jueves, 21 de junio de 2012

Cosas que no se pueden comprar, que sólo se dan

Todas las mañanas, cuando me incorporo de la cama, pongo los pies en el suelo, pero aún no me levanto, sino que permanezco sentado durante unos segundos, lo primero que se me viene a la cabeza son mis expectativas para la jornada que comienza. ¿Cómo será el día de hoy? ¿Qué puedo esperar de él? No me da tiempo a responderme porque al momento aparece mi mujer. Ella se levanta a la misma hora, pero mucho más rápido que yo. Como un resorte. Como si estuviera deseando que el despertador sonara para abandonar la cama de una vez. Mientras yo me incorporo, me desperezo, me siento y la pregunta de antes se me viene a la mente, a ella le da tiempo de abandonar la habitación, ir a la contigua, donde duerme el niño, echarle un vistazo, volver y comentarme sonriendo la postura en la que ha encontrado a la criatura. Porque resulta que la criatura duerme en posiciones inverosímiles. Le viene de familia, y no de la mía precisamente. 

¿Cómo será el día de hoy? ¿Qué puedo esperar de él? Mientras mi mujer se ducha, yo preparo los desayunos. Pero la mente la tengo en esas preguntas. Las ideas que se me vienen a la cabeza varían en función de las circunstancias, como supongo que le pasa a todo el mundo. Estos días ando preocupado. Tengo el coche en el taller y me han dado uno de sustitución que es una verdadera patata. No veo el momento de que me lo terminen de una vez. Por otro lado, a los fluorescentes de mi local les ha dado por fundirse en masa, y aunque una luz más tenue es buena para soportar mejor el calor, no queda demasiado bonito a efectos ópticos. Además, estamos en junio. El año pasado, la última semana de junio fue desastrosa en lo que a facturación se refiere. El mes fue genial, hasta que se vino abajo al final. Todo el mundo decía que eso era porque se acaban los colegios y eso afecta al mercado en el que me muevo. También afecta la previa a la Semana Santa, y los días del Rocío, y las semanas en las que hay puente, y las navidades y.... Algún día escribiré sobre esto. Todos los meses pasa algo que afecta al negocio. Ahora entiendo por qué dicen que España es uno de los países menos productivos de Europa. Pero ese es otro tema.

El caso es que este año está ocurriendo lo mismo. Llevo un mes de junio magnífico y si la cosa se desarrolla con normalidad, acabaremos con beneficios. Pero, ¿y si pasa como el año pasado y todo se viene abajo la semana que viene? No tiene por qué. El año pasado a estas alturas apenas llevaba tres o cuatro meses con el negocio. Ahora tengo mucha más clientela, lo normal es que, aunque mengüe un poco, la facturación sea la esperada. No obstante, no deja de ser una preocupación más. Preocupaciones, todo son preocupaciones. No puedo quitarme de la cabeza eso mientras preparo el desayuno en la soledad de mi cocina. Pronto aparece mi mujer, ya preparada, y su conversación hace que me ponga a pensar en otra cosa. Pero cuando nos sentamos a la mesa, ponemos la televisión y vemos el telediario de la mañana, el mal humor que me producen aquellas preocupaciones vuelve a aflorar. Que si primas de riesgo, que si intereses de deuda, el paro que sube, los mercados que no aflojan la presión, el presidente que no convoca debate sobre el estado de la nación, los mineros que cortan autovías... y, para colmo, Del Bosque se empeña en seguir poniendo a Torres. ¡Será posible!

- ¡Te voy a quitar el telediario para ponerte los dibujitos que ve el niño! - Me dice mi señora al ver que no paro de despotricar sobre todo - ¡No hay quien te aguante!

Y es cierto. Hay veces en las que no hay quien me aguante. Tan tempranito por la mañana, y ya estoy asqueado de todo. Cuando mi mujer se va al trabajo, a mí me queda aún un rato de faena antes de salir yo también. A mí me toca el niño por la mañana. Después de ducharme y prepararme, hay que despertarle, darle de desayunar y prepararle a él para ir a la guardería. Voy con prisa. Siempre voy con prisa. No tanto por llegar a tiempo al trabajo, que al fin y al cabo el negocio es mío y nadie me va a decir nada, sino porque si me retraso demasiado, no encuentro aparcamiento. Pero, para un niño de tres años, la vida es un continuo juego. Todo le llama la atención, todo es merecedor de dedicar un tiempo a probarlo, cambiarlo, a experimentar con lo que sea. Por tanto, me enfrento todos los días a una hora detrás de él, insistiendo, repitiendo, metiéndole prisa..., en fin, cualquiera que tenga hijos sabe de lo que hablo. 

