EL PROYECTO
Colón llega a
Portugal
En 1476, después de que
el barco en el que viajaba naufragase frente a las costas del Algarve
tras una batalla contra corsarios, Cristóbal Colón llega a nado a
Portugal. Esa batalla existió y está documentada, pero envuelve un
misterio de lo más curioso, ya que el jefe del la escuadra pirata
era un francés llamado Guillaume de Casenove, también conocido como
“Colón el Viejo”. Como es de esperar, esto dispara las dudas y
especulaciones, llegando incluso muchos historiadores a preguntarse
en qué bando de la contienda se encontraba nuestro personaje. Esto
es algo que se produce de una forma continuada en la biografía del
Almirante. Cuando intentas investigar un poco para aclarar algún
concepto, lo que consigues es encontrar otras cosas que aumentan las
dudas. Y teniendo en cuenta la nebulosa que envuelve a los orígenes
de Cristóbal Colón, ¿no resulta hasta escandalosa la casualidad de
que un tal “Colón el Viejo” sea el capitán de uno de los bandos
que entraron en batalla aquel día?
Portada del reportaje de ABC en el que se presenta la teoría de que Cristóbal Colón era francés (1969) |
De la forma que fuera,
Cristóbal Colón llegó a Portugal en 1476, y allí permaneció
hasta finales de 1484. Es la época en la que, forzosamente, tuvo que
dar forma a su plan. Además, estaba en el mejor sitio para ello. En
lo referente a la navegación por mar, Portugal era, en la época,
como Estados Unidos en la actualidad para la espacial. Evidentemente, no eran
los únicos que la llevaban a cabo, pero sí, sin duda, los más
avanzados en esas artes. En relación con esta estancia en el país
luso, hay otros muchos interrogantes, como por ejemplo ¿por qué se
quedó allí en vez de, simplemente, volver a casa? O el que
señalamos en anteriores artículos, ¿cómo es posible que el hijo
de un humilde tejedor genovés acabara casándose con una noble como
Filipa Móniz de Perestrello? En verdad, interrogantes alrededor de
este personaje surgen de un modo continuado, pero no me voy a parar
en ellos en este momento. Vamos a hablar del proyecto.
La Escuela de Sagres y
la Volta da Mina
Descubrimientos portugueses en el s.XV www.magnaverum.com |
Pero fue a raíz de la
puesta en marcha de la llamada Escuela de Sagres cuando ese
conocimiento se plasmó en éxitos de renombre. Fue fundada en 1417
en dicha localidad, situada en el Algarve, muy cerca del Cabo de San
Vicente, por Enrique el Navegante, el hermano del rey Duarte I y tío
del sucesor de este, Alfonso V el Africano, con quien se comenzó a
abrir la ruta naval hacia el sur de Africa (de ahí el seudónimo,
claro). Los descubrimientos se sucedieron a lo largo de aquellos años
gracias a continuas exploraciones, casi siempre hacia el Sur. Y todo ello se pergeñaba desde este lugar del
Algarve. Sin duda, la Escuela de Sagres fue el centro neurálgico del
saber náutico de su tiempo, y todos los descubridores de la época
fueron relacionados con ella, incluido Colón, por supuesto.
De los grandes avances
náuticos impulsados por Sagres, podemos destacar la carabela, una
embarcación mucho más acorde para el tipo de navegación que se
estaba imponiendo (más veloz y ligera que la nao, pero con
suficiente capacidad de carga para navegaciones largas). Pero, en mi
opinión, el más sorprendente de todos, teniendo en cuenta que lo
normal en la época era la navegación de cabotaje, es decir, a vista
de tierra, fue la llamada Volta da Mina.
San Jorge de la Mina |
La Volta da Mina |
Los vientos alisios y
contralisios
He aquí uno de los dos
puntos vitales (el otro son las distancias) del proyecto de Colón: los
vientos. ¿Recuerdan cuando, en el primer artículo, nos preguntábamos
por qué el Almirante utilizó una ruta diferente para la ida y para
la vuelta de su primer viaje? Pues la respuesta está a continuación.
Técnicamente, los
vientos alisios son provocados por una subida de aire cálido en el
Ecuador, la cual deja una zona de bajas presiones (un hueco, hablando
en burdo), que es ocupada por otra masa de aire. Y ese movimiento de
aire es lo que ocasiona estos vientos. El efecto de la rotación de
la Tierra los desplaza hacia el oeste. Y como el eje de dicha rotación en nuestro planeta es oblicuo, estos vientos soplan del noreste
al suroeste en el hemisferio norte (y no directamente de este a oeste), y en sentido contrario (de
sureste a noroeste) en el hemisferio sur.
