jueves, 11 de abril de 2013

La musa de acento francés.

Buenos días, me llamo Rafa,

Digo buenos días porque es por la mañana cuando empiezo a escribir esto. Siéntanse libres de adaptar la expresión al momento de la jornada en que se encuentren, o al huso horario correspondiente si lo leen desde otro país. 

Como digo, buenos días, me llamo Rafa. 

Nací en ese gran año que fue 1974, aunque muy al final del mismo. O eso me aseguran, ya que yo no me acuerdo. Digo que fue un gran año porque las evidencias así lo dicen. Hay muchos ejemplos de ello: por citar uno, después de lo ocurrido en 1974, a Franco sólo le quedaron fuerzas para aguantar once meses más. Que habrá quien diga que, en ese caso, el año grande sería 1975 porque fue en él cuando murió el dictador, a lo que yo respondo que sin el 74, el 75 nunca hubiera existido. Esto es irrefutable. Puede ser una chorrada, pero es irrefutable. 

Me llamo Rafa porque así lo quisieron quienes me engendraron. No es que me disguste, aunque yo hubiera escogido otra cosa. Pero como mi padre se llamaba Rafael, tuvieron a bien concederme el honor de ponerme el mismo nombre; es sí, lo individualizaron adoptando un diminutivo. La elección del mismo fue uno de los mayores favores que me hicieron en la vida. Gracias a Dios, escogieron Rafa. De haberse decantado... qué se yo... por Rafalito, creo mi vida hubiera sido diferente. Diferente a peor, quiero decir, por supuesto. 

De hecho, el padre de un buen amigo mío es conocido como Rafalito. Así fue cuando era niño, adolescente (o mocito, que se decía en la época), joven, pureta, cuarentón..., y así es hoy día, cuando ya está jubilado. Por supuesto, no tuvo lugar a ponerle el mismo nombre a su hijo. Si a él le llaman Rafalito, ¿cómo lo harían con un vástago? ¿Rafalillo? ¿Rafalitito? No. Eso no podía ser, así que se decidió por otra cosa y le puso Amador Joaquín, igual que los primogénitos de sus otros dos hermanos. Tres primos hermanos que se llaman Amador Joaquín...

Lo dicho, dadas las circunstancias, el que me pusieran Rafa es uno de los mayores favores que me hicieron mis padres en toda mi vida. 

Me llamo Rafa y soy Licenciado en Marketing y Diplomado en Empresariales. O al revés, como gusten, total, ¿qué más da? Para lo que me ha servido. Dicen que estudiar te de cultura, aunque la mucha o poca que tengo no la obtuve en las carreras, sino de un modo autodidacta. Me gusta la literatura (tanto leerla como escribirla), la música (en plan friki de grupitos de rock alternativo), el fútbol  (el deporte, no el negocio) y fumarme un cigarrito a media luz por la noche, cuando todos están acostados y el silencio es lo único que se oye. ¿Para qué me sirve, por tanto, lo que he estudiado? Cualquiera puede ser mejor que yo en cualquiera de las cosas a las que dedico mi tiempo (por afición u obligación) sin necesidad de haber estudiado. Son líneas escritas en mi currículum. Al menos, no cometo la estupidez de creerme más que nadie por haber podido terminar un par de carreras. 

Mi idioma de cuna es el castellano, el cual hablo con cierta fluidez. Además, me defiendo con dignidad en inglés. Hace no mucho podía decir lo mismo del francés, aunque a base de no utilizarlo, se me está olvidando. Y mira que me gusta el francés (el idioma), en especial cuando lo hablan las mujeres. Me quedo embelesado escuchándolo. Sobre todo cuando la mujer está de buen ver, aunque en estos casos me queda la duda del motivo de mi embelesamiento. En el fondo, da igual. Me quedo embelesado escuchando a una mujer hermosa hablando en francés. Incluso, pensar en eso me producen ganas de fumar un cigarrito. Aunque no sea de noche ni haya media luz. 

Me llamo Rafa y soy sevillista. No desde antes de nacer, como presumen muchos, ya que mi madre es bética. O la que dicen que es mi madre, porque si la conocen a ella y me conocen a mí, tendrán que hacer un auto de fe para creerlo. Ella es morenísima y yo..., yo, todo lo contrario. Físicamente no nos parecemos en nada, y en nuestra personalidad, menos aún. Es un caso tan llamativo que despierta mi desconfianza. Y ya que, como intuirán, me parezco una barbaridad a mi padre, a veces se me ha pasado por la cabeza la idea de si no seré yo el resultado del desliz de mi progenitor con cierte turista sueca, danesa o algo semejante (tan famosas en la época), la cual renunció a mi para volver a su país y obligó a mi padre a hacerse cargo. Luego mi madre aceptó la situación (obviamente, se conocieron posteriormente al desliz) y adoptó el papel de eso, de mi madre. Todo ello explicaría el hecho de que sea, con diferencia, el más rubio de entre mis hermanos, que sólo me parezca a mi padre, que aparente algo más de edad de la que tengo (no habría nacido en 1974, sino un par de años antes) y que mi madre haya tenido siempre un puntito de predilección hacia sus otros hijos y en contra de mi. 

