Después de las
humillantes derrotas sufridas por Real Madrid y Barcelona esta semana
en Alemania, una gran parte del sevillismo (y supongo que de otras
aficiones también) se ha estado riendo de ellos y mostrado una
satisfacción que en principio podría parecer absurda, ya que su
equipo no estaba involucrado en esa guerra.
Vaya por delante que a mi
me parece hasta patético alegrarse de las desgracias ajenas.
Nosotros, los sevillistas, nos metemos con los béticos porque ellos
lo hacen a menudo cuando dichas desgracias sobrevienen a nuestro
equipo. Consideramos que eso es un reconocimiento implícito de
nuestra grandeza. De que ellos son más pequeños. Sin embargo, y
dicho esto, yo no he podido evitar alegrarme también de la caída de
los grandes españoles en tierras germanas.
No puedo hablar por los
demás, pero sí por lo que siento yo. Y lo que siento yo no tiene
nada que ver con grandezas o pequeñeces, sino con justicia. Yo no me
alegro de que equipos que no tienen nada que ver con el mío pierdan
en una competición en la que no está presente el Sevilla. Yo me
alegro de que esos equipos reciban lo que merecen, ya que la
oportunidad de hacerlo se nos niega a nosotros por medios que no
tienen nada que ver con el deporte. Voy a intentar explicarme.
En el deporte, los
conceptos de victoria, derrota, incluso de humillación son
inherentes al mismo. En una competición, uno gana y otro pierde. Y
el que gana puede llegar a aplastar o humillar a su contrario. Esto
es así y no creo que nadie se escandalice. Si juegas a algo, tu
rival es mejor y te gana, pues bien por él. Y si mañana te vuelves
a enfrentar a él y has aprendido de tu errores, pues tienes la
oportunidad de tomarte la revancha (otro concepto inherente al
deporte). Si luchas, trabajas duro, explotas tus virtudes y eres
capaz de anular las de tu rival, le puedes ganas, aunque ese rival
sea, en teoría, mejor que tú. Y eso te genera una enorme alegría.
Hablo de deporte. Puro y duro.
Sin embargo, eso no se
produce de ese modo en el fútbol español. En el fútbol español,
lo normal es que los grandes te ganen. Incluso que te aplasten. Pero
cuando tú has luchado, has trabajado duro, has explotado tus
virtudes y has sido capaz de anular las de tu rival hasta el punto de
ponerle contra las cuerdas y aspirar a ganarle, comienza lo otro. Las
otras artes. Las cosas raras. Un árbitro que te pita en contra
(siempre en tu contra, nunca a tu favor), un comité que utiliza una
vara de medir distinta, una prensa militante que miente
descaradamente para hundirte y ensalzar al otro, una empresa
televisiva que te impone continuamente unos horarios demenciales...
Cualquier aficionado en
sus cabales entiende que un árbitro se puede equivocar, pero no que
lo haga siempre en un sentido, o que un comité sancione o perdone a
un jugador en función del equipo en el que juegue. Ese mismo
aficionado acepta que, dados los contratos televisivos que existen y
el dinero que dejan, haya ocasiones en las que te toque un partido en
lunes, pero no que siempre sea así para unos, y nunca para otros.
Podemos comprender que en Madrid se defienda a los equipos de Madrid,
pero no que se mienta y se manipule. Me estoy acordando del día en
el que Diarrá partió la cara a Crespo y no se llevó ni la
amarilla. Recuerdo, en concreto, una foto en la que se ve
perfectamente la jugada, y al fondo podíamos divisar a Adriano con
algodón taponándole la nariz porque, un momento antes, creo que fue
Guti quien le agredió sin tampoco recibir sanción. Recuerdo también
que el Sevilla ganó aquel partido por 2-0. Y, por último, recuerdo
que la portada del día siguiente de un diario madrileño fue algo
así como “robo al Madrid” porque, cuando ya íbamos ganando por
ese 2-0, Sergio Ramos fue expulsado por ver una segunda amarilla que
podía ser dudosa.
Estas humillaciones
extradeportivas están a la orden del día. Son continuas. A Luna le
sancionan con dos partidos por decir “pita alguna, hombre” y a
Diego Costa le quitan la amarilla. Al Sevilla le ponen una multa por
aquello de “Ujfalusi, muérete”, pero se mira para otro lado
cuando lo de “Puerta se marea”. Podía seguir todo el día
contando casos y me dejaría muchos en el tintero. Humillación tras
humillación, siempre extradeportivas, una afición se llega a sentir
eso, humillada. Y sin posibilidad de revancha, porque no hablamos de
deporte. Esto ha sido así toda la vida. Toda la vida. En 2007,
cuando por una vez hicimos las cosas tan bien en lo deportivo que
llegamos a optar a ganar la liga, nos impidieron hacerlo con métodos
extradeportivos. Insisto, y sin posibilidad de revancha, ese concepto
inherente al de deporte.
Todo equipo derrotado, y
mucho más humillado, necesita tener la posibilidad de resarcirse. Al
menos la posibilidad. Y si la tiene y no lo consigue porque el rival
sigue siendo mejor, pues se entiende. Pero a nosotros no nos dan esa
posibilidad. No nos dejan, nos mangonean continuamente. Nos humillan
una vez, dos veces, tres veces..., infinitas veces. Y sentimos que es
injusto, pero los encargados de impartir justicia, también nos
humillan.
Resultado: como no nos
dan a nosotros la oportunidad de resarcirnos, de tomarnos revancha,
nos alegramos cuando son otros los que les ganan. Y no nos alegramos
por esas derrotas en sí, sino porque, por fin, alguien les pone en
su sitio. Alguien hace justicia. Alguien se toma la revancha, que a
nosotros se nos niega continuamente utilizando métodos
antideportivos. Y este, y no otro, es el motivo por el que yo no
puedo dejar de alegrarme por esas derrotas. Aunque reconozca que es
algo patético.
Artículo publicado en Number 1 Sport
Artículo publicado en Number 1 Sport
2 comentarios:
Yo he sido de los que se ha alegrado de la goleada a Madrid y Barcelona. Sólo he visto el Bayern 4 - Barcelona 0, y me alegró además de que el Barcelona recibiera un par de goles que nunca debieron haber subido al marcador.
Una derrota así nunca la habrían tenido en España, y me gusta que sepan qué se siente perdiendo así.
Un saludo.
Más o menos lo que vengo a decir. Es de justicia.
Gracias, un saludo
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