miércoles, 6 de febrero de 2013

Si comen todos los días, ¿por qué se quejan tanto?

Los sentimientos no se pueden explicar. Se sienten y punto. Otra cosa son las palabras. Podemos pensar lo que queramos y expresar esos pensamientos si nos viene en gana, que para algo estamos en un país libre para eso. Pero si nos aventuramos a decir lo que pensamos de los sentimientos de otros, es probable que metamos la pata. Si ni siquiera quien los siente puede explicarlos, cuánto menos quien no está dentro del pellejo de ese que los siente. 

Ayer nos vimos sorprendidos por las palabras de Diego Perotti con las que el argentino aseguraba que se quería quedar en su país hasta final de temporada para tratar de recuperarse de una vez de sus problemas con las lesiones. El jugador está desesperado. Tanto que, después de intentarlo todo, parece haber llegado a la conclusión de que su problema puede estar en su mente y clama por que le dejen alejarse de su rutina habitual para poder desconectar de todo y comenzar de nuevo. Eso sí, con la idea de volver en junio ya completamente repuesto de sus problemas. Físicos y mentales. He aquí un ejemplo de que eso que digo de que los sentimientos no se pueden explicar, que sólo se sienten. Perotti no se explica lo que le está pasando, simplemente sabe que eso que le pasa le está pasando. Y perdón por la redundancia. 

A mí, las palabras del jugador argentino me han sobrecogido. A otros les ha molestado, cosa que entiendo, pero que no comparto. Y digo que no las comparto porque no podemos meternos en la cabeza de otra persona para juzgar sus comportamientos, sobre todo cuando dichos comportamientos no hacen daño a nadie y solo buscan salir de una situación muy complicada. Una situación en la que no nos encontramos los demás, sólo él. En mi vida aplico muchas máximas, y una de ellas dice que la importancia de los problemas es relativa. Lo que para unos es un mundo, para otros es una chorrada. Y nadie tiene derecho a cuantificar o calificar dichos problemas. Cada uno es como es, y como somos hay que respetarnos. 

Me hace gracia (y me indigna) escuchar/leer eso de que "¿cómo puede estar deprimido con el dinero que gana?" O eso otro que dice más o menos así: "Con tanto parado como hay en España, ahora viene este a quejarse de chorradas". 

Claro que algo así podría decir sobre cualquiera de nosotros (y nuestras quejas) un "negrito" de Somalia o de Haití:

"Si comen todos los días, ¿por qué se quejan tanto?"  

Lo dicho: la importancia de los problemas es relativa. 

Es cierto que en el mundo del fútbol hemos visto quejas de personajes que resultan ridículas de todas todas. Recuerdo ahora mismo aquello de que Cristiano Ronaldo estaba triste. Aunque lo indignante del hecho no era esa tristeza (una persona puede estar triste por mil motivos) sino que tal cosa se convirtiese es noticia a nivel mundial, que los telediarios abrieran con ese tema, que se le preguntara por ello a todo el mundo. Lo indignante no era que una persona estuviera triste, por mucho que se trate de alguien iluminado por la vida, alguien extremadamente afortunado por todo lo que tiene, sino que en la escala de prioridades de la mayoría de la prensa, a la hora de elegir qué asuntos son de más interés o de menos, se pusiese eso por encima del sufrimiento de muchísimas personas. A mí me indignó comprobar la mierda de país en el que vivimos. Un país en el que, a pesar de lo mal que lo están pasando tantos, lo que de verdad parece interesar son los sentimientos de un jugador de fútbol. 

Aparte de eso, dichos sentimientos son del todo respetables. A mí, sinceramente, lo que sienta el tipo ese me importa un bledo. Pero lo respeto. 

Volviendo al tema de Perotti, por supuesto, yo tengo cosas mucho más importantes en las que pensar que lo que sienta o deje de sentir esta persona. Pero ya metidos en el ajo, debo decir que a mí me preocupa más que molestarme. Perotti quiso dejar de cobrar porque le daba vergüenza hacerlo mientras no podía jugar. Perotti pudo haberse ido a jugar a Italia ganando una burrada, pero no presionó al club para hacerlo y se quedó aquí.Y eso que le prometieron una mejora de contrato que nunca llegó. Perotti ha hecho todo lo humanamente posible para recuperarse de sus lesiones, y no ha podido. Ha ido aquí y allá, ha hablado con varios médicos de prestigio internacional. Lo ha intentado todo, no lo ha conseguido, y ahora está desesperado, destrozado, hundido. Muy deprimido. 

No podemos entrar en el pellejo de otra persona, pero sí intentar ponernos en su lugar. Si yo viviera en el extranjero, las cosas me fueran mal y llegara al punto de no poder más, de hundirme del todo, me encantaría poder pasar una temporada en mi país, cerca de mi familia, de mis amigos, sentir esa cercanía, ese apoyo, ese cariño que sólo te pueden dar las personas más allegadas. Eso es perfectamente comprensible y es lo único que quiere Perotti. Y lo quiere con la idea de recuperarse y volver a Sevilla. Él no quiere irse del Sevilla. Él quiere volver a ser el de siempre para regresar aquí en plenitud. Él ha dejado el fútbol a un lado en su escala de prioridades. Ha decidido priorizar lo personal. Salir del bache en el que ha caído. 

Diego Perotti es un privilegiado. Es futbolista de primer nivel, gana mucho dinero y tiene la oportunidad de, en unos años, solucionar su vida para siempre. Pero esas son cosas materiales  Eso no sirve para nada cuando la mente se bloquea y te anula. Y no sirve para nada porque, cuando eso ocurre, dejas de ser tú mismo, pierdes tus facultades y eres incapaz de seguir con tu vida con normalidad. 

Dicen que el dinero no da la felicidad. Ayuda mucho, eso sí, pero en última instancia, no la da. Y a Diego Perotti no le sirve de nada su privilegio ni su dinero para salir de donde está. Ojalá la cosa le vaya bien. Ojalá, si finalmente el club le cede, se recupere mental y físicamente y vuelva este verano en plenitud. Yo entiendo lo que le ocurre. Y quien no lo haga, lo respeto. Lo respeto y le deseo que nunca, nunca, le pase algo parecido ni a él ni a ningún ser querido. Porque esos males de la cabeza son de lo peor que le puede pasar a una persona.

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