sábado, 4 de diciembre de 2010

Por necios y por indignos

Cuando el año pasado una importante cantidad de aficionados se quejaban del juego que desplegaba el Sevilla de Jiménez, una de las cosas que se le decía era que con cojones no basta. Que el Sevilla es a día de hoy un equipo más grande que antaño y que se echa de menos el juego vistoso de la 2006/2007. Yo menciono la temporada exacta, porque Juande estuvo aquí tres (dos completas y una "espantá"), y sólo en una de ellas el equipo rindió a ese nivel. De hecho, en la primera se lo querían cargar porque se echaba de menos a Joaquín Caparrós.

Aquel equipo que aburría y que no enamoraba sacaba unos resultados excelentes, pero la gente se quejaba. Y cuando los resultados dejaron de llegar, el entrenador fue cesado, como pasa en todos los equipos del mundo, que tampoco quiero dramatizar. Aquí estamos para ganar y si no se gana hay que hacer algo. Sin más. Yo no soy eso que llamaban "jimenista", simplemente trato de ser sensato y sobre todo sevillista. A Jiménez se le echó porque todos (TODOS) considerábamos que el Sevilla lo tenía que hacer mejor. Lo que pasa es que el ataque de la prensa anti sevillista hacia el de Arahal fue tan brutal, tan salvaje, tan despiadado, que el que vino después trató por todos los medios de huir de todo lo que oliera a Manolo Jiménez. Yo soy el primero que reconoce que aquel equipo podía dar más de sí y que el entrenador no era capaz, por la razón que fuera, de sacárselo. La afición no le quería, no le gustaba su juego y como la afición es soberana, pues entrenador a la calle. No me parece mal, lo que pasa es que una cosa es esa y otra portarse de aquel modo con uno de los nuestros. Que es uno de los nuestros, no lo olvidemos. Fuimos unos indignos. No por despedirlo, sino por tratarlo de aquella manera. No por criticarlo, sino por lincharlo.

Pero lo peor no fue eso, sino algo que ahora estamos sufriendo. Como si de la peste se tratara, Antonio Alvarez trató por todos los medios de quemar todo vestigio de Jiménez en su gestión. Huyó lo más aprisa que pudo de eso e incluso llego a apelar a un demagógico "espíritu Juande" que a mí me pareció patético. Demuestra tú lo que vales y no utilices lo logrado por otros para simular méritos. Más que nada porque el huir de todo lo que oliera a Jiménez fue un error descomunal. A ver, nos podemos meter con el juego que hacía el Sevilla con el técnico del Arahal, y yo soy el primero en reconocer que era rústico, arcaico, pesado y hasta obsceno si lo comparamos con el de la cascada de títulos. Pero lo que está claro es que algo bien se debería de estar haciendo cuando el Sevilla acabó tercero en liga. Y es evidente que si las cosas se quieren mejorar y con un entrenador está claro que no se puede, pues habrá que traer a otro para seguir creciendo. Evidente, ya digo.

Sin embargo, caso de hacer eso, de lo que se trataría es de, apoyándose en lo bueno del anterior, dar un pasito más. O dos, o tres o los que sean. Pero lo que se ha hecho es eliminar de un plumazo lo mucho/poco/regular conseguido por Jiménez para empezar de cero. Antes teníamos intensidad, pero no calidad. Antes, a base de colocación, pelotazos, carreras y cojones, dejábamos la portería a cero y nos encomendábamos a que uno de los de arriba enchufara alguna, lo cual hacían porque son muy buenos. La idea sería mantener esa intensidad, esos cojones (la casta y el coraje de nuestro himno), para aplicar calidad y velocidad y dar un salto cualitativo. ¿Se hizo?

No.

¿Y qué tenemos ahora?

Pues nada, porque al borrar todo vestigio de Jiménez, se perdió la intensidad, se trató de jugar bonito y ahora no tenemos ni lo uno ni lo otro. O sea, eso: nada. Y así nos va.

Insisto, puedo aceptar que Jiménez no era el entrenador que podía llevar al Sevilla a crecer más. Que lo llevó a lo máximo a lo que él pudo. Y que no fue mala idea cambiarlo por alguien que fuera capaz de dar otro salto más. Pero nadie me va a convencer de que todo en él era malo porque algo muy bueno tuvo que tener su equipo para acabar tercero. Yo no echo de menos el juego de Jiménez. Echo de menos la intensidad que el Sevilla le podía a ese juego, esa intensidad que debió haber servido de base para dar otro paso en nuestro crecimento, pero que se nos olvidó por el camino, la rechazamos, la repudiamos en nuestro empeño por empequeñecer lo que hacía Jiménez, por demostrarnos a nosotros mismos que con él no íbamos a ninguna parte. Y seguramente no íbamos, pero eso no quita para que nos quedásemos con lo bueno que teníamos.

Y eso bueno que teníamos es justo lo que nos falta en estos momentos. Y en lo más profundo de mi ser, en ese lugar donde se esconden los malos pensamientos, los que no dejo salir al exterior y trato de ocultar sistemáticamente, no puedo evitar sentir algo así como que nos lo merecemos. Por renegar de esa manera de todo lo que olía a Jiménez. Por ser tan necios de no saber analizar las cosas con tranquilidad para llegar a las mejores conclusiones, o sea, para comprender que algo bueno tenía y que eso bueno deberíamos haberlo mantenido. Por haber linchado de esa manera a uno de los nuestros hasta el punto de borrar todo lo que hizo por considerarlo nefasto. Todo nefasto. Todo. Madre mía, ¡qué error!

Y ahora lo estamos pagando.

Por necios.

Por indignos.

1 comentario:

Juan Angel de Tena dijo...

Sobran las palabras amigo.
¡Chapoo!.
Un fuerte abrazo.

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