jueves, 20 de mayo de 2010

Y por fin cayó el mito

Don Ramón Sánchez Pizjuán, el mejor presidente de la historia del Sevilla hasta que don José María del Nido le sustituya, falleció el 28 de octubre de 1956. Dirigió los destinos de nuestro club desde 1932 hasta el mismo día de su muerte, con un paréntesis de por medio. Murió con la camiseta puesta, como quien dice. En ese periodo de tiempo, el Sevilla logró todos los títulos que poseía hasta mayo de 2006. Y no sólo eso, sino que se consagró como uno de los grandes del fútbol español, gracias a una descomunal racha de resultados y de sensacionales temporadas que incluyeron tres subcampeonatos. Y también algún que otro título liguero mangado por los árbitros, que eso de los mangazos arbitrales no es nuevo de ahora. Esa temporada en la que don Ramón falleció, el Sevilla continuó con su inercia ganadora, proclamándose subcampeón de liga por cuarta ocasión, y clasificándose por vez primera para la Copa de Europa.

Pero desde que don Ramón falleció, el Sevilla se fue viniendo abajo hasta caer incluso a la segunda división, convirtiéndose en el club mediocre que la inmensa mayoría de nosotros recordábamos... hasta mayo de 2006. Parecía como que sin él, el Sevilla nunca volvería a ser tan grande como en aquella época. Incluso se le llegó a poner su nombre al estadio que se estaba construyendo por entonces, y que se inauguró en 1958. Nuestro estadio, nuestra casa. La Bombonera de Nervión.

La grandeza del Sevilla se convirtió en mito, en leyenda, en algo lejano en el tiempo. Pero ese mito cayó el 23 de abril de 2006, con el gol de la Zurda de Diamante. Y el Sevilla volvió a ser grande. Más incluso que en aquella otra época. Llegaron los títulos, la borrachera de títulos, y ese fútbol primoroso que asombró a todo el mundo. Era el Sevilla de Del Nido, de Monchi, de Juande Ramos... de Antonio Puerta

Pero, al igual que ocurrió con don Ramón, un fallecimiento trucó esa época tan gloriosa. Fue el de Antonio Puerta, el que marcó el gol que nos cambió la vida. Este también murió con la camiseta puesta. Y desde que Puerta falleció, el Sevilla no volvió ni a parecerse a ese tan grandioso de tan poco tiempo atrás. Parecía que sin él, el Sevilla nunca volvería a ser tan grande como entonces. Incluso se le llegó a poner su nombre a la Ciudad Deportiva de donde tantos y tantos jugadores han salido. Incluído él mismo.

Aquel Sevilla de los cinco títulos se convirtió en un mito, en leyenda, en algo que, a pesar de ser cercano en el tiempo, parecía que nunca más se volvería a repetir.

Pero, caprichos del Destino, ese mito también ha caído. Cayó anoche, el 19 de mayo de 2010. Gracias a Dios, no tuvmos que esperar otros cincuenta años para verlo. Sólo tres.

Anoche, el Sevilla fue otra vez campeón. Sin don Ramón Sanchez Pizjuán, y sin Antonio Puerta. Y, para colmo, el gol que nos abrió las puertas de la gloria tuvo que ser del "16" (no del eterno como contra el Schalke, sino del actual), del extremo izquierdo del equipo, del jugador salido de la Ciudad Deportiva que se llama "Antonio Puerta" que acabó por sustituir al gran jugador que puso nombre a esas instalaciones. A nuestra "Fábrica de los Sueños". Y el gol vino tras una jugada de Jesús Navas, y con un disparo desde fuera del área. Igual que el de Puerta.

Si eso no son caprichos del Destino, que venga Dios y lo vea.

Por fin cayó el mito. El otro mito. Ahora sabemos que el Sevilla no necesita de mitos para ser campeón. Ni tampoco de años mágicos, ni de Juandes Ramos. Ni siquiera de hacer un fútbol primoroso que asombre al mundo entero. No necesitamos ser el mejor equipo del mundo ni, además, ganar todo lo ganable salvo lo que los árbitros nos impidan, como aquel día en Mallorca.

