del Moral o Luis Alberto) como de segundo delantero y teniendo claro que es la delantera la línea más coja de la plantilla del Sevilla, me acabo de inventar una noticia.

El Sevilla tiene apalabrado el traspaso de Perotti por 14 millones de euros. Con ese dinero reforzará la delantera fichando a Giovani por 8, y se sustituirá al argentino con Reyes, al que se fichará por 4. Y los 2 millones restantes servirán para paliar en parte el incremento de la partida de sueldos con la llegada de estos dos futbolistas, ya que Reyes cobra más que Perotti y la de Giovani es una ficha que hasta ahora no existía.

Las cuentas cuadran a la perfección y todo está basado en rumores que vienen de largo. De hecho, todo lo que digo es verdad. Perotti publicó eso en su Facebook, el Sevilla quiere a Giovani y el Tottenham pide esas cantidades. La oferta de la Juventus es real, el propio Del Nido la admitió (aun sin especificar el club de procedencia de la misma), y lo de Reyes es de sobra conocido. No me invento nada.

¿A que yo también sé ser periodista deportivo? Y sin estudios en la materia. 

No es la primera vez que escribo un post del estilo, ni tampoco será la última, por eso decía lo que decía en el primer párrafo del post. No tiene nada que ver con lo publicado por Juan Angel (me tienes en ascuas, compañero). Simplemente, es mi manera de denunciar la baja calidad de buena parte de la prensa deportiva sevillana sin necesidad de meterme con nadie. 

Eso sí, si al final lo que digo se cumple, que a nadie le quepa la menor duda de que diré eso de

"Como adelantamos en este blog..."

jueves, 15 de diciembre de 2011

El clan de los Cinco Magníficos

Desde hace ya bastante tiempo, en Europa hay mucha gente que mira a los españoles por encima del hombro, casi riéndose de nosotros (o sin el casi en algunas ocasiones), cosa que, evidentemente, no sienta demasiado bien. No obstante, siempre hemos tenido un consuelo, ya que eso mismo hemos hecho nosotros con nuestros vecinos los portugueses. Siempre nos hemos sentido superiores a ellos, la mayoría de las veces sin razón, pero, ya digo, era una especie de consuelo ante las afrentas de otros. 

Sin embargo, hay en España un club de fútbol empeñado en que esa imagen para con los vecinos cambie, y no es otro que el Real Madrid. Dicho club está empeñado en mantener su grandeza dándole el poder a una serie de personajes de origen luso, personajes que no tienen nada que ver con aquella imagen de la que hablaba anteriormente y que nos hace mirar por encima del hombro a los habitantes de ese país.

Me he permitido la licencia de llamarles el clan de los Cinco Magníficos porque son ese número los que conforman dicho grupo de portugueses. Hay más compatriotas en el staff técnico, pero permanecen en el anonimato. No tienen repercusión. 

Los Cinco Magníficos están liderados por José Mourinho, el hombre obsesionado. Empeñado en ser el mejor entrenador del mundo, convencido en su arrogancia de que lo es, triunfador entre triunfadores en todos los equipos en los que estuvo anteriormente, hasta el punto de ser considerado casi infalible, desde su regreso a España no hace más que pegarse golpes contra un muro llamado Barcelona, y personificado en Pep Guardiola. Derrota tras derrota, decepción tras decepción, subcampeonato tras subcampeonato, el carácter del líder de los Cinco Magnificos se ha ido agriando (si era posible agriarse más, que lo era) y hoy día no pasa por ser más que un halo fantasmagórico de lo que él mismo está convencido de ser. Un personaje estúpido, arrogante, engreído, desagradable, antipático y todos los demás adjetivos que le quieran poner ustedes. En un principio, con esa actitud imponía un respeto casi reverencial, pero las cosas han cambiado después de tanto varapalo deportivo. A pesar de que esa veneración se la siguen practicando desde ciertos lugares, la verdad es que últimamente se va imponiendo otra actitud para con el portugués. Últimamente hay cada vez más personas que simplemente se ríen de él (Llourinho, Mou 5 estrellas, multitud de parodias, etc.). Pero, a pesar de eso, sigue manteniendo el porte que se le supone al líder de algo como los Cinco Magnificos. 

