Como ya dije la semana pasada (lo podéis leer en este artículo), esta última jornada no me he presentado al partido del Sevilla. Es lo que creo que tenía que haber hecho también el equipo, no presentarse, ir con los filiales y juveniles o incluso sacar a los titulares, pero que no se moviesen por el campo. Lo que fuera con tal de reventar el encuentro. Pero como eso, a día de hoy, es inviable (el día que alguien tenga las agallas de hacerlo muchas cosas cambiarán en nuestra liga), pues fui consecuente con mis ideas. Y como a mí no me restan puntos, ni me pueden sancionar ni hay televisión que valga capacitada para amenazarme con nada, pues decidí hacer huelga de ojos caídos y no ver el partido.
Por supuesto, lo daba por perdido, como efectivamente ocurrió. Incluso, en ese mismo artículo que enlacé al principio, podéis leer mi promesa de imprimirlo y comerlo varias veces si el Sevilla ganaba, es decir, lo que es lo mismo, tragarme mis palabras. Afortunadamente para mi salud y desgraciadamente para las aspiraciones del equipo, el Sevilla perdió, como era de esperar. Tanto me lo esperaba, que estaba deseando que pasase el encuentro y así saber a ciencia cierta a qué iba a jugar el equipo en las tres jornadas que restan. Y ya lo sabemos. Vamos a jugar a sacar los nueve puntos como sea para aspirar a meternos en la Europa League.
Me sorprende mucho que haya gente echando espuma por la boca después del partido del Sevilla en el Bernabéu. Sinceramente me pregunto qué esperaban. ¿De verdad pensaban que se podía sacar algo de allí? ¿O es que ya se aprovecha lo que sea para cargar con todo contra el club? Porque el Sevilla no hizo un mal partido en Madrid, según dicen todas las crónicas. Además, según parece, el arbitraje fue vergonzosamente favorable a los de siempre, y esto lo reconocen hasta en la capital, con lo que imagino que debió ser de escándalo. Por tanto, no sé a qué viene tanto lamento. ¿Que hace apenas cuatro años el Madrid nos temía como a una vara verde y ahora nos ganan con la gorra? En estos cuatro años, el Madrid ha ingresado, sólo por la TV, 400 millones más que nosotros, con lo que la diferencia entre ambos clubes se ha hecho abismal. Por eso tenemos una #ligademierda.
¿O es que ya no nos acordamos?
El caso es que, gracias a mi huelga, a mi insumisión, al hecho de no presentarme al partido, me he ahorrado un disgusto y a partir de hoy me voy a concentrar en lo que de verdad importa, que no es otra cosa sino poner mi granito de arena para que el Sevilla acabe la liga lo más arriba posible. Yo no estoy pensando en estos momentos en pitar a Coke por no dar el nivel requerido, ni a Monchi por haberse equivocado con él, ni a Michel por ponerlo contiuamente (aunque yo creo que de haber estado Spahic y/o Escudé y/o Medel, Cala habría sido el lateral derecho), ni a Del Nido, ni a Vizcaíno, ni a Orta, ni a los médicos y fisioterapeutas por tanto lesionado..., ni siquiera a los utilleros o a los recogepelotas Dios sabe por qué. Yo no voy a pitar a nadie. No creo que sea el momento.
Y eso que no dejo de reconocer que la temporada es la peor desde el último descenso. Quizás no en números absolutos, pero sí al comparar presupuesto y resultados. Sin embargo, eso ahora mismo no me importa. Ahora mismo sólo quiero que mi equipo se meta en Europa si puede ser para poder disfrutar de eso el año que viene. Hay gente a la que le preocupa que si conseguimos ese logro, entonces la directiva se colgará la medalla, dirá que al final se ha salvado la temporada y no solucionará los errores que hay que solucionar. Espero que no sea así. No puedo pensar que va a ser así. O mejor, no puedo decidir lo que voy a hacer sobre la base de que eso va a ser así.
Hablando claro, no puedo desear que el equipo no se clasifique para Europa para que así la directiva recapacite. No. No puedo. Primero porque yo siempre quiero que mi equipo gane. Y segundo porque yo soy de los que sigue confiando en estos dirigentes porque ellos son los únicos en la historia que han conseguido lo que hemos visto en la última década. No digo que sean eternos, pero sí que aún merecen mi confianza. Y mi apoyo. No incondicional, no con forma de cheque en blanco, no un apoyo aborregado y servil (eso no se lo doy a nadie por nada en el mundo), pero sí un voto de confianza.
Por tanto, a partir de hoy y en las menos de dos semanas que quedan de liga, voy a hacer de tripas corazón, me voy a olvidar de la infame de temporada que llevamos y voy a animar al equipo a ver si conseguimos salvarla in extremis.
Tiempo habrá de hablar de otras cosas.