El caso es que, en el momento de abrir la puerta de mi negocio, siento como si ya hubiera echado la jornada, cuando, en verdad, esta está a punto de empezar. Es el momento de prepararme un café de la cafetera que tengo en la trastienda y de tomármelo con algo, el segundo desayuno del día. Tengamos en cuenta que el primero fue a las seis y media de la mañana. A las nueve y media o diez, el estómago ya me está rugiendo de nuevo. Y cuando me siento delante de mi ordenador, detrás del mostrador, esperando la llegada de clientes y con el café caliente oculto de la vista de cualquiera de estos que pudiera entrar, la pregunta del principio vuelve a asomar a mi cabeza. ¿Qué puedo esperar del día de hoy? 

Automáticamente, consulto el estado de la cuenta, hago mis números y calculo cuanto tengo que facturar en los días que quedan para llegar a fin de mes sin apreturas. Eso es todos los días, soy así de cansino. Y todos los días, el resultado es el mismo. Si hago 100 euros a diario, llego sin problemas. Entonces miro mis registros de los días anteriores: 184, 147, 92, 66 (bueno, pero es que esto fue el sábado, y los sábados sólo abro por la mañana), 191, 106, 180, 212, 203... Quitando los sábados, sólo en cuatro ocasiones bajé de 100. Y nunca menos de 70. No debe de haber problemas. Hace ya muchos meses que no tengo problemas, el negocio va bien. Ya, pero es que el año pasado se me vino todo abajo en la última semana de junio. Y luego llega el verano, en el que, como es natural, la facturación baja. Las cosas me van bien, pero no para ahorrar. Al menos, no lo suficiente como para compensar lo que puede caer en verano. Claro que también es cierto que en verano se gasta menos, sobre todo en pedidos. Una cosa compensará a la otra.... Además, hay un cliente que me debe 60 euros. Ya le llamé el otro día, ¿cuando coño vendrá a pagarme? Y eso que yo cobro al momento, no difiero los pagos. Pero como es amigo de mi mujer..., en fin, que la confianza da asco. Bueno, y también está esa otra factura del pedido de ese instituto de enseñanza secundaria. 212 euros, todo un capital para un negocio tan pequeño como el mío. Eso suman casi 300. Tres días de facturación, teniendo en cuenta mis números. Es cierto que los del instituto se llevaron el pedido anteayer y que pagan un par de días después. O tres, pero nunca fallan. Nunca. Me esperaba el ingreso hoy, pero no llegó. Será mañana. No pasa nada, sé que no pasa nada, pero mi cabeza sigue con sus dudas...

Incertidumbre, incertidumbre, incertidumbre...

Preocupaciones, preocupaciones, preocupaciones...

Si, para colmo, el día comienza mal y llego a mitad de mañana con poco facturado, comienzo a acojonarme. Lo cual es una estupidez, porque es de lo más común que me lleve horas sin hacer nada y que se me llene la tienda durante cinco minutos en los que hago el día completo. Incluso, puede que haga un día malo y que al siguiente se compense con otro extraordinario. Al final siempre llego. Siempre pasa lo mismo. Pero mis incertidumbres y mis preocupaciones son permanentes. 

- ¡Está bien, Rafa! Deja tu mente en blanco y concéntrate en otra cosa - Me obligo entonces. 

Cierro la página del banco y abro la del blog. A su vez, en diferentes pestañas, voy abriendo los otros blogs que han actualizado últimamente. Me lo leo todo. Os aseguro que me lo leo todo. Puede que a veces no comente, puede que entre algún cliente y no me deje hacerlo, o que luego se me olvide, o que haya mucho que leer y no tenga tiempo. Pero lo leo todo. Todo lo que se actualiza en mi lista de blogs. Luego leo algo de economía y, otra vez, me cabreo. Y me cabreo, no sólo con esto último, sino, a menudo, con algo que les he leído a algunos sevillistas. Faltas de respeto en los comentarios, o incluso en los mismos artículos, gente que no sabe expresar lo que piensa sin insultar a los demás, personas que se posicionan en los extremos, gente apoya a muerte a según que personaje, otros que se meten con esos por dicho apoyo, que si Del Nido, que si Vizcaíno, que si Monchi, que si no hay quien coloque a Alexis, que si Koné ha dicho no sé qué, que si vaya paquete es Romaric, que si, que si, que si...

