A decir verdad, yo nunca he sido persona de admirar a otros hasta el punto de idolatrarlos. Ni tan siquiera cuando era niño o adolescente y ese tipo de cosas están a la orden del día. Nunca colgué un poster de nadie en mi habitación, nunca perseguí a ningún famoso para obtener un autógrafo. Nunca hice nada así ni por el estilo.
De todos modos, si tuviera que mencionar a alguien relacionado con el mundo del fútbol que me haya marcado de alguna manera, podría citar a dos. Uno de ellos fue Maradona, el gran ídolo futbolista de cuando yo era niño. Juro que tuve que luchar para reprimir las lágrimas de la emoción cuando lo vi por primera vez con la camiseta del Sevilla. Para mí fue el momento álgido de la historia de nuestro club conocida por mi en persona. Hasta las finales de 2006 y 2007, claro está. Lo que pasa es que la deriva que ha protagonizado este personaje a lo largo de los años ha hecho que esa admiración haya desaparecido, quedando como algo grabado en mis recuerdos de una época, pero que para nada se mantiene en la actualidad.
Y el otro futbolista es, sin duda, Marcelo Campanal. Evidentemente, y por motivos lógicos de edad, yo no lo vi jugar. De hecho, este señor llevaba ya una década retirado cuando yo nací. Mi admiración por él viene de otra parte, tiene otro sentido. He comentado más de una vez que, a mí, el sevillismo me lo inyectó en vena mi abuelo, que sí que vio jugar, no sólo a Campanal II, sino también al primero, y a los Stukas, y a Arza y al resto de jugadores que ganaron la Liga, etcétera.
Mi abuelo hablaba maravillas de todos ellos. Me contó historias de Busto, de Alconero, de Antúnez, de Guillermo Campanal "el Gordo", de Pepillo, de Araújo, de Arza..., pero cuando hablaba de Marcelo Campanal le brillaban los ojos de manera especial. Se emocionaba. Lo definía como un monstruo, como lo mejor que habían visto sus ojos en forma de defensa central. Pero no se limitaba a la faceta estrictamente futbolística. Resaltaba su carácter, su liderazgo, su garra, su furia... Se notaba a leguas que la admiración que sentía por él estaba a otro nivel.
Curiosamente, a mi abuela, a su mujer, le pasaba lo mismo. También le brillaban los ojos cuando hablaba de Marcelo Campanal. Pero a ella no le importaban tanto sus dotes futbolísticas. Ella se centraba en que era muy guapo. Hoy día, cuando lo pienso, no puedo evitar reírme. Seguramente, en nuestros días, el Real Madrid pagaría una fortuna por Campanal porque, además de buen defensa, vendería muchísimas camisetas entre las chicas al ser así de atractivo. En verdad, en aquella época también lo intentó, pero los motivos serían estrictamente futbolísticos.
El caso es que mis abuelos me trasladaron esa especie de veneración por el Capitán Maravillas. Cuando alguien me pregunta, por la razón que sea, quién es el mejor jugador de la historia del Sevilla, el nombre de Campanal es el primero que se me viene a la cabeza. No suelo responder con dicho nombre, reconozco que es difícil dar ese mérito a un defensa, sobre todo cuando hay gente como Juan Arza compitiendo por el mismo. Pero es Campanal en el primero en quien pienso. Yo creo que mi abuelo le daría ese honor al asturiano sin dudarlo. De verdad que le admiraba con todos sus sentidos.
Hace unos años, en 2003, Marcelo Campanal publicó su biografía. Y pasó por Sevilla para firmar ejemplares en El Corte Inglés. Por supuesto, yo fui a esos grandes almacenes, compré el libro y me puse en la cola para que me lo dedicara. Para mí era un momento importante. Ya digo que jamás pedí un autógrafo a nadie, pero el de Campanal sí que lo quería.
Mientras esperaba, no dejaba de darle vueltas a la cabeza sobre lo que le diría. Le hablaría de mi abuelo, que hacía ya más de 15 años que había muerto, y de la forma en que siempre le admiró. Le aseguraría que pagaría lo que fuera por trasladarme al pasado y poder verle jugar. Me reiría con él recordando que a mi abuela le parecía un hombre de lo más apuesto. No le ocultaría que, cuando se hace esa pregunta de con quien te irías un sábado de cañas, yo siempre pienso que con Marcelo Campanal, para que me cuente en persona cómo era aquel Sevilla tan grande de los cincuenta. Y aunque no sabría explicarle por qué, le reconocería que yo le admiro como le podría admirar cualquier sevillista de aquellos tiempos.
Sin embargo, cuando me vi frente a él, la mente se me quedó en blanco. No me salieron las palabras y tuve que emplearme a fondo para no soltar alguna lágrima. Sólo podía acordarme de mi abuelo y de lo que le hubiese gustado estar en mi lugar en ese momento. Tenía delante de mí a un señor mayor, de setenta y pocos años, que parecía un chaval, espigado, fornido, fuerte a pesar de su edad. Tenía delante de mí a uno de los mejores futrbolistas que han vestido nuestra camiseta en toda la historia. Tenía delante de mí a todo un histórico, a un dorsal de leyenda (entonces ya lo era, ayer sólo se lo reconocieron oficialmente). La persona que estaba allí era una de las pocas (poquísimas) por quien he sentido alguna vez verdadera emoción por conocer.
