Una vez terminada la temporada, y pasada la celebración del título de Copa obtenido, es el momento de hacer balance con serenidad.
Esta ha sido una de las temporadas más difíciles que se recuerdan el los últimos años, como también lo fue la 2007/2008, tras la muerte de nuestro añorado Antonio Puerta y la marcha por la puerta de atrás de Juande Ramos. Y eso que comenzó de un modo magnífico, con el equipo metido en la pelea por el primer puesto, y desplegando un fútbol de altura, tanto en Liga como en Champions. Pero las cosas se torcieron a partir del partido contra el Málaga, en el cual, caso de haberlo ganado, nos hubiéramos encaramado a la segunda posición. Tras ese encuentro, el equipo entró en una dinámica negativa de la que apenas hemos conseguido salir hasta el final. Un sinfín de lesionados, un debate interno acerca de la figura del entrenador, y una racha de malos resultados acabaron por hacer descender nuestras expectativas de un modo drástico, hasta el punto de celebrar casi como un título un cuarto puesto conseguido in extremis y de milagro, siendo nuestro rival directo un equipo en teoría inferior como el Mallorca. Y eso que se nos daba al principio como alternativa a los dos grandes. Afortunadamente, el curso terminó con los objetivos mínimos cumplidos, y con un título de Copa que nos ha hecho olvidar todos los sinsabores anteriores.
Pero todo esto nos ha hecho aprender mucho. Nos ha hecho crecer, porque no hemos permitido que una temporada complicada acabase por hundirnos. Eso le ocurrió a otros equipos en los últimos años. Me acuerdo del Valencia de Koeman. O del Deportivo de la Coruña, que ya no se parece en nada a aquel Superdepor. También de la Real Sociedad, por ejemplo, que pasó del subcampeonato de liga, a un descenso a Segunda División. O del Zaragoza, que parecía candidato a ganar la UEFA el año después de nuestro éxito en Glasgow, y que acabó con sus huesos en la categoría de plata. Incluso este año, equipos como el Atlético de Madrid o el Villarreal han fracasado estrepitósamente en Liga. Pero nosotros no. Nosotros hemos sabido sobreponernos a las dificultades y mantenernos en las posiciones de privilegio. No nos hemos hundido. Hemos aprendido a sufrir. A ganar también cuando las cosas no vienen rodadas. Eso también es ser grandes. Es más, eso es más motivo para considerarnos grandes que lo hecho con Juande Ramos en el banquillo. Porque hemos aprendido que somos capaces de ganar en cualquier circunstancia, y jugando de la manera que sea.
También hemos aprendido a comprender que no siempre se puede jugar bien. Y que no es necesario hacerlo para ganar. Al menos, yo lo veo más o menos claro. Durante este año se ha desarrollado un debate alrededor del juego del equipo que ha provocado hasta la división del Sevillismo. Sin embargo, al final esa división no se ha dado. Al contrario, todos fuimos a una en pos de la cuarta plaza y del título de Copa. Y ambas cosas se han conseguido. Porque el Sevillismo unido es invencible, está más que demostrado. Y eso que el juego del equipo tras la marcha de Jiménez no mejoró ostensiblemente. Pero es que no se trata de jugar bien. Se trata de ganar bien. Con Jiménez en equipo ganaba mucho, pero daba la sensación de poder perder en cualquier momento. Con Alvarez, el equipo ganó mucho también, pero sin jugar mejor. No obstante, ganaba bien. No jugaba de maravilla, pero tampoco daba la sensación de que en cualquier momento la cosa se podóa ir al garete (como contra el Getafe en Copa, por poner un ejemplo). Eso hemos aprendido. No podemos pretender que el equipo arrase siempre, pero sí que se comporte como un grande. Que, cuando no se pueda jugar bien, se sepa tirar de oficio para sufrir lo menos posible. De aquel debate de la primera parte de la temporada, ni unos ni otros teníamos razón.
Y creo que eso nos lleva a avanzar en la búsqueda de nuestra nueva identidad. Del equilibrio necesario para saber exigir al equipo lo justo. Ni más ni menos. La afición debe estar unida porque eso, ya digo, nos hace indestructibles. Y este año hemos aprendido la forma de conseguirlo.
Otra cosa que me ha llamado mucho la atención es la actitud de algunos jugadores. En mi opinión, en este equipo sobran futbolistas, no por su calidad, sino porque esta sin actitud no vale para nada. Yo ya estoy harto de escuchar a algunos diciendo continuamente que se quieren ir. O dejándolo entrever, o presionando para conseguir algo. Yo creo, por ejemplo, que Luis Fabiano tiene que ser vendido ya. Se le ha sacado mucho partido, es un extraordinario jugador, pero sólo rinde cuando le da la gana, y siempre pensando en si mismo y en sus intereses. Luis Fabiano no es un ídolo de la afición. Ni debe serlo. Todo el mundo entiende que los futbolistas quieren progresar en su carrera (como decía Dani Alves), pero siempre partiéndose el pecho por quien le paga, no faltando al respeto. Y O Fabuloso va a cumplir treinta años. O le sacamos partido ya, o se nos escapa la oportunidad de hacerlo.
