Hay en nuestro país una opinión muy extendida por la que la gente considera a la liga española como la mejor del mundo. Es el resultado evidente de una asfixiante campaña de marketing puesta en funcionamiento por todos esos que consideran el fútbol como la gallina de los huevos de oro, hasta el punto de invertir cantidades obscenas de dinero, que luego claro hay que amortizar a base de vender el producto al infeliz consumidor final. Y lo primero que hay que hacer es convencer a ese consumidor de que lo que se le está ofreciendo es, pues eso, lo mejor del mundo.
A mí que me gusta el fútbol más allá de lo que se diga en Madrid, y en sus sucursales provinciales, este argumento me saca de quicio, como muchas veces he expresado. Una liga no es mejor que otra porque en ella jueguen Cristiano Ronaldo o Messi. Yo siempre defiendo que el nivel de una liga lo marcan, no los equipos más grandes, sino los que vienen justo por detrás. Y en España, salvo el Barça del año pasado, ni siquiera los equipos grandes demuestran ser mejores que los grandes de otras ligas. Para colmo, para una vez que uno de los equipos que vienen por detrás destaca, véase el Sevilla de las dos UEFAs, desde el centro del universo futbolístico español se insiste que esos logros no tienen mérito porque se trata de una competición devaluada. Ellos mismos se contradicen. Cuando hay un motivo para decir que, efectivamente, la liga española tiene nivel, ellos mismos lo tiran por tierra menospreciando dicho mérito.
Y es que el arte de menospreciar está muy instalado en nuestro fútbol. Somos así de sobrados. Y de ignorantes, y yo me incluyo el primero, aunque trato de solucionar ese defecto. Al menos eso.
En estas rondas de competiciones europeas que se están disputando últimamente, ese arte de menospreciar se ha manifestado una vez más con contundencia. Cuando se conocieron los rivales de los equipos españoles tanto en Liga de Campeones como en UEFA (yo la sigo llamando UEFA porque es más bonito y más corto de escribir), la mayoría saltaron a una diciendo que eran del todo asequibles. El Anderlecht y el Brujas juegan en la liga belga, y eso quiere decir que no tienen nada que hacer contra equipos de la mejor liga del mundo. El Olympique de Lyon, sin Benzema ni Juninho ha perdido el potencial que tenía, y será fácil presa de la constelación galáctica. El Wolfsburgo es un equipo de difícil pronunciación, y desconocido para la mayoría de estos “expertos”. Si, ya, ha ganado la Bundesliga, pero sorpresas ocurren en todas partes, incluso en Alemania. Claro que estos tipos no aprenden, después de menospreciar al tal Rubin Kazan, campeón de la liga rusa. Es curioso escuchar a los mismos expertos que decían que este equipo ruso era una perita en dulce, defenderlo ahora como candidato a ganar la UEFA. Claro que después de la que formaron en el Nou Camp igual han abierto sus ojos a un mundo nuevo. Por su parte, el Galatasaray sí que era considerado como algo más complicado, sobre todo por lo que todos llaman “el infierno turco”. Pero también decían que si veíamos al Atlético de Madrid de la Copa (el que eliminó a dos segundas y al Rácing), pues nada tendrían que hacer contra ellos. Y luego estaba el Sttutgart. Ese equipito. Porque si el Sevilla fue capaz de ganar allí, es que tiene que ser un equipito. Y mucho más cuando han vendido en enero a Thomas Hitzlsperger, uno de sus mejores jugadores.
Y luego llega el momento de buscar las excusas y las explicaciones. El Madrid pierde en Lyon (como siempre), el Wolfsburgo le pega al Villarreal el repaso que yo esperaba. El Anderlecht hace lo propio con el Athletic, cuya afición, esa misma que vino el año pasado a la casa del Rey a abuchearle en la competición que lleva su nombre, demostró por qué todos la consideran una Señora Afición. (El sesudo lector sabrá captar la ironía). El Brujas obliga al Valencia a jugar una prórroga para doblegarles. El Galatasaray las hace pasar canutas al Atlético de Madrid (machada la de los madrileños en el Ali Sami Yen, que todo hay que decirlo), Y el Sttutgart le pega un repaso monumental al todo poderoso Barça en la primera parte. Ese equipito. Salieron vivos, y acabarán clasificándose, pero ya les valdría menospreciar menos a los demás.
Y luego está lo del Sevilla. Lo de estos tipos con el Sevilla es algo que roza lo enfermizo. Con nosotros el arte de menospreciar se eleva al cubo. Nos menosprecian a nosotros, menosprecian lo que hacemos (nuestros logros), y menosprecian a todo aquel que se enfrenta a nuestro equipo. El Unirea era una patata de equipo, hasta que le ganó al Glasgow Rangers. Entonces, los rumanos siguieron siendo una patata, pero los escoceses fueron calificados como una patata aún mayor. Y el caso del Sttutgart fue parecido al del Rubin Kazan. Contra nosotros eran un equipito. Contra el Barça, y ya sin Thomas Hitzlsperger, son un potente conjunto típico alemán. Todo sea para no devaluar el producto “La Liga española es la mejor del mundo” (y el Barça uno de sus máximos exponentes). La proeza sevillista de ganar en Alemania fue menospreciada. Y el ridículo catalán en su partido allí, maquillado de un modo inmediato. Claro, como tenían muchas bajas. ¡Viva la objetividad!
