Por primera vez en mucho tiempo, estamos teniendo una semana tranquila en lo que al Sevilla se refiere. El equipo ganó su partido de la última jornada, se espantaron momentáneamente esos fantasmas que se aparecieron tras la derrota en Anoeta y la plantilla está trabajando con tranquilidad de cara al partido de este fin de semana en Valencia. Que falta hacía una victoria para templar los ánimos. Los debates y las crispaciones se han dejado para mejor ocasión, y ni siquiera los rumores sobre la actitud de Campaña o la cesión de Alexis al Getafe han sido motivo para que las voces se levanten. Al menos no con la misma vehemencia que en semanas anteriores. Ni mucho menos. Quizás sólo se ha comentado un poco más la noticia de que Palop será titular en Valencia, o sea, que Michel tenía decidido el relevo en la portería desde el principio sin que la enfermedad de Javi Varas haya motivado dicho cambio. Claro que esto, para el equipo en su conjunto, es una noticia positiva. No puede calificarse de otra forma la certeza de que nuestro veterano capitán sigue en la brecha.
Lo que pasa es que esta tranquilidad de la que hablo tiene un efecto contrario, al menos para mí. Decían en el siglo XIX que le religión era el opio del pueblo. Hoy día eso se puede afirmar respecto al fútbol. Los aficionados nos perdemos en pueriles debates en torno al deporte rey y nos olvidamos de esa forma de lo que de verdad es importante. En las últimas semanas, incluso meses, la trepidante actualidad sevillista nos ha tenido de lo más entretenidos. Y preocupados. Que si el equipo no funcionaba y cada uno daba su propia versión sobre el tema. Que si a Del Nido le condenan, que si se va Cáceres y viene Cala, que si vaya desastre de planificación, que si Marcelino no vale, que si echan a Marcelino, que si viene Michel, que si Spahic y Medel se pelean, que si hay que redefinir el objetivo...
Uno acaba hasta exhausto de tanto debatir. Y cuando se acaban los debates... ¿qué hacemos?
Pues pensar en la realidad. En esa que te aplasta día a día aunque tengas forma de pensar en otra cosa para no hundirte en la melancolía. Esta semana ha habido poca forma de pensar en eso otro, al menos a mí me ha ocurrido, con lo que siento que la realidad me está aplastando.
Esta siendo una semana muy desagradable. Comenzó con una multa. Me pillaron a 100 por hora en la recta de tres carriles que desemboca en el Puente del Alamillo, sentido Sevilla. La policía puso un rádar móvil en dicha recta para tales menesteres. Yo entiendo que ese tipo de dispositivos, que pagamos todos con nuestros impuestos, se utilicen para sancionar a quienes se propasan con el coche, poniendo en peligro la seguridad de todos los demás conductores. Esa es su función, y me parece estupenda, sobre todo cuando se emplean en tramos peligrosos de concentración de accidentes, donde hay que procurar por todos los medios (incluido el coercitivo) que la circulación se lleve a cabo de la manera más prudente. Sin embargo, una recta de tres carriles no es un punto conflictivo. Y 100 por hora no es una velocidad temeraria. Pero como ese tramo está imitado a 80, pues castigo que te crió. No puedo objetar nada, es evidente, y los 50€ que tengo que pagar (si no reclamo y abono antes de 20 días) pues no me suponen una ruina. Eso sí, no puedo evitar preguntarme si ese es el modo más efectivo de emplear un aparato pagado por todos nosotros. Sobre todo cuando luego, cuando llegué a Sevilla, tuve que desembolsar una cantidad para que el gorrilla de turno no le hiciese nada a mi coche una vez aparcado. Si la policía no estuviese sangrando el dinero a quien le paga el sueldo, sino defendiendo los intereses del mismo evitando que tenga que pagar esa especie de impuesto revolucionario, yo, ciudadano de a pie acribillado por los efectos de una crisis de la que no tengo culpa, pues sería un poco menos infeliz.