Este grupo del que hablo cuenta, además, con unos intendentes de lo más eficaces. Entre ellos destaca un tal Pepe, de nombre español, pero de nacionalidad también portuguesa. De Pepe dicen que es un animal (no seré yo quien lo afirme), que tiene actitudes de animal (no seré yo quien lo asegure), y que incluso tiene hasta cara de animal (juzguen ustedes, yo no me pronuncio al respecto). He escuchado en algún sitio decir a alguien que desde Spasic y Prosinecki, nunca hubo nadie más feo que él en la historia reciente del Real Madrid (aunque yo recuerdo a un tal Gravesen que tampoco iba muy a la zaga). Lo que pasa es que esos dos inspiraban algo así como pena, mientras que Pepe lo que inspira es respeto. No me extraña, con la leña que reparte. A mí lo que me da es miedo, pero en fin, gracias a Dios no soy yo quien se va a tener que enfrentar a él. 

El segundo intendente se llama Carvalho y es un excelente central, experimentado y discreto, algo que contrasta sobremanera con el carácter del resto de sus compañeros de clan. Supongo que lo tienen ahí por que en el mundo tiene que haber de tó, ya que su forma de ser no casa en absoluto con la de los demás, al menos en apariencia. Eso sí, este verano se dice que fue expulsado de una concentración de su selección por una supuesta salida nocturna. Otros dicen que fue él quien renunció a ir a la misma. El caso es que ha coincidido con el líder del clan en el Oporto, en el Chelsea y ahora en el Real Madrid, con lo que sin duda se trata de un hombre de su total confianza.

A continuación tenernos a un tal Fabio Coentrao, del que no se sabe si es lateral o extremo, que juega bien, pero no destaca, y que yo creo que pertenece al Madrid porque lleva una cresta rubia, algo muy valorado en aquel club como todos sabemos. 

Y por último tenemos a la gran estrella, al estilete, al que concentra los focos, a ese que mea colonia y caga Ferrero Rocher, a una persona que sufre de un trastorno de triple personalidad, ya que él mismo reconoció que es bueno, guapo y rico, aunque está por confirmar que sea capaz de asumir los tres conceptos a la vez. El mismo que piensa que la Humanidad se divide en dos partes, LOS que le envidian y LAS que le desean. Hablo, como supondréis, de Cristiano Ronaldo, el eterno aspirante a mejor jugador del mundo, título que le arrebata continuamente Messi, uno que sí que es bueno de verdad, que es tan rico como él, o más, pero que no llega a guapo ni aunque ponga caritas. Yo creo que la obsesión del portugués con Messi es semejante a la de Mourinho con Guardiola. Y su frustración también, la cual se puede elevar a nivel de clubes. Vamos, que el sentimiento del líder del clan y del estilete del mismo respecto a Guardiola y Messi es semejante a la que tiene hoy día el madridismo respecto al barcelonismo. 

Pues bien, el clan de los Cinco Magníficos y su tropa de acompañantes visita este fin de semana el Sánchez Pizjuán. Y vienen con su obsesión al rojo vivo, incandescente, ya que la semana pasada fueron derrotados, otra vez, por el Barcelona en el Bernabéu. Ellos que se las prometían muy felices porque sacaban seis puntos a los culés, ahora están acojonados porque, otra vez, los tienen encima. Y una derrota en Sevilla les costaría el liderato a costa de, otra vez, el Barcelona. 

Y es que parece ser su sino. Ser derrotados y superados por el Barça, da igual cómo se pongan o las tretas que inventen. Da igual que jueguen de una forma o de otra, que se empleen con violencia o con un fútbol preciosista. Da igual que sean respetuosos o se comporten como una banda de delincuentes. No importa. El Barcelona siempre les gana, y si  pueden, les arrasan.

Y eso que el club para el que juegan les paga una cantidad indecente de dinero en su desesperado intento por batir al más odiado de los rivales. De hecho, entre todos ellos cobran tanto, que con sus sueldos se podría prorrogar el acuerdo de pesca entre la UE y Marruecos, cancelado esta semana por Bruselas por considerarlo muy gravoso, salvando de ese modo de la más absoluta de las ruinas al pueblo gaditano de Barbate y toda su comarca. 

No sé qué pensarán de esto en dicha localidad, pero seguro que los habrá allí que se pegarán al televisor para animar a los Cinco Magníficos en su intento por vencer al Sevilla. Y es que el fútbol levanta tantas pasiones que a veces uno se llega a sentir un imbécil por ser tan aficionado. 

miércoles, 14 de diciembre de 2011

No nos pasemos con la crítica

Desde este blog se viene reconociendo desde hace tiempo que el juego del Sevilla dista mucho del que sería deseable para poder optar con solvencia a alcanzar los objetivos marcados. Es cierto que andamos bien clasificados, que apenas perdemos partidos, que nuestra defensa ya no es el coladero del año pasado (aunque hay ocasiones en las que nos lo recuerda), pero seguimos sin mostrar a las claras una identidad, un patrón de juego..., personalidad, en definitiva. 