¡Y la prima de riesgo que no baja!

¡Y Del Bosque que se empeña en poner a Torres!

Y, por si no queríamos más, entra en la tienda la señora mayor que todos los días me vuelve medio loco para hacer dos simples fotocopias. Que si ampliamela un poco, que si ahora redúcela, que si no está centrada, que si por qué las cobras tan caras a color, que si, que si, que si... y tú manteniendo el tipo porque es lo que tiene que hacer alguien que trabaja de cara al público. Al final queda satisfecha y me pregunta el precio.

- Sesenta céntimos, señora - Le digo, sin pronunciar el "de mierda" que yo añadiría después de la palabra "céntimos".
- ¿Cómo? - Es que la señora no oye bien y hay que repetirle las cosas.
- ¡Sesenta céntimos, señora!

Entonces la señora saca con parsimonia su monedero, lo vacía sobre el mostrador y me paga los sesenta céntimos en monedas de cinco, dos y uno (juro que es cierto), las cuales cuenta poco a poco, sin prisa, mientras a mi se me acelera el pulso hasta el punto de enrojecer.

- Es que me pesan en el monedero - Se justifica al rato mientras yo me río por no llorar. 

Afortunadamente, no es de las que se quedan a contarte su vida (esas son otras) y se marcha una vez termina de pagar. Y entonces yo sigo con mis lecturas y mis cabreos. 

De repente, en medio de mi ofuscación, cuando aún no he decidido sobre qué voy a escribir hoy, algo llama poderosamente mi atención.

- Esto lo cuelgo en Twitter - Pienso, a la vez que lo hago. 

De repente, ya digo, en uno de los blogs de economía que sigo habitualmente, me encuentro con esto:


Ranking de la prosperidad por países


El título no le explica del todo bien, pero se trata de un estudio que ha hecho la web Happy Planet Index y en el que, en función de ciertos parámetros más allá de lo que es simplemente la riqueza, hacen un ránking de los países más felices del mundo. 

"La prosperidad no se mide sólo por el PIB"Dicen también. 

Y el resultado del estudio es el siguiente:



Costa Rica, Vietnam, Colombia, Belize, El Salvador, Jamaica, Panamá, Nicaragua, Venezuela, Guatemala...

¿Será posible? ¿Es casualidad que la mayoría sean países caribeños? ¿Cómo era eso de que el dinero no da la felicidad? ¿Se puede ser feliz sin dinero, con problemas económicos, políticos...? 

Se puede, claro que se puede. 

El estudio es una chorrada y carece de credibilidad. No por la idea en si, sino porque es muy incompleto. Pero si que me ha servido para reflexionar. ¿Por qué en Costa Rica o en Colombia la gente se considera feliz? ¿Qué tienen allí para conseguir tal cosa?

Seguramente tienen todo lo que una persona necesita para ello. Hay una frase que me encanta y que dice  que "hay cosas que no se pueden comprar, que sólo se dan". Y si no se pueden comprar, ¿para qué se quiere el dinero?

Seguramente habrá un término medio, como en todo en la vida. Yo vivo en una sociedad capitalista, me tengo que adaptar a ella y para eso necesito el dinero. No puedo irme al monte a vivir, más que nada porque, si lo hago, los servicios sociales me quitarían a mi hijo por no criarlo como es debido. Pero también es cierto que tengo muchas cosas que no se pueden comprar, sino que hay personas que me las dan a la vez que yo hago lo mismo por ellas. Y eso seguirá siendo así, tenga o no dinero, facture o no 100 euros al día de aquí a final de mes, o me pague o no el instituto o el amigo de mi mujer. 

Ese gráfico tan absurdo me ha alegrado el día. Ahora sólo pienso en que estoy deseando de acabar la mañana para ir a recoger a mi hijo a la guardería. Ese niño al que siempre pillo jugado cuando voy a por él, y que cuando me ve, deja automáticamente lo que esté haciendo para gritar ¡Papá! y salir corriendo a darme un abrazo. Eso no se puede comprar. Eso no tiene un precio. No se puede ir a una tienda a pagar lo que sea para llevarse a un niño que haga lo que el mío hace conmigo. 

