Ayer se pudo leer en Muchodeporte la siguiente noticia respecto a Romaric
Resulta que el entrenador del Español lo mandó para casa después de que llegara tarde a un entrenamiento. Y, claro, los de este portal, que son tan dados a buscar la punta y la polémica, pues se han hecho eco de dicha cuestión. No va de esto el post, lo menciono simplemente porque me ha recordado a algo que me ocurrió a mí en cierta ocasión y que, de haber existido por entonces este medio digital, no hubiese sido extraño que eso que me pasó se convirtiese en noticia para estos señores.
Os pongo en situación.
Supongo que la mayoría de vosotros recordará, aunque sea vagamente, a un futbolista danés que pasó por las filas del Sevilla y que se llamaba Miklos Molnar.
Este señor pasó sin pena ni gloria por nuestro club, pero a mí se me quedará grabado en la memoria para siempre por la anécdota que os voy a contar a continuación:
Corrían los primeros meses de 1998, yo tenía apenas 23 años y me encontraba en plena juventud en lo que a salir de fiesta se refería. Para los que no lo sepan, mi aspecto físico es tal, que no parezco para nada originario de donde soy originario. Cuando voy a tomar un café a un sitio turístico del centro de Sevilla, los camareros me hablan en inglés. Es una de mis señas de identidad entre las personas que me conocen. Un clásico. De hecho, en la época de la que hablo, hacía uso de tal circunstancia con bastante frecuencia. Casi todos los fines de semana, para ser exactos. La mayoría de los sábados en los que salíamos por ahí llevábamos a cabo una especie de broma que acabó por convertirse en todo un reto semanal. Buscaba a mi amigo Joaquín como aliado y lo hacíamos. Joaquín fue compañero en los Salesianos y sin duda uno de mis mejores amigos. Y, aparte, posiblemente la persona con más cara y menos vergüenza que he conocido en mi vida. Y el reto era ni más ni menos que entrar gratis en las discotecas. No sólo gratis, sino también sin esperar cola. Y lo hacíamos. Lo hacíamos continuamente.
Para ello, nos íbamos juntos a la cabecera de la cola y mientras él se dirigía al guarda de seguridad (también conocido como portero, segurata o directamente gorila), yo ponía cara de no enterarme de nada, de estar en las nubes, de despiste crónico... de guiri, vamos. Entonces, Joaquín le comía el tarro al portero diciéndole que yo era un estudiante extranjero medio empanao que al día siguiente cogía un avión de vuelta para mi país, que él estaba enseñándole los mejores sitios de marcha de la ciudad, que fíjate qué hora es, que si esperamos la cola se nos hace muy tarde porque el avión sale a primera hora de la mañana, que si bla y bla y muchas veces bla. Infinidad de ellas.
Yo no sé cómo lo hacía, pero acababa consiguiéndolo. A veces era necesario que le soltara una especie de parrafada en inglés, para dar un poco más el pego, pero en la mayoría de las ocasiones él solito se bastaba y sobraba. El portero nos dejaba pasar por delante de todos los que esperaban, no nos cobraban, y a continuación teníamos que buscar un lugar discreto para descojonarnos a gusto. Esto lo hacíamos casi todos los fines de semana. Incluso a veces hasta repitiendo porteros, lo cual rayaba la antología. Y digo que llegó a convertirse en un reto porque ya nos íbamos a lo difícil. En ocasiones quedábamos en salir vestidos de la peor forma posible, dando el cante incluso, para poner el asunto más difícil todavía. Y apenas fallamos un par de veces.
Pues bien, la anécdota que comentaba más arriba ocurrió cierta noche de sábado de primeros de 1998, cómo no, llevando a cabo nuestra tropelía. Llegamos al local escogido, yo puse mi cara de panoli, Joaquín se fue para el portero, habló con él durante un par de minutos, me hicieron un gesto y entramos ante la estupefacción de los que esperaban la cola. Una vez dentro, nos reímos, como siempre, fuimos a pedirnos algo y continuamos con nuestras risas. En aquella ocasión íbamos tres, el reto de aquella noche fue entrar tres, no sólo dos. Y lo conseguimos. Y allí estábamos con nuestras risas cuando un par de chavales se nos acercaron y, dirigiéndose a mí, hicieron la gran pregunta:
- Tú eres Molnar, el del Sevilla, ¿no?