De eso no me cabe duda, y sigo esperando que encontremos ese camino más pronto que tarde para poder mirar para arriba en vez de estar tan atentos a que los que vienen por debajo pinchen de igual modo que lo hacemos nosotros. 

Sin embargo, y dicho eso, no creo que sea justo meter lo hecho en el partido de ayer en Lepe en el saco de argumentos para arremeter contra Marcelino, contra el equipo, contra su juego, y para reafirmar esa opinión de que andamos más perdidos que el barco del arroz.

El de ayer fue el típico partido de las primeras rondas de la Copa del Rey que te enfrenta a un conjunto de categoría muy inferior. El típico partido trampa, peligroso, incierto, a pesar de la teórica diferencia de nivel entre los contendientes. El típico partido que hay que ganar como sea, del modo que sea, rogando al cielo por que no haya ninguna lesión y tratando de lograr un resultado lo bastante positivo como para afrontar la vuelta sin demasiadas incertidumbres. 

No importa el estado de forma del equipo grande, estos partidos siempre son del mismo corte. O casi siempre. Todos recordamos ejemplos año tras año. Con el propio Sevilla, no ya en aquella eliminatoria tan famosa contra el Isla Cristina, sino, por ejemplo, aquel año que fuimos eliminados contra el Cádiz, para ganar una UEFA unos meses después. O los resultados apretados contra Ponferradina o Gimnástica Segoviana.

Por otro lado, todos los equipos grandes se han encontrado con decepciones en estas primeras rondas. El Madrid fue eliminado por el Toledo, el Irún o el Alcorcón en distintas ediciones. Y al Barcelona también le han pasado cosas parecidas. Si echamos un vistazo a los resultados de los partidos de ayer, salvo honrosas excepciones, prácticamente nadie ha conseguido un marcador abultado. 

Insisto, esto no quita para que no dejemos de reconocer que el juego del Sevilla deja bastante que desear, pero no creo que sea justo cebarse con el partido de ayer. Un partido disputado un martes a las diez de la noche, con frío, en un campo pequeño, contra unos rivales hipermotivados que corrían como posesos. Un partido en el que hay muy poco que ganar y muchísimo que perder. No sólo en lo que al resultado se refiere, sino también, como decía antes, al riesgo de lesiones, ya que esos campos de Segunda B no suelen estar en buenas condiciones y esos equipos pequeños se emplean con una intensidad y una vehemencia superior, producto de esa motivación que les supone jugar con un Primera.

Esto pasa todos los años, es un clásico, y hubiera ocurrido de igual modo si el estado de forma del Sevilla fuese superlativo. 

Por tanto, sigamos diciendo lo que vemos mal, pero no nos pasemos con la crítica. Seamos críticos, pero no despiadados. Seamos justos, por tanto.  Cuando algo se hace mal, pues se dice. Pero cuando hay justificaciones, atenuantes y motivos, es justo decirlos también.


martes, 13 de diciembre de 2011

La corrupción en el fútbol

No es que se trate de algo muy extendido, pero de cuando en cuando surgen en el ámbito del fútbol noticias acerca de fraudes, amaños de partidos, sobornos, primas por perder, etc. No es algo que sea fácil de demostrar, quizás por eso este tipo de cosas suelen quedar en rumores y sospechas, aunque se han dado casos demostrados, algunos de ellos verdaderamente escandalosos y con consecuencias graves, como pasó en Italia con la Juventus (entre otros) y en Francia con el Olympique de Marsella. 

De todos modos, yo estoy convencido de que la corrupción en el fútbol está mucho más extendida de lo que parece (o de lo que se puede demostrar). No es que tenga pruebas o indicios de nada, pero este mundillo mueve muchísimo dinero. Y siempre que hay dinero de por medio, la corrupución existe. Eso es inevitable. 

El último caso sospechoso que he conocido acaba de ocurrir la semana pasada en la Liga de Campeones, precisamente en el grupo del Real Madrid, aunque no son estos los protagonistas. Os pongo en situación.

