miércoles, 9 de enero de 2013

La unión hace la fuerza, luego divide y vencerás

En 1453, después de un brutal asedio de más de dos meses de duración, la histórica Constantinopla, actual Estambul, cayó en manos de los turcos, que acabaron así con el último vestigio que quedaba de Bizancio, del Imperio Romano de Oriente. Dicho imperio surgió en el siglo IV, tras la división en dos del Imperio Romano, por lo que tuvo una duración de más de un milenio. 

El suceso fue un drama absoluto para la Cristiandad, ya que Constantinopla (junto a Roma, Jerusalén y Antioquía) fue uno de los cuatro grandes focos de esta religión, desde donde se expandió en su época. Con la caída de esta ciudad, sólo Roma quedaba al amparo de los cristianos. Las otras tres estaban en poder de los musulmanes. 

Y eso que a nadie sorprendió dicha caída. De hecho, muchos historiadores consideran que lo sorprendente es que no cayera mucho antes. Y no sólo porque el desmoronamiento del Imperio Bizantino fue inexorable durante los siglos anteriores, sino también por la dramática división que había en el seno de la Cristiandad. Por las continuas disputas entre las naciones europeas. De hecho, precisamente en 1453 finalizó la llamada Guerra de los Cien Años (que en verdad fueron 120) que enfrentó a Inglaterra y Francia, pero que afectó prácticamente a toda Europa. Si a eso le unimos que durante el siglo XIV se produjo en el continente la conocida como Peste Negra (pandemia que acabó con la vida de un tercio de la población de toda Europa), podemos imaginar la extrema debilidad de los países que deberían haber apoyado a Bizancio en esa lucha religiosa contra los turcos musulmanes. 

La división como causa principal de la derrota. 

Curiosamente, sólo un par de años antes de la caída de Constantinopla había nacido, en el otro extremo de Europa, la persona que iba a abanderar la hazaña que sirvió como contrapeso a esa derrota de religión. Isabel de Castilla nació en 1451 en la villa abulense de Madrigal de las Altas Torres. Era hija del Rey Juan II y de la segunda esposa de este, Isabel de Portugal. Aunque no nació para ser reina, ya que era la tercera en la línea de sucesión al trono, detrás de su hermanastro Enrique (que sería Enrique IV) y de su hermano Alfonso (que falleció años después siendo aún adolescente). Lo que ocurrió fue que Enrique (apodado El Impotente) tuvo una hija, llamada Juana, que muchos consideraron bastarda. De hecho, se decía que no era hija suya, sino de Beltrán de la Cueva, valido del Rey. Es por ello que a la niña la llamaban Juana la Beltraneja. Y aunque Juana debería haber sido reina, el hecho de que se la considerase bastarda propició que Isabel (una vez muerto su hermano Alfonso) optara al trono. Después de disputas y batallas, logró su objetivo, para convertirse, probablemente, en el mejor gobernante que ha tenido nuestro país en toda su Historia. 

Hablaba antes de división. Pues bien, la España de 1453 no existía como país. En la Península Ibérica convivían cinco estados: Portugal, Castilla, Aragón, Navarra y Granada. Y hablaba antes también de que Isabel fue la abanderada de la hazaña que sirvió como contrapeso a la derrota religiosa que supuso la caída de Constantinopla. Y así fue, ya que bajo su reinado se conquistó el Reino de Granada, recuperando para la Cristiandad el último bastión islámico en Europa Occidental. Se dice que así terminó la Reconquista, aunque, en mi opinión, esta había terminado (incompleta) casi doscientos años antes. Doscientos años en los que los cristianos no lograron seguir avanzando en su empeño por echar de la península a los moros, y casi se puede decir que desistieron en su empeño. De hecho, se consideraba al Reino de Granada como inexpugnable, quizás no tanto por la diferencia de poderío entre cristianos y musulmanes, sino por la terrible división de los primeros en la península. Cuatro reinos en tan poco espacio son muchos reinos. Y si encima la división interna en cada uno de ellos era tremenda también y, para colmo, estaban siempre enfrentados entre sí, pues mucho más. 

Y ahí radica el éxito de Isabel. Porque Isabel fue capaz de eliminar las revueltas internas en Castilla, logró contravenir las costumbres de su tiempo y se casó con quien quiso (Fernando de Aragón), no con quien la "diplomacia" del estado trató de imponerle (pretendieron casarla con el Rey de Portugal, que acabó por desposar a la Beltraneja y entró en guerra con Castilla con el objetivo de que esta fuera reina), consiguiendo de ese modo unir a los dos reinos bajo un único mando (tanto monta, monta tanto). Se anexionó Granada y las Islas Canarias y, como grandiosa guinda a su colosal reinado, financió la expedición marítima que acabaría por descubrir el Nuevo Mundo, lo que hoy es América. Si cuando ella nació, Castilla era un pequeño estado que se desangraba por culpa de las guerras internas, medio siglo después, a su muerte, dejó como legado la mayor potencia mundial del momento. 

