Decía en mi anterior post que el Borussia Dortmund era de lo peor que nos podía suceder en la situación en la que nos encontrábamos. Bien, pues ahora no me queda más remedio que admitir que el resultado obtenido es justo lo contrario. Es de lo mejor que nos podía pasar.
Antes del parón por las selecciones (quince días para que nuestro nuevo entrenador se asiente y comience a imponer sus conceptos), el Sevilla tenía que enfrentarse a los alemanes y al Atlético de Madrid, dos partidos difícilimos, pero con un grado de importancia muy diferente. Si un mal resultado contra los colchoneros es perfectamente superable dado que se trata sólo de la sexta jornada de liga, una derrota contra el Borussia significaba tener un pie fuera de la Europa League. Y esto sería lamentable. Si depués de quedar eliminados de la Champions se nos ponen las cosas así de difíciles en la UEFA...
Pero todo ha transcurrido de un modo tan distinto como inesperado.
Del partido voy a decir muy poco, yo no soy cronista. Sólo que el sufrimiento y la angustia han sido casi insoportables. Creo que le he quitado unos cuantos meses de vida a mi corazón con tanta tensión. Fuimos inferiores en la primera parte contra once. Fuimos inferiores en la segunda parte contra diez. Tuvimos la enorme suerte de marcar en el descuento antes del descanso. Y, también, de que expulsaran injustamente a su lateral izquierdo. Y, también, de que Kagawa enviara ese balón al palo. Y, también de que Cáceres sacara ese balón de dentro. Sufrimos lo indecible, fuimos inferiores... pero ganamos. Estábamos en un momento crítico, con un equipo hundido y un entrenador nuevo que aún está haciéndose a la idea del lugar al que ha venido a trabajar. No esperaba otra cosa. Bueno, sí, esperaba otra cosa. Esperaba todo eso y, además, perder.
Pero ganamos. E igual que me aguanto cuando jugamos mejor y nos quedamos con las ganas, ahora me alegro por haber sido peores y habernos llevado la victoria. Y, mucho más, en un partido tan importante. Porque nuestro próximo rival es la cenicienta del grupo (en teoría), mientras que los otros dos se enfrentan (y se destrozan) entre si. Si ganamos al Karpaty, habremos dado un paso de gigante en nuestras aspiraciones. Esas que este mediodía estaban tan maltrechas. Y ganarle al Karpaty es mucho más fácil que ganarle al Borussia. Por mucho que ya no haya enemigo pequeño, que hasta el más tonto te puede hacer un siete y que no se puede uno confiar con nadie. Eso es así. Falta certificarlo, pero es así.
Y dicho esto, lo siguiente que tengo que recalcar es que toda esta alegría se debe a que, ahora, Gregorio Manzano va a poder trabajar con mucha mayor tranquilidad. Y eso es magnífico porque trabajo le queda tela. Pero tela marinera. Lo del Sevilla hoy ha sido una vergüenza. Lamentable, patético, desastroso. No le echo la culpa a Manzano, eso es evidente, él no ha podido hacer nada. No le ha dado tiempo, eso es de sentido común. De hecho, tengo puestas muchísimas esperanzas en él. Y me alegro que le haga tanta ilusión el proyecto del Sevilla, porque lo que le queda por delante es de coco y huevo. A mí personalmente no se me ocurre una solución. Gracias a Dios, yo no soy entrenador. Imagino (sólo imagino) que es una cuestión de confianza (de los jugadores) y, también, un poco de colocar a ciertos futbolistas algo mejor en el campo. El caso de Cigarini es muy comentado en la blogosfera. Todos vemos que el italiano tiene que jugar unos metros más atrás, que ahí tan adelantado se pierde. Ese es el caso más flagrante, pero hay otros. Seguro que hay otros. No me corresponde a mí ver eso, ya tengo bastante con controlar a mi corazón. Pero confío en que Manzano lo haga. Confío mucho.
Ahora me voy a la cama, a ver si el corazón de me "boca" un poco. ("Boca" como antónimo inventado de desboca, para ir aclarando). Creo que todos hemos visto el partido y hablar más en el estado de tensión en el que aún me encuentro es un ejercicio de redundancia que no me viene nada bien. Y me voy a dormir feliz por seguir estando vivos en la competición que tanta gloria nos ha dado y esperanzado en que el nuevo técnico sepa qué hacer para solucionar todo este desastre. Al menos, ya lo puede hacer con mayor tranquilidad.
Para terminar, tres detalles.
1. Vaya pedazo de jugador de es Martín Cáceres. Eso es un buen fichaje, ¿no?
2. ¿Qué coño le pasa a Negredo de cara al gol? Más trabajo para Manzano, esta vez en su versión psicólogo.
3. El cambio de Kanoute por Cigarini cuando vamos ganando fuera y el rival tiene un jugador menos tiene una pinta extraordinaria. No el cambio en sí, sino la actitud del entrenador que hace ese cambio. Me dio muy buen rollo. No nos dio mayor poder atacante, pero dice mucho de Manzano. Era exactamente lo que necesitábamos. Ya os digo, me dio buen rollo.
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