domingo, 28 de marzo de 2010

Las espadas siguen en todo lo alto.

Lo primero que se me viene a la cabeza después de lo de hoy en Villarreal es que yo me lo veía venir. Era algo que tenía más o menos claro que podía ocurrir, aunque en el fondo abergaba la esperanza de que el cambio de aires en el banquillo insuflara ánimos a los jugadores. Al menos los suficientes para pelear el partido aunque fuera. Pero no ha sido así. No sólo hemos perdido. Es que ni siquiera tuvimos opciones. Hubiera considerado razonable que el Sevilla no lograse la victoria por no aguantar el tono físico, algo normal en una plantilla masacrada por las lesiones a lo largo de los últimos meses. Pero ni eso.

Durante esta semana, en esos momentos en los que el desconcierto sacó la peor parte de mi, llegué a pensar que los jugadores hicieron la cama a Jiménez, clamando por un cambio. En ese sentido, sería verdad eso que venden los que le desean el mal al Sevilla, o sea, que la plantilla estaba en contra del técnico, y que había malos rollos con él. Y en ese sentido también, tal y como seguían vendiendo esos tipos, la solución del segundo se Juande, de su idolatrado Juande, sería la solución perfecta para soliviantar a los futbolistas.

Pero la realidad es otra. La realidad no es que el problema del Sevilla fuese de entrenador, o de malos rollos, sino que la plantilla está destrozada. Muchas bajas continuadas, jugadores que tienen que jugarlo todo miércoles y domingos y que se sobrecargan, otros jugadores que fuerzan para reincorporarse al trabajo y que se vuelven a romper, y en definitiva, una plantilla rota en lo físico, y maltrecha en lo anímico. Porque querer y no poder desmoraliza a cualquiera. Si a eso le unimos que hay futbolistas muy lejos de su mejor forma, o directamente fuera del mapa, tenemos el penoso cuadro que observamos en tardes como la de hoy.

Y eso no lo soluciona un cambio de entrenador, así por las buenas.

He repetido varias veces a lo largo de estos últimos días que, más allá de opiniones particulares, un cambio de entrenador cuando un equipo está deshecho entra dentro de lo razonable. Y es evidente que, en tres días, ese nuevo entrenador no ha tenido tiempo de hacer nada. No se le pueden echar las culpas a él. No las tiene, y hay que dejarlo trabajar. El problema es que no hay tiempo, y sí un montón de problemas difíciles de solucionar sin eso, sin tiempo. Porque un jugador desmoralizado puede cambiar de actitud con un golpe de efecto como el que supone un cambio de entrenador. Pero un jugador lesionado necesita tiempo para recuperarse. Y un jugador reventado físicamente necesita también tiempo para descansar y recuperarse, pero no lo puede hacer porque hay demasiados lesionados. Se podría tirar de la cantera, pero se antoja imprescindible que el Sevilla At. mantenga la categoría, con lo que no se les debe quitar jugadores así como así. Y en caso de hacerlo, sería injustísimo cargar a esos chavales jóvenes con tamaña presión y responsabilidad.

De todos modos, y en un intento de desdramatizar algo la situación, hay dos cosas que me invitan un poco al optimismo.

Primero, el sevillismo de Antonio Alvarez, que evitará que se le pase por la cabeza bajar los brazos ni siquiera un ápice, a pesar de su condición interina y provisional.

Y segundo, que sea como sea, el cuarto puesto sigue estando a dos puntos, y que el calendario que se nos viene encima es asequible. Asequible, claro, con el Sevilla a tope, que tal y como estamos cualquiera sabe. Pero peor sería cruzarnos con los equipos más fuerte, que duda cabe.

La labor del nuevo entrenador debe ser, por supuesto, levantar el ánimo de los profesionales. Exigirles que den el máximo, a pesar de los problemas. Que demuestren lo que valen, y el por qué de lo que cobran. Hay que seguir luchando, porque aún estamos a tiempo de solucionarlo todo. Ganar al Tenerife no es algo extraordinario. Ni al Valladolid, ni al Málaga ni al Sporting, nuestros próximos rivales. Tenemos que levantarnos. Los jugadores deben tener claro que no queda otra. Que no se puede mirar atrás, ni bajar los brazos. Que las espadas siguen en todo lo alto, y que no hay nada perdido.

Las excusas se acaban. Si Antonio Alvarez dice que no hay que lamentarse por las lesiones, eso no debe ser una excusa, como defendíamos (defendemos) algunos. Y si el problema era el entrenador, pues tampoco, pues este ha sido sustituido.

Es la hora de la casta y el coraje. De los cojones, vamos.

No nos queda otra.

3 comentarios:

EL PAPI MAGASE dijo...

Subir a siete u ocho chavales del filial y a jugarnosla de aqui a final de curso,mejor papel que estos que a dia de hoy se visten con esta camiseta Y ESTE ESCUDO harian seguro,es cuestión de vergüenza torera,un minero,un marinero o un albañil que esté en un andamio,sale a diario a buscar el sueldo en peores condiciones que estos muñecos diabolicos en lo que se están convirtiendo algunos de los que tantas y tantas espectativas despertaron en la afición a principio de temporada,a ver que pasa el sabado de gloria,pero me temo que el eslogan se ha dado la vuelta y ahora es "lo peor está aun por llegar" ojalá me equivoque,nada me gustaria más.

Un abrazo Ravesen.

Nicolás Fernández dijo...

Que mes hemos pasado! Esperemos remontar esto como sea y terminar la temporada levantando una nueva copa! Así va a hacer! Optimismo Sevillistas!

Un abrazo desde Argentina.

Nicolás.

Talibán Sevillista dijo...

No queda otra y vamos a levantar el vuelo.
Yo también soy optimista
Un abrazo

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