martes, 21 de agosto de 2012

Vientos de agua

No sé si la habéis visto. Seguramente, no.




Vientos de Agua es una serie hispano - argentina que se grabó en 2005 y que se comenzó a emitir en enero en 2006 en Telecinco. Sin embargo, al cuarto capítulo, decidieron quitarla de la programación, dados los bajos índices de audiencia. A pesar de eso, fue suficiente como para engancharnos a mí y a mi esposa. Unos meses después, en mayo, la sacaron en DVD justo antes del cumpleaños de ella. Ese fue mi regalo en aquella ocasión.

La historia es sencilla y tremendamente complicada a la vez. Andrés, un minero asturiano de apenas veinte años, emigra a Argentina en los años 30 del s.XX y se narra el modo en que le fue la vida allí. En paralelo, se cuenta como Ernesto, un argentino de cuarenta y pico años, arquitecto, casado y con hijos universitarios, se ve obligado a abandonar su país en 2001 por culpa de la crisis del corralito. Se viene a España con la idea de llevarse a su familia en cuanto tenga ocasión. Es una historia común, por desgracia, pero que te llega al alma porque resulta que Ernesto es hijo de Andrés. Y el propio Andrés, ya de anciano, es uno de los protagonistas de la parte que transcurre en 2001.

Es verdaderamente brutal cómo la serie te permite comprender que la vida parece transcurrir como si fuera un péndulo. Que los problemas de antes son los mismos que los de ahora. Que nadie hace nada para remediarlos y que siempre volvemos a caer en lo mismo.

Pero la serie no tuvo éxito. Supongo que a la gente le apetecía ver más las muchas basuras que se emiten en televisión todos los días y contra eso no pudo luchar. No obstante, y curiosamente, es una de las producciones más vendidas de la historia en DVD, lo cual relaja. Siempre hay quien sabe valorar las cosas buenas.

He de decir (los habituales de este sitio lo saben porque ya lo he contado) que la historia le llega a mi mujer un poco más hondo que a los demás porque en su familia son todos mineros, unos asturianos y otros leoneses, y conocen muchos casos parecidos a este que cuenta la serie. Además, cuando se comenzó a emitir, nosotros vivíamos en Asturias, y eso no hizo más que profundizar en ese sentimiento.

Bien, pues resulta que, aprovechando que mi mujer y mi hijo se han marchado al norte a visitar a la familia, dejándome a mí aquí trabajando porque eso es lo que les pasa a los autónomos, que no pueden dejar de trabajar, pues he vuelto a ver la serie. Y lo he hecho en soledad, como a mí me gusta ver estas cosas. No es que evite hacerlo con mi mujer, pero no es lo mismo. Cuando veo algo solo, me siento más libre, no sé, es un sentimiento extraño, debo ser algo raro. Pero me dejo llevar de otra manera. Si me apetece soltar una lágrima, pues lo hago. Si me quiero reír a carcajadas, pues también. No tengo a nadie a mi lado a quien molestar, sorprender, preocupar o hacer reír. Veo el producto como el que lee un libro. No es lo mismo leer un libro en soledad a que alguien lo lea en voz alta para un público. Sé que lo normal es leer en soledad y ver televisión o cine en compañía, pero ya digo que debo ser bastante raro. Me gusta ver televisión o cine en soledad, como el que lee una novela.

Y la experiencia ha sido demoledora. Tanto, que quiero dejarlo aquí, por escrito. Hay que tener en cuenta que la primera vez que la vi, hace ya seis años, la historia cuadraba con el presente a la perfección. Con aquel presente. España estaba en el momento más álgido de las vacas gordas. Multitud de inmigrantes venidos de otros países trataban de buscarse la vida en nuestro país y uno veía a aquellos personajes de la serie como quien ve a gente por la calle. Se imagina lo que tuvo que pasar un "gallego" en Argentina en la época de la Guerra Civil y justo posterior, y lo que tenía que estar pasando un extranjero en España en la actualidad. Bueno, en la actualidad de 2006.