Por su parte, los vientos
contralisios se producen porque esa masa de aire cálido del Ecuador,
que subía dejando un hueco, se desplaza hacia otras zonas más frías
(más al norte o al sur, según el hemisferio), provocando este otro viento. Ese desplazamiento se
produce en dirección noreste en el hemisferio norte, y sureste en el
hemisferio sur.
Vientos alisios y contralisios en el Atlántico - Hemisferio Norte |
Al final, la cosa queda
como se ve en la imagen, es decir, como si los vientos hicieran un
recorrido casi circular en el sentido de las agujas del reloj en la zona atlántica del
hemisferio norte (y en sentido contrario en el sur). Claro que esto lo sabemos hoy. En el siglo XV
apenas se había navegado por el Atlántico, más allá de las
expediciones portuguesas, por lo que el manejo de estos vientos era
algo absolutamente innovador. Un espectacular avance en el saber
náutico. Por eso se considera a la Volta da Mina como algo rompedor en
su época (y no tanto por alejarse un gran trecho de la tierra firme),
ya que con dicha ruta se utiliza la fuerza de los vientos alisios/contralisios como “motor” de los barcos. Y eso era algo desconocido y
descubierto por los portugueses.
Primer viaje de Cristóbal Colón |
¿Y qué tiene que ver
esto con la aventura de Cristóbal Colón? Pues basta con mirar el
recorrido que siguió en su viaje de ida y luego en el de vuelta para
comprender que utilizó los alisios y los contralisios para impulsar
sus barcos y hacer factible la travesía. Factible en el tiempo, es
decir, que se pudiera realizar en un tiempo prudencial y acorde con
la capacidad de carga de suministros de las naves de la época; y
también factible para asegurar el regreso, ya que de nada sirve
utilizar unos vientos para la ida si luego esos mismos vientos te van
a impedir regresar. Por eso se da por sentado que Colón conoció la
técnica empleada para realizar la Volta da Mina. Porque era la única
ruta utilizada en la época que aprovechaba los vientos alisios y
contralisios. Los primeros para la primera parte del recorrido y los
segundos para la parte final.
Las distancias
Ya sabemos qué solución
planteó Colón en su proyecto al problema de la velocidad de los
buques y las rutas a seguir. El otro pilar del edificio era la
distancia a recorrer, y aquí la cosa se complicó bastante, ya que las incertidumbres en este sentido eran enormes en la época. Hemos de
tener en cuenta que don Cristóbal tuvo que presentar su proyecto a
juntas de expertos tanto en Portugal como en Castilla. Es decir, a la
flor y la nata del saber náutico de cada uno de los países. Por
tanto, tenía que hablar con argumentos muy sólidos para tratar de
convencerles, ya que no eran precisamente unos cualquieras. Hablar de
los alisios, por muy innovador que fuera aquello en su tiempo, era
fácil. Bastaba con poner el ejemplo de la ruta seguida por los
portugueses para volver de San Jorge de la Mina. Eso ya estaba
inventado, como se suele decir. Pero explicarles a esos señores que
la distancia entre Castilla o Portugal y las tierras que él
pretendía alcanzar era factible de hacer en un tiempo suficiente
para no morir en el intento era otra cosa completamente diferente.
Lo primero que debemos decir es que Cristóbal Colón leyó mucho. Muchísimo. Más allá de la formación que recibiera y del modo en que lo hiciera, la biblioteca que legó a su muerte fue extensísima, y actualmente se conserva precisamente aquí, en Sevilla. Y fue en base a lo que leyó como llegó a sus conclusiones acerca de las distancias. Antes de juzgar estas conclusiones (erróneas de cabo a rabo), hay que ponerse en el lugar del Almirante y en la época en la que vivió. Esas conclusiones se obtuvieron en base, como digo, a la información que se tenía entonces. No había otra forma posible de hacerlo.
Así, según lo expuesto por Toscanelli, la masa de agua del planeta se extendía por 160º, de los cuales, 20º estarían explorados y 15º sería la distancia entre Japón y China. Por tanto, si se resta 20 y 15 a los 160º totales, el resultado es 125º, que debía ser la extensión del Atlántico de orilla a orilla. Esta cantidad se acercaba mucho a los 120º que intuía Marino de Tiro que ocupaba dicho océano. Y lo que hizo Colón fue restar a eso la ya conocida distancia que había entre Canarias y Africa, quedando el objetivo final en 45 - 50º. Para colmo, otro de los autores que leyó, el profeta Esdras, aseguraba que el mar era una séptima parte de la obra de Dios. Y como un séptimo de la circunferencia (360º) es 51º, nuestro personaje concluyó que todas las piezas encajaban.
