jueves, 28 de julio de 2011

Grandes y acomplejados

Cuando echo la vista atrás y observo en mi memoria lo que éramos hace no tanto tiempo, a veces me cuesta creer que lo que estamos viviendo hoy día es real y no el típico sueño que tenía en aquella época, en ese "hace no tanto tiempo".

Permitidme que me remonte a finales de la década de los noventa del siglo pasado. Yo tenía veinticuatro años, acababa de terminar mis estudios universitarios y preparaba la maleta para marcharme a los Países Bajos para hacer allí un posgrado en Marketing. Era una persona con la ambición que te da esa juventud y con un enorme orgullo del lugar de donde soy. Yo siempre he sentido ese orgullo. Soy extremadamente crítico con las cosas que pasan en mi tierra, pero lo soy porque creo que es un lugar tan maravilloso y con tantas posibilidades, que a veces me da rabia que no se aprovechen y nos quedemos en una triste medianía.

Con esa actitud me fui a Holanda, pero también con cierto complejo. Porque los españoles (y más aún los andaluces) nos sentimos acomplejados cuando aparecemos por esos países del corazón de Europa. Iba con el cuchillo entre los dientes, con todas mis armas preparadas para defender con todas mis fuerzas a mi tierra de las burlas y los menosprecios de aquella gente extranjera. Pero cual fue mi sorpresa cuando comprobé hasta qué punto nos tienen en consideración. Los holandeses adoran España, y más aún Andalucía. La inmensa mayoría hablan un poco de nuestro idioma y no dudan en hacerlo ante los españoles para mostrarse respetuosos. Nadie se rió, nadie se burló. No hubo ningún menosprecio. Al contrario, me quedé con la boca abierta como si fuera un tonto de baba ("tontolaba" dicen en mi pueblo) cuando fui testigo en el aula a la que iba de que ponían a España como ejemplo práctico de cómo un país es capaz de pasar de una dictadura a una democracia avanzada en el tiempo récord de veinticinco años. De cómo era posible que ellos, los holandeses, que llevaban cerca de doscientos años de libertad ideológica apenas pudieran encontrar diferencias sustanciales con nosotros. Nos admiraban con todos sus sentidos, e incluso a algunos de los alumnos españoles que allí estábamos se nos pidió cierto día que subiéramos al estrado donde estaba la mesa del profesor para que el resto de los alumnos nos hicieran preguntas respecto a este tema y nosotros las contestáramos. Por mucho que dijera el profesor, ¿quien mejor que españoles para hablar de lo que ellos llamaban "el milagro español"?

Desde entonces, jamás en mi vida he vuelto a tener un complejo respecto al lugar de donde vengo. Y, como imaginaréis, el orgullo que siento por mi tierra se vio reforzado y hasta aumentado. 

Cuando hablo del lugar de donde vengo, me refiero siempre a Sevilla, aunque a veces, según donde me encuentre, he de subir de nivel y hablar de Andalucía, e incluso hacerlo un poco más y referirme a España. Y en aquella época de la que hablo, el equipo de fútbol que lleva el nombre de mi ciudad descendió a Segunda División con los peores guarismos de la historia de la entidad. Pero ya digo que mis complejos se habían ido. No me avergonzaba de mi equipo. Todo lo contrario, me enorgullecía aún más al ver a esa legión de invencibles sevillistas arropando a su equipo en uno de los peores momentos de su historia. En Segunda División. Arruinados y humillados. Pero vivos y orgullosos. Siempre orgullosos. 

De todos es sabido que ese equipo resurgió de sus cenizas como si fuera el Ave Fénix. Resurgió de un modo colosal, extraordinario. A finales de los noventa, la idea de poder escuchar en nuestro estadio la musiquilla de la Champions League era casi una quimera. Y no digamos levantar un título. Simple y llanamente un sueño.

¡Qué poco tiempo pasó para que ese sueño se hiciera realidad! Una y otra vez, una y otra vez... Nunca nadie entre nosotros se pudo imaginar tanta gloria. 

Hoy día, igual que pasaba con España cuando yo estudiaba en Holanda, el Sevilla, la empresa Sevilla FC, es puesta como ejemplo de buena gestión en todos los ámbitos en los seminarios y cursos sobre dirección de compañías. Fuera de nuestra ciudad, la gente nos admira y respeta. Tanto lo hacen que hasta los medios afines al equipo más grande de España nos torpedea y ningunea, sin duda porque nos saben una amenaza. Hoy día, el Sevilla es una de las organizaciones, entidades, compañías, empresas... llamadle como queráis, más admiradas y prestigiosas de España. No hay más que salir de nuestras cuevas, tomar el camino del norte y preguntar a las gentes que nos encontremos allí. Hablan nuestro mismo idioma, por si acaso alguno está tan metido en su burbuja que no se acaba de dar cuenta de esto. 