Este año el Sevilla ha crecido más que en los últimos diez. Y mira que el los últimos diez hemos crecido. Esta año hemos aprendido a ganar cuando la inercia es negativa. Cuando se juega mal. Cuando se tienen tantas lesiones que el equipo llega al final de la temporada fundido. Cuando el entorno crea un ambiente tan negativo y pesimista. Cuando incluso se destituye a un entrenador por primera vez en... yo qué se en cuando tiempo.

Ahora somos más grandes. Muchísimo más grandes. Ahora somos uno de esos equipos que salen a ganar a pesar de tenerlo todo en contra. Anoche se vio claro. Ocho bajas, seis de ellas en defensa, y un puñado de chavales casi debutantes en la convocatoria. Fuimos dominados y asediados. Estábamos fundidos, hundidos físicamente, destrozados. Pero ganamos. Mientras veía, con el corazón en un puño, cómo el Atlético de Madrid se desfondaba, intentando una y otra vez abrir la lata de nuestra defensa, no podía evitar acordarme de la cantidad de veces que nosotros fuimos el Atlético de anoche, y nuestro el rival este Sevilla. La de ocasiones en las que "jugamos como nunca y perdimos como siempre". La infinidad de partidos contra equipos grandes en los que demostramos merecer más, pero que nos fuimos con la derrota porque los grandes siempre ganan. Estén bien, mal o regular. No importa. Siempre ganan. Por eso son grandes.

Anoche, los grandes fuimos nosotros. Y el Atlético el equipo menor que se partió la cara intentando ganarnos, que igual hasta lo mereció, pero que perdió ante el grande porque los grandes siempre ganan. Por eso son grandes.

Madre mía, ¡qué gustazo!

Hoy quiero dar la razón a esos que dicen que el Sevilla ha terminado un ciclo. Sí señor. Es completamente cierto. Pero el ciclo que ha terminado no es ese que empezó con la borrachera de títulos. No. Ese terminó en agosto de 2007 con la muerte de Antonio Puerta. El ciclo que ha terminado es ese que ha servido de transición entre el inicio de un nuevo mito, y su definitiva caída. Anoche terminó el ciclo. Anoche cayó el mito.

Y es justo aquí cuando me quiero acordar de Manolo Jiménez. El entrenador que tuvo los cojones y el sevillismo de llevarnos por esa travesía del desierto que fue ese ciclo que anoche terminó. Haciéndolo en contra de todo el mundo, y manteniendo al Sevilla en lugares de privilegio. Esta Copa es del Sevilla, no de nadie en particular. Pero, dentro del Sevilla está Manolo Jiménez. Y no sé cuanto tiempo pasará, pero llegará el día en que se reconocerá al de Arahal la enorme labor que hizo en unos momentos tan complicados. Él no derribó el mito, pero impidió que el Sevilla cayera por culpa del mismo. Como le pasó la otra vez.

Y a partir de ahora comienza una nueva era. Ahora somos más grandes, ya lo dije antes. Ahora sabemos mucho más. Ahora somos conscientes de que otro título como el conseguido ayer puede llegar en cualquier momento. Sin necesidad de mitos. Sin necesidad de hacer un juego primoroso. Sin necesidad de grandes líderes en forma de jugador, presidente o entrenador.

Sólo siendo nosotros. El Sevilla Fútbol Club.

Por que los grandes ganan. En cualquier circunstancia.

Por eso son grandes.

1 comentario:

Nicolás Fernández dijo...

Desde Argentina, mi gran saludo a todos los Sevillistas por ésta nueva estrella!

Vamos Sevilla!!!

Se terminó la temporada de la mejor manera. Esperemos que la que viene sea aún mejor!!

Un abrazo a la distancia y felicidades!

Nicolás Fernández (de "Argentina es Sevillista" http://sevillaenargentina.blogspot.com/)

SITIOS DE INTERES

Economía y Política