De primeras me quedé de piedra. Joaquín, que de fútbol no entiende ni papa, puso cara de no entender la pregunta. Pero Francisco, el tercero en discordia, a pesar de ser bético, sí que se enteró de todo. Y sus risas se acentuaron. Claro que eso quedó en nada cuando comprobó que yo seguía el rollo y le contestaba al chaval que sí, que era Miklos Molnar. Yo no soy precisamente tímido, aunque tampoco tengo la caradura de mi amigo Joaquín. Claro que ya llevaba alguna que otra copa en el cuerpo, y esa circunstancia lo facilita todo.
- Ya decía yo - Continuó el muchacho - ¿Cómo es posible que dejen entrar a alguien sin esperar cola y sin pagar?
Y me pidió un autógrafo, el cual yo gustosamente le firmé. Juro por lo más sagrado que esto que cuento es cierto.
Juzgad vosotros si me parezco lo suficiente a Miklos Molnar como para que alguien me confunda con él hasta el punto de pedirme un autógrafo. Aparte de que él tiene cuatro años más que yo y que mide metro ochenta y dos, cuando yo a duras penas rayo el metro setenta y cinco. En fin.
Esto que me ocurrió ha perdurado en el tiempo, y no hay vez que me reúna con Francisco y/o con Joaquín y no recordemos aquello. La cola que trajo fue la imaginable, no sólo con ellos, sino con toda persona a quien contamos la anécdota posteriormente. Cuando jugábamos algún partidillo de fútbol y hacía algo mal, siempre había alguno que me gritaba "¡Quillo! ¡Eres más malo que Molnar!"
O cuando conocíamos a algunas chicas, siempre había algún gracioso que decía "¿Sabías que este es futbolista? Juega en el Sevilla" Ante lo que me miraban con cara de "¿pero qué estás diciendo?"
Y volviendo al principio, cuando leí la noticia sobre Romaric, me lamenté de que en 1998 no existiera Muchodeporte, porque con lo que les gusta a estos chicos pseudo periodistas meterse con todo lo que huele a Sevilla FC y poner en duda la profesionalidad de jugadores y ex jugadores (por mucho que a veces tengan razón, lo de cebarse tampoco es bueno), estoy convencido de que aquella anécdota que me ocurrió podría haberse convertido en noticia.
"Miklos Molnar sorprendido en una discoteca a altas horas de la madrugada"
Eso sí que habría sido memorable.
4 comentarios:
Querido Rafa:
No hace mucho tiempo, unos dos o tres meses, le enseñé tu blog a mi segundo hijo y desde entonces también te lee con bastante frecuencia.
Al ver la foto de tu perfil le dije: "Es la viva estampa de un futbolista del Sevilla que se llamaba Molnar". Te lo juro.
Respuesta de Fernando: Sí que es verdad, papá, yo me acuerdo de Molnar, que era "mu malo"
O sea que el chaval de la discoteca no iba muy mal descaminado.
Un abrazo, artista.
Si te pareces al pronto ;y si el que te pidio el autografo te lee se va a partir de la risa y te va a buscar para devolvertelo.
He de decirte que tambien hubo un "IVICA MORNAR" creo que fue temp. 95/96,mi memoria me falla ya sabes.
Saludos Sevillistas
Jajajaja, que bueno Rafael.
Joder la que podriamos haber montado si Mucho Deporte hubiera sacado ese titular...
Memorable.
Gracias por compartir esta cosas amigo.
Un fuerte abrazo.
@Marcu
Jaja! Pues esto que me cuentas completa lo que quiero decir. Si me coge con unos años menos, igual trataría de gastar la broma e intentar convertirme en noticia.
@Triana 1952
Sí, Mornar también jugó en el Sevilla, y también se rapaba la cabeza, pero a ese no me parezco. Por cierto, lo de que igual me buscan para devolverme el autógrafo también lo he pensado yo.
@Juan Angel Tena
Hubiese sido buenísimo. Creo que de existir Muchodeporte en aquella época, algo habría hecho para tratar de gastarles la broma. Lástima que ahora sea tarde.
Muchas gracias a todos, un abrazo.
Publicar un comentario