Sin embargo, aquí en Sevilla parece que hay personas que no se enteran de esto. Y es algo que hace que me suba por las paredes. 

¿Hasta cuando vamos a tener que aguantar a toda esta gente que no hace más que criticar por criticar, que menospreciar lo que se hace en el Sevilla y hasta que reírse de algunas de esas cosas?

Podría hablar de multitud de ejemplos, podría citar mil y una tropelías perpetradas por una parte de la prensa que parece empeñada en minusvalorar lo que estamos haciendo. Y de los que no son la prensa, de políticos, mismamente de aficionados que parecen no saber hacer otra cosa que criticar y amargarles la vida a los demás. Podría acordarme de lo que dijeron unos y otros acerca de diferentes temas, criticando, repudiando, mofándose... podría, pero me voy a quedar sólo con lo último, con lo ocurrido anoche. 

Cuando al final del día de ayer, en el acto de la presentación de las camisetas, una parte del público que fue voluntariamente a presenciar dicho acto silbó y se metió con Manuel Vizcaíno, yo sentí verdadera vergüenza.

¡Verdadera vergüenza!

Silbar a uno de los nuestros (A UNO DE LOS NUESTROS) es siempre lamentable. Se puede entender si ese uno de los nuestros hace daño a la entidad. Puede medio pasarse mirando para otro lado si ese uno de los nuestros, aun tratando de hacerlo lo mejor posible, al final lo hace tan mal que, sin pretenderlo, acaba por hacerle daño a la entidad. Pero a alguien que lo ha hecho bien...

Sí, bien, eso estoy diciendo, ya basta de cogérsela con papel de fumar para no ofender a otros, cuando esos otros no se cortan en decir lo que les da la gana sin pensar si le están ofendiendo a uno. Que hoy día cualquiera puede coger un teclado, meterse en un foro y decir una gilipollez sin temor a que le pase nada. Ha hecho cosas mejores que otras y ha tenido aciertos al igual que también errores, pero lo ha hecho bien. Y en este caso de las camisetas, muy pero que muy bien. Y me explico. 

Lo primero, para centrarse, Manuel Vizcaíno es el responsable de Marketing. Puede ser muy guapo o muy feo, puede vestir bien o de modo desmañado, puede ser una bella persona o un tío insoportable. No lo sé, no lo conozco personalmente. Pero es el responsable de Marketing del Sevilla, y en lo referente al Sevilla, es como tal como hay que juzgarlo. Hace no mucho analizaba en este post hasta qué punto la marca "Sevilla FC" ha crecido de la mano de este señor. No es mi intención redundar en eso, pero sí que voy a decir algo acerca de esto de las camisetas.

Hay un concepto en marketing que se llama "público objetivo" y que no es más que el sector de la población al que va dirigida una campaña comercial con el objetivo de venderles un producto. Las empresas se gastan un pastizal de escándalo para definir ese público, diseñar esa campaña acorde a sus gustos, elaborar anuncios en prensa, radio, televisión, cartelería... cualquier cosa que se os ocurra, con la idea de llegar al más alto porcentaje posible de personas de ese sector poblacional. 

En lo que se refiere las camisetas del Sevilla, producto que se pretende vender a lo largo de este año, el público objetivo es, evidentemente, la afición del Sevilla FC. Y ahora yo pregunto. ¿Habrá algún sevillista en el mundo en estos momentos, cuando aún no han pasado ni 24 horas desde la presentación de las camisetas, que no las haya visto ya? Pongamos que sí, que alguno habrá, pero digamos que un 99% del sevillismo ya las conoce. ¿Alguien tiene idea de el éxito tan descomunal que supone para un responsable de marketing que el 99% de su público objetivo ya conozca el producto ni 24 horas después de su salida al mercado?

¡Y sin apenas gastar dinero!

Esto, en marketing, es un triunfo extraordinario. ¿Alguien recuerda que se hubiera creado alguna vez tanta expectación alrededor de unas simples camisetas? ¡Que no son más que unas camisetas! Que da igual que sean más bonitas o más feas, que para gustos colores. Que no son más que camisetas. Las camisetas que lucirán nuestros jugadores y que los aficionados comprarán porque son las que lucirán nuestros jugadores. 

Y ahora vendrán los que digan que eso no tiene importancia, que eso es fácil de conseguir, que a ver cuántas se venden al final, que pitos y que flautas. De esos hay muchos por ahí. Muchos "enteraos", muchos listos y muchos de todo. Pero nunca antes en la historia del Sevilla se había hecho algo así con unas simples camisetas. Por no hablar de que el contrato con los chinos pone al Sevilla como el cuarto club mejor pagado de España en este aspecto. O esa curiosa idea de vender un trozo de los números para que los sevillistas pongan ahí su foto. Que habrá quien diga que vaya chorrada, pero a nadie se le había ocurrido antes. Ya nos copiarán, lo veremos, como tantas y tantas de esas "cosas de Vizcaíno" anteriores. 