Y me quedé en blanco. No le dije nada. Tanto fue así, que el propio Marcelo tuvo que preguntarme, con una amabilísima sonrisa, cuál era mi nombre para poder dedicar el libro. Supongo que no era la primera vez que se encontraba con un admirador en ese estado.
Me sentí un poco (bastante) avergonzado por mi reacción. Por mi nula reacción. Pero cuando uno se siente impresionado por algo, esas actitudes son inexplicables. Con la de cosas que mi abuelo me había contado de Campanal, con esa admiración que le tenía que rayaba la veneración, supongo que lo elevé al rango de mito. Y verme cara a cara con dicho mito me hizo sentirme de esa manera. Nunca antes me había ocurrido, y nunca después me ha vuelto a pasar.
Y este es el único autógrafo que tengo. El único que he pedido. El de la única persona a la que he admirado lo suficiente como para buscarlo.
Cuando ayer vi a esta leyenda del sevillismo asegurar entre lágrimas, sin apenas voz, que era sevillista de nacimiento gracias a su tío, y que lo seguiría siendo hasta la muerte, no pude evitar derramar alguna también yo.
En esto consiste el sevillismo. Esto es el sentimiento. Una persona tan equilibrada como yo pierde por completo el control de sus actos, hasta el punto de no ser capaz de comunicarse con otra persona, sólo porque esa otra persona es alguien a quien mi abuelo veneró como a un ídolo. Y yo, sin conocerle de nada, sin haberle visto nunca jugar, me quedo petrificado en su presencia porque siento que lo que tengo delante es mucho más que una persona. Es la personificación del sevillismo, de mi sevillismo, del que me enseñó mi abuelo. La personificación de mi sentimiento.
A veces me han preguntado por qué soy sevillista. Y la respuesta, el motivo, es el mismo que explica por qué me quedé sin habla delante de Marcelo Campanal.
No tengo ni la menor idea, pero es así.
¿Acaso importan las razones?
13 comentarios:
¡Que grande eres Rafael! yo no sé el dia que nos conozcamos en persona,cosa que pienso hacer,si me quedaré sin palabras o no,si asi lo hago,creo que sobraran todas las explicaciones,un abrazo hermano.
Fue muy bonito verlo anoche en a balón aprado contando sus historias y aquel pasaje de la tangana en oporto que le costó incluso pasar un ratito en prisión. Muy emotivo sin duda.
Un abrazo maquina
Cada día me gusta más leerte.
Magistral el post.
Un abrazo
Otro ejemplo de superacion cntando histria no dejas ningun pelo sin estar de punta al leerte en fin amigo que da gusto sentarse delante del ordenador y deleitarme con tus post
Enhorabuena Rafael
Magnifico post, amigo.
Para tal futbolista, tal post.
Felicidades
Un abrazo
Suscribir todo lo bueno y mas dicho por los anteriores amigos.
Claro que no Rafael, no importan las razones.
Las cosas pasan como pasan y son como son. No hay mas.
Enhorabuena amigo por tan magnifico post.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias a todos. La verdad es que una historia que me hace sentir un tanto avergonzado, pero es algo que me pasó y ya está.
Por supuesto, me parece fantástica la iniciativa del Sevilla respecto a Campanal y a todos los demás.
Esto nos engrandece como club.
UN abrazo a todos.
Precioso post Rafael.
De lo mejor que he leido en la blogosfera en mucho tiempo.
Mayte se ha quedado corta en su recomendación.
Muchas semanas uno no puede estar en todo.
Creo sinceramente que el nivel de esta,es espectacular en variedad y calidad.
Gran historia,digna de salir en portada de cualquier diario de nivel.
Enhorabuena Rafael.
@César Vizcaíno
Es una historia como las miles que pueden contar todos los sevillistas. Me parece muy recomendable que todos las compartamos, es una de las cosas por las que creo que se mantienen los blogs. Hoy me a tocado a mí, y mañana le tocará a cualquier otro.
Es lo que hace grande a la Blogosfera.
Me alegro que te haya gustado.
Un abrazo
Enorme alegato a la amistad y la justicia
No tenía la amistad con Alejandro del nivel tuyo, pero es increíble la ironía que a una de las personas mas tranquilas y buenas personas que había en los salesianos le tuviera la vida preparada este final
Pensaba que había sido antes
Precisamente le conté la historia a mi hija hace muy poco
Ella ya con 18
Solo espero que los años que ese hombre ha pasado en la cárcel hayan servido para algo
Porque creo que es lo mínimo que le pido a este sistema tan injusto
Gracias Rafael por compartirlo
Un abrazo
Post elegido como uno de los tres mejores posts publicados en la blogosfera sevillista durante la pasada semana.
Felicidades.
Un cordial saludo.
Blogosfera Sevilla FC.
Llevaba tiempo sin leerte, pero no por nada, sino porque el tiempo cada día en estas fechas es muy corto. Aún así te digo, como dice la amiga Mayte un poco más arriba, cada día gusta más entrar en este blog para leer cosas como ésta.
Un fuerte abrazo, Rafael.
Muy buen post. Me ha gustado mucho.
Yo, por desgracia, tampoco he visto jugar a Campanal, pero tengo la misma impresión que tú: probablemente, es uno de los mejores jugadores, si no el mejor, de la historia del Sevilla.
Un saludo.
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