A la hora de pasar los grados a millas, volvió a confiar en las explicaciones de Toscanelli y en lo que decía Pierre D'Ailly en su Imago Mundi (otra de sus obras de referencia), y concluye que un grado equivale a 56 millas y 2/3, cometiendo el error final de basarse en la milla latina y no en la árabe (más corta la primera), quedándole una circunferencia de la tierra más pequeña aún. Según sus conclusiones, dicha circunferencia sería de 20.400 millas, que es una cuarta parte menos de la que en verdad tiene. Claro que eso lo sabemos ahora. En aquella época, era un dato tan difícil de hallar como de rebatir. Sin embargo, esos 50º (aproximadamente) de los que hablaba antes es la distancia real que hay entre Canarias y las Antillas. Las 700 leguas que dijo a su tripulación que navegarían.
Y en este punto, es fundamental preguntarse de nuevo a dónde pretendía llegar Colón. Yo lo lamento mucho por mis profesores de historia, pero no me creo para nada que Cristóbal Colón pretendiese llegar a Asia y tomar aquellas tierras en nombre de Castilla con tres barcos y una tripulación de marineros hambrientos y agotados. Tierras que pertenecían a poderosas naciones como China o Japón. No es que pretendieran entrar en guerra con ellos para conquistarlas, no, es que se trataba directamente de tomar posesión y punto. Eso no puede ser, no tiene lógica de ningún tipo. Por tanto, lo que dicha lógica indica es que Colón, de la forma que fuera, sabía de la existencia de tierras intermedias que no estaban dominadas por nadie, de modo que pudieran ser anexionadas y que sirvieran de puente con Asia. Recordemos que el objetivo final (según la historia oficial) era encontrar una ruta alternativa para comerciar con las especias, ya que la terrestre por Turquía estaba cortada, y la marítima que pretendían los portugueses aún no estaba completada y era considerablemente larga. Para eso no hace falta anexionarse los dominios de los chinos, sino simplemente tenerlos a tiro de navegación para comprar mercancías, cargar buques y trasportarlas. Y a mí me parece que lo más lógico es que el proyecto de Colón consistiese en llegar a esas islas intermedias y, a partir de ellas, encontrar la ruta hasta Asia. De hecho, los Reyes Católicos le prometieron títulos nobiliarios y derechos económicos a cambio de la consecución de un objetivo. Y le dieron esos títulos y derechos sin haber llegado a Asia, con lo que no podía ser ese el objetivo. Lo lógico es que tal objetivo fueran unas tierras intermedias, las que efectivamente alcanzó y de las que se hablan en el contrato que suscribieron, en la Capitulaciones de Santa Fe, de las que trataremos en el próximo capítulo. Y aunque es cierto que Colón nunca fue consciente de que descubrió todo un continente, eso no es incompatible con la lógica de la que acabo de hablar. Es la consecuencia de los errores de cálculo en los que cayó por la poca información que se manejaba en la época. Sin duda, Colón estaba convencido de que Asia estaba cerca de las islas a las que quería llegar, pero el objetivo tenían que ser esas islas, no la propia Asia.
Así, según lo expuesto por Toscanelli, la masa de agua del planeta se extendía por 160º, de los cuales, 20º estarían explorados y 15º sería la distancia entre Japón y China. Por tanto, si se resta 20 y 15 a los 160º totales, el resultado es 125º, que debía ser la extensión del Atlántico de orilla a orilla. Esta cantidad se acercaba mucho a los 120º que intuía Marino de Tiro que ocupaba dicho océano. Y lo que hizo Colón fue restar a eso la ya conocida distancia que había entre Canarias y Africa, quedando el objetivo final en 45 - 50º. Para colmo, otro de los autores que leyó, el profeta Esdras, aseguraba que el mar era una séptima parte de la obra de Dios. Y como un séptimo de la circunferencia (360º) es 51º, nuestro personaje concluyó que todas las piezas encajaban.
Biblioteca Colombina |
A la hora de pasar los grados a millas, volvió a confiar en las explicaciones de Toscanelli y en lo que decía Pierre D'Ailly en su Imago Mundi (otra de sus obras de referencia), y concluye que un grado equivale a 56 millas y 2/3, cometiendo el error final de basarse en la milla latina y no en la árabe (más corta la primera), quedándole una circunferencia de la tierra más pequeña aún. Según sus conclusiones, dicha circunferencia sería de 20.400 millas, que es una cuarta parte menos de la que en verdad tiene. Claro que eso lo sabemos ahora. En aquella época, era un dato tan difícil de hallar como de rebatir. Sin embargo, esos 50º (aproximadamente) de los que hablaba antes es la distancia real que hay entre Canarias y las Antillas. Las 700 leguas que dijo a su tripulación que navegarían.