O igual soy un paranoico incapaz de comprender los secretos de la genética, que tampoco lo descarto. Aunque, a pesar de esto último, mantengo una lejana esperanza de que en unos años, cuando mi verdadera madre noruega fallezca, en uno de esos cargos de conciencia que te entran de repente cuando ves el final tan cerca, se acuerde de su hijo español y me incluya en su testamento. Que una ayudita económica, aunque sea inesperada, no me vendría nada mal. 

Como decía antes, me llamo Rafa y soy sevillista, aunque no de cuna. A mi me hizo sevillista mi abuelo por parte de padre, con quien tuve una relación estrechísima hasta que murió en 1986. Ese sí que fue un año malo. Murió mi abuelo y España entró en la Unión Europea. Ya ven a donde nos ha llevado dicha Unión. Eso lo digo ahora, que hace unos años, cuando tenía dinero y me dedicaba a viajar, adoraba el hecho de poder pagar en tantos países con la misma moneda que utilizo en el mío. Que para estas cosas me siento identificado con Groucho Marx cuando dijo aquello de "estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros". 

Como digo, me hizo sevillista mi abuelo paterno, un hombre estupendo que lloraba cuando marcaba el equipo y veía los partidos en la tele y los escuchaba a la vez por la radio. Esto lo hace mucha gente, pero es que mi abuelo no quitaba el volumen de la televisión. Oía ambas retransmisiones y volvía locos a todos. Mi abuelo pasó impedido sus dos últimos años de vida, pero eso no era óbice para que pegara contundentes patadas cada vez que consideraba que el delantero tenía que chutar. Eso lo he heredado yo. No sé la de veces que he desplazado la mesa, las sillas, el sofá, o cabeceado al aire viendo un partido. Mi mujer se descojona observándome en esas circunstancias. Yo no soy de los que gritan ni de los que protestan. Cuando voy al campo, soy de los que se comen las uñas en un rincón, no de los que cantan y animan. Eso sí, las patadas se me escapan, no lo puedo evitar. Y en el tercer anillo, mi abuelo será conocido por ese tipo de cosas también. 

Me llamo Rafa y mi mayores defectos son la vanidad y la arrogancia, como podéis comprobar hoy. Una persona que escribe sobre si mismo tiene que ser, cuanto menos, vanidosa. Pero el reconocerlo es el primer paso para solucionarlo. Lo reconozco, soy vanidodo, arrogante, soberbio, hasta engreído. No voy por la vida de sobrado, de creído. Al revés, soy muy discreto, escucho a todo el mundo, hablo lo justo, nada más. Y procuro, no solo ser respetuoso, sino reconocer el valor de las demás personas. Valorar lo que han conseguido y con qué medios para darles el mérito que merecen. 

Pero si me pincháis un poco, veréis como sale a la luz esa tara existencial que arrastro desde siempre. 

Esto último lo digo para pedir perdón. Perdón por el acto de petulancia que es, sin duda, el dedicar tantas líneas a uno mismo. En mi descargo, debo deciros que no es culpa mía, sino de una musa que se ha sentado a mi lado y me lo ha susurrado todo al oído. 

Ha sido irresistible. Con esos ojazos, esas enormes pestañas, su sonrisa entre tímida y pícara, su dulce timbre de voz..., el mismo perfume que me embriagaba, casi me hipnotizaba. 

Además, para colmo, hablaba con un marcado y adorable acento francés. 

Irresistible.

Espero que se quede mucho tiempo. 

Gracias. 

4 comentarios:

Alvaro Yanes dijo...

Bienvenue chez vous

Rafael Sarmiento dijo...

Merci beaucoup, mon ami. Chez moi et chez vous aussi.

Salut.

EL PAPI MAGASE dijo...

¡La mare que te parió! y bién parido por cierto ¿que mas da que fuera noruega o sevillana? la verdad es que ha dejado en este mundo a un ser maravilloso,por cierto ¿como dices que te llamas? esa musa no la dejes escapar que es la que sabe mas que las otras quince que tengo yo constancias de que existen,un abrazo crack.

Rafael Sarmiento dijo...

Gracias, amigo

Lo de poner mi nombre tantas veces era para disfrazar el post de vanidad y así poder encajar el final. Un recurso literario improvisado de cosecha propia.

Un abrazo.

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