Y luego más tarde me reencontraré con mi mujer, que seguramente comenzará a quejarse de las cosas de su trabajo o de lo que ha hecho o dicho quien sea, pero que no se plantea otra cosa que aguantarme día tras día, ella sabrá por qué, tendréis que preguntarle a ella los motivos por los que me soporta. Porque a mí, igual que a todos, supongo, hay que soportarme. Y mucho. Y eso tampoco se paga con dinero. 

Al final, llegaremos a final de mes. Y si falta un poco para conseguirlo, lo obtendremos durante los dos primeros días de julio. Y la prima de riesgo bajará y subirá, igual que los intereses de la deuda, y los precios, y el IVA que el Gobierno dice que no subirá, con lo que el mes que viene habrá subido, y la gasolina, y nos recortarán más servicios, y nos ahogará todo lo que puedan y...

¿Y qué? Más se perdió en Cuba, se decía en otra época. De peores hemos salido. ¿Qué más da? Son cosas que importan, pero , ¿de verdad es para tanto?

Francamente, mientras siga teniendo la familia que tengo, no. Sólo falta que me acuerde más de ellos cuando haya cosas que me ofusquen. Y si el asunto se pone chungo hasta el punto de que me quede sin negocio y el banco se quede con mi casa (Dios no lo quiera), pues me cojo un avión y me marcho a Costa Rica, que dicen que allí son muy felices. Aunque sea a montar un chiringuito en la playa. 

Por cierto, es la una del mediodía y llevo 73 euros facturados. Me queda un rato de mañana y toda la tarde Al final, recaudaré lo necesario, y seguramente bastante más. 

Si es que a veces me preocupo por nada. 

7 comentarios:

https://s-evillistas.blogspot.com/ dijo...

Solo queda decir ,Ole,Ole y Ole tus huevos.me das impulso cuando leo tus Post , Gracias .

Saludos Sevillistas y nos vemos en el Caribe

Dori dijo...

Los españolitos de apié es lo que tiene,que se comen el tarro unas veces para nada y otras (las que más)por mucho.
De todas formas me quedo con lo que no se puede comprar,como el abrazo de un hijo.
No se puede explicar mejor las cosas de la vida,de esta vida que nos ha tocado vivir con lo dificil o con lo facil,como la tenga cada uno.
Saludos sevillista

Marcu dijo...

¿Y ahora yo qué escribo aquí, amigo?

Hay artículos que son indiscutiblemente superiores a los comunes y éste es uno de ellos.

Planteas la temática de una manera original y sobretodo impredecible. Con un sentido estético que además de resultar agradable al lector(es mi caso) se siente admiración por lo escrito. Evitas, no sé si voluntaria o involuntariamente lo rutinario y lo trillado.
La sencillez de las escenas familiares las conviertes en geniales y el hilo conductor del todo, te lleva al final sin parpadear.

Parece que me ha gustado el artículo; pero al final me quedo sin comentarlo.

Un abrazo, campeón.

EL PAPI MAGASE dijo...

Rafa ¿sabes que es alegrarle el dia a alguien? creo que lo sabes de sobra,pues eso es lo que acabas de hacer conmigo,un abrazo crak es un chorro de placer enorme leerte.

Rafael Sarmiento dijo...

@Juan Antonio de la Rosa

Me alegro de saber eso. Escribo para mí, pero es fantástico saber que surte el mismo efecto con otros.

@Dori

Mientras tengamos de eso que de verdad importa, podremos seguir adelante a pesar de tantas dificultades. Si no tuviéramos de eso, no seríamos nada.

@Marcu

Muchísimas gracias. Tras decir lo que has dicho, no me importa que no comentes el artículo.

@Papi Magase

Te digo lo que al amigo Juan Antonio. Es fantástico provocar en otros el mismo efecto que buscaba para mí cuando escribí el post.


Muchas gracias a todos, un abrazo.

Alberto H. dijo...

Pues sí, al final nos preocupamos por cosas que no merecen la pena. Lo más importante es que haya salud en la familia y que se pueda ir tirando económicamente, aunque sea con apreturas.

Por cierto, buena estrategia la de la señora mayor de pagar con monedas pequeñas. Si todos hiciéramos lo mismo, seguro que los precios serían mejores.

Un saludo.

Rafael Sarmiento dijo...

@Alberto H.

Jaja. Te aseguro que más de una vez se me ha ocurrido la idea de no cobrarle para dejar de perder el tiempo.

Un abrazo.

SITIOS DE INTERES

Economía y Política