La unión hace la fuerza. Isabel logró la unión primero en Castilla. Luego unió Castilla con Aragón. Más tarde incluyó en ese nuevo estado al Reino de Granada. Y Canarias. Y abrió las puertas de un nuevo continente que unir después a todo ello. Su heredero (que finalmente fue su nieto Carlos I de España y V de Alemania) lo recibió todo junto, cuando la costumbre en los reinos peninsulares durante siglos fue la de dividir las posesiones entre los hijos de cada Rey (a uno como monarca y al resto como grandes nobles), fomentando las rivalidades entre ellos, las divisiones, las intrigas..., los conflictos. Para colmo, casó a sus hijos con herederos de las más importantes monarquías europeas (Isabel con Manuel I de Portugal; Juan con Margarita de Austria, hija del Emperador Maximiliano; Juana - la Loca - con Felipe el Hermoso, también hijo de Maximiliano, y que fueron padres de Carlos V; María, con Manuel de Portugal, tras la muerte de su hermana  mayor Isabel; y Catalina con Enrique VIII de Inglaterra). Estas bodas fueron éxitos diplomáticos que fomentaron la idea de unión, creando alianzas con la mayor parte de las más importantes potencias europeas del momento. 

Unión, unión, unión. La unión hace la fuerza. 

A mí, esta idea de inspira. En todos los órdenes de la vida, da igual en lo que uno piense. Cuando todos vamos a una, es mucho más fácil la victoria, el éxito, que cuando cada cual hace la guerra por su cuenta. Y no digamos cuando los unos se enfrentan con los otros. Eso ocurre en política, ocurre en el mundo empresarial, ocurre incluso en el ámbito familiar. En cualquier circunstancia, la unión hace la fuerza, mientras que la división acerca la derrota. 

Y como este blog tiene como temática principal el fútbol, no puedo dejar de acordarme de nuestro Sevilla. Y eso a pesar de lo grotesco que puede parecer hablar primero del inicio de la época más gloriosa de nuestra nación, y luego de algo tan pueril como este deporte. Pero, aunque la utilizo para exponer mis argumentos, este post no va de Historia, sino sobre los conceptos de unión - división. Y es la división lo que impera en nuestro equipo últimamente. Me pregunto si alguna vez tendremos a una "Isabel" que nos una de nuevo. La tuvimos hace unos años y aquella unión nos llevó al éxito. Al más grande éxito que nuestras memorias recuerdan. De hecho, ahí sigue. Pero, por la razón que sea, ya no es lo mismo. 

Necesitamos volver a aquello que tuvimos. Necesitamos a alguien que nos indique el camino. Que nos una. Tenemos a una persona que lo hizo una vez. Que encuentre la manera de repetirlo o que deje paso a quien lo pueda hacer. Es tan sencillo como eso. 

3 comentarios:

EL PAPI MAGASE dijo...

Primero nos das una gran lección de historia y luego nos pones en el camino de la unión del sevillismo,lo que yo te diga,artista es poco llamarte,un abrazo Rafa y aqui me tienes de nuevo para comenzar este año con mi primer comentario en tu blog,espero que esta cuesta de Enero no te sea muy pronunciada,yo espero también cogerle el pulso al 2013 antes de que se me descarrile el tren,la cosa está complicada,pero sigo en la brecha,un abrazo hermano y lo dicho,UNIÓN,UNIÓN Y MAS UNIÓN,lo demás es caer derrotados,llevaté otro fuerte abrazo crack.

Marcu dijo...

Magnífica entrada. Buena lección de Historia. Se ve que te gusta y dominas el tema. Gran hilo conductor para llevar al lector hacia donde tú quieres que es al grave problema de este Sevilla de nuestras penas y alegrias.

Efectivamente, la UNIDAD nos llevó al éxito no hace mucho tiempo y la DESUNIÓN será la que posiblemente nos lleve a...¡¡ Dios sabe dónde!!

Un abrazo y mi enhorabuena por el post

Rafael Sarmiento dijo...

@Papi Magase

Gracias, amigo. Se hace lo que se puede.

@Marcu

No sé si domino el tema mucho o poco, pero me entusiasma. En especial el siglo XV, el Renacimiento. Creo que supuso una evolución impresionante en la Humanidad. En fin, cosas mías.

Muchas gracias a los dos, un abrazo.

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