Llegamos a la última jornada de la fase de grupos, y en el D nos encontramos con la siguiente clasificación:

1º Real Madrid  15 puntos (+14)
2º Ajax                8 puntos (+  3)
3º Lyon               5 puntos (-   4)
4º D. Zagreb       0 puntos (- 13)

En dicha última jornada, el Ajax recibe al Real Madrid, ya clasificado, y el Lyon visita al Dinamo de Zagreb, ya eliminado. Ajax y Lyon se juegan la clasificación para octavos, siendo los holandeses los que parten con ventaja. Una ventaja importante porque hablamos de 7 goles de diferencia a favor. Ajax y Lyon empataron a cero los dos partidos que jugaron entre ellos, perdieron los que disputaron contra el Real Madrid (al Ajax le falta el último) y ganaron los que les enfrentaron al Zagreb (al Lyon le falta el último también). El gran problema que ha tenido el equipo francés a lo largo de la clasificación ha sido una alarmante falta de gol. De hecho, sólo marcaron 2 en cinco partidos, y los dos en el mismo encuentro, el que ganaron al Dinamo por 2-0 cuando los croatas les visitaron en su estadio. 

A pesar de que les quedaba recibir al todo poderoso Real Madrid, en el Ajax se las prometían muy felices. Teniendo en cuenta que el goal average respecto al Lyon era de +7 a su favor, y viendo los enormes problemas de los franceses cara a portería, a nada que fueran capaces de no caer con demasiado estrépito contra los de Mourinho (hoy por hoy, el histórico Ajax no puede aspirar a más contra uno de los grandes mangantes magnates del continente), tenían la clasificación en el bolsillo gracias a una aceptable fase de grupos. 

Y lo consiguieron, aunque sólo en parte. Perdieron su partido contra los españoles por 0-3. Un resultado abultado, pero no escandaloso. Sin embargo, el milagro se obró en Zagreb y el Lyon venció al Dinamo por un insólito 1-7. Resultado: el Olymplique se clasifica para octavos porque le dio la vuelta al goal average, poniéndolo en +2 a su favor respecto al Ajax. Y los holandeses no se lo creen.

Resulta que el partido del Dinamo no es que fuera sólo malo. Ni siquiera calamitoso. Es que se trató de una verdadera vergüenza, de un cantazo nada propio de una Liga de Campeones. Por mucho que los croatas no hubieran sumado ni un sólo punto, en su estadio siempre mostraron cierta dignidad. De hecho, el Madrid sólo fue capaz de ganar allí por 0-1. Y el Ajax por 0-2.

Pero es que, además, fueron los croatas los que se adelantaron en el marcador. De hecho, en el descanso iban 1-1. Y para colmo, al Ajax le anularon dos goles legales en el partido que disputaba al mismo tiempo contra el Real Madrid. ¿Nos suena de algo esto aquí en España? ¿Cómo no van a estar en Holanda con la mosca detrás de la oreja?

Los de Amsterdam sospechan de apuestas fraudulentas. Más que nada porque, por lo visto, el Dinamo de Zagreb ya ha tenido experiencias del estilo en el pasado. Vamos, que serían reincidentes. Tengo que reconocer que he buscado algún precedente y no he sido capaz de encontrarlo. Seguramente si hablara croata, pues sería más fácil. Podría buscar en las páginas web de aquel país, pero no se da el caso. Sin embargo, en Holanda aseguran que es así, y no tengo por qué dudar. 

Por supuesto, en Zagreb han puesto el grito en el cielo, mostrándose de lo más dolidos. Por su parte, Michel Platini, el presidente de la UEFA ha dicho que:

"Hay partidos en los que el portero tiene un mal día, o una defensa que se ha reorganizado o quizá un equipo que ya está eliminado y juega el último partido sin motivación. Lo puedes ver por el lado positivo o el negativo"

¿Cínico? ¿Realista? ¿Hipócrita? ¿Dice una perogrullada, o se ríe en la cara de los holandeses? Recordemos que Platini es francés, como la ciudad de Lyon. En fin, las cosas de este mundillo a veces tan asqueroso.

Por lo pronto, el Ajax ha pedido a la UEFA que se investigue el partido, aunque visto lo que piensa el presidente del orgnanismo, poco parece que puedan esperar. Y el Olympique se plantea demandar a los holandeses por herir su honor.