Pero lo más grave es que desde la prensa local se sigue el juego a estos expertos. Lo hemos visto claro con el CSKA de Moscú. Después del magnífico resultado obtenido allí, jugando a medio gas (cosa que tenemos que evitar en adelante que, otra vez, hay que decirlo todo), no se deja de menospreciar al equipo ruso, y también a lo conseguido en un lugar tan complicado como Moscú en febrero. Se ha dicho que ese conjunto es de lo más flojito que queda en Europa, que están de pretemporada, que los hemos dejado escapar vivos, y lo último, que para la vuelta ya contarán con su gran estrella, Dzagoev, que para la ida estaba lesionado. Yo no conozco a Dzagoev, con lo que no me pronunciaré (no quiero menospreciar a nadie), pero aun estoy esperando a alguien que diga que para la vuelta nosotros igual contamos con Konko, con Squilachi, y sobre todo con Luis Fabiano. A ellos les ha faltado uno de los delanteros más prometedores de Rusia. A nosotros, entre otros, el actual nueve titular de Brasil. No de Argelia, de Lituania o de Honduras. De Brasil.
No me diréis que no tiene arte esta gente a la hora de menospreciar a todo el mundo a la vez. Ni el CSKA vale para nada, ni el partido del Sevilla merece ningún respeto, ni el planteamiento del entrenador fue de recibo, ni el resultado es para estar contentos, ni nuestras bajas tienen importancia (las de ellos si, claro), ni tampoco el frío, ni el ambiente, ni el balón, ni el césped ni nada de nada de nada. Todo sea por menospreciarnos. A nosotros y al rival. A todos a la vez.
Y es que esto pasa continuamente. Todos los rivales del Sevilla son muy malos. Y nosotros también, claro, porque si no somos capaces de ganar por goleada a unos equipos tan malos, es que el Sevilla también es muy malo. No se deja un resquicio a la información objetiva, al estudio del rival, al conocimiento de las circunstancias. Todo eso da igual. El rival es malo, y si no los arrollamos, nosotros también lo somos.
Esto no quita para que, si hacemos algo mal, haya que decirlo y rectificarlo. Pero estos menosprecios se hacen antes de los partidos, o sea, antes de ni siquiera tener la posibilidad de hacerlo mal. Hablo de ese “rintintín” con el que se dice eso de “ a ver de qué es capaz del Sevilla de Jiménez contra este equipo tan malo”. Siempre es el Sevilla de Jiménez, claro. Luego, cuando se gana, es el Sevilla de Palop y Navas. El año pasado era el Sevilla de Kanouté y Luis Fabiano, que no jugaba a nada, y lo dejaba todo a encomendarse a los dos delanteros, a ver si enchufaban alguna. “El Sevilla sin Kanouté y Luis Fabiano no es nada”, decían. Este año, el Sevilla sin Kanouté y Luis Fabiano sí es algo, pero sin Palop y Navas, nada en absoluto. Lo dicho. ¡Viva la objetividad!
Cuando pasemos la eliminatoria, en vez de reseñar el momento histórico, incidirán en el hecho de que el CSKA es muy malo, que estaba de pretemporada, y que en el partido de ida no contó con su gran estrella Dzagoev. Menospreciarán nuestro logro menospreciando al rival, como medio para seguir menospreciándonos a nosotros.
Con lo fea que es esa manía de menospreciar.
3 comentarios:
hola sevillista soy quequeno sevilla,hace poco lanzé mi blog a la blogosfera,y me gustaria compartirlo contigo y que lo enlazaras en tu blog si no hay problemas yo el tuyo yá lo tengo enlazado y es un placer leerlo y cada vez que pueda dejaré mi comentario en él gracias de antemano y nos vemos por la red un gran abrazo de quequeno sevilla,te dejo enlace de mi blog.
http://sevillistasdecorazonn.blogspot.com/
Saludos.
De acuerdo en todo. Más aún y como ya he escrito en alguna ocasión, la "mejor liga del mundo", invento mediático mandrileño donde los haya, solo puede ser catalogada en función de LA CANTIDAD DE EQUIPOS BUENOS QUE APORTE.
Llevamos unos años viendo a tres o cuatro equipos ingleses en los tramos finales de las competiciones europeas. De España, dos, uno o ninguno.
Pero la cultura decimonónica de nuestro periodismo de Madrí, obtusa a más no poder, no consigue entender que llevar cuatro o cinco clubes a la élite significa:
-Mejor Liga.
-Mayor mérito a las victorias.
-Más ventas de sus medios.
-Más ingresos por publicidad.
-Y más gente enganchada.
Pelmazos. Son pelmazos cegatos y ególatras.
No obstante -y como también escribí en su momento-, el silencio mediático contra el Sevilla nos es productivo. Si seguimos creciendo y estando ahí arriba a pesar de no figurar en "los papeles", bienvenida sea la ignorancia.
Igual no queremos estar en ésas portadas.
Igual no queremos que nos dirijan la palabra.
Igual no se elige la familia y solo los amigos.
Igual cabalgamos, Sancho.
Cuídate.
@ Quenoqueno
Ya estás enlazado. Muchas gracias
@J.M. Ariza
A mi también me gusta eso de ser medio invisibles. Yo soy una persona discreta que me gusta hablar con hechos, no que me regales los oídos.
La liga española es lo que es, por muchas burras que nos quieran vender. Y el Sevilla está donde está, a pesar del ninguneo. Es cierto que hay veces que estallo, porque la paciencia de uno tiene un límite. Pero es evidente que, aunque algunos lo intenten ocultar, todos saben lo que somos, y las mentiras caen por su propio peso.
Yo estoy convencido de que la vida pone a cada uno en el lugar que se merece. Sólo hay que tener paciencia. Esa que a mi a veces me falta.
Muchas gracias, y un saludo
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