Luego, después de trabajar a todo lo largo del día, vuelvo a casa y me encuentro en las noticias que ha pasado lo de Valencia y los antidisturbios, lo cual se acumula a lo de la reforma laboral, a lo del payaso ese que dijo aquello de Laponia.... Para colmo, cometí la imprudencia de tragarme en televisión un reportaje sobre personas que se habían visto obligadas a volver a casa de sus padres, los cuales se encontraban con la responsabilidad de mantener a dos familias con una mísera pensión. La cara más humana y más dura de la situación que estamos viviendo. Gente sin esperanza, sin futuro, sin luz al final del túnel. Y entonces lo de mi multa me pareció una soberana estupidez. Claro que ayer se inició en Londres la Conferencia Internacional sobre Somalia, y lo primero acerca de lo que llamaron la atención fue el campamento de refugiados que hay en la frontera creo que con Kenia, que ahora cumple 20 años cuando se construyó de modo provisional, y en el que viven cerca de medio millón de personas desplazadas. Ya han nacido niños allí que suponen la tercera generación de residentes en el lugar. Hay jóvenes que vinieron a mundo allí y que no han conocido otra cosa.
Viendo aquello, la situación de esas personas que han tenido que volver a casa de sus padres no me pareció tan mala. Al menos tienen unos padres con un hogar que les pueden acoger. Y no os digo nada de lo ridícula que me pareció en ese momento mi preocupación por los 50€ de multa. Si es que a veces nos quejamos tanto que no nos queda tiempo para darnos cuenta de que siempre hay alguien que está peor y que nos envidia.
Pero, gracias a Dios, hoy ya es viernes. La semana laboral se acaba (aunque a mí me queda un rato de curro mañana sábado por la mañana), y vuelve el turno del fútbol. A medida que se vaya acercando la hora del partido, esa preocupación irá tomando cuerpo, creciendo y creciendo hasta hacerse inmensa. Casi única. Por supuesto, desplazará de un modo absoluto a todas las demás. Nos olvidaremos de la gente que se muere de hambre en Somalia. No volveremos a pensar en esa pobres personas que se han tenido que ir a casa de sus padres. El revuelo alrededor de los antidisturbios de Valencia irá menguando, y hasta los políticos encontrarán otro tema con el que tirarse los trastos mientras, seguramente, los alumnos de aquel colegio seguirán sin calefacción sine die. Y, por supuesto, esa multa que me pusieron dejará de enfadarme. Mucho más si gana el Sevilla, que eso sí que es importante.
Es el poder que tiene el fútbol: que amamona a las masas, que las hace más dóciles, más dúctiles, más maleables. ¿Y alguien se queja sobre eso? Puede, pero pocos les hacen caso. Sobre todo si está jugando tu equipo.
¡Qué ganas tengo que llegue la hora del partido!
De mi chute semanal que hace que vea la vida de otra manera.
O, directamente, de que no la vea.
4 comentarios:
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él dejó.
De La vida es sueño de Calderón.
Ayer decíamos que el que no corre vuela y el que no se conforma es porque no quiere pero...¿y el mosqueo de pagar 50 pavos?
Feliz fin de semana
Disfruta del fin de Semana con tu familia tranquilo que....
"GANAR GANAMOS SEGURO"
Abrazos Sevillistas
Pues la verdad es que si Rafael, que uno parece perder muchas veces el norte con esto del futbol, nosotros con nuestro Sevilla, que no te quepa la menor duda de que si ganamos el domingo, esos 50 euros pareceran menos, y los problemas del dia a dia pareceran que se van arreglando, y yo pensare que mis problemas familiares van por buen camino, y...
Que gane nuestro Sevilla Rafael, que gane...
Un fuerte abrazo amigo y a disfrutar del puente o en su caso, del fin de semana.
@Marcu
El mosqueo ya se me pasó. La situación de los otros de los que hablo continuará. Siempre hay razones para sentirse un afortunado a pesar de todo.
@Juan Antonio de la Rosa
Yo también tengo esas buenas vibraciones
@Juan Angel de Tena
No es malo tener algo con lo que huir de la realidad de vez en cuando siempre que ese algo no te ciegue por completo.
Muchas gracias a todos, un abrazo
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