Pues eso. Que seguramente no puedan demostrar nada y todo quede en una pataleta por parte del equipo de Amsterdam. Pero a mí nadie me quita de la cabeza de que hay mucha más corrupción en el fútbol de lo que se puede demostrar. No sé si en este caso o en otro parecido, pero esa idea se mantiene firme en mi mente. 

lunes, 12 de diciembre de 2011

Mediocridad

No es mi intención hoy entrar en el manido debate de si lo que importa en el fútbol es ganar como sea, o si es necesario hacerlo a la vez que se lleva a cabo un juego al menos aceptable. Es evidente que en este mundillo mandan los resultados. Sin embargo, cuando mi equipo gana jugando mal, a mí se me queda una sensación de alegría preocupada. Me alegro por la victoria, pero me preocupo porque con ese mal juego pocos triunfos más se van a conseguir (previsiblemente). Aparte de ir contra la naturaleza propia de lo que es nuestro club, de nuestra cultura histórica, de lo que le gusta a la mayor parte de la afición. Por otro lado, cuando el equipo pierde jugando bien, lo que me queda es una decepción ilusionada. Por el mismo motivo. Me decepciona la derrota, pero me aferro a la idea de que, con ese buen juego, los resultados llegarán seguro (o casi). 

La derrota contra el Levante se enmarca (para mis sensaciones) en este segundo supuesto. No es que el Sevilla jugara de ensueño, pero sí que es cierto (al menos para mí) que se está empezando a ver otra cosa en las tres últimas jornadas. Si el equipo sigue en la línea que se le está viendo últimamente, pocas veces nos ocurrirá lo que en el Ciudad de Valencia. 

Esa es mi opinión, aunque por ahí se puede leer y escuchar de todo. Desde los que lo ven todo mal, hasta los que aprovechan la circunstancia para cargar contra los que defienden el buen juego como medio para conseguir los buenos resultados. Es de lo más triste comprobar cómo hay gente absolutamente enrocada en según qué posiciones y que aprovechan la más mínima para lanzar sus dardos contra los que piensan de un modo distinto. Los mismos que se quejan de tal cosa cuando el sentido de dichos dardos en justo el contrario. Y ahí siguen, y siguen, y siguen, entretenidos ellos en tan absurdas cuitas y aburriendo sobremanera a todos los demás, yo incluido.

También los hay que lo perdonan todo, inventándose mil argumentos para hacer ver que las cosas van de maravilla, o al menos acercándose a ella, aunque la mayoría destaca la preocupante mediocridad en la que parece que se va instalando de nuevo el Sevilla, una vez pasado ese ciclo en el que tantísimos éxitos se cosecharon. Y es aquí donde yo me quería parar. Lo de la mediocridad es cierto, yo lo veo así, pero para entender lo que voy a decir es necesario mirar el siguiente gráfico. O volverlo a hacer, que todos conocemos su contenido de sobra.




Como todos sabemos, este es el modo en el que se reparten los dineros de la televisión en la liga española. Los dos grandes se llevan la inmensa mayoría del pastel, mientras que los demás nos repartimos las migajas de una manera bastante uniforme. Los hay que dicen que nuestra competición es la mejor del mundo. Una buena competición es aquella en la que existe igualdad. Y sin duda en la liga española la hay. Lo que pasa es que la bondad de un campeonato debería residir en que hay muchos equipos muy fuertes y muy igualados en ese nivel de fortaleza. Pero lo que ocurre en España no es eso. Lo que ocurre en España es que, efectivamente, cada vez hay más igualdad, pero porque los equipos cada vez son más malos. Ahí está el gráfico. Todos iguales en ingresos, todos cada vez más iguales en poderío. Como digo, todos cada vez más malos. Todos, salvo, claro está, los dos grandes.  

Es cierto que los dos equipos más en forma de la Champions son españoles, pero son los dos grandes. Ninguno más. Es verdad que la mayoría de los candidatos al Balón de Oro juegan en nuestra liga, pero sólo en los dos grandes, no en ningún otro equipo. Es verdad que el fútbol español es admirado y envidiado en todo el planeta, que somos campeones de Europa, que somos campeones del mundo, pero todo está basado en los dos grandes. Los demás apenas tienen peso ni repercusión. 

Por tanto, la liga española se ha instalado en una mediocridad alarmante. Y con ella el Sevilla FC. Esto no es una defensa de la gestión de los dirigentes. Esto no es una justificación de las actuaciones del equipo. No trato aquí de decir que todo va muy bien, que todo se ha hecho estupendamente y que los errores no los han sido tanto. Sólo trato de entender el entorno en el que nos movemos. De analizar la situación de un modo frío. 