Pero es que esta segunda vez la he visto en 2012. Y en 2012, la cosa no es igual que en 2006. De hecho, en 2012, la situación de nuestro país es mucho más parecida a la que tenía Argentina en 2001 que a la nuestra de hace seis años. Y no he podido dejar de sentirme identificado con Ernesto, el argentino hijo de aquel emigrante asturiano de los años 30 que, después de creer tener la vida resuelta, se ve obligado a empezar de cero en otro país por culpa de una crisis de la que no tuvo ninguna culpa. Yo no me he tenido que marchar, pero... ¿quién sabe? Como la situación por la que vivimos dure mucho más... ¿quién sabe? ¿Acaso alguien se cree libre de que tal cosa le pueda ocurrir?

Pues bien, ver esta serie con ese sentimiento de trasfondo es un duro golpe al corazón. Ver lo que les pasa a esos que deciden buscar una vida mejor en un lugar muy lejano. Comprobar cómo a menudo lo consiguen. Y no sólo en lo material, sino también en lo personal, en lo sentimental..., incluso en lo espiritual. Son personas que conocen otros lugares, a veces aprenden otros idiomas, conocen a personas que son diferentes a las que dejaron en su tierra, en unos sitios más y en otros menos, acaban arraigándose, creando una familia allí. Incluso, alcanzan cotas cercanas a la felicidad. 

Pero pierden sus raíces y la vida no te perdona algo así. Porque una cosa es conocer cuáles son tus raíces, no olvidar tu lugar de origen, ser perfectamente consciente de donde vienes, incluso sentirte orgulloso de ello. Pero eso es algo que pierdes. Es como cuando arrancas una naranja de un árbol. Puedes decir perfectamente de donde la sacaste. Hasta el punto exacto, hasta el tallo roto. Pero nunca podrás volver a ponerla en su lugar. Y eso destroza a la persona. 

Mientras veía la serie, me imaginaba qué sería de mi si me viese obligado a irme alguna vez. Yo no le tengo miedo a ese tipo de cosas. He vivido en Holanda, en Vitoria, en Gijón y en Salamanca. Mi hermano vive en Inglaterra. Tengo amigos en Bélgica, Holanda, Alemania, México..., no le tengo miedo a ese tipo de cosas. Pero sí que pensaba en lo que dejaría aquí, en lo que echaría de menos. Miren, en total, yo he pasado fuera de Sevilla cuatro años en dos periodos separados de uno y tres. Y os prometo que, en ambas ocasiones, cuando volví, las cosas habían cambiado. Perdí cosas, me alejé de gente, hay que entender que uno abandona un lugar en un momento dado, en un punto concreto, y que cuando vuelve, ese punto ya no existe. Las cosas han evolucionado sin ti, has de adaptarte a la que siempre fue tu casa y se da un caso verdaderamente paradójico. Vienes de un lugar que no es tu casa y en el que estás adaptado, para llegar a la que sí que es tu casa, pero donde has de adaptarte de nuevo. Es extraño, sientes como un vacío, como si fueses un extraño en el lugar donde naciste. Incluso, tienes ganas de volver a irte. Eso me ocurrió a mí después de tres años, incluso teniendo en cuenta que en esos tres años vine por Sevilla a menudo. ¿Os imagináis cómo sería después de décadas sin poder volver a tu lugar de origen?

Pues imaginándomelo he visto la serie. En la misma te cuentan cómo lo pasan dos personajes en dos épocas completamente diferentes. Y yo me imaginaba qué sería de mí en un caso semejante. Qué cosas perdería, qué familiares y amigos dejaría de ver, cómo de grande sería el vacío interior y si lo que consiguiese en ese otro lugar llegaría a tanto como para llenarlo. 

