jueves, 19 de mayo de 2016

De década prodigiosa, nada.

Lo voy a decir de entrada para que quede clara mi opinión, como expreso en el titular, de manera que quien quiera siga leyendo, y quien no, que se vaya con esa idea en la cabeza.

No me gusta nada eso de la “década prodigiosa del Sevilla”.

Objetivamente es justo así, pero en verdad la cosa va mucho más allá que solamente eso. Hablar de “década prodigiosa” es una falta a nuestra historia. Como si estos diez años fuesen un paréntesis glorioso en la misma. Como si fuéramos un “SúperSevilla” análogo a aquel recordado y magnífico “SúperDepor”. O un “EuroBetis” venido a más. Lo del “SúperDepor” sí que fue un paréntesis. Un equipo ascensor que tiene una época gloriosa y que así es reconocida, para luego volver a su lugar. Y lo del “EuroBetis” es porque es tan raro ver a los vecinos en Europa, que hay que ponerle el prefijo para aclararnos. Pero es que con el Sevilla pasa al revés. No es que en el Sevilla estemos  pasando por una época gloriosa y que, tarde o temprano, volveremos a nuestro sitio. Es que nosotros estamos volviendo ahora a ese que es nuestro sitio. Es que nuestro sitio es este. Es que nosotros somos un equipo grande que ha pasado una época terrible y ahora está regresando a su lugar, no un equipo mediocre en época de vacas gordas que pronto volverá a su normal mediocridad.

No, lo de “década prodigiosa” no me parece acertado, como sí que considero mucho más justo eso otro que a veces se dice de nosotros: que tuvimos que atravesar una larguísima travesía del desierto. Larguísima de un modo increíble. Increíble.

Vamos a ver, yo pienso que  la grandeza no se mide por el número de finales y de copas, sino que las finales y las copas son la consecuencia de la grandeza. Y nosotros siempre hemos sido grandes. ¿O acaso no nos sentíamos superiores a aquel Zaragoza que ganó la Recopa en los 90 del siglo pasado? O al Español finalista de la UEFA del  88. O al Alavés en la última que ganó el Liverpool. O a la Real Sociedad subcampeón de liga hace no tanto. ¿Por qué el Deportivo de La Coruña podía disfrutar de una época gloriosa y nosotros no, aunque siempre fuimos mucho más que ellos? Yo he visto llegar a finales de la Copa del Rey, y hasta ganarlas, a equipos como el Mallorca, los citados Español, Zaragoza y Real Sociedad; Valladolid, Celta, Recreativo de Huelva, Osasuna, por supuesto el Deportivo…, joder, hasta el Betis, y nosotros, nada. Y yo siempre consideré al Sevilla más grande que cualquiera de ellos. ¿Por qué nosotros no? Porque, en mi opinión, lo extraordinario no es que ganemos copas ahora, sino que no las hayamos ganado durante décadas. ¿Cómo era posible?

Pues porque igual que ahora nos envuelve una especie de mística de campeón, antes era el cenizo lo que nos ahogaba. Pero eso nos impedía ser campeones, solo eso, que grandes seguíamos siendo. Grandes siempre hemos sido. Y visto ahora en perspectiva, esto tenía que ocurrir tarde o temprano. Y ahora que nos hemos sacudido el mal fario, no hay quien nos sacie porque son tantos TANTOS años, lustros, décadas… vidas enteras de una sequía que no nos correspondía, que ahora tenemos que desquitarnos. ¿Cómo no vamos a tener un hambre voraz de gloria? Tenemos muchísimo pendiente hasta colocar a nuestro Sevilla en el nivel de números que se merece. Porque no tiene sentido que todo un Sevilla, que ya demostró en las lejanas décadas de los 30, 40 y 50 lo que de verdad es, se llevara casi sesenta años sin tocar pelo, cuando clubes inferiores lo hacían, aunque fuera de vez en cuando. No tiene sentido, y esto que nos está pasando ahora es el cumplimiento de una deuda histórica. Es casi justicia poética. Es ponerle números a algo que de por sí ya era.

Y lo mejor de todo es que esto ya no hay quien lo pare. El Sevilla ha encontrado su lugar en el mundo, su hueco en este entramado, la manera de hacer las cosas que lleva al triunfo, un método implantado con éxito que es ejemplo para el orbe futbolísitico, por mucho que se nos quiera ningunear en esta mediocre España, donde quien triunfa gracias a su trabajo es despreciado para que su brillo no destape las vergüenzas de los que viven del engaño, la manipulación y el pelotazo. No, no hay quien lo pare. No tenemos por qué ponernos techo nosotros mismos. La victoria en Basilea nos mete en Champions y nos proporciona dinero. Mucho dinero. Tenemos el método, vamos a disponer de recursos y nos espera el próximo reto: la máxima competición continental. Esta temporada tuvimos mala suerte con el sorteo y nos echaron rápido, pero tenemos otra oportunidad. Porque el que la sigue la consigue. Porque tener oportunidades es más factible si se trabaja bien, como aquí. Porque nos lo hemos ganado y nos lo merecemos. Porque hemos venido para quedarnos;  y de movernos, solo lo haremos hacia arriba, no hacia abajo. Esa debe ser la actitud. Esa y no otra.

Y sí, es cierto que esto es una exageración. Que no es normal ganar tanto en tan poco tiempo, que eso solo está al alcance de los elegidos, de los más grandes, y no siempre. No de un modo continuado. Pero me niego a aceptar que esto sea solo una década prodigiosa. Que lo es, pero no solo eso.  Porque si es solo una década prodigiosa, terminará este verano y me niego a aceptarlo. Esto es, como decía antes, el cumplimiento de una deuda histórica. Es justicia poética. Es un banquete para un muerto de hambre, pero no para que luego regrese a la inanición, sino para que no vuelva a pasar por penurias nunca más.

No, esto no ha terminado. Lo que ha terminado es lo otro. Lo que había antes de 2006. El Sevilla ha recuperado su esencia, su idiosincrasia…, su sitio. Y no podemos permitir que nada ni nadie nos vuelva a echar de él nunca más.

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