No es mi intención adular a nadie. No quiero decir que Vizcaíno es maravilloso, insuperable y que lo considero mi héroe. Ni siquiera digo que no pueda haber alguien que lo haga mejor. Tampoco me refiero a que no se pueda criticar. Se puede criticar todo, se debe de hacer, es la mejor manera de crecer y mejorar porque dos cabezas piensan más que una y cuarenta mil mucho más que dos. Pero una cosa es criticar argumentando y otra escribir una gilipollez con un teclado metido en un foro. No me refiero a nada de eso. Lo que quiero decir es que estoy harto de no poder sentirme orgulloso de lo que somos. Bueno, de no poder no, que lo hago, sino de no poder hacerlo sin que haya quien me señale con el dedo. 

Dejémonos de historias y alcémonos de una vez. El Sevilla es un club modélico. Nosotros somos modélicos, nuestra afición es modélica. Muy pocos clubes pueden presumir de tal legión de invencibles que arropan a su equipo esté en la categoría que esté. Nuestro club es temido, admirado e imitado. Estamos a la vanguardia en todo en España. Absolutamente en todo, y se nos pone como ejemplo y modelo a otros clubes que quieren crecer y no tienen claro el método a seguir. Bueno, sí lo tienen claro, es nuestro método lo que necesitan. Insisto, estamos a la vanguardia. Nos imitaron con lo de las banderas en las camisetas y con lo de los vídeos. Nos imitaron en el modo de fichar jugadores y también en cómo gestionar la cantera. Nos imitaron en la forma de llevar los medios oficiales, y hasta algunos programas, como ese "Sevillistas por el Mundo". Algunas de las expresiones de nuestro presidente se han convertido en dichos populares, como ese "sí o sí" que ya todo el mundo dice. Incluso nuestra blogosfera es referencia en toda España. Es con diferencia la más grande y la de mayor calidad en contenidos y en debates. Y por rematar, estamos a la vanguardia de esa lucha por un reparto justo de los dineros de la televisión. Empezamos nosotros, nos siguieron unos pocos, pronto se sumarán más y acabaremos ganando esa guerra.

Somos pioneros, estamos a la cabeza de todo, somos el auténtico paradigma de la modernidad en lo que al fútbol se refiere. Eso somos nosotros. NOSOTROS. 

¿Qué nos pasa? ¿De qué nos quejamos tanto? ¿Tan mal se están haciendo las cosas como para que se tenga que silbar a uno de los artífices de todo esto? A uno de ellos, no al artífice, que nadie me tergiverse. ¡Es que es acojonante!

A veces pienso que no sabemos lo que queremos. O que tenemos un complejo tan grande, tan enorme, que cualquier cosa que se hace nos tiene que parecer mal porque tiene que estar mal hecha, y no nos damos cuenta de hasta qué punto somos buenos. 

Yo hace tiempo que desterré mis complejos. Tuve que viajar mucho para hacerlo, tuve que ser testigo directo de algo que me hizo despertar con una bofetada del letargo en el que estaba. Y, como decía un poco más arriba, incluso en aquella época en la que estábamos en Segunda ya me sentía orgulloso de mi club por esa legión de invencibles que ya he citado varias veces.

¿Os imagináis cómo de grande es la magnitud del orgullo que siento ahora?

Y que todavía haya gente que no se haya dado cuenta de lo grandes que somos. 

4 comentarios:

Juan Jose Roman dijo...

AMEN y ¡Ole!.

Kike Ríos dijo...

Cada día que pasa me gusta más y más tu blog, además que ultimamente estás poniendo mucho márketing en tus entradas, y yo que estudio Publicidad estoy encantado de poder leer algo escrito por alguien que sabe del tema y relacionado con el Sevilla

Rafael Sarmiento dijo...

Muchas gracias, tampoco es que sepa tanto, pero sí lo suficiente como para dar una opinión argumentada. No me creo con la razón absoluta, y me gustaría que alguien lo rebatiera, pero también con argumentos.

Estoy un poco cansado de los que critican por criticar. A mí me gustan los debates argumentados.

Gracias otra vez, un saludo para los dos.

viriato dijo...

Hola:los españoles fuera de su pais se sienten inferiores pero en su tierra son superiores a todo el mundo,principalmente a sus vecinos Portugueses,esto demuestra que realmente son enfermos mentales,este enlace es muy interesante todo lo contrario de lo que leo en este blog---http://blogs.elcomercio.es/psicologo-de-cabecera/2011/11/06/no-vivir-acomplejados/

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