En estos días que vivimos se habla con demasiada naturalidad de la emigración. Hace no mucho, un imbécil dijo algo de irse a trabajar a Laponia. En Alemania prometen el oro y el moro a nuestros ingenieros. Cada semana echan por la tele un programa llamado "Españoles por el mundo" en el que se muestra lo felices que son algunos de nuestros compatriotas por esas tierras de Dios. "Movilidad geográfica" le llaman algunos. "Libre circulación de personas", "Deslocalización"...

Vivimos en un mundo en plena crisis. Se nos habla de problemas económicos, de crisis financiera, de burbuja inmobiliaria, de solvencia bancaria, de fluidez de crédito, de deuda soberana, de déficit, de balanzas exteriores, de ajustes, de recortes, de dinero, dinero, dinero.... Pero igual no nos damos cuenta de la mayor crisis que padecemos es de valores. Hemos quitado del eje de nuestros esfuerzos a la persona para dejar su puesto a lo material. Y no nos damos cuenta de que dentro de unos años, todos estaremos en un hoyo. No se trata de vivir el presente como si no hubiera futuro y comportarse de un modo irresponsable. Pero es que se habla por ahí de cosas con demasiada naturalidad sin darse cuenta del tremendo impacto que esas acciones pueden tener sobre las personas. Las personas no somos Recursos Humanos. No somos recursos. Somos personas. Y nosotros mismos nos hemos quitado a nosotros mismos del eje de nuestros esfuerzos. 

Maldito materialismo. 

Os recomiendo que, si tenéis ocasión, veáis la serie. Pero no como el que ve una película en el cine, no para entretenerse. No para juzgar la calidad artística del producto o para comprobar lo bien, mal o regular que trabajan los actores (por cierto, el reparto es de lujo). Yo no hablo de eso, no me interesa eso. No entiendo de esas cosas. Digo que la veáis como lo he hecho yo, pensando en qué sería de nosotros si nos viéramos obligados a pasar por ese trance. Y que nadie se preste a engaño. Tal y como está la situación actual, pocos están libres de que algo así le pueda ocurrir. 

Recordad, la vida transcurre como si fuera un péndulo. ¿Cuántas veces lo veremos pasar por nuestro lado sin que nos golpee?


3 comentarios:

Dori dijo...

Es verdad que la vida real supera la ficción y desde luego como está el panorama español, no dudo en que esto mismo nos pueda pasar a algunos.
Tiene que estar bién la serie por lo que cuentas, tendremos que verla.
Gracias por hacernos pensar en cosas que verdaderamente,sí tiene importancia.
Saludos sevillista

Marcu dijo...

Amigo..."rodrigue" últimante o no llego o lo hago tarde.
Me gustó el post. No ví la serie entre otras cosas porque en casa le tenemos hecho un boicot particular a Telecinco por razones obvias. De todas formas, el tema es muy bueno y debe de dar mucho de sí. Y hoy dia, totalmente actualizado pero invirtiendo papeles.
Un abrazo y...que te sea leve.

Rafael Sarmiento dijo...

@Dori

Si te digo la verdad, cuando algo dentro del fútbol me hace enfadarme demasiado, cambio el chip para pensar en algo que me haga ver las tonterías que a veces me preocupan. Y luego las comparto aquí con vosotros. Para eso tengo el blog. Muchas gracias.

@Marcu

El Rodriguez de toda la vida, sí señor. Mañana se acaba.

Yo no la ví el Telecinco (salvo 3 capítulos), sino en la colección de video que compré. Lo que pasa es que cuando la vi la primera vez, sentí algo así como pena por lo que tenían que pasar ciertas personas.

Esta segunda vez, sin embargo, me ha impactado mucho porque no he sentido pena, me he visto reflejado en los personajes. Me he sentido identificado. La primera vez lo vi como algo que les pasa a otros. Ahora, como algo que me puede pasar a mi. Me ha hecho reflexionar mucho. No tanto el argumento de la serie, sino el modo en que, en tan solo 6 años, ha variado mi percepción de la misma al verla.


Muchas gracias a los dos. Un abrazo.

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