No cabe duda de que la dirección deportiva del Sevilla se ha equivocado al no traer a otro delantero. Tampoco me la cabe de que Marcelino se ha empeñado en jugar de una forma y que hace poco que ha cambiado de criterio. Resultado: el equipo no sabe a lo que juega..., aún. Y ya llevamos 15 partidos. También es evidente que hay jugadores que están bajo mínimos, a pesar de que el entrenador les sigue poniendo. Afortunadamente hay otros, como Rakitic o Coke, que se van entonando, pero lo uno lo quita a lo otro. Es evidente que el Sevilla debería de llevar más puntos, que hemos desperdiciado buenas oportunidades para haber estado más arriba (este fin de semana en Valencia, la última), que nos hemos pasado partidos y partidos perdidos en el campo, sin criterio, sin oficio ni beneficio, sin enterarnos de lo iba la película. Es indiscutible que un buen número de los puntos que tenemos se han obtenido gracias a las providenciales actuaciones de Javi Varas, y también que la delantera no está fina, que por Luis Fabiano no ha venido nadie y que eso se nota (y mucho) en la cifra de goles que llevamos (y, por ende, en el número de puntos a los que hacía referencia antes)

Y aún así, vamos quintos. ¿Cómo es posible?

Pues porque en el mundo de los ciegos, el tuerto es el rey. Porque el nivel de la liga española ha descendido de un modo drástico. Porque, dentro de lo malo, no somos de los peores. Porque, igual que decimos lo uno, es justo decir también lo otro. Porque este Sevilla, con todos sus fallos, errores y desaciertos, es mejor que otros muchos. Está mejor gestionado que otros muchos. Su nivel de mediocridad es inferior al de la mayoría de sus rivales. Me gustaría decir que su nivel de excelencia es superior al del resto, pero la excelencia en el fútbol español (salvando a los grandes y a la selección - basada esta en los grandes -) hace tiempo que dejó paso a esta mediocridad tan lamentable.

El Sevilla es mediocre, pero menos que los demás. 

Y es que hemos visto cómo un equipo como el Athletic se desmelenó en el Sánchez Pizjuán hasta el punto de ganarnos con la gorra, para perder en la siguiente jornada en casa contra el Granada. Hemos visto al Atlético de Madrid gastarse 40 millones de euros en un delantero para luego seguir como siempre en los últimos lustros, es decir, perdido en la mitad de la tabla, en tierra de nadie. Hemos visto a un Valencia incapaz de marcar distancia con los muy mediocres de sus rivales directos, perdiendo en Sevilla contra un rival con nueve jugadores, o cayendo derrotado contra un recién ascendido al que ganaba en el minuto 89. Estamos viendo a un Málaga que se ha gastado una millonada indecente para llevar lo que va de temporada mirándonos atentamente el culo todo el tiempo. 

Y eso por no hablar del Villarreal, igualado a puntos con el primero que ocupa plaza de descenso. 

En estos últimos años, los que han seguido a aquella cascada de títulos, muchos sevillistas, entre los que me incluyo, hemos vivido clamando a Dios por que no volviéramos nunca más a aquella mediocridad que nos consumió en los sesenta, setenta, ochenta y noventa. Que aprovecháramos el tirón para asentar al equipo uno escalón más arriba y que pudiéramos seguir viendo, si no un título tras otro (algo imposible, siendo realistas), sí a un Sevilla grande, potente y respetado. 

Para estos sevillistas es muy triste comprobar que, por desgracia, el Sevilla está volviendo a esa medianía, a esa mediocridad. Lo que pasa es que es una mediocridad diferente. Hace quince años había dos equipos super grandes, tres o cuatro potentes, y luego los mediocres. El Sevilla logró dar el salto de los mediocres a los potentes, y ahora ha vuelto a decaer. Pero ha decaído a la vez que todos los demás.

Lo que quiero decir es que los dos grandes siguen existiendo, pero el grupo de potentes se está esfumando. Ya somos todos mediocres. Todos. Unos más que otros, pero todos. Y el Sevilla es de los que menos. Mediocre, pero menos. No es que seamos mejores que los demás, es que somos menos malos. 

Por eso seguimos quintos. Por eso le llevamos 5 puntos a Athletic y Atlético. Que parece mentira, pero es que les llevamos 5 puntos. Y por eso el Valencia es incapaz de abrir un hueco importante. Porque también son mediocres. Muy mediocres. Y ahí radica nuestra oportunidad, ahí están nuestras esperanzas. No en nuestro buen hacer, sino en la mediocridad del resto.

¡Qué pena de liga española!

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