Otro que me tiene un poco harto es Adriano. Con Capel y Perotti por delante de él, este año sólo ha pensado en sus opciones de ir al Mundial, empeñándose en jugar de lateral izquierdo no porque eso fuera bueno para el equipo, sino porque esa es la posición menos clara en la selección de Brasil. Al final se perdió entre lesiones, malas actuaciones y alguna que otra expulsión que no venía a cuento. Para colmo, este es otro que deja entrever que se iría de aquí con gusto. Un equipo como el Sevilla necesita de la implicación total de sus futbolistas para conseguir sus objetivos, porque por presupuesto no podemos competir con nuestros rivales directos. Y el que no esté implicado, no nos vale. Se entienden las lesiones, las malas rachas, incluso los problemas personales, que los futbolistas no dejan de ser personas. Pero hay otras cosas que no son de recibo.
Han habido otros jugadores con actitudes un tanto dudosas, como Konko, Negredo o Romaric. Y estoy convencido de que la dirección deportiva debería tomarse esto en serio, porque la cantera viene pegando muy fuerte. Y yo tengo muy claro a quien daría oportunidades y a quien no. A quien ya no más, quiero decir.
Y ahora comienza el debate acerca de la figura del técnico que debe dirigir nuestros intereses a partir del próximo año. Yo tengo más que claro que renovaría a Antonio Alvarez. Si defendí la renovación de Jiménez el año pasado, no tendría sentido no hacer lo propio con Alvarez ahora. Y no sólo es una cuestión de coherencia. Alvarez ha demostrado templanza y oficio, aparte de sabiduría aunque esta ya se le conocía. Pero es que, además, tiene el respeto de la plantilla, algo imprescindible para el éxito. Y también el respaldo mayoritario de la afición. Para colmo, ha cumplido con su cometido con solvencia. Cogió a un equipo desenchufado y destrozado tanto física como anímicamente. Y ha logrado el cuarto puesto y el título de Copa. Para colmo, estoy convencido de que, si el equipo hubiese estado mejor, el juego hubiese sido mucho más vistoso. Pero es que los jugadores estaban como estaban. Tantas lesiones han pasado factura en lo físico, y el final de la temporada se ha hecho eterno. Más no se podía hacer.
Que, por cierto, lo de las lesiones es algo que se debería mirar. No tengo ni idea de si se ha tratado de un tema de mala suerte, o si es verdad que dicen algunos que se ha debido a una mala preparación física, y también que el equipo médico no ha sabido diagnosticar y tratar del modo que debería. Insisto que no tengo ni idea, pero los que sí que lo sepan que hagan algo, si hay algo que se pueda hacer, porque la rémora que hemos sufrido este año a cuento de eso ha sido verdaderamente escandalosa.
Con todo, una vez más, es inevitable mrar al futuro con optimismo. Creo que el Sevillismo se ha quitado de encima el peso de ese convencimiento que muchos tenían de que lo de aquel año mágico de los cinco títulos podía quedar en algo anecdótico en la historia del club, y que nos vendríamos abajo otra vez sin remedio. No nos hemos venido abajo, y hemos vuelto a ser campeones en nuestra nueva situación. Ahora sabemos que los éxitos pueden seguir llegando, y que el proyecto es serio. Indestructible que diría Del Nido. Creo que ya nadie pedirá al equipo que quede campeón de Liga, n que gane cinco títulos en quince meses. Y eso nos quitará un punto de presión que puede hacernos incluso más fuertes.
Por lo pronto ya tenemos un nuevo fichaje. El francés Dabo. Y al más puro estilo Monchi de los mejores tiempos. Un jugador joven, desconocido pero con algo de caché (una convocatoria con Francia no es algo extraordinario, pero si algo que hace albergar esperanzas), y además ha llegado gratis. Para colmo, es polivalente, y puede cubrir dos de las posiciones más frágiles del equipo. Los dos laterales.
Como comienzo no está nada mal. Aún se oyen los gritos de la celebración de la Copa, y ya tenemos el primer fichaje entre manos.
Y por ahí siguen otros dándole vueltas a eso de los sueños. Yo sí que tengo sueños.
1 comentario:
No puedo estar más de acuerdo contigo. Luis Fabiano fuera, Adriano fuera. Konkó, siendo joven si se le encuentra un acomodo a un precio razonable también fuera. A Negredo personalmente lo esperaba otro año.
Como ves no he entrado en analizar el centro del campo, lo hago ahora. Dusher y Lolo no son futbolistas válidos para un equipo champion, Romaric me parece un pésimo profesional, Renato no tiene físico y se esconde. En la primera plantilla del Sevilla no hay ningún futbolista capaz de coger una pelota en el medio y regatear a su marcador para romper la presión, para que no nos hagan una y otra vez el dos contra uno en banda. Recuerdo con tristeza a Manucho presionar el solo la salida del balón del Sevilla y obligar a devolverle la pelota a Palop
A clubes como el Sevilla FC, que ni por presupuesto ni por masa social ni por predicamento en los medios de comunicación tienen los posibles del Madrid y del Barça tiene que competir usando la motivación y la implicación de los futbolistas. Si no, mal asunto
Publicar un comentario