Y en este punto, es fundamental preguntarse de nuevo a dónde pretendía llegar Colón. Yo lo lamento mucho por mis profesores de historia, pero no me creo para nada que Cristóbal Colón pretendiese llegar a Asia y tomar aquellas tierras en nombre de Castilla con tres barcos y una tripulación de marineros hambrientos y agotados. Tierras que pertenecían a poderosas naciones como China o Japón. No es que pretendieran entrar en guerra con ellos para conquistarlas, no, es que se trataba directamente de tomar posesión y punto. Eso no puede ser, no tiene lógica de ningún tipo. Por tanto, lo que dicha lógica indica es que Colón, de la forma que fuera, sabía de la existencia de tierras intermedias que no estaban dominadas por nadie, de modo que pudieran ser anexionadas y que sirvieran de puente con Asia. Recordemos que el objetivo final (según la historia oficial) era encontrar una ruta alternativa para comerciar con las especias, ya que la terrestre por Turquía estaba cortada, y la marítima que pretendían los portugueses aún no estaba completada y era considerablemente larga. Para eso no hace falta anexionarse los dominios de los chinos, sino simplemente tenerlos a tiro de navegación para comprar mercancías, cargar buques y trasportarlas. Y a mí me parece que lo más lógico es que el proyecto de Colón consistiese en llegar a esas islas intermedias y, a partir de ellas, encontrar la ruta hasta Asia. De hecho, los Reyes Católicos le prometieron títulos nobiliarios y derechos económicos a cambio de la consecución de un objetivo. Y le dieron esos títulos y derechos sin haber llegado a Asia, con lo que no podía ser ese el objetivo. Lo lógico es que tal objetivo fueran unas tierras intermedias, las que efectivamente alcanzó y de las que se hablan en el contrato que suscribieron, en la Capitulaciones de Santa Fe, de las que trataremos en el próximo capítulo. Y aunque es cierto que Colón nunca fue consciente de que descubrió todo un continente, eso no es incompatible con la lógica de la que acabo de hablar. Es la consecuencia de los errores de cálculo en los que cayó por la poca información que se manejaba en la época. Sin duda, Colón estaba convencido de que Asia estaba cerca de las islas a las que quería llegar, pero el objetivo tenían que ser esas islas, no la propia Asia.
A las conclusiones a las que nuestro personaje llegó después de tanto leer, hay que añadir los indicios de los que hablamos en capítulos anteriores y, sobre todo, su experiencia. El hecho de haber estado navegando durante tanto tiempo y de haberlo hecho durante años con los mejores de su época, los portugueses. Cuando un hombre con la capacidad que se le supone a Colón, y sus inquietudes, ve tanto como vio, adquiere tantísima experiencia como adquirió navegando por todo el Atlántico conocido, escuchando las historias de tanta gente de lugares tan dispares (desde Islandia hasta San Jorge de la Mina), habiendo estado en contacto presumiblemente con sabios en la materia como Toscanelli, como Behaim u otros en la Escuela de Sagres, habiendo podido consultar los archivos de su suegro, Bartolomé de Perestrello, nada menos que el descubridor de Porto Santo, una de las islas de Madeira..., cuando todo eso se junta, sólo hace falta que alguien crea en ello de verdad y se decida a poner el dinero encima de la mesa. En el fondo, no es más que eso. Alguien que desarrolla un proyecto revolucionario, que es mirado por encima del hombro por los supuestos expertos en la materia, que es tildado de loco, que se harta de dar vueltas buscando a alguien que crea en él, que persevera, persevera, persevera..., hasta que por fin encuentra quien le da la oportunidad y ocurre lo inevitable: que gracias a él surge algo que cambia el mundo.
No es Cristóbal Colón el único ejemplo, los hay a montones en la Historia. Lo que ocurre es que lo que Cristóbal Colón descubrió acabó por irse mucho más allá de lo que hasta él mismo pudo haber imaginado en el mejor de su sueños. Pero ese es otro tema. Lo cierto es que el futuro Almirante desarrolló su proyecto, lo presentó donde consideró conveniente, luchó por él y, finalmente, hubo alguien que acabó por darle credibilidad. Alguien con la misma altura de miras, con la misma grandeza. Alguien adelantado a su tiempo. Alguien como Isabel la Católica.
Ya hablé de ella en su momento y me reafirmo ahora en lo que dije entonces: en mi opinión, el mejor gobernante que ha tenido España en toda su historia. En el próximo artículo hablaremos de cómo se desarrollaron los acontecimientos en Castilla para que, finalmente, Cristóbal Colón lograra su objetivo de ser enviado por los reyes a descubrir nuevas tierras.
Capítulos siguientes: (V) - (VI) - (VII)
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