La inmensa mayoría del sevillismo clamaba por que dejara de poner a Capel en la derecha, y por fin nos hizo caso. Pero es que va el tío y pone ahí a Acosta. Madre mía. Yo eché de menos a Capel por la derecha. Y parece que el tipo este me leyó el pensamiento, porque como recurso para intentar recomponer al equipo y darle una vuelta al partido, va el tío y pone a Capel por la derecha. ¿Es que no se le ocurre otra cosa? ¿Es que no da para más? En serio que me lo imaginé mirándome a los ojos y partiéndose la caja a continuación. Riéndose de mí en mi puta cara.
Anoche tuve que ver cómo algunos futbolistas demostraron, otra vez, que no merecen nuestra camiseta. Lo de Dabo fue de traca, señores. Con una tarjeta amarilla encima, va el tío y, después de la disputa de un balón, que acabó fuera por la línea de fondo tras la caída al suelo de él y del delantero en la disputa, el jugador de Osasuna se levanta primero, y nuestro negrito con cara de vender clinex en los semáforos (perdón a los que venden clínex en los semáforos, a los que les tengo todo el respeto del mundo) va y le agarra un pie al rival con la mano, haciéndole caer. Poco después hizo algo semejante tras una jugada en la que el balón se fue fuera de banda, y fue él quien hizo sangrar a Camuñas tras un manotazo en la jugada del tercer gol. Yo no sé si este tío es tonto, si no es capaz de mantener la templanza necesaria en el fútbol de alto nivel o si es que Manzano le dijo que forzara la tarjeta para no jugar contra la Real y así estar a tope para la final de Cornellá. Es que es histriónico, absurdo, de risa... de locos.
Lo dicho, se me ocurren tantas cosas que me cuesta hablar de ninguna de ellas. Sé que debería esperar a mañana para escribir y así poder expresar mis pensamientos de un modo coherente, pero es que no puedo. Necesito desahogarme. Igual que todos vosotros, supongo.
Al final, anoche, esos pensamientos volaron desde Pamplona hasta Murcia pasando por la habitación donde duerme mi hijo. Y eso hizo que me tranquilizara. En el fondo, ¿qué más da? Estando todos bien de salud, ¿qué importa nada más?
A mí me duele en el alma lo que está pasando con nuestro Sevilla, pero peor sería que a mi chico le cayera una cornisa sobre la cabeza. Y eso le ha ocurrido a varias personas no tan lejos de aquí. ¡Qué lástima! ¡Qué día más triste! ¡Qué desastre! Y me fui a la cama pensando en todo ello.
Esta mañana, cuando me levanté, puse la televisión para ver las noticias mientras desayunaba. Y no, no fue una pesadilla lo de anoche. En efecto, el Sevilla volvió a hacer un ridículo espantoso en su partido contra Osasuna. Otro más. En efecto, unas personas sin sensibilidad se fueron a la calle para celebrar algo, lo que fuera, mientras sus vecinos de un poco más al sur, en la misma orilla del Mediterráneo (o cerca de ella) lloraban su tragedia. Y, en efecto, esa tragedia se produjo. Eso es lo peor. Lo peor con diferencia. Con muchísima diferencia.
Enhorabuena a los que vivan en Sevilla. En general, a todos los que no vivan en Lorca. A pesar de lo ocurrido anoche, estamos todos bien de salud. Y nuestros familiares también. O al menos no hemos tenido que pasar lo que los murcianos. Eso es lo que pienso en estos momentos. Ya hablaremos de fútbol con mayor tranquilidad.
Ahora voy a despertar a mi niño, que tengo ganas de darle un beso aún